Partida Rol por web

-Estará bien.- aseguró el joven al reparar en la mirada de Manos Torpes. - Pero yo ya he descansado y estoy mejor, cuando Hegan esté atendido, iré a buscarla.-

Tomo el cubo de agua, bebo un poco, me lavo un poco la cara y guardo el resto. El desierto me había vuelto avaro. El desierto me había hecho muchas cosas. Me había hecho más fuerte, pero la fé que me quedaba era muy poca. Por lo que no albergaba ningún tipo de esperanza respecto a que Nepos pudiera encontrarla, pero si alguién podía, era él.

No entendía porque debía esperar a que Hegan estuviera atendido, pero a ese punto tenía a dos cosas en la cabeza. Dasha y el silencio del desierto roto por el susurro del viento. Había escuchado muchas veces ese sonido. Demasiadas. La paz de la muerte, y era la música de fondo del desierto. Un lento deceso a la tumba, si tenías amigos dispuestos a cavarlas. 

Maldita sea.

Estaba cansado, molesto, y con ganas de cambiar la música - Buscala cuando terminen - le ordeno a Nepos antes de salir a la noche. Iba a buscar otro poco, sin ninguna fogata. Quería agotar todos los recursos antes de hacer algo tan riesgoso. La ultima vez le había dado alcance muy rápido. También faltaban Silex y Olessia, seguro la habían encontrado. Si... 

¿Era cierto? Parecía que sí. Quería que lo fuese. Necesitaba que realmente hubiesen venido a por mí y me hubiesen encontrado. Abrí despacio la puerta del armario y asomé la cabecita lentamente, como si temiese que un monstruo pudiese saltar sobre mi en ese instante si me cogía desprevenida. Vale, era cierto que no había visto tal monstruo, no había visto nada en realidad, pero todo apuntaba a que había algo más allí abajo, me lo decía mi instinto y era mejor confiar en él si se te erizaba el vello. -Chicas- les dije tratando de no alzar mucho la voz y buscándolas con la mirada. Sí las viese les haría un gesto para que guardasen silencio, poniendo un dedo sobre mis labios. -Creo que no estamos solas aquí abajo- no era difícil ver cierto miedo y bastante preocupación en mis ojos.

Agradece de corazón que Miller le arrastrara de vuelta, aún así, la vergüenza que sentía debido a su impotencia y debilidad ante las adversidades de ese día ya en decadencia, arremetía fuertemente contra su orgullo de hombre fuerte y superviviente, haciéndolo caer en un enorme estado de pena.

De vuelta al refugio la manos torpes le atiende rápidamente con la ayuda del sagaz Nepos. No le quedaba más que agradecer aunque no soportaba más ser una carga. -Muchas gracias- dice apenas susurrando, y sin poder decir nada más ve como el sargento se dispone con decisión a salir nuevamente en busca de Dasha... -que tengas suerte, sargento- ... sabía que no podría detenerlo y mucho menos acompañarle, por lo que no le quedaba otra opción que rezar por él y por los demás.

-Quizás ahora que no soy una carga puedan encontrarla- Piensa Hegan con la moral medio rota...

Le costó unos segundos darse cuenta de que alguien les estaba hablando y reconocer de dónde venía la voz.

- ¿Has escuchado eso, Olessia? ¡Es Dasha! - Murmuró feliz. - Vamos, nos necesita.

No pudo evitar continuar murmurando, pues las últimas palabras que escuchó de sus labios habían sido bastante preocupantes. Tiró ligeramente de Olessia y se dirigió al lugar de donde provenía la voz. A tientas se encontró el armario y no pudo evitar dar un abrazo a la chica.

- Por un momento pensé que te habíamos perdido. - Susurró aliviada. - ¿Cómo has llegado aquí? ¿Te has roto algo? Y... Dasha... ¿Cómo que no estamos solos? ¿A qué te refieres?

Puso atención a su alrededor, intentanto visualizar qué podía haber que ellas no habían notado en un primer momento. Intentando agudizar sus sentidos para reconocer algo que no fuesen ellas mismas.

Dasha estaba allí, viva y parecía que ilesa. Sílex había tirado de ella hasta que las tres se habían encontrado, y Olessia  se fundió en el abrazo que las otras dos mujeres ya se estaban dando.

¡Que alivio! O... ¿no...?

- Sí... -susurró también- ¿Qué quieres decir con eso de que hay algo más aquí abajo...?

Lo malo es que Olessia percibía también algo extraño. Una reberberación, y un sonido reptante, muy atenuado, muy mortecino. Se sintió de golpe presa, como el pez que ha caída en una red, atrapado y vivo, pero consciente sin embargo del peligro de su próxima muerte...

Se dejó abrazar. Agradecía en silencio aquel gesto que transmitía cierto calor y sensación de seguridad. Pero sabía que lo que hubiese allí no se marcharía sin más simplemente porque ellas decidiesen ser amigas.

-Cosas que se caen solas ... Ruidos... Hay algo malo aquí abajo. Hemos de salir ya de aquí- les dijo en susurros y apremiante. No sentía ganas de descubrir si se trataba de un demonio o un gato, eso daba igual. Bueno, el gato podrían comérselo, pero si no era eso...

Miró alrededor. Ojalá hubiese podido explorar más, ojalá nada la hubiese alertado. Ojalá la vida no fuese una mierda que no concedía ni un respiro.

-¿Podemos salir por donde habéis entrado?- tal vez hubiese otra salida, pero mejor no perder tiempo si había una ruta conocida.

- Me temo que no podremos salir por ahí. - Susurró Sílex con pesar. - Salvo que tengas una cuerda, o algún artilugio que nos permita ascender los metros que nos separan del ventanuco por el que nos hemos precipitado. ¿Has entrado también por ahí, verdad?

Se preguntó, sin mucho tiempo para poder desentrañarlo, de qué ser se trataba. De lo que sí estaba completamente segura era de que, probablemente, se tratase de una bestia poco amigable. Necesitaban más datos.

Negó con la cabeza, no tenía ninguna cuerda.

-Sí, también por la ventana...- trató de pensar con rapidez. ¿Había visto algo que les pudiese ayudar? Tal vez... -Hay un artilugio que llega hasta el tejado, igual podríamos ascender por ahí- Podía valer la pena valorar esa opción, por eso señaló hacia el lugar en que estaba aquel enorme cacharro.

Miró también hacia arriba, como ellas. El ventanuco quedaba demasiado alto, estaban demasiado lejos. Y no, no habían cuerdas, por lo menos no había tocado nada que se le pareciera en la oscuridad.

Pero Dasha puso algo de esperanza en el desánimo. Algo que casi hizo que se olvidara de la extraña sensación reptante.

-¿Un... artilugio? ¿Qué clase de artilugio...? ¿quieres decir como una máquina, o un andamio, o algo así...?

Conteniendo el aliento, aguardais en silencio, tratando de distinguir ese sonido de arrastre entre la oscuridad del sótano...

Afinando el oído, lo sentís. Algo repta desde varias direcciones por el sótano.

Se desliza, con un sonido amortiguado, susurrante. De forma constante y lejana, golpea y rechina contra el pie de alguna estantería.

Y llega desde todas partes.

De forma instantánea, la oscuridad se rasga y regresa con el parpadeo intermitente de un único y chisporroteante luminiscente que pende inmóvil de una de las esquinas del lóbrego lugar que ahora veis como en fotogramas.

Os  rodean estanterías llenas de cajones y cajas, componentes electrónicos y libros carcomidos. Tras vuestra, varios armarios se alinean y dentro del que abandonó Dasha podéis ver componentes electrónicos y lo que parece un sistema de cables y tubos llenos de polvo.

Oscuridad. Y de nuevo, luz.

En el centro de la sala, una estructura mecánica, una máquina de los tiempos antiguos de aspecto monstruoso, descansa con numerosos tubos y centenares de cables desnudos y gruesos ascendiendo por una abertura de tamaño medio.

Oscuridad. Y de nuevo, Luz.

El sonido parece más embotado, más... acuoso.

Le ponía muy nerviosa la oscuridad porque no podía ver lo que se le acercaba. Pero aquel parpadeo contínuo de la luz era mucho peor.

-Es un monstruo- susurró desesperada y convencida. -Allí, eso- les dijo mientras señalaba aquella estructura enorme que ascendía hasta el tejado. -Se ve el cielo- No tenía ni idea de para que servía aquel armatoste, pero creía que posiblemente pudiese ser una salida para ellas. Miró los cables que habían estado pinchándole. ¿Podrían alguno valerles como cuerda?

-Quizá... o quizá sólo sea una escalera barrigona. 

Habló con frivolidad, intentando quitarle dramatismo a la situación para devolverle a Dasha un poco de serenidad. 

El caso es que esa cosa, esa máquina de aspecto monstruoso, no dejaba de ser una esperanza. La luz que chisporroteaba y se encendía y apagaba en una cadencia estroboscópica, como la luz que uno ve desde la costa, la de una barcaza balanceada por las olas en la noche, la pintaba de miedo. Pero si te concentrabas en verla sólo cuando la luz estaba encendida, sumando los momentos, era una posibilidad. De subir, de salir.

-Podríamos trepar por ella. -Miró a Sílex, y cabeceó convencida.- Vamos a acercarnos...

Como monstruo, se veía muy artificial... Y como escalera... Se veía muy... Orgánica. La luz a golpes hace daño a Sílex en los ojos y la ciega, si cabe, un poco más.

- ¿Y si hay algo más que esa... Cosa? ¿No habéis notado que ahora se escucha todo como... tirando a líquido? - Susurró, dejando traslucir miedo en su tono. Verdadero miedo. - Quizá los cables nos sirvan como cuerda pero... ¿Cómo lograremos engancharla ahí arriba? ¿Podremos... Trepar esa cosa?

Estaba cargada de dudas y todavía tenía destellos de la luz de alta intensidad en los ojos. Siguió a Olessia para acercarse al aparato. No sabía por qué, pero estaba segura de que podía confiar en ella.

- Vamos, pues.

Avanzáis siguiendo en línea recta. A la intermitencia lumínica se añade el sonido de los cables chisporroteando y un estallido seguido de la oscuridad os indica que no habrá más por parte de esa lámpara. Aún así, el sonido del áras y el hedor de los componentes quemados alcanzan vuestros sentidos.

Y el sonido de arrastre... desaparece.

En la oscuridad, palpáis hasta tocar el esqueleto polvoriento de la máquina...

Y entonces, la sensación algo alzándose en el aire os sobrecoge. Y pesar de estar rodeadas por la oscuridad, casi podéis vislumbrar algo delgado y ondulante flotando en la aterciopelada negrura. Silenciosa, inhumana... movida por la rabia y el hambre, único resto pervertido de aquella eternidad aguardando en aquella tumba de polvo.

El vello de vuestros brazos se eriza con el miedo... y algo más.

La oscuridad se rompe con el chisporroteo verdoso del áras concentrándose en la punta de los cables flotantes que crepitan antes de lanzarse hacia vosotras.