Partida Rol por web

Los Madisim y su prisionera dejaron la nave tras unos días de viaje, antes de llegar a la frontera con el dominio Halsten. Al parecer, el uso de barcos aereos por encima de la Desolación Negra, era poco menos que imposible, por lo que había que rodearla. Las montañas de una extraña piedra negra expulsaban con frecuencia una neblina ácida que impedía cualquier tipo de navegación, y lo que era más peligroso, corroía cualquier metal en los barcos, los cabos, e incluso la piel. Respirarla tampoco era divertido. A Lady Foxtroth y Otto no les fue dificil escabullirse sin ser vistos y abandonar la nave sin alertar a los demás. Cuando se dieran cuenta de que habían desaparecido ya sería demasiado tarde para dar la vuelta. La Capitana Bajociudad los llevó a la ciudad más próxima, y desde allí consiguió mandar un mensaje al Capitán Takuma. Según le explicaron a Otto, uno de los contactos de la capitana, capitán de la nave que había llevado al Rene, Lady Foxtroth y los Madisim hasta allí. Se presentaba a sí mismo como comerciante, aunque la palabra más adecuada probablemente fuera contrabandista.

Takuma los recogió unos días después en el punto designado, para dirigirse de nuevo al Dominio Madisim.

Meso suavemente el lugar donde minutos antes estaba mi bigote. Mi amado bigote. No puedo evitar poner un gesto de desolacion momentanea.

- Tantos buenos momentos... -

Un rayo anaranjado cruza mi campo de vision recordatorio de la nueva persona que he adoptado.

- No esta mal, Otto, cada dia logras superarte un poco mas a ti mismo. -

Inmediatamente me siento lleno de alegria, y comienzo a silbar una cancioncilla mientras camino al son de las notas.

- Digame Lady Alma - me dirijo finalmente a mi compatriota - ¿le apetece un buen vino? -

Pregunto con una clara doble intencion. Por un lado, recabar tanta inforacion, rumores y habladurias que corran entre el comun sobre los ultimos acontecimientos y por otro...

- Por otro, el vino me ayudara -

Con la botella de vino barato en la mano, me encamino hacia el camarote donde aguarda la prisionera mientras entono una cancioncilla con un repetitivo silbido, parte de la guerra psicologica rutinaria a aplicar a partir de ahora a fin de obtener la informacion que necesito.

Una vez llego a la puerta, me planto frente a esta hasta que concluyo la cancion para que la prisionera comience a asociarla con lo que sucedera.

Entro al camarote con una amplia sonrisa en mi rostro.

- Buenos dias - digo jovialmente mientras acerco una silla y una mesilla donde dejo la botella de vino y las dos copas que llevaba en la otra mano.

Sirvo el vino delicadamente hasta llenar la mitad de cada copa, y ofrezco una de ellas a la prisionera.

- Creo que tenemos muchas cosas de las que hablar... -

Le miro directamente a los ojos, sin perder la sonrisa por un momento. Quiero que me odie, que me repudie, que quiera matarme por mi actitud y, sobretodo, que tema lo que va a suceder.

La prisionera estaba acostada en la cama, los brazos debajo de la cabeza, y mirando el techo con aspecto aburrido. Se incorporó cuando entró Otto, aunque sólo lo suficiente para ver quien era, e ignorarlo con gesto de hastío, probablemente creyendo que venía a traerle la comida. Cuando se sentó y le ofreció el vino, le miró con cierto interés. Al menos, era un cambio respecto al insufrible aburrimiento del viaje.

-¿De veras? Lamento decir que no soy una buena conversadora. Y estos últimos días no mo he mantenido muy al tanto de las últimas noticias, no creo que tenga demasiados temas de conversación.

Escucho las soberbias brabuconerias de nuestra prisionera mientras doy un sorbo de la copa de vino. Cuando termina, deposito con cuidado la copa en la mesa con mi sonrisa cada vez mas amplia en mi rostro. Mis ojos no obstante no muestran ya esa misma fachada, sino que apuntan directamente a los suyos con una fria determinacion acusadora.

