Zoey se giró hacia los dos agentes en cuanto pisaron de nuevo la discoteca, echando un rápido vistazo hacia el local en ese movimiento. Escuchó a Balmaceda y le provocó una pizca de ternura aquel hombre chapado a la antigua. En ese instante le recordó un poco a su padre con su bigote setentero. Alzó ambas cejas al responderle.
—Anticuado —sentenció, esbozando después una sonrisa—. Pero no importa. No seré yo quien se queje de teneros cerca a cualquiera de los dos mientras sigamos en este antro.
Hizo un gesto con la cabeza hacia la puerta que llevaba a la calle. Todavía la inquietaba que los del camerino saliesen a reclamarles la bolsa de droga que les habían mangado.
—¿Nos largamos? Tenemos más material para enviarlo al laboratorio y podemos investigar el rollo ese que apuntó Sax, lo de Lovecraft y los gatos.
Pudimos salir sin que nos quitaran nada, quizá no quisieron problemas con la policia. Conforme salía envié el mensaje de confirmación para que supieran que estábamos bien y no intervinieran. —Parece que la droga que tenían en la pensión es conocida aquí como Polvo Blanco —me giré hacia Balmaceda —¿Has descubierto algo del camello? ¿La ha nombrado? —.
Asentí a la sugerencia de Zoey —cuanto antes mejor, no sé si al final no vendrán tras nosotros. También tenemos que ir al psiquiátrico —.
- ¡Qué va! El camello tenía la noche juguetona y sólo me dio esto - sacó de su bolsillo un anillo genital con inscripciones - Quizá deberíamos llevarlo también al laboratorio, aunque también me advirtió que por si solo no haría nada.
Se quedó pensando, no creía en las coincidencias
- Cuando entré estaban hablando de alguien con el don, y luego mencionaron a Carcosa. Y ¿sabéis qué? Sé quien es Carcosa
Balmaceda se quedó callado, aprovechando la atención que había obtenido de las dos mujeres...
- No podemos irnos todavía, tenemos que entrar de nuevo
Y volvió a caminar hacia la puerta.
Balmaceda entra de nuevo en Zothique y otea el panorama, buscando al camello
- ¡Él es Carcosa!
Si me siguen las mujeres pon el mensaje también para ellas, máster.
Torcí la cabeza con el objeto que me enseñó el agente, sin duda en otro momento podría haberme sacado una sonrisa pero parece que le habían tomado el pelo.
—Un momento —me interpuse delante de Balmaceda. —No tiene mucho sentido tratar de volver a entrar, ¿Para qué? —respondí con un gesto serio. —Tenemos la droga para enviar al laboratorio, podemos ir al psiquiátrico, hay que ver la relación de Lovecraft con todo esto…—miré hacia el ambiente —no tiene mucha pinta que el tal Carcosa se vaya a ir a ningún lado, aquí está su negocio… o su don, como quieras llamarle —.
Miré hacia la puerta —si en verdad hay algo más, venimos mañana y montamos una redada, pero… ¿Hay algo más? —negué con la cabeza respondiendo a mi pregunta.
José se detuvo a un paso de la puerta. Se había visualizado a sí mismo entrando en la discoteca, apuntando al camello con la pistola y obligándolo a salir de allí. Pero sus compañeras tenían razón. Era su territorio. ¿Qué harían con él una vez fuera sin pruebas? Era poco probable que fuera a desaparecer.
- Como quieras - respondió. Llevemos todo esto al laboratorio a ver qué nos cuentan.
La nariz de Zoey se arrugó al contemplar el juguete erótico que había conseguido Balmaceda. Esperaba que al menos estuviese sin usar, aunque no habría puesto una mano en el fuego por ello. Todavía estaba mirándolo cuando la intención de volver a entrar del agente la alarmó un poco. La chica era muy consciente de la bolsa de droga que llevaba medio escondida entre sus brazos cruzados. También del peso de la pistola en la cintura de su pantalón.
Su mirada viajó hasta la puerta mientras Carley se oponía a volver y ella asintió con la cabeza a cada frase. Sus hombros se relajaron cuando Balmaceda aceptó que se marchasen y Zoey empezó a caminar hacia el coche.
—Cuando esos tíos se den cuenta de que nos hemos llevado su droga se cabrearán —apuntó—. Mejor no estar ahí dentro para entonces.
Algo de lo dicho por Jalavert se había quedado dando vueltas en su cabeza y la miró con curiosidad, al tiempo que ataba cabos en su cabeza.
—¿Al psiquiátrico? —preguntó—. ¿Por los que confesaron los asesinatos anteriores?
Eso le había llamado la atención desde que se lo habían contado antes. Tres asesinos confesos, sin aparente relación entre ellos salvo por haber seguido el mismo patrón en sus crímenes. Y ahora uno más. Pero la había. Tenía que existir esa relación por mucho que ella fuese incapaz de verla todavía. Sin duda una visita a ese centro iba a ser interesante. Como mínimo.