Partida Rol por web

Hargrimm pidió a los compañeros que le acompañasen al templo, aunque una pequeña clá de admiradores les siguió, en silencio ceremonioso con el sonido de los pies de hueso y de carne podrida arrastrándose como banda sonora.

Sacó de sus ropajes un segundo pergamino como el de Zolgren y se lo dio a Mattheus.

-"Tu caso es el mismo que el del elfo oscuro, Amigo de las Naciones Muertas, con éste mandato se te proporcionará la información que precisas y se te permitirá atravesar el portal que te lleve de vuelta a tu hogar. Que tu viaje sea venturoso"

A Yangol, en cambio le entregó una pequeña calavera tallada en madera. 

-"Tu camino es mucho más rápido y, mientras no hagas ninguna locura, sencillo. Cuando salgáis de éste nuestro hogar, que si un día lo deseáis será también el vuestro, veréis una casa extraña a mano derecha. Es el hogar del Amo de los Huesos, Lothar. Dale ésto y dile que quieres volver al hogar de Zerthimon y él te enviará. Evita más contacto con él y cualquier trato que te proponga. Es una criatura mezquina y retorcida, pero se respetuoso, pues quizás sea el ser más poderoso de la Jaula después de la Dama del Dolor."

De camino al exterior pasaron por la cueva de los filósofos, Haim no había vuelto a dar señales de vida - o no vida - tras informar. Le encontraron allí, en compañía de dos esqueletos de aspecto estrafalario, como ellos se había hecho un cartel con su nombre escrito en carboncillo y, ahora, formaban un triángulo, mirándose fijamente, mientras se mesaban la barbilla pelada y asentía, enfrascado en algún nuevo pensamiento para compartir sus conclusiones. Quizás cuando Yangol y Mattheus ya tuvieran el mismo aspecto que Haim tenía ahora.

A la salida, tal como había advertido Hargrim vieron la casa que les describió. Se erizaban los pelos sólo con acercarse, casi podía notarse la magia pulsar, pero la puerta se abrió sólo con que pasaran frente a ella. Podían ver en el interior cientos de estanterías repletas hasta estar atiborradas de calaveras que les miraban con luz en los ojos, las había de todos tipos, de cráneo redondo, afilado, doble, con cuernos de todo tipo, en lo alto, en el frente, tan grandes que sólo podían ser de un dragón, tan pequeñas que sólo podían ser de hada. Y en el la puerta, el viejo con aspecto más decrépito que hubieran visto nunca, apoyado en un bastón de hueso y cráneos que no parecía hacerle falta y animando a Yangol a acercarse con una sonrisa y una oferta extra por su cráneo, cuando ya no le hiciera falta

Saludé a Haim en mi camino de regreso. Seguremente nos volveríamos a ver, en algún futuro lejano.

Tal como Hargrimm me dijo, llegamos al lugar donde se encontraba la cabaña.

-Parece que nuestros caminos se separan aquí -le dije a Matheus- Ha sido un honor luchar a tu lado.

Me despedí de él y me dirigí hacia aquella cabaña.

-Sólo tengo una petición -le dije al anciano mientras le entregaba el cráneo de madera- Envíame devuelta al hogar de Zerthimon y éste objeto será tuyo.

El anciano intentó ofrecerme un trato extra, pero apenas lo escuché. Sólo me interesaba volver. Así que me abrió un portal que conducía directo a mi monasterio.

Mis hermanos me recibieron con los brazos abiertos. Me pasé días enteros relatándoles historias sobre mis viajes. Pero ninguna les pareció tan sorprendente, como la crónica de mis investigaciones, sobre aquellas misteriosas desapariciones, en la nación de los no muertos.

Tras hacer una parada en la residencia de los filósofos para despedirnos de Haim, el cual parece haber encontrado su lugar en el mundo, o mejor dicho en los Planos, recorremos sin problemas los túneles hasta finalmente alcanzar la salida.
Una vez de regreso en Sigil, lo primero que vemos es la casa que Hargrimm le indicó a Yangol y cuando pasamos junto a ella, la puerta se abre y bajo su umbral aparece el tal Lothar, un anciano decrépito pero siniestro que se apoya en un bastón decorado con huesos y calaveras.

-Lo mismo digo, Yangol -digo respondiendo a la despedida del gith- Y si en algún momento visitas Faerûn, pregunta por mi en los templos de Shaundakul y tarde o temprano volveremos a encontrarnos -agrego mientras le doy una amistosa palmada en la espalda.

Acto seguido, me dispongo a marcharme pero tras dar la primera zancada, recuerdo lo que todavía llevo en la mochila y por eso me giro hacia el viejo que espera a Yangol.

-¡Eh, Lothar! -le digo al anciano- Tengo algo para ti, sin tratos ni ningún tipo de acuerdo.

Inmediatamente, saco la cabeza de Kayru de la mochila y la hago rodar hacia el viejo mientras aprovecho para marcharme a paso rápido, sin darle oportunidad a proponer ningún trato de los que Hargrimm nos ha advertido.

Una vez fuera del suburbio y tras comprobar por novena vez que el pergamino que el esquelético clérigo me dio está a buen recaudo y lejos de los largos dedos de los carteristas, camino rápidamente por las calles de Sigil con rumbo a mi destino.

-Es hora de largarme lo más pronto posible de este lugar, antes de que un matasiete me asalte y termine siendo otro fiambre más- me digo a mi mismo- Mierda, y también antes de que ésta maldita jerga se me siga pegando...