- No te estoy juzgando, Desmond. Sólo intento saber si eres consciente de lo que haces cuando eres controlado por la oskuridad, si lo recuerdas cuando vuelves en tí. Pero parece que la oskuridad está haciendo más mella en tu verdadero yo de lo que crees y te está llevando a ver juicios y malas intenciones donde no las hay- hago una pequeña pausa para finalizar- Y no dudes que haré lo que sea necesario si me obligas, tú o ese... Zanduräs- hay cierto tono de desprecio, casi de asco, al pronunciar ese nombre.
Me mantengo cerca de él, vigilándole, sosteníendole la mirada mientras alguien trae algo para atarle. Si bien era una mirada diferente a la que tenía cuando se abalanzó contra el squalido, se adivinaba tras ella un sentimiento insondable, frío y macabro.
No hay duda que fue una amarga despedida la de Uleq y sus guerreros, y que antes de marchar pude prometerles – Uleq, ayudaremos en todo lo que esté en nuestra mano a que vuestro guardián regrese, Wequil volverá a ocupar su lugar custodiando estas tierras-
Traté de mediar en el pequeño enfrentamiento entre Alantar y Desmond- Alantar, usted posee la virtud de ver las cosas con una claridad que él ha perdido, no se deje arrastrar por la provocación de la oskuridad o acaso quiere verse preso en vida? -me dirijo a Desmond -¿Quién es Zanduräs?-
Aparentemente ninguno llevábamos cuerdas, observando a Desmond dije a mis compañeros – ¿Y si usamos su capa?, la idea es inmovilizarlo y al tratarse de un tejido largo, seguro que podemos cubrirle los ojos con un extremo sobrante- propuse a mis compañeros.
Miraba la escena de la partida de los squálidos cuando Rupert se acercó – Por supuesto, le escucho Rupert- respondí atenta a lo que tendría que contarme.
Con nervios, tomé a Militsa en un aparte cuando me dio permiso, y, bajando la mirada, sintiendome avergonzado por lo que iba a decir, ya que veía en ella el recuerdo de Opilaf, le dije:
- He oído en mi cabeza una voz. Es Zanduräs, y creo que quiere también usarme como a Desmond. Opilaf dijo, cuando era apenas un joven, que algo siniestro se cierne sobre mi cabeza. Mis padres fueron asesinados y no se supo por quien. Y que para superarlo me apoyara en mis amigos. Pero ya no se dónde están, he vivido sólo, y me he apartado de la gente que me pudiera querer. Y ahora Zanduräs se ha aprovechado, y creo que va a usarme como ha hecho con Desmond. Hablé con Desmond, intenté entenderlo, compartir su historia, vivirla, para cantarla. Y ahora... creo que puedo ser una carga.
-Se me rompió la voz, y no pude seguir hablando. Había recordado demasiado de Opilaf, y vi cómo una sombra me había acompañado desde que mi mente recordara la muerte de mis padres, y cómo muchas de mis decisiones habían sido erradas. Me senté en el suelo, y agaché la cabeza. No sabía cual era el camino. Y eso hería mi orgullo, aquel que había llegado a tener tan subido en Uldatär, y ahora rozaba el suelo...
Con nervios, tomé a Militsa en un aparte cuando me dio permiso, y, bajando la mirada, como sintiendome avergonzado de lo que iba a decir, hablé a su oído.
Tras decir lo que tenía que decir, me senté en el suelo, con la cabeza entre los brazos, sin querer mirar a Militsa ni al resto.
La situación era demasiado tensa como para alargarla, cualquier cosa podía ocurrir. El mismo tenía serias dudas de la idoneidad del grupo para la misión. Y Rupert escondía una parte oskura, que no sabía hasta que punto podía guiar sus actos, incluso podría verse controlado por ella, como le había ocurrido a Desmond. El era amigo del guerrero, y no quería ser quien le atase las manos y vendase los ojos. La idea de Militsa de hacerlo con su capa tenía sentido, pues allí no había encontrado nada con lo que hacerlo. Espero a que Alantar le atase, y dijo:-Lo mejor es que nos pongamos cuanto antes en marcha, trataré de guiaros hasta la fuente. Y debemos estar alerta, pues es probable que haya enemigos de camino hacía aquí.- Y se dispuso a seguir una de esas corrientes cercanas hasta su nacimiento. Estaba en una compleja situación, al trabajo de guiar al grupo y llevarle por el mejor camino, en un mundo desconocido. Se unía el tener que vigilar el terreno, para detectar trampas o la presencia de enemigos, y para hacerlo aun mas difícil, no podía perder de vista a Rupert. Desde luego no iba a tener tiempo para aburrirse. Al menos contaba con la ayuda de Lomo Plateado, y oteando un poco el negro cielo, supuso que también su amigo alado podría ayudarles en caso de necesidad extrema.
Observé de reojo como Rupert comentaba algo al oído de la druida.
- Puedes comentar lo que sea en voz alta- le dije, mientras procedía a inmovilizar a Desmond como Militsa había propuesto- estamos juntos en esto, nos guste o no. No necesitamos más brechas de confianza de las que ya existen
Y no me refería sólo a la oskuridad que les rodeaba. Desde su encuentro en las Tres Espadas, la relación entre nosotros había sido... tensa.
Escuchaba atentamente las palabras de Rupert y al concluir con su confesión me tomé unos instantes de reflexión, los que él aprovechó para demostrar su vergüenza y derrota en el suelo. Me agaché junto a él y le susurré -Lleva una vida luchando contra la oskuridad y por ahora ha resistido. Tuvo la suerte de tener a su lado al sabio Opilaf, él confiaba en usted y le advirtió. Por eso mismo, yo no le voy a dejar. Demuéstreme que posee la valentía de aún conociendo lo que alberga, no se deja vencer tan fácil. Póngase en pie y no se lamente por las pérdidas o abandonos que haya sufrido, la víctima que fue quedó atrás y ahora sólo veo a un hombre lo suficientemente valiente como para ser capaz de poner su vida en juego por hacer honor a la verdad-
Me pongo en pie y le agarro con fuerza por el brazo y digo en voz alta -Camine a mi lado y enfréntese a sus miedos consciente de que, de igual modo que le tiendo una mano, no dudaré en usarla para acabar con su aliento antes de que la oskuridad le domine por completo si nos pone en peligro-
Tras haberme agachado a su lado para responderle, me pongo en pie y le agarro con fuerza por el brazo y digo en voz alta -Camine a mi lado y enfréntese a sus miedos consciente de que, de igual modo que le tiendo una mano, no dudaré en usarla para acabar con su aliento antes de que la oskuridad le domine por completo si nos pone en peligro-
Miré a Alantar con una mirada extraña, levantando la cabeza de entre mis manos. Juntaba un antiguo enfado con otras situaciones más recientes. Pero negué con la cabeza. Militsa bastaba. A menos que ella decidiese que debían saberlo todos. Agradecí que Militsa dijera eso, y el recuerdo de Opilaf que vino en sus palabras me alentó. Me levantó del suelo, y con la mirada menos apenada, intenté recomponerme.
- Desde que oí lo que decía Opilaf, he querido dejar eso atrás y descubrir qué fue de mi pasado, pero no he sabido como. He querido muchas otras cosas, pero quizás al fin pueda solucionar esa parte de mi. -Me acerqué hacia mi bastón de nuevo, lo tomé, y continué. - No deseo comprometer lo que vais a hacer. Tengo que demostrar todo lo bueno que había en mi, así que iré con vosotros, y si debo ir como Desmond, estoy dispuesto. - Suspiré. Que tuviera que ver eso Alantar no me hacía gracia... Miré a Eranor, y le hablé. -Eranor, si llegamos allí y podemos librarnos de la oskuridad que nos rodea sería bueno para este mundo. Vayamos.