Nadie respondió al otro lado del comunicador. Lewis sonrió y te miró con cara de psicópata, aún en indefenso en el suelo, no iba a rendirse:
- Nadie va a contestarte. - Su sonrisa se ensanchó. - Tus minutos están contados.
Mierda. No tenía sentido perder más el tiempo con Lewis. Su última frase indicaba que nos había delatado. No pensaba desperdiciar balas con él, seguramente necesitaría todas ellas así que sin más le sujeté la cabeza con mis manos y le rompí el cuello.
Recogí su arma y me la coloqué en el pantalón a la espalda. Nunca estaba de más tener un arma adicional. Dejé su cuerpo inerte y volví a bajar a toda prisa. Notaba el peso de los explosivos en mi mochila. Si todos habían caído ahora sólo dependía de mí.
Apreté los dientes... el impacto en el pecho aún me dolía. Al pasar, eché un vistazo rápido al cadáver de Myres... lo sentía por el científico pero al final resultaba que había servido de poco... bueno, me abrió la puerta para llegar a mi objetivo.
Antes de que se me olvidara recogí el aparato de Myres esperando que siguiera calibrado para apuntarme en la dirección correcta... y me adentré en las profundidades atento al menor indicio de peligro.
El camino al final de las escaleras parecía estar completamente cerrado. había un muro al finalizar las escaleras. Eso no tenía ningún sentido. Debía ser alguna puerta. y sin duda tenía algún mecanismo para abrirse pero desconocías cual. El aparato que llevabas indicaba que tras esa puerta se encontraba la energía que estabas buscando. Oíste ruido arriba. No sabías si tendrías demasiado tiempo.
Me lancé a la búsqueda de una piedra similar a la que había usado Myres para abrir la puerta de arriba. Debía de haber algo cerca... una piedra en el suelo, o en la pared lateral, cerca de la pared que me cerraba el camino. Estaba seguro de que en algún sitio debía haber un mecanismo...
Mientras buscaba, mi mano echó mano a una de las granadas que llevaba en la mochila... Preparé la anilla pero no tiré de ella... y seguí buscando la llave para abrir la puerta secreta.
Si se me acercaban demasiado lanzaría la granada escaleras arriba... me libraría de un montón de enemigos y tendría que enfrentarme a tiros a tan sólo unos pocos... y con suerte a lo mejor taponaba esa zona... impidiendo que llegaran hasta mí, y lamentablemente, impidiéndome salir.
No habías llegado tan alto en el ejército solo por saber disparar un par de cacharros y dar unas cuantas voces. Eras inteligente, y lo habías demostrado en innumerbles ocasiones. No era la primera vez que tenías que enfrentarte a mecanismos secretos o complejos, y deseaste que no fuera la ultima. Comenzaste a buscar esa maldita piedra hasta que encontraste el modo de hacer que la pared comenzase a moverse.
Al moverse la pared te inundó una oleada de calidez. No te sofocaba, pero contrastaba con el frío de la pirámide. Era un calor agradable. El ruido de la electricidad llegó hasta tus oídos. El interior era de roca como antes, y formaba una extraña sala circular, completamente bañada por una luz azul. A tu alrededor había varios científicos japoneses y algunos militares, estos últimos apuntaron a la puerta al verte entrar.
Entonces lo viste. El extraño secreto de los japoneses, el origen de la luz... En el centro de la sala había una especie de esfera azul eléctrica, que formaba rayos y formas eléctricos hasta crear un haz vertical de luz. Fuera lo que fuera eso... era lo que os estaba haciendo perder la guerra.
Oh oh. Militares apuntándome con sus armas. Bueno, tenía una salida rápida. Con el dedo pulgar solté la anilla de la granada y mostré claramente el artilugio en mi mano. No se arriesgarían a dispararme y volar todos en pedazos.
Comencé a hablar en un claro japonés... no nativo y con acento americano, pero un japonés perfectamente entendible.
- 動くな!* - mis ojos estaban fijos principalmente en los militares pero mis palabras se dirigieron a los científicos también. - あなたの武器をドロップするか、私はこの部屋にいる全員を爆破するよ!**-
Era sencillo, o se rendían o todos veríamos el fuego purificador y comeríamos metralla hasta las orejas.
*¡Que nadie se mueva!
**Pongan las armas en el suelo o volamos todos por los aires.
Se hizo un largo silencio. Los militares dudaron. Los científicos se quedaron en completo silencio mientras miraba estupefactos la escena. Uno de ellos hizo un gesto de pánico al ver que sacabas la granada, y comenzó a chillarle a toda velocidad al militar que no podía permitirlo. Por un segundo toda la sala contuvo el aliento. Los militares se miraron, y finalmente bajaron las armas. Eras un solo hombre, a fin de cuentas, y de un modo o de otro podrían contigo. Todos dejaron las armas en el suelo, y les dieron una patada para alejarlas. Seguidamente todas las miradas se posaron en ti, esperando.
Listo. No podía permitir más fallos y tenía prisa. Ordené a todos que se pusieran junto a una pared, con las manos en la cabeza y de espaldas a mí.
Aún tenía la granada en una mano y el arma automática en la otra. Cambié el arma a modo automático y cuando todos estuvieron colocados como les dije comencé a disparar empezando por los soldados. No era honorable, no era ético, pero era lo más práctico que podía hacer. No podía dejar testigos, no podía permitir que dieran la alarma y debía averiguar qué era eso. Sin la ayuda de Myres no iba a poder copiar esa tecnología así que sólo me quedaba destruirla. Esos hombres iban a morir de todos modos. Dejé tan sólo a un científico con vida. Necesitaba uno para interrogarlo.
La cosa no resultó ser tan sencilla, y aunque todos se pusieron contra la pared, y con tu arma automática conseguiste matar a unos cuantos, otros salieron corriendo a la primera señal de alarma. Tras de ti sonó el ruido de voces pasos y gritos, los soldados que estaban en el primer nivel se dirigían hacia abajo, tenías apenas un par de minutos antes de que llegaran.
La estancia era ahora un caos. La mayor parte del suelo estaba inundado de sangre. Un par de soldados se encontraban ocultos, tratando de protegerse hasta que pudieran encontrar sus armas. El único científico vivo estaba acurrucado, a pocos pasos de ti.
Notaste que el dolor remitía, tu pecho se encontraba perfectamente, y pese al esfuerzo apenas te sentías cansado.
Bien, necesitaba ganar tiempo. Lancé la granada sin anilla que tenía en la mano por el pasillo por donde venían los soldados del primer nivel. Seguramente mataría a unos cuantos y retrasaría al resto.
Agarré al científico y le usé de escudo humano sujetándole con el antebrazo izquierdo por el cuello, mientras que con mi arma automática intentaba acabar con los soldados que quedaban desperdigados y ocultos por el suelo.
- Rápido si quieres vivir, - dije al científico mientras me movía arrastrándole, - primero dime por dónde hay una salida de aquí... la que menos guardias tenga. Y segundo, dime qué es esa cosa azul. Dime todo lo que sepas. -
Apoyé mi espalda contra una pared de modo que no pudieran atacarme por la espalda, y mantuve al científico entre yo y cualquier amenaza que pudiera aparecer... de momento era la posición más segura.
El plan parecía bueno, pero el científico soltó un agudo chillido al ver cómo soltabas la granada. Comenzó a negar con la cabeza y a temblar bruscamente mientras un dedo tembloroso señalaba al otro lado de la estancia. Allí un soldado herido, se estaba moviendo a rastras hasta la electricidad azul. Tocó el haz de luz al mismo tiempo que la granada estalló unos metros más allá. Pero el estallido llegó más lejos, viste un fogonazo color azul. Algo raro ocurrió. Lo último que viste fue la cara de pánico de aquel científico, la mirada temblorosa que mostraba el mayor de los miedos. No tenías ni idea de lo que había pasado, pero fue lo que fuera... fue el fin.