Me puse a correr y saltar entre una inmensa polvareda al mismo tiempo que inmensas rocas caían a mis lados y el suelo no paraba de estremecerse. Al final los últimos metros, no se cuantos caí encima de una de las ciclopeas losas de la pirámide contra el suelo. Al chocar esta contra el suelo de la selva salí despedido dando vueltas sobre la maleza hasta que finalmente me detuve lleno de arañazos y con la ropa con innumerables desgarros.
Me gire hacía la pirámide, era evidente donde había estado aunque ahora fuera el origen de un estremecedor estruendo y una inmensa columna de polvo que se elevaba muy por encima de los arboles.
Una vez en pie con algo de esfuerzo fui llamando a mis compañeros mientras avanzaba hacía lo que pudiera quedar de la pirámide. – ¡EMILY, RICHARD! ¡EMILY, RICHARD!
Motivo: destreza
Tirada: 2d6
Resultado: 5, 2 (Suma: 7)
Gastara toda la fortuna, tenía claro que me iría de un pelo.
7 + 8 de fortuna 15.
Arthur rodó escaleras abajo, mientras las rocas caían a su lado, en derredor. Lo mismo ocurrió con Émily, y ésta sorprendentemente, no dudó en arrojarse por las mismas de igual modo, antes de que fuera atrapada por el derrumbe. Peor suerte tuvo Richard, que estando malherido no pudo sino sólo intentar la huida de aquel templo, el cual ya casi venido abajo del todo, consiguió atraparle. No lo aplastó del todo, sino que lo conminó a caer en el medio de las ruinas y piedras polvorientas que era ahora. Ni Arthur ni Emily consiguieron observar bien dónde o cómo había caído.
Pero eso no era lo único terrible. Emily se incorporó, con el ídolo de jade en la mano, y preguntó al catedrático si estaba bien. Tenía la chica la cara polvorienta y algunos rasguños, pero seguía con vida. Antes de que Arthur pudiera siquiera asentir, vísteis que no muy lejos, a través de la selva, un gran vocerío parecía aproximarse, cada vez más y más. En pocos segundos, a través de los primeros árboles selváticos, una gran marea humana apareció a la carrera, corriendo hacia vosotros. Sus viles rostros eran similares a los tipos que os habíais encontrado en la pirámide (deformes y como demoníacos), y la anticuaria y el catedrático hubieron de echar a correr a través de la selva...
Al final habíais encontrado a John McCurly, pero Richard Castle había desaparecido de vuestra vista... por ahora.
Fin de la aventura. En breves añado un epílogo explicativo.