Partida Rol por web

Dugan bajó al fin los brazos. Suspiró. La criatura había sido derrotada gracias a la aparición del príncipe. Menos mal. La pelea empezaba a ponerse fea de verdad.  El cambiapieles parecía imbatible hasta quela flecha de Hakon acabó con su vida.

—Bien hecho príncipe.— felicitó a HaKon por su fantástica aparición.

—Sí, eso, explíquenos como su flecha pudo acabar con esa inmunda bestia. Nosotros le atacamos pero nuestras armas no parecían hacerle.— daño alguno estaba claro que a Dugan se le escapaba algo

El príncipe tomó la flecha y la guardó otra vez junto con el resto del carcaj.

-Estoy seguro de que les gustaría saber mi secreto, por eso soy mejor cazador y pretendo que siga siendo así.

Palpándose el costado magullado, Reinhard avanzó hacia el monarca aún tendido sobre el suelo. Ignoró el certero disparo del príncipe y los vítores de sus compañeros. Algo le olía a chamusquina en todo aquello, pero no tenían tiempo para averiguarlo.

- ¿Os encontráis bien, mi señor? - preguntó con voz queda.

Alzando al anciano, atusó inútilmente el manto del rey. Una vez en pie buscó con la mirada señales de aquel sirviente o de aquel caballo que huyeron ante la visión de aquel engendro. Nada. Debían seguir a pie.

- El peligro no ha pasado - dijo con la mirada sombría - Debemos poner al rey y a los príncipes a salvo.

Reinhard clavó sus ojos en el cuerpo sin vida del orco. Que los dioses los guarden de enfrentarse nuevamente a aquella brujería.

Bert acababa de levantarse del suelo, magullado y dolorido, cuando vio la flecha volar hacia el hombre-bestia.

La flecha impactó en su cuerpo y, sorprendentemente, hizo mella.

- Un disparo excelente, milord. Desde luego, vuestra destreza supera incluso la de nuestros mejores cazadores. ¿Habíais topado presa como esta anteriormente, vuesa excelencia? -

Estaba sucio, dolorido, cansado, y necesitaba urgentemente un baño. Desde luego, aquella no había sido la habitual "cacería" a la que estaba acostumbrado. Habían estado muy cerca de ser ellos la presa.

¿Cuánto hacía que los orcos no medraban tanto en los bosques del rey? ¿Y desde cuándo había bestias como aquellas?

El monarca se dejó ayudar por Rainhard. Ahora que estaba mugriento, el pelo blanco revuelto y la mirada perdida por el terror que acababa de pasar, su escolta era consciente de la ancianidad del rey. No debía quedarle muchos años de vida, no tenia sentido que los orcos se arriesgaran así en causarle la muerte.

-Gracias Rainhard. -Respondió en casi un susurro, siendo de las pocas palabras amables que el rey dijo nunca a un sirviente durante su vida.

-Venid padre y tomad mi caballo. -Le ofreció su brazo al anciano como apoyo y fue a acercarlo a su caballo.

¿Habíais topado presa como esta anteriormente, vuestra excelencia?

-No es el primer orco pero si es el primer monstruo, la verdad. -Luego ayudó a subir a caballo a su anciano padre.

Otros dos sirvientes bajaron de sus monturas, en una subieron al orco exánime y la otra montura fue ocupada por el príncipe.

-Regresamos sin cena pero se de alguien que disfrutará diseccionando a este especimen. -Estaba claro que se refería al alquimista.

El principe Hakon ayudo a su padre a subir a su caballo y ya ponia la marcha de camino al castillo al parecer, llevandose el cuerpo del monstruo al alquimista. Cuando ese hombre examinara el cuerpo, procuraria estar presente, para desentrañar su naturaleza. 

Apagué la antocha, que ya no servia de nada a nadie y recogí mis armas, asegurandome de no dejarme nada. 

En el camino de regreso estaria atento por si veia algun rastro de algo mas inofensivo, como un venado, y con el permiso de sus majestades, me acercaria a cazarlo por mi cuenta. No pensaba dejar a la familia real sin cena... Seria un mal precedente para el cazador real. 

Recogió sus dagas, si seguían por la zona, para intentar volver a casa con todo el equipo.

No quería perder más de lo que ya había perdido en esta aventura...

El severo guardaespaldas retomó su lugar junto al rey, con gesto adusto y el arma desenvainada. De alguna manera hoy había cumplido y por recompensa había recibido algo que no esperaba ni volverá a esperar: el agradecimiento del anciano monarca. Por suerte para él y para el resto de la comitiva, el príncipe les acompañaría todo el trayecto de vuelta a palacio. Si otra bestia como la que ahora descansa sobre la grupa del corcel tenía a bien cruzarse en su camino, al menos tendrían una posibilidad.

- Príncipe Hakon, señor - comentó con la mirada aún clavada en la espesura - ¿Qué ha sido de vuestro hermano? Aquella criatura parecía teneros ojeriza a vos o al príncipe Brant y me preocupa seriamente su seguridad. ¿No deberíamos dar con él y asegurarnos de que se encuentra sano y salvo?

Reinhard temblaba ante la posibilidad de que otro orco pudiese adoptar también aquella odiosa forma pero, de ser así, la vida del joven noble corría peligro.

Al salir del bosque el grupo se encontraron con el despreocupado Brant bebiendo de la petaca y a su escolta personal.

-¿Preguntabais por el holgazán de mi hermano? ¿Por qué será que no me sorprendo? En lugar de estar cazando está aquí, de paseo.

El príncipe instó a su montura a acercarse a su padre el rey y su ceñudo hermano.

-¿Estáis bien, padre? ¿Qué ocurrió? -El tono de su voz denotaba preocupación.

-De haber estado donde debías lo sabrías. No finjas que te preocupa cuando ni si quiera acudiste en su auxilio. -Le recriminó a su hermano.

-No discutáis... -Dijo el rey con tono cansado, no estaba para discusiones. La subida de adrenalina le había salvado del primer orco que le había atacado, pero ahora le seguía el agotamiento.

-Lo importante es que estamos bien, a diferencia del mozo. Lo cual me recuerda que hay que mandar nuestras condolencias y una compensación a los padres del chico.

El dolor y los sentimientos de amistad con el príncipe importaron más que hacer caso a lo que sentía, en contra de lo habitual en Bert.

- ¡Mi señor! Estáis bien, ya temía que os hubiese pasado algo. -

La situación se había complicado demasiado, y ahora lo único que importaba era salir de allí de una pieza, y encontrar un buen curandero.

—Siento interrumpir majestad—dijo Dugan aunque en realidad no lo sentía. Estaba preocupado por la situación. El encuentro con el jabalí  y los orcos no había sido cosa del azar.  Había sido algo planificado. ¡Una trampa en toda regla!

—Pero creo que sería mejor que nos marcháramos de aquí.— resolvió pensando que los nobles tienen una vida tan despreocupada que tienen que rodearse de personas que no solo les recuerden constantemente que la vida está llena de problemas, sino que, además, les digan como tienen que resolverlos. 

Al salir del bosque nos encontramos con el hermano del heredero, junto con su escolta, perdiendo el tiempo. No le podia culpar... Era agobiante estar con tanta gente en lugar de relajarse. Pero a diferencia de él, los demas teniamos un deber que cumplir, aunque esta vez hubiera salido mal...

El haber visto a la muerte tan de cerca había tenido un efecto devastador en el ánimo del anciano rey. Tanto era así que apenas podía distinguirse si era él o Reinhard quien pronunciaba aquellas palabras.

La aparición del menor de los príncipes, ileso y sin aparentes señas de lucha, dejó algo más tranquilo al sombrío guerrero. La familia real al completo había sobrevivido a aquella súbita incursión y no habían tenido que lamentar más que una baja colateral. Todo un éxito si se veía desde la perspectiva del guardaespaldas.

- Dugan tiene razón - añadió el hombre - No estaremos a salvo hasta encontrarnos tras los muros de palacio.

Mientras avanzaban Reinhard se retrasó levemente. Su mirada estaba clavada entre los árboles. Como si cientos de aquellos orcos se ocultasen entre sus ramas y entre sus raíces. Agitó la cabeza y retomó su lugar junto al monarca.