Partida Rol por web

La reina estaba en los baños, relajándose en la bañera. Si sabía lo de su consorte le importaba poco o más bien nada. Con gesto indiferente había preferido alargar su tiempo de aseo. Dos de sus doncellas estaban con ella para lo que necesitara, por lo que resultó imposible tratar con ellas durante la intimidad de la reina, pero su señora no escatimaba en sirvientes e igual podría hablar con aquellas con las que se cruzó en los pasillos, cargando las mudas limpias de su señora para cuando terminara.

Dugan se sentó en una pequeña sala de lectura que había cerca de los pasillos que recorrían a diario las doncellas de la reina. Mientras fingía leer un libro, observaba a través de la puerta que había dejado abierta. Vio a las jóvenes ir y venir. Casi siempre en grupitos. Dos o tres que llevaban la ropa sucia de la reina a la lavandería. Otras que regresaban de limpiar los aposentos. Entonces, vio a una de ellas. Iba sola. Llevaba una bandejita de plata con tazas y tetera. Era el momento que andaba esperando. Dugan se levantó fue al encuentro de aquella solitaria criada.

—Buenas tardes— la irrumpió saludándola. Me llamo Dugan. Estoy seguro de que me habéis visto y me conocéis. Dugan no era un noble, pero formaba parte de la corte del rey. No era de extrañar que una doncella lo hubiera visto en alguna ocasión en ese intimo círculo que rodeaba siempre al monarca.

—Tengo que hablar contigo. Me envía el rey en persona.— Dugan sabía que eso intimidaría a cualquiera. Especialmente a una jovencísima doncella. Era precisamente lo que quería.

Dugan le hizo una seña para que la siguiera hasta la sala. Cuando la muchacha entró, le cerró la puerta. Había que vitar a los indeseables fisgones.

—No debes preocuparte. Solo quiero hacerte unas preguntas—

La criada dio un pequeño salto en el asiento. La forma en que la abordó a solas la pillo por sorpresa y como primer acercamiento fue algo torpe por parte de Dugan e incomodo para la mujer. Cuando escuchó que iba en nombre del rey pareció relajarse un poco, pero siguió buscando con la mira a una compañera para suplicarle que no se fuera de la sala y la dejara a solas con el hombre.

-¿En qu- en qué puedo servirle? -Preguntó con un tartamudeo por el nerviosismo.

-Lo siento pero... Aquí estamos bien. Lo que tenga que decirme hágalo aquí. -Negándose a meterse en una habitación sin salida.

—Lo siento. Disculpadme.— Dugan se disculpó con sinceridad. Se dio cuenta que en su búsqueda de privacidad, había incomodado a la doncella. Algo que no quería en absoluto.

—Hablemos aquí mismo.—  No pudo reprimir lanzar unas miradas a la derecha y a la izquierda para asegurarse de que no había nadie cerca. 

—Asuntos turbios acontecen en la corte y el rey me ha ordenado que investigue.— Dugan supuso que los rumores acerca del ataque al rey eran la comidilla de los cortesanos y criados así que prefirió no entrar en más detalles. 

—Quería preguntaros por la reina. Me fijé esta mañana en que no ha dormido en la cama junto al rey. ¿Dónde estuvo? ¿Lo sabéis?— Dugan no quiso andarse con rodeos y fue directo a la cuestión. 

La doncella imitó el gesto y miró a un lado y otro, asegurándose de estar lo suficiente solos como para cuchichear.

-Bueno, siendo así supongo que estoy en la obligación de deciros lo que sé, pero prometedme que no se lo contaréis a nadie. -Aunque en realidad estaba deseando compartir el rumor. -Se cree que la reina tiene varios... "amigos" íntimos. De vez en cuando hace una escapada a otros dormitorios. -Hizo una pausa, dejando que el segundo significado de las palabras hicieran efecto necesario para sorprender al hombre.

-Lo cual no me extraña, el rey parece un frágil anciano pero cuando se enfada tiende a golpear a su consorte. Yo misma la maquillo cuando eso ocurre, disimulando los cardenales... Hay veces que no puede tapar lo ocurrido y se ausenta unos días, diciendo que está "indispuesta".

Dugan intentó disimular la estupefacción que le había producido lo que acababa de escuchar. La reina era infiel al rey. Y no con un solo hombre. ¡Con varios! No podía creer lo que decía aquella mujer, pero ¿Por qué iba a mentir? Lanzar infamias de esa magnitud sobre la reina solo la podían llevar a un sitio: la horca.  

Dugan lo tenía claro. Mejor no remover nada de esto. Eran temas que eran mejor no tocar siquiera. Sin embargo, le asaltaba una duda ¿Estaría la reina involucrada en el asunto de la mañana? ¿Tenía un amante y entre ambos tramaban algo? Desde luego tenía motivos para ello. El tema de los moratones era serio. Cualquiera en esa situación podría buscar algún tipo de venganza.

—Habéis sido de gran utilidad. No diré nada.— Le susurró.

—Solo una cosa más ¿Habies escuchado algo de quien es el ultimo de los dormitorios que visita nuestra reina?—

La muchacha meditó unos largos minutos antes de dar una respuesta con la información que había recabado del resto de criadas.

-Sospecho que debe ser alguien influyente y apuesto de palacio, pero no se tanto como para indicarle la puerta exacta.

—Está bien. Le estoy muy agradecido.— le dijo con sinceridad

—No quiero molestaros más.— Dugan se despidió de la muchacha y regresó a sus aposentos. Aunque sus indagaciones habían tenido éxito, ahora tenía más dudas que antes.  Necesitaba unas horas de reflexión y tranquilidad para ordenar sus ideas.