Partida Rol por web

Me levanto para ir con él mientras pensaba en lo que me había dicho. ¿Qué no abuse? Se supone que voy a tener que hacerlo una eternidad... ¿cómo podía hacerlo sin abusar? Por muy poca gente a la que muerda en un año tendrán que ser cientos... ¿o cuánto necesitaba alimentarse un vampiro? Estaba tan perdido... Y ni siquiera sabía que poderes tenía yo. Me describe tres opciones pero... ¿cómo podía comprobarlo yo? ¿concentrándome? Tenía tantas cosas que asimilar, tantas cosas que comprender, tantas cosas en que pensar... y solo quería pensar en mi familia y en que la había perdido para siempre...

- Y... ¿cada cuánto tienes que alimentarte? -  ¿tres veces al día? ¿dos? ¿una? ¿una a la semana? Era como volver a nacer y no saber nada, pero no sabía si podía confiar en mi instinto para saber lo que necesitaba. 

Salís del local, recorriendo de nuevo las calles por las que habíais venido. Como siempre, Blaz va poco hablador, apenas para responder a las preguntas que le haces.

- Eso depende de la que gastes. Los Vástagos no nos curamos de forma normal. Usamos la sangre que bebemos para ello. Si hemos usado poderes, generalmente también gastamos sangre. Lo normal es que te alimentes una vez al día como mínimo, pero hay gente que se deja, que incluso "le gusta". Al fin y al cabo para muchos de ellos es placentero.

Volvéis a atravesar el ayuntamiento. Esta vez la limusina ya no está, y el vampiro vuelve a fijarse en ello.

- En el local de donde venimos podrás encontrar alguna punk dispuesta a hacerlo...

Seguís andando hasta que llegáis al edificio en el que empezó todo. Él se para junto al portal y saca unas llaves.

- Toma.

¿Había gente dispuesta a dejarse morder? ¿había a gente a la que le gustaba? Aquello era extraño, muy extraño. Pero si era verdad podría servirme. No me sentiría mal si no les hacía daño, si me permitían morderles, pero... ¿cómo podía preguntar sin decir que era un vampiro?... 

- ¿Qué piso era? - pregunto al coger las llaves. - y... ¿cómo va a funcionar esto? 

¿Me dejaría libre? ¿seguiría dándome paseos por la ciudad, explicándome el mundo de sus congéneres? ¿presentándome a más vampiros para tenerme más controlado?

El hombre mira el cielo de nuevo. La luz empieza a aparecer y lo notas ligeramente nervioso. No sabes porqué, pero ese nerviosismo empieza a afectarte a ti también, como si no quisieras estar ahí más tiempo.

- Es el octavo, puerta D, la del fondo. En tu móvil te he dejado mi número. No intentes contactar con tu familia. Si lo haces, lo sabré. Llámame si necesitas cualquier cosa, aunque te aviso de que no siempre estaré operativo. Mañana, a las 10, dirígete al local indicado. Allí te darán nueva información.

Posa su mano en tu hombro, como una palmada de ánimo.

- Nos vemos.

- Hasta mañana.

Me despido con cierta urgencia y me interno en el portal. Ver como empieza a aparecer la luz me hace temer por mi vida y el sentimiento de nerviosismo en mi interior me hace confiar en que tengo cierta intuición sobre lo que es perjudicial para mi nuevo estado. Ahora lo relacionaba con el hambre que había sentido al despertarme, mi cuerpo exigía sangre como antes clamaba por alimentos.

Subo hasta el piso pensando sin parar en lo que había sucedido. Saco el móvil, marco el numero de mi mujer y me detengo con el pulgar sobrevolando la tecla de llamada. No podía hacerlo pero tenía tantas ganas, tantas ganas de escuchar su voz, tantas ganas de explicarle lo sucedido, tantas ganas de acurrucarme en su pecho mientras intentaba olvidar aquella pesadilla... Acabo borrando el numero y guardándome el teléfono. Si contactaba con ella pondría sus vidas en peligro, y eso no podría perdonármelo. Soportaría la carga solo y velaría por ellas.

Busco un lugar algo cómodo para tumbarme. Aunque antes siento la necesidad de asegurar que todas las persianas estén bien bajadas y que ningún rayo de sol encontrara el camino hasta mi. Una vez me recuesto no puedo evitar sollozar por mis circunstancias actuales, pero un súbito sueño acaba con mis penas y pensamientos, sumiéndome en un profundo sopor. 

Así pues, con lágrimas de sangre recorriendo tu rostro, la oscuridad llega. Una oscuridad como nunca habías sentido. No es el sueño reparador de los vivos. No es la calma del cansado ni la placidez del hombre realizado. Es la nada, el vacío, la certidumbre de no existir, o de existir allí donde no deberías. De la vida tras la muerte... Y duermes.