- Señorita Alaris, me decepciona usted. - Digo aun con cierto tono alegre - Pensaba que encontraria en su persona adecuada compañia para disfrutar de un buen vaso de vino Madisim -

Hago una pausa y entrecierro un poco los ojos

- ¿Tal vez acaso sea usted partidaria de alguna cosecha distinta? -

La pregunta tiene una clara doble intencion, asi que aguardo pacientemente la respuesta.

Se encogió de hombros, con una sonrisa.

-Cualquier cosecha tiene sus atractivos, aún más si el que la ofrece es generoso con la cantidad. Uno haría mal en despreciar una invitación sólo por ser demasiado quisquilloso en cuanto a cosas como la procedencia de lo que se le ofrece, ¿no cree? ¿No le enseñaron maneras en el sitio del que procede?

Sonrio. No solo con la mueca de mis labios, sino esta vez tambien con la mirada. Una apertura, una oportunidad.

- Todo lo que necesitaba -

- Completamente de acuerdo, señorita Alaris. Y maneras me fueron enseñadas en mi hogar. Y por ello, y en coba de la idea que menta, ofrezcole formalmente mi invitacion para que saboree el delicioso vino y, en muestras de la citada generosidad cuantitativa preguntole: ¿y si le digese que mi generosidad comensal a la hora de ofrecer vino a mis amigos es legendaria?, ¿cuanto aceptaria, señorita Alaris, para que yo accediese a esos asuntos de los que tanto quiero oir de usted? -

-El problema de aceptar ciertas ofertas, es que uno tiene que cumplir ciertas condiciones para disfrutarlas. Por ejemplo, en mi caso, siempre he considerado que estar vivo es importante. Y tengo la impresión de que eso cambiaría rapidamente si me dejara seducir por cierta gente.

Vuelvo a sonreir picaramente.

- Cierto es. Como cierto es tambien que condicion sin ecuanum para toda decision a la hora de elegir menu para compartir entre comensales que no consiguen ponerse de acuerdo es alcanzar un buen quid pro quo -

Hago una pausa y sirvo otro vaso a ambos.

- Digame señorita Alaris, ¿que opciones del menu podemos discutir y en que terminos? -

- Y recuerde - interrumpo antes de que responda - que el concepto de cierta gente que puede derrogar sus vitales condiciones es muy amplio, y no exime a todos los presentes en esta sala - digo alzando la copa levemente y ampliando mi sonrisa cinica para mostrar la clara amenaza.

Alaris no es idiota, y parece haber captado la amenaza perfectamente, porque la sonrisa desaparece inmediatamente de su cara, mientras calcula mentalmente.

-Vaya, así que puedo elegir para quién puede tener más motivos para acabar conmigo. Soy una chica afortunada. ¿Y cuales son las condiciones que propone? Y no se moleste en decir que van a protegerme. No pudieron proteger a la Las-Madisin, y dudo que vayan a tomarse las mismas molestias conmigo.

Carisma: dificultad MB

Es hora de negociar condiciones. Dejo el vino en la mesa para que Alaris se sirva a menester como muestra de las buenas intenciones dialogantes y me levanto de la silla para comenzar a caminar frente a la mesa lenta y ritmicamente de una pared a otra a ambos lados de la improvisada celda.

- Por supuesto que no. Nadie puede protegerle Señorita Alaris. Nadie, salvo usted misma. - la miro a los ojos por un momento y asiento con la cabeza. - Como bien sabe, eso implica que, acuerde con quien acuerde, la otra parte no gustara sentirse defraudada y querra ver su cabeza servida en bandeja de plata como pago por la traicion del acuerdo -

Las amenzas implicitas anteriores han dado ya paso al empleo de su vida como principal clausula de cualquier acuerdo. No es ya una amenaza en si, sino la realidad de la situacion. Si Alaris traiciona a su actual empleador, este le dara caza. Si me traiciona a mi o se niega a colaborar... bien, la pieza cazada ya esta, nadie la echara en falta en esta nave si alguien sufre un descuido en las barandas por un candelero suelto.

- Lo que yo le ofrezco es libertad. Libertad y exilio. -

Hago una larga pausa para que el galimatias cale hondo.

- Usted sabe que no somos lugareños, ni siquiera en un sentido amplio de la palabra aplicable a estas tierras. Bien, le ofrezco lo siguiente señorita Alaris: -

Me detengo frente a ella y apoyo ambas manos en la mesa.

- Le ofrezco entrar a mi servicio, directo, personal y remunerado, bajo una apariencia nueva que le ayudara a pasar desapercibida mientras estemos en estas tierras. Y una vez las abandonemos para partir al aquel lugar del que procedemos, le ofrezco venir con nosotros y la total liberta de ser usted misma y la renegociacion si asi lo desea del cito  contrato de servicio, una vez nuestro destino arribe al lugar originario del que partimos. -

-Paga a quien intentó matarle para ser su guardaespaldas. Al menos, no le falta valor. Acepto el trato. Usted se ocupa de que no me maten. Yo haré lo propio por usted.-Cogió el vino y le dió un trago- He bebido cosechas peores. ¿Qué es lo que quiere saber?

Tras escuchar a Alaris aceptar el trato vuelvo a sentarme en la silla manteniendo una sonrisa que, en esta ocasion, es de sincera calma.

- Muchas son las cosas que deseo saber, por supuesto. Mas creo que podemos comenzar por el principio: hableme de usted, de su vida, señorita Alaris, ¿que la ha traido hasta aqui? -

Una pregunta intencionadamente amplia y laxa, mas cuya respuesta puede estar cargada tanto de importante informacion como de necesarios conocimientos sobre nuestra nueva 'aliada'.

Alaris sonrió

-Ah, así que espera que le cuente la lacrimógena historia de mi vida. Supongo que espera que este sea el momento en el que intimemos, en el que le abra m corazón y usted entienda las profundas y complicadas razones que me han llevado por caminos equivocados.-Se rellenó la copa de nuevo, la miró un momento con aspecto pensativo y la vació de un trago antes de volver a llenarla-Creo que voy a tener que estar más borracha para eso. Mis padres estaban en el ejército del noble de nuestra región. Una paga que no daba para ser rico, pero hacía que no fuésemos pobres. Nosotros crecimos viendo a sus compañeros como si fueran familia, y el cuartel como una segunda casa. Mi hermano y yo acabamos alistándonos, pero el ejército no era para mi. Si tenías suerte, los oficiales sabían lo que hacían, sino, acabarías luchando a las órdenes de algún inútil y siendo despedazado para defender algún pedazo de roca que no servía para nada. Acabé dejándolo, y encontrando un empleo en el que mi experiencia fuera mejor aprovechada, y con más autonomía. Y se me daba bien. Acabaron llegándome ofertas bastante lucrativas. Y la que acepté durante los últimos años acabó llevándome aquí. Fin. ¿Que tal eso como base para un vínculo emocional? ¿Cree que podemos tener una bonita amistad?

Pongo una amplia sonrisa tras la explicacion directa y concisa de Alaris.

- Mas que suficiente para comenzar con la amistad pues, como toda buena amistad, espero que la nuestra se desarrolle y fortalezca progresivamente con el tiempo - contesto al tiempo que me levanto y compruebo como la botella de vino esta ya vacia.

- Ahora, ¿que le parece si continuamos conociendonos bajo un mejor vino ya en tierra? -

Comienzo a caminar hacia la puerta esperando que Alaris me siga y me giro levemente una vez bajo el umbral.

- Por cierto, ¿tiene usted amigos o conocidos aqui* Señorita Alaris? -