—Pero ¿Qué le vamos a decir? ¿Vamos a ir a preguntarle por la reina directamente?— Dugan no se imaginaba esa situación. Llegar y presentarse en el taller del alquimista y después señalarle con el dedo diciéndole que si se había acostado con la reina. Era un tema muy delicado.
—¿No sería mejor que indagáramos con cautela? Podemos ir y preguntar a los aprendices de alquimia...— Dugan se calló. Abrió los ojos de par en par. Pareció caer en la cuenta de algo.
—Un momento. ¿Y si registramos sus aposentos? Uno de nosotros puede ir a verle. Al alquimista, me refiero. Fingir que quiere preguntarle algo. Cualquier cosa que sirva de excusa para tenerle ocupado un momento en el taller. Los demás pueden intentar entrar en sus habitaciones. Si la reina ha estado allí, seguro que hay alguna pista.—
Bert sopesaba las opciones...
- Yo puedo conseguir que, al menos una vez, sea totalmente abierto conmigo. Eso si, eso hará que a partir de ese momento mi relación con el empeore de forma clara. Así que es una carta de un único uso... -
Cuando tengáis decidido el siguiente paso a tomar, creo escena del día DOS.
—Pues entonces puedes ir a verlo tú, Bert. Haz ese encantamiento sobre él. Juguemos esa carta.— Dugan no sabía muy bien que tipo de habilidad era esa que Bert decía tener. Quizás algún tipo de hechizo o vete a saber.
—Mientras nosotros intentaremos entrar en sus aposentos.—
—Así matamos dos pájaros de un tiro ¿Qué os parece?—
Parecia que tenian un plan.
- Por mi bien. - Dijo el cazador. Que ganas tenia de recuperar su cabaña...