Partida Rol por web

La búsqueda de la joven Dasha no parecía dar resultado. Tras cada rincón revisado se notaba cada vez más la desesperación del sargento, estaba claro que la quería, sin duda el viejo daría la vida por ella, eso era fácil de percibir en el rostro del exmilitar.

-Miller- llama la atención del viejo- no está aquí, si seguimos podremos perdernos- le dice con tono serio, intentando hacerle entrar en razón.

-Regresemos, seguro ya Dasha está de vuelta con todos.

Claramente no estaba seguro de nada, pero para ellos esa es su única esperanza, y le gustaba pensar que la pequeña estaría de vuelta cuando regresaran, ha sido suficiente sufrimiento para un solo día y nadie necesitaba un golpe tan duro para el líder de los héroes de la Invicta.

La cabeza me dolía. La estaca de la culpa se me clavaba en la parte superior y se hundía lentamente conforme quedaban menos casa por explorar.

Olena, perdoname. Olena, perdí a nuestra pequeña de nuevo.

La tierra se sentía fangosa, ¿O era yo que sentía los pies pesados? La noche era fría y sentía las gotas de sudor molestandome en la frente. Me las limpié con el dorso y me esforcé en mirar a Hegan en la oscuridad, una cosa era la buena forma, pero no había ejercicios para la visión, o al menos no los conocía yo.

- Vuelve si quieres - le pongo la mano en el hombro - me quedaré por aquí un rato más - aspiré todo el aire del que fuí capaz - La experiencia me ha enseñado a esperar lo peor... Necesito pensar.

Busqué entre las siluetas que se recortaban contra la oscuridad alguna figura alta. Alguna casa de dos plantas en la que pudiera treparme. Dasha no debería estar sola sin luz. 

¿Podría alguien llevarsela? ¿Con qué fin? 

- Ya nadie necesita excusas, Lena. El mundo se ha vuelto una locura para el que no está loco. 

Hegan necesitaba descansar, otra noche más sin dormir le pasaría factura por completo. Su cuerpo ya consumía la poca energía de reserva que le quedaba y cada vez se hacía más insoportable estar de pie. Sin embargo, a pesar de su deteriorado estado, el hijo del cazador había aprendido algo que su padre le explicaba todos los días: los compañeros no se abandonan.

-Vale- le responde al sargento- si tú te quedas yo me quedo, pensaremos juntos entonces

Hegan posee una fuerza de voluntad inquebrantable, permitiéndole hacer siempre un poco más ante cualquier situación adversa. Sin embargo, tal era su estado de deterioro, que esta vez se quedó inmóvil, no logró encontrar nada a que agarrarse, no logró encontrar esa fuerza interna que siempre le empujaba a hacer más y más, y cayó arrodillado, justo al lado del sargento, con la cabeza gacha, mirando al polvo, sin duda lo que le sucedía le avergonzaba, se suponía que él tenía que ayudar a los demás, pero... como iba a hacerlo, como podría si apenas podía moverse.

Sílex dio un respingo de pavor al escuchar el grito de Olessia. Se temía que hubiese ocurrido lo peor, aunque quizá no fuese así. Es posible que la niña, al verse sola, se ocultase en ese... Lugar. La estructura metálica le transmitía esa agonía que se había instalado tiempo ha en el poblado.

- Quizá por dentro sea distinto. - Se dijo a sí misma en silencio. - Como en el edificio del pozo.

No podían esperar más. Dasha podría estar en peligro y debían ayudarla cuanto antes.

- Hay que entrar... Y más pronto que tarde.

En dos zancadas estaba junto a la ventana revisando si había restos de sangre o algún desgarro de sus ropajes al tiempo que Olessia trepaba por el alféizar y se internaba en ese lugar que hacía que a Sílex se le pusiese la piel de gallina. Tenía que acercarse mejor a los cristales rotos, pero le pareció que en una de las esquinas había... Algo.

- Quizá no sea nada... Quizá no sea nada... - Intentó tranquilizarse. - Puede que estés viendo mal... Quizá la niña esté bien y esto no sea nada...

Se había precipitado, literalmente. Había entrado por la ventana sin detenerse a pensar, o a mirar. Y se encontró con una caída que no había esperado. Un gemido se escapó sin poder callarlo, cuando su cuerpo golpeó el suelo de aquella especie de sótano oscuro. 

Miró hacia arriba, por suerte su compañera había sido más precavida, y la miraba desde arriba, desde el ventanuco.

-¡Cuidado! Hay varios metros de caída... estoy bien, más o menos. Quizá puedas bajar trepando... o con una cuerda, si la encontramos...

De todos modos, ella ya estaba abajo. Así que aguzó la mirada a su alrededor. Buscando.

-¿Dasha...?

La caída es fuerte pero por suerte o por destreza, sabes como colocar los pies para minimizar el impacto lo máximo posible. Aun así, el estruendo que resulta de aterrizar sobre la tapa metálica de algún tipo de contenedor resuena en el viejo edificio como una explosión.

Con los sentidos agudizados, tratas de vislumbrar algo en la insondable oscuridad sin demasiado éxito. Y tras unos instantes, te resignas a avanzar a tientas, encontrando con el tacto varias estanterías repletas de cajas y envoltorios.

El tiempo pasa y la angustia crecieron en tu interior. Y el silencio, solo roto por tu respiración, se adueñó de nuevo del viejo sótano. Los calambres en las piernas y el nudo en la garganta, cada vez más prieto, parecían ser los únicos indicadores que señalaban que  llevabas demasiado tiempo en ese lugar.

Pero cuanto? Imposible saberlo. Cada minuto se extendía a lo largo de una hora y cada respiración parecía más lenta, jadeante y ruidosa. Como si el polvo tratase de convertirte a ti también en otro recuerdo más, a la espera de nuevos ojos que sacasen sus secretos a luz y hasta entonces... aguardando en el limbo que era aquel sótano.

Rompiendo el silencio, un fortísimo sonido metálico rompió el silencio con la fuerza de un explosivo rasgando el aire. La agresividad, resonancia y crudeza del impacto te hicieron temblar de puro terror. Y entonces, una voz armoniosa atravesó la oscuridad y llegó hasta ti:

-¡Cuidado! Hay varios metros de caída... estoy bien, más o menos. Quizá puedas bajar trepando... o con una cuerda, si la encontramos...

Y tras interrumpirse un instante acompañado por un estrépito metálico de menor magnitud, llegó a ti de nuevo. Esta vez, con una nota de esperanza y urgencia en la voz:

-¿Dasha...?

La oscuridad es total, y ni siquiera cuando me he recuperado del golpe, unos segundos más tarde, mis pupilas se han podido amoldar a la falta de luz. No percibo más que formas engañosas, y he de acabar reconociendo mi alrededor mediante el tacto.

Estanterías... cajas. 

Busco, en alguna parte debe haber algo que pueda proporcionar un poco de luz, una tea, o antorcha, o una vela. Y algo para prenderlas. Una linterna sería un sueño... Le grito a Sílex:

-¿¿Tienes algo que nos ilumine??

Busco y rebusco, compruebo lo que hay en las cajas, abro envoltorios. Todo sin dejar de tantear el suelo, por si tropiezo con el cuerpo de Dasha. Es probable que haya caído, igual que yo, pero con menos fortuna...

- ¡¡¡Olessia!!! - Gritó Sílex soltando la mano intentando, sin éxito, poder agarrarla antes de que se cayese en la oscuridad. Sintió que se quedó sin respiración hasta que escuchó su voz de vuelta. - Bajaré. ¡Hazte a un lado y espérame! ¡Por lo que más quieras! Intentaré descender con algo más de cuidado.

Sílex trepó por la ventana y tragó saliva antes de lanzarse. Los segundos de la caída se hicieron para su mente eternos hasta que impactó contra el suelo, desde donde alzó la mirada y sus ojos acabarían de acostumbrarse a la oscuridad del ambiente, prácticamente absoluta. Antes de intentar incorporarse, Sílex se tomó unos segundos para reposar y mirar el ventanuco desde donde se precipitó.

- Pues ya estoy aquí... - Pensó. - Y ahora... Arriba... Venga.

La oscuridad es total, y ni siquiera cuando me he recuperado del golpe, unos segundos más tarde, mis pupilas se han podido amoldar a la falta de luz. No percibo más que formas engañosas, y he de acabar reconociendo mi alrededor mediante el tacto.

Estanterías... cajas. 

Busco, en alguna parte debe haber algo que pueda proporcionar un poco de luz, una tea, o antorcha, o una vela. Y algo para prenderlas. Una linterna sería un sueño... Le grito a Sílex:

-¿¿Tienes algo que nos ilumine??

Busco y rebusco, compruebo lo que hay en las cajas, abro envoltorios. Todo sin dejar de tantear el suelo, por si tropiezo con el cuerpo de Dasha. Es probable que haya caído, igual que yo, pero con menos fortuna...

Y entonces...

" Bajaré. ¡Hazte a un lado y espérame! ¡Por lo que más quieras! Intentaré descender con algo más de cuidado."

Sílex cae también. Y entonces me doy cuenta de que ambas estamos allá abajo... solas... y el ventanuco arriba. Y no hay cuerdas, ni luz. Por lo menos por ahora...

Empezaba a creer que se quedaría allí para siempre. Algún día, en el futuro, encontrarían su cuerpecillo momificado dentro de aquel armario. Era muy consciente de que sin agua no duraría mucho y el sufrimiento, por la sed, la deshidratación y estar allí encajonada, se haría insoportable.

El estruendo metálico le arrancó un grito ahogado por lo inesperado que le resultó. Rogaba que hubiese quedado ahogado por el propio intenso ruido metálico, y al mismo tiempo se sentía aterrada y algo absurda a la vez. Una parte de ella le gritaba que algo muy malo había ahí abajo, pero otra, menos instintiva, le recordaba que no había visto nada ni nadie, solo habían sido ruidos y cosas que habían caído, tal vez los cimientos de la casa no fuesen muy estables. Pero en cualquier caso estaba atenazada por el miedo, encerrada en aquel armario tan incómodo que podría terminar siendo su tumba.

Se quedó muy quieta, la respiración se le aceleraba y por más que trataba de dominarla sentía que no lo lograba del todo. Entonces escuchó las voces, parecían ser al menos de dos, y después...¿Habían dicho su nombre?

No creía que nadie fuese a venir a buscarla, aunque una parte recóndita de su ser deseaba que Miller lo hubiese hecho.

No parece la voz del soldado

Y si no se decidía su destino quedaría sellado. Entonces ¿Qué hacer? ¿Arriesgarse a salir para encontrarse con su salvación o con una pesadilla? Trató de mirar a través de las rendijas de la puerta por si lograba ver algo.

Un segundo estruendo resuena en el sótano cuando Sílex aterriza con un grito sobre el mismo contenedor que Olessia. El sonido, incongruente y violador de la sagrada oscuridad y el recuerdo, se atenuó sin embargo de forma extraña. Casi formando una reverberación acuática que trajo a las mentes de las dos mujeres el recuerdo de cuevas marinas.

Y otras cosas más recientes y desagradables.

Llegaron por la playa y el bosque, cabalgando rayos dentro de aquella niebla de pesadilla. Las risas desquiciadas envolvieron las puertas de Amsera y los defensores se estremecieron junto al resto de ciudadanos que aferraban las escasas armas aún funcionales. Los mensajes habían sido aterradores: Primero los refugiados de las tierras allende los pastos y algunos isleños con los pies desollados que habían conseguido huir de las fuerzas del Aquelarre... o que habían sido liberados para practicar la mayor diversión de Mona y sus hijas: La caza.

Olessia asiste a la misteriosa Sílex y juntas comienzan a explorar lentamente el sótano. Tanteando con los dedos, se abren camino entre las estanterías, palpando los componentes electrónicos que encierran las cajas y cajones. Ajenas al conocimiento más elemental acerca del lugar en el que ambas se encuentran.

Sus pasos torpes, su arrastrar de pies, ahogó el lento sonido de algo deslizándose por el suelo.

Desde la oscuridad insondable que te devuelve la mirada, llegaron a ti diversos sonidos: Pasos, susurros, un sonido de algo deslizándose lentamente y dos voces femeninas que conoces bien llamándote por tu nombre: La voz de Olessia, la mujer de las redes y el olor a sal y la armoniosa voz de Sílex.

Y sin embargo, el sonido llegó a ti de forma amortiguada, enrarecida y distorsionada, casi como si estuviera sumergido en el agua. Pero amortiguado o no, eran ellas... era... real.
 

Al final del día, Hegan aprendería una dura lección que le acompañaría durante mucho tiempo: La voluntad, sin un medio físico, no puede imponerse al orden que rige el mundo. Las primeras nociones de dicha lección se las mostró el sabor del desierto cuando se desplomó paralizado a unos pocos pasos de Miller, que contemplaba la oscuridad sintiendo el peso de sus hombros quebrarlos hasta romperlos en pedazos. Debería estar buscándola, gritando su nombre en el desierto, quemando las casas para comprar unas horas de luz con la que explorar a fondo la zona...

En su lugar, permanece mirando a la nada, con la sensación de que si cae de rodillas, el desierto se lo tragará y las arenas serán su tumba y su ejemplo: La inacción impontente, siempre condenada a ser arrastrada por el dolor de otros hasta deshacerse en el polvo del olvido. Primero su mujer, ahora su niña...

Qué razón tenía, como hombre, como marido, como padre, para vivir?

Hegan trata de llamarlo con un hilo de voz pero Miller tarda tiempo en darse cuenta del estado del joven y durante esos agónicos minutos... Hegan llora.

Y arrodillados, ambos recuerdan...

Los defensores agrupados ante las puertas de la empalizada de Amsera. El capitán Nuggart con su rifle, escudriñando la niebla con su visor mientras las risas de los caminantes y las súplicas de los desgraciados que habían soltado contra las murallas y que aporreaban las puertas minaban la moral. El rugido de las primeras andanadas de energía enemiga y el tableteo de las armas automáticas y el retumbar del único cañón artillero de calibre medio. No tardó demasiado en estallar en una deflagración y la torre de metal retorcido en desplomarse sobre la plaza mayor sembrando el caos...

Pero los recuerdos no pueden ser sustituto del presente y Miller lo sabe. Por eso toma al extenuado Hegan y lo arrastra de vuelta al refugio. "Primero sobrevive. Después protege." Resuena como un mantra castrense en su mente mientras carga con el cuerpo deshidratado del joven y abre la puerta de una patada.

Su mirada habla por si sola y recibe el cubo de agua fresca que le ofrecen con la frialdad de un automata.

-Señor! Es agua fresca y es apta para beber!- entonces repara en la expresión vidriosa del sargento y el estado de Hegan. -Sargento, déjeme a Hega y siéntese donde pueda. Estoy segura de que Dasha está bien, es una chica con muchos recursos.- su tono adquiere un tinte feroz al dirigirse a Nepos. -Ayúdame imbécil que este está a punto de morir de agotamiento. Hay que darle de beber muy poco a poco! Más despacio! Inclínale el cuello para que pase bien el agua...-