Si los miembros de la policía forense mundial se exhibieran en unos grandes almacenes, yo estaría en la planta baja, sección oportunidades. La dependienta - una señora de cincuenta y tantos, usuaria de braga-faja y sobredosis de colorete - me habría mezclado en un cajón grande junto con la élite funcionarial de la vaguería y el escaqueo: "Restos de temporada. Liquidación", pondría en el cartel portaprecio.
Me gradué por los pelos, me dan - como ya dije - un poquito de asco las fases más crudas de las autopsias, y lo más destacable que consta en mi hoja de servicios es el número de bajas médicas/año. No soy un diez en nada,...pero soy un seis en todo. O un cinco.
La elección ha sido sencilla: mi mejor investigador para el caso del señor Misimovic., había dicho Petrovic, que me tenía en consideración porque mi persona es capaz de disolver una manifestación a golpe de porra, practicar un torniquete, sacar un aprobado justo en las pruebas de tiro y abrir en canal a un fiambre para determinar la causa del óbito. Todo ello de mala manera. Como aquellos bálsamos que vendían los galenos timadores en los Westerns,...sirvo para todo sin valer para nada.
Soy consciente de ello. Pero también - y quizá sea este el verdadero motivo por el que Petrovic me estima - a veces se me afila la intuición,...y esa no suele fallarme. Ahora, en la única zona planetaria por la que los marcianos pasarían de largo en su conquista de la Tierra, castigado por una horrorosa tormenta de nieve, encogido y con la cabeza incrustada entre los hombros, mi sentido arácnido me advierte sobre el futuro negro de la dulce y deprimida Valeria.
- ¡Eh, un momento!. ¡ESPERE!.- le grito a la silueta que empieza a perderse por la calle de la izquierda. Como un porteador en las películas de Tarzán, llevo un fardo enorme en condiciones ambientales extremas: mientras el esclavo negro llevaba los enseres del señorito blanco con un "si,bwana" en los labios y un desfiladero bajo los pies, yo cargo con el comodísimo maletín en una mano (sin guantes) y la mochila a la espalda...mientras la nieve se me mete en los ojos y el termostato que tengo en el hipotálamo señala un primer warning! por enfriamiento severo.- ¡Sé dónde puede estar Jerbko!.
He tenido que levantar la voz para imponerme sobre la ventisca y mi tono suena como un chillido. No queda demasiado varonil, pero supongo que resulta efectivo. Aún así, me veo obligado a reiterar la demanda porque la chica se muestra resuelta y abnegada.- ¡¡AGUARDE, SEÑORITA!!.
A la carrera - es un decir - me recoloco la mochila y tiro por la vía izquierda hasta alcanzar a la muchacha. Me falta el aire y mi boca parece una chimenea. Tras una pequeña pausa en la que recupero el resuello, con las manos sobre las rodillas, trago saliva.
- Mire..., si en el hotel hay alguien herido y el médico no ha llegado aún..., voy a necesitar ayuda. La suya, si no tiene inconveniente.- me incorporo y miro alrededor buscando una marquesina, por si la conversación se dilata y nos apetece no morir congelados.- Además, entre que el comisario llega o no, puedo ir tirando de placa.
Con las prisas, no me había dado lugar a guardar la cartera en la mochila. La llevo en el bolsillo trasero del pantalón: el documento que me acredita como miembro de las cuerpos policiales de Kosovo contiene una foto mía en la que salgo con aspecto de padecer gastroenteritis.
- Soy poli.- digo mostrando mis credenciales.
A decir verdad, no me agradó el viejo que entró en el bar obligando a la chica a echar el cierre. Tampoco me gustaba Jerbko, y mucho menos las salvas de bienvenida que provenían del hotel. Mal asunto, mal presagio: esos augurios chamuscados incluían a la desamparada Valeria tirada en una cuneta. ¿El por qué de esa sensación?. Ni idea,...pero desde hace buen rato me huele a que estoy en el preludio de unas bonitas vacaciones,...y no me apetece ver esas enormes tetas separadas por una incisión en Y.
Meto la cartera en el bolsillo del abrigo y echo a andar en dirección al hotel.
- ¿Sabe algo de enfermería?.- apremio a la joven.
Se detiene, pero no a la primera llamada del serbio, sino a la segunda, probablemente el hecho de que la ha llamado señorita ha contribuido notablemente a que lo haga, ni en el ambulatorio la llamaban así. Y no puede evitar esbozar una sonrisa al ver el lamentable estado en que ha sumido la pequeña carrera al recién conocido inspector.
Lo ha seguido un par de pasos para evitar el viento lateral, hasta quedar bajo el techo de la casa de Slovan, tenía que ser precisamente de aquel capullo, pero claro, las probabilidades de resguardarse al abrigo de la vivienda de un gilipollas eran bastante elevadas en Dacijaj, así que decidió no darle más importancia.
Lo miró extrañada cuando mostró su placa, en la vida hubiera dicho que aquel personaje era policía, tenía más bien pinta de vendedor, no, le había parecido que tenía pinta de delincuente, con aquella bolsa, el tipo de conversación que le ha dado, en cierta manera se sintió decepcionada.
No tengo mucha idea, arreglos caseros y algún que otro parto de vacas en la granja de mis padres se encogió de hombros ya que supongo que aguantar a los chiflados que se pasan todo el día en el bar entra más bien dentro del campo de los loqueros eso era lo que había, y tenía que bastarle si aún quería que le acompañara, cosa que por sus gestos era evidente que deseaba. Así que echó a andar tras él.
Tirada: 1d20(+5)
Motivo: Advertir
Dificultad: 18-
Resultado: 5(+5)=10 (Exito)
Dejaron atrás su “cómodo” refugio para adentrarse nuevamente en la tormenta, aunque por suerte, no era mucha la distancia que les separaba de su destino. Un par de giros hasta llegar a la calle principal, prácticamente cubierta de nieve en su totalidad, impracticable para cualquier vehículo que no estuviera acondicionado, y desde allí ya veían el hotel.
Ofrecía un aspecto parecido a la primera vez que había sido observado por el policía, el porche de madera, el oscuro ladrillo, producía una sensación muy similar al resto del pueblo, la única diferencia eran un tres coches que habían sido aparcados al pie del edificio. No debían de llevar allí mucho rato, puesto que la nieve sólo los cubría parcialmente, y la parte delantera del capo estaba casi desprovista de ella. Un Sirocco de color verde, un BMW de color azul marino, y un todoterreno de color negro.
El lugar parecía tranquilo, nada hacía sospechar que hubiera habido ningún altercado en su interior, al acercarse un poco más, prácticamente al pie de los dos escalones que llevaban al precario pórtico, Tasic distinguió huellas en la nieve, probablemente de una persona y alejándose del lugar, pero su conocimientos como rastreador no eran demasiado fiables.
La puerta estaba cerrada, y el ruido de la tormenta impedía distinguir cualquier otro sonido que pudiera provenir del exterior.
Valeria permanecía situada tras el agente.
A veces sólo se trata de una vocecilla dentro de mi cabeza. Otras veces toma la forma de jugador de baloncesto en el marco de una foto. También se ha presentado adueñándose del cuerpo de John Wayne en mitad de una peli sin nombre, o interrumpiendo la emisión en la radio del Vectra.
Es la parte de mí que dice lo que pienso, aunque su voz se escuche poco. Es limpia, sincera, tajante y, las más de las veces, pendenciera: por eso -porque lo que los demás opinen de mí siempre ha dirigido mis pasos- la oculto. Y ahora esa vocecilla maliciosa me advierte de mis verdaderas intenciones...
"¿Presentimientos?. ¿Intuición afilada de super "full spectrum" agente?. Una mierda, Alek. Del tipo que te gustaría ser al tipo que eres hay un trecho enorme. La relidad, y dejémonos de historias, es que no sientes calor de pecho ajeno desde hace meses. Por eso la has traído. ¿Que huele mal?. ¡Por el amor de Dios!. Excusas baratas que justifican un fracaso potencial. Te lo repito de nuevo...y mil veces más si hace falta: eres gilipollas".
- Seguramente no sea nada.- le digo a Valeria ya en el pórtico, frente a la puerta.- De cualquier manera, si alguien resultó herido me gustaría que me trajese unas toallas y una palangana con agua.
"¿Alguien está dando a luz?. Joder, Alek, eres patético. Búscale a la pueblerina otra utilidad como..., ¿qué sé yo?,...¡Ah!, tengo una perfecta. Podría traerte la pistola. Sí, la que dejaste en la guantera del Vectra, ¡¡pedazo de animal!!"
Es cierto. Me había dejado el arma reglamentaria en el coche y no me percaté del asunto hasta que hice el ademán de echar mano al petate, justo cuando ví los tres coches aparcados frente al hotel. Lo bueno, que esas huellas recientes iban en sentido contrario al mío. No queda otra que entrar a pecho descubierto...
-¡¿HOLA?!- le grito a la puerta, golpeándola varias veces con los nudillos.- ABRAN, POR FAVOR.
"¡Agente de la UBPOK!", debería haber sido lo siguiente. En vez de eso - de estupidez hay varios grados, y a ese no llego- exclamo:
- SOY MÉDICO. OÍ QUE NECESITABAN UNO...
Me coloco un poquito a la derecha de la puerta y, volviéndome hacia Valeria, la invito a que imite el gesto.- No será nada.- repito, queriendo parecer tranquilizador. ¿No será nada?. Más vale...
Sale de escena hacia --------------> Jueves 25 Abril 1996