Partida Rol por web

Habéis llegado a la Última Morada y habéis sido recibidos por varios elfos. Reconocen a Gallind y a Rilwen, saludándoles al modo de los elfos, y también al comerciante enano, Gláin. A los demás también os saludan con muy buenos modales. Os llevan a vuestros aposentos y os dan tiempo para que os refresquéis antes de llevaros ante Elrond, porque lógicamente querrá escuchar de vuestras bocas cómo habéis encontrado el valle y qué os trae aquí. Los bandidos son llevados a las mazmorras y los animales a las cuadras. Os despedís de Orejas.

Una vez habéis tenido tiempo de lavaros y estáis todos juntos, un atractiva elfa llamada Galoranna llega para llevaros a ver a Elrond. Os guía atravesando un salón, subiendo unas escaleras, bajando por un pasillo, girando una esquina y finalmente, entrando en una habitación. Elrond está sentado en una silla tallada, frente a una ventana abierta. Lleva una cinta de plata sobre su oscuro cabello, sus ojos son grises y brillan con la luz de las estrellas. Aunque su rostro no tiene arrugas, está lleno de sabiduría y la memoria de muchos años.

-"Bienvenidos, amigos míos." Os dice sonriendo. "Así que habéis llegado aquí conducidos por Gallind y Rilwen. ¿Se han visto recompensados vuestros esfuerzos en tan azaroso viaje?" Os pregunta, mirando al elfo y a la semielfa de refilón.

Tomáis asiento y le relatáis lo sucedido desde que encerraron a Tolman en la cárcel de Bree por culpa de Nat y Gil: su rescate, el enfrentamiento con los trolls, el encarcelamiento de los dos malhechores y la posterior celebración en el Poni Pisador, la aceptación de ser alguaciles e ir en busca de Imledair y sus bandidos, el encuentro con el tumulario y posteriormente con Gandalf, el viaje hasta la fortaleza de los bandidos, el duro combate con estos y finalmente la llegada a Rivendel.

Habéis pasado un buen rato relatando las peripecias del grupo y Elrond os alaba por vuestras proezas, valor y habilidades, al haber realizado una noble acción. Por último, Gallind le hace entrega del pergamino que le dio Gandalf para que lo trajerais aquí.

Desenrolla el pergamino y le echa un vistazo.

-"He aquí un pergamino largamente perdido. Nunca lo había visto, pero había oído hablar de este hechizo. Una vez estuvo en la biblioteca de Annúminas. Y ahora Círdan ha vuelto a encontrarlo, y vosotros amigos míos, me lo habéis traído. Os lo agradezco. ¿Habéis aprendido el hechizo? ¿Os sirvió de ayuda en los momentos de necesidad?" Os pregunta.

Gallind le relata cómo ha sabido manejar el hechizo y lo poderoso que es. Aunque no ha terminado de controlarlo del todo, más horas de estudio probablemente hagan que logre dominarlo totalmente. Elrond os comenta que os hará una copia del hechizo para que podáis estudiarlo cuando queráis, aunque no todos podrán domeñarlo.

Además, se ofrece a identificar todas las cosas que habéis traído de la fortaleza de los bandidos gustoso. Os comenta que conoció a Torin y que el libro de Tatharina está conservado mediante la magia, sabiendo que lo escrito en sus páginas es  fidedigno. Pero ante la visión del viejo mapa que encontrasteis, sus ojos relampaguean. Está encantado con el mapa, del que os dice que enseña viejos refugios. Los marcados con hojas de mallorn son refugios élficos y los marcados con martillos son refugios enaniles. El mapa será de gran utilidad para todas las gentes de la casa de Elrond que salgan de viaje, y puede ayudar en la lucha contra el Nigromante. Os dejará una copia del mismo para vosotros.

Después de averiguar las propiedades de los objetos y repartir el tesoro, Elrond os agasaja con un majestuoso festín. El salón donde se hace está iluminado con velas. Estáis sentados en la mesa alta, junto a Elrond, Arwen y otros altivos elfos. La mesa está repleta de pan, miel, quesos, frutas y carnes asadas. Hay una bebida, fresca y refrescante, cuyo sabor os recuerda al de la madreselva en una noche de verano.

Levantando su copa para brindar, os dirige unas palabras:

-"Por nuestros valientes aventureros." Dice. "Que las estrellas brillen en sus futuros viajes. Os nombro a todos Amigos de los Elfos y os doy la bienvenida a Rivendel."

El festín prosigue entre la alegría y algarabía general, comiendo, bebiendo, riendo y hablando sin parar. Más tarde, os pasáis toda la noche cantando y bailando bajo las estrellas. Es un lugar perfecto para descansar después de vuestras aventuras. Puede que muy pronto el camino os llame de nuevo, pero ahora hay que disfrutar del momento.

Gláin, alegre por la fiesta y la bebida, se atreve a entonar una antigua y triste canción enana:

Más allá de las frías y brumosas montañas,

a mazmorras profundas y cavernas antiguas,

en busca del metal amarillo encantado,

hemos de ir, antes que el día nazca.

Los enanos echaban hechizos poderosos

mientras las mazas tañían como campanas,

en simas donde duermen criaturas sombrías,

en salas huecas bajo las montañas.

Para el antiguo rey y el señor de los elfos

los enanos labraban martilleando

un tesoro dorado, y la luz atrapaban

y en gemas la escondían en la espada.

En collares de plata ponían y engarzaban

estrellas florecientes, el fuego del dragón

colgaban en coronas, en metal retorcido

entretejían la luz de la luna y del sol.

Más allá de las frías y brumosas montañas,

a mazmorras profundas y cavernas antiguas,

en busca del metal amarillo encantado,

hemos de ir, antes que el día nazca.

Solamente las vacilantes llamas del hogar de la Sala de Fuego iluminan la noche en Rivendel. El destello en una trenza de pelo dorado, un pliegue de rico terciopelo rojo borgoña del vestido de una dama, el brillo de una gema cuyo corazón alberga un fuego azul, las delicadas cejas sobre los claros ojos de una doncella... son los detalles que van entrando y saliendo del movedizo anochecer.

Y serpenteando en el brillo del fuego y en las sombras, el murmullo de las notas en cascada de un arpa atraviesan el aire, como una corriente sobre los guijarros de una resonante gruta. Los acordes de plata de una flauta se unen a la melodía, transportando vuestra imaginación lejos, a un encrespado océano cubierto de espuma parecida al encaje, y acariciado por las alas de aves que descienden sobre él.