Partida Rol por web

Los guardias se pararon, y con cierto gesto cargado de seriedad, y quizás de un poco de paranoia, casi que estaban en guardia. Frente a ti, estaba el calvo que ya reconocías bastante bien, estaba bastante serio y ya que había observado bastante de la escena de hace unos instantes. Estaban ya cerca a la recepción, allí, como dispuestos, estaba el guardia regordete y con uniforme del museo, junto a otros dos hombres, estos estaban elegantes y vestidos de una forma diferentes a los que escoltan a los cuatro.

-: ¿que clase de llamada?- dijo mientras le hacía una seña a los otros dos, estos asentían. El rubio se adelantó hasta la salida del museo, mientras que el otro se quedó observándolos. Ninguno de los guardias presentes parece dejar de mirarlos ni por un momento, detallando hasta la más mínima contracción involuntaria.

La oscuridad, se cierne sobre las salas más allá, y la recepción, solo tiene a las dos chicas guías, está todo tranquilo, y lo único que se escucha es el latido de los corazones de sus "escoltas" y las respiraciones intercaladas, hay cierta tensión perceptible en el ambiente, y ustedes cuatro, Lauren Rienne, la elegante y encantadora, William Danton, el hosco e intimidante, Bernard Jones, el elegante y diplomático y finalmente, Edward L'strange, el reflexivo y silencioso.

- Una llamada a mi chofer. - sentenció ladeando la cabeza con el ceño fruncido - ¿Puedo usar el telefono de la recepción? - preguntó encogiendose de hombros manteniendose a la espera de una respuesta, positiva.

-Muy bien señorita Rienne, un minuto- dijo escoltando a la muchacha hasta la recepción, una de las chicas, con rapidez, se apresuró a pasarte el teléfono. El hombre, parado frente a ti, te observaba, escuchando atentamente cada palabra. Mientras que los demás observaban al resto del grupo vigilándoles.

El teléfono era de tonos, blanco, solo debías marcar para dejarle un mensaje en el localizador, no tomó demasiado. Un "Pásame a recoger Erik" lacónico se oyó, y una confirmación. Luego de nuevo el silencio, apenas el auricular quedó colgado, la chica se reacomodó, tenía una sonrisa nerviosa y miraba al sujeto calvo con cierta interrogación en su rostro. -Es todo señorita Rienne, señores- dijo ahora refiriéndose a los 4. -Habéis oído a Madame Kingsley, no sois bienvenidos, podéis retiraros si todo está en orden.- dijo imperativamente, instando a todos a salir. Todos lanzaron una mirada de aprobación y de observación directa.

Afuera, la noche se ve oscura, las nubes han cubierto las estrellas, se siente una brisa fría, y las calles están un poco más vacías, más allá, oculto en medio de los opacos paisajes, llenos de sombras y tinieblas, un hilo negro, cuyo rumor se pierde en el aire iluminado y tranquilo de la bella Filadelfia... el río Schuylkill. Filadelfia, la ciudad del amor fraterno duerme, mientras los cuatro, a la entrada, deberán enfrentarse a lo que estar por venir.

Perdonen - dirigiendome a los guardias - pero donde puedo pasar a recoger mis pertenencias, con lo ocurrido hoy no estoy de humor como para regalarles nada señores. - sentencio friamente. - en cuanto las tenga podremos partir señora.

- Digo lo mismo. Y será mejor que todo este como lo había dejado... - Dijo Danton mirando con recelo a los guardias, con un gesto amenazante como de costumbre.

Caminar desarmado le hacía sentir incómodo y ya echaba de menos su amuleto de hierro, regalo de su venerable sire desaparecido.

Edward no se quedó atrás, meditando aún las palabras de la futura anfitriona. Dió un paso y junto a los otros dos vástagos, pidió sus pertenencias. -:Lo mismo aplica para mi, quisiera mis cosas, si no es mucha molestia y ya que insisten en que nos vayamos al no ser bienvenidos- Aquel asunto lo tenía pensativo, de verdad que no se esperaba un trato así, en una noche social y ya acarreaba problemas...

Y si Kingsley cumplía su amenaza, eso significaría que el príncipe intervendría y empezarían a tener que inventar una buena excusa... o podría ser que fuesen rudamente castigados. "A veces no se porque te hago caso Sam... me metes en unos problemas" dijo, tendría que pedirle consejo a su sire.

Los guardias asintieron y el rubio fue quien tomó la iniciativa, mientras todos eran conducidos cortésmente a la salida, a ojo, y observándolos, el guardia trajo unas bolsas, y sacó los elementos, mientras los motraba a su propietario, esperando que los reconociera y aceptara.

El primero fue William Danton, sacó su glock con silenciador, la mostró y se la pasó, luego sacó la Colt con la misma ceremonia y se la entregó, luego el cuchillo, afilado y en perfectas condiciones, y por último, el crucifijo brillante y metálico. -:Es todo lo que está a su nombre señor Danton- dijo sin darle demasiadas largas al asunto, y ya estando fuera del museo, todos observaron a Danton, seguramente esta entrega de armas, tendría alerta a la seguridad.

Luego pasaron a L'strange, el hombre rubio sacó ahora de otra bolsa, el puñal que le había guardado. -Su puñal señor L'strange, es todo- observó lacónicamente pasándoselo. Miró luego a Bernard Jones, sin mayor emoción. -:No nos dejó usted nada señor Jones- anunció simplemente.

-Que tengan buenas noches señores- dijo el Rubio ahora parándose en su posición habitual, fuera del museo, solo restaba esperar que el conductor de la anfitriona, pasara por los cuatro.

William esperó allí parado de pie junto a los demás sujetos, un tanto perdido pensado en la oportunidad que se había esfumado esa noche. Era poco probable que tuviera otra ocasión de averiguar el paradero de Jeremy en una ciudad desconocida.

- ¿A donde se supone que vamos ahora?- Preguntó de súbito volviendo a la realidad más inmediata.

- Pues ahora mismo... - señaló la carretera - Deberia aparecer mi chofer para llevarnos a casa... - examinó las calles en la ciudad - O si necesitan hacer algo durante esta noche, ir a realizar las pesquisas necesarias. - terminó explicando mientras bajaba las escaleras.

Por mi esta todo solucionado, partiremos en cuanto usted lo crea conveniente señora - digo suavemente mirando a la dama - Mientras sea lejos de esa alterada mujer, vayamos donde sea. - esboso una leve sonrisa mientras miro hacia el museo.

Edward recoge su reliquia con especial cuidado, y la guarda, una vez afuera observa a sus compañeros, de verdad eran raras las circunstancias que habían obligado a cuatro vástagos a reunirse así.

-:Tiene razón, pero me preocupa... que esto pueda ponerse peor... quiero decir, según Amanda Kingsley nosotros somos los culpables de la muerte de su protegido... y no estoy seguro de que pueda acarrearnos eso...- estaba prácticamente pensando en voz alta.

- Traerá muerte. - Respondió fríamente William al extraño sujeto que dudaba sobre el tema, mientras revisaba cuidadosamente el estado de su preciada Colt.

- Por lo civil o lo criminal esa perra intentará jodernos a todos. -Explicó crudamente el hombre mientras guardaba el revólver de nuevo en su chaqueta de cuero.

Sabía que su misión se estancaría hasta el fracaso con aquel nuevo contratiempo, por lo cual sólo tenía odio en ese momento. Haría pagar a Amanda Kingsley tarde o temprano por tal tragedia, aunque en eso se le fuera la no-vida.

- Erik no tardará en llegar, no se preocupen. - explicó juntando sus manos una sobre la otra - Intentaré hablar con mi sire desde mi casa, y tratar de solucionar esto por vias menos directas. - sentenció con una sonrisa algo tensa - Tratando de evitar el enfrentamiento directo con Kingsley que, como primogenita Toreador es... - dudó un instante antes de continuar - Peligrosa... - terminó volviendo a mirar al horizonte, por donde debería aparecer su town car con Anders al volante.

Edward habría tragado saliva, pero se quedó observándolos expectantes. -Un momento, un momento...- dijo mientras se plantaba frente a la dama -ha dicho primogénita?... está usted segura? mmm si mi memoria no me falla, Amanda Kingsley es un vástago influyente... pero creo que no es ella la primogénita- comentó mientras ahora miraba a William Danton.

-Disculpe... William verdad?- parecía curioso -parece usted no estar muy contento con todo esto, pero... porque ha venido a esta... recepción en primer lugar?-

 - Es la mano derecha de la primogenitura Toreador. - aclaró agitando la cabeza levemente - A ojos de un neonato, tiene tanta capacidad como si lo fuese. - se encogió de hombros - No soy yó quien ha hecho las normas de los vástagos. - terminó con una sonrisa.

- Busco a Jeremy Ericksson, mi sire. Debía estar esta noche en la recepción, pero al parecer ha tenido inconvenientes igual que yo.- Comentó seriamiente mientras miraba hacia el horizonte tratando de divisar el vehículo que pasaría a por ellos.

Fin de la Escena I