Bart Clinton sólo veía oscuridad. Aquellos dos hombres encapuchados le habían sacado esposado y por la fuerza de su infecta celda y ahora estaba siendo arrastrado por el suelo con una bolsa de tela negra entorno a la cabeza que amenazaba con asfixiarle.
Sonidos de gritos le llegaron amortiguados. Algunos no los entendía, aunque entonces oyó claramente gritar a alguien cerca suyo:
¡Yo no debería estar aquí! ¡Soy americano!
De pronto sus captores se detuvieron. Se escuchó un ruido de llaves y cómo una puerta metálica se abría. Pasaron dentro de una sala donde apestaba a sudor y meados. Clinton fue arrojado bruscamente contra el suelo, donde quedó sin aliento, pero antes de poder recuperarse fue alzado de nuevo y echado, cuan largo era, sobre una especie de cama metálica. Bart sintió cómo le ajustaban correajes entorno a sus pies, cintura y cuello, con tanta fuerza que le hicieron apretar los dientes por el dolor. Después, soltaron sus esposas y le obligaron a echar los brazos hacia atrás, cerrando las esposas de nuevo por debajo de la camilla, lo que le impidió cualquier tipo de movimiento.
De un brusco tirón, le sacaron la bolsa de la cabeza y se vió deslumbrado por algún tipo de foco que estaba situado justo sobre su cara. Sus carceleros eran sólo dos sombras recortadas contra la luz, pero de pronto captó el reflejo de algo metálico, como cristal. Enfocó la vista y lo distinguió: una jeringuilla.
Uno de los hombres estaba preparando una jeringa. Terminó y se inclinó sobre Bart. Su rostro, como el del otro, estaba cubierto por un pasamontañas negro.
De pronto, sintió un pinchazo en el brazo cuando le inocularon la sustancia. Pronto, empezó a notar un fuego abrasador que le recorría las venas, extendiéndose por todo su cuerpo. Apenas podía respirar, y su corazón latía tan rápido que pensó que iba a sufrir un ataque al corazón.
Bart apretó los dientes hasta que sintió el sabor de la sangre en la boca. Poco a poco, su corazón se tranquilizó, pero a cambio sintió como todos sus sentidos se amplificaban; era como si le hubiesen despejado por completo, sentía todo a su alrededor con más fuerza que nunca.
Entonces captó otro reflejo. El otro hombre sostenía un escapelo en la mano. Se agachó sobre Bart y realizó un profundo corte en su abdomen.
El grito fue tan desgarrador que el resto de presos lo oyeron claramente desde varias celdas de distancia...
OS RECUERDO QUE EN ESTA ESCENA SÓLO PUEDE POSTEAR BART CLINTON.
¿Podrá resistir Bart esta sesión de tortura sin derrumbarse?
Para hacerlo tendrá que superar con éxito un Chequeo de la habilidad Sangre Fría.
Mi pulso se aceleraba... la impaciencia de no saber donde estoy y a donde me llevan, estaba poniendome bastante inquieto. Nuevamente esos dos sujetos... seran los mismos de la otra vez, o sujetos distintos utilizando las mismas mascaras... que importaba... Me tenian bien agarrado y no me iban a soltar, tenia que buscar una forma de escapar... como sea.
Los gritos que escucho a mis costados, aunque algo distorsionados por el capuchon que tenia en la cabeza, me dicen claramente que no estoy solo en ese lugar y que no me espera nada bueno. Mis presentimientos se confirman una vez me colocan sobre la mesa metalica. Mis ojos se deslumbran cuando me quitan el capuchon y me enfrento a una luz directamente apuntada hacia mi. Apenas logro ver como uno de los dos sujetos prepara una jeringa, y el pinchazo en el brazo confirma que es para mi.
Unos pocos segundos despues empiezo a sentir como aquel maldito elixir recorre cada centimetro de mi cuerpo, es como si hubieran encendido una mecha y dentro de mi cuerpo mis venas estuviesen llenas de polvora. Cierro con fuerza y apreto mis dientes ahogando el grito que aquel dolor me producia. Pasan unos minutos y luego la precion se va... me siento mas relajado y mi corazon recupera su ritmo normal. Era como si todo a mi alrededor se hubiese ensanchado y fuera mas tangible... podia palpar los sonidos e imagenes a mi alrededor, a la vez que mis sentidos recibian una cantidad de informacion impresionante.
Mi asombro solo duro un momento... hasta que vi como uno de los dos sujetos sacaba un bisturi y lo usaba para hacerme un profundo tajo en la zona abdominal.
-AAAAAAAAAAAAAAAAAAAARRRRRRRRRRRRRGGGGGGGGGGGGGGGGGHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH
Esta vez no pude contener el grito... la sangre acumulada en mi boca tras la precion anterior ahora se deslizaba por la comisura de mis labios mientras mi mandibula se abria de par en par para dejar escapar un alarido desgarrador. En ese momento es cuando entendi que no sabia cuanto tiempo podria durar asi... No digo nada... por el momento, solo aquel aullido de dolor es lo que sacaran de mi.
Tirada: 2d6
Motivo: Sangre Fria
Resultados: 1, 1
Bueno... menos mal que me toco el Flashback facilll xDDD
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bueno.. seria 1 - 1 = 0 .. si no habria mayor dificultad paso.. pero tambien tengo un +2 a Sangre fria, asi que quedaria un total de 2.
Durante lo que debió ser una hora, esos hombres, esos torturadores, se ensañaron con Bart Clinton. Al terminar, tenía el cuerpo lleno de heridas abiertas con el escalpelo, que sangraban profusamente, y una sesión de puñetazos le habían dejado la cara amoratada, la nariz rota y, posiblemente, una o dos costillas fisuradas.
Pero había aguantado la tortura. Había permanecido en un obstinado silencio, roto en ocasiones por algún grito de dolor, pero sin dirigirse a sus captores, sin reconocerlos siquiera como personas. Esto sin duda les había enfadado, así que en esta ocasión se habían ensañado más con él que en otras sesiones con estos dos bastardos sin cara.
La mente de Bart Clinton había abandonado su cuerpo y se había refugiado en un lugar muy lejano. Era como si todo aquello no le estuviera sucediendo a él, sino a otra persona,
Al final, le pusieron la bolsa de tela en la cabeza, le quitaron las esposas y lo arrastraron de nuevo fuera, como si se tratase de un fardo. La cabeza de Bart daba vueltas, oía un ligero pitido desde alguna parte y estaba tan agotado y dolorido que no pudo resistirse lo más mínimo.
Cuando le tiraron de nuevo dentro de su fría celda, le arrancaron la bolsa de la cabeza con violencia y lo dejaron desmadejado en el suelo, mientras cerraban la puerta enrejada.
Pero antes de desaparecer, uno de ellos le miró desde el otro lado de las rejas y le dijo:
Así aprenderás a no disparar a quien no debes...
Bart Clinton se quedó en el suelo. Resultaba sorprendente. Eran las primeras palabras que oía de boca de uno de ellos.
Durante el año que había permanecido aquí, encerrado y sometido a torturas cuando a ellos les apetecía, durante todo este tiempo, nunca habían hablado con él.
Nunca le habían hecho ni una sóla pregunta...
Esta escena termina aqui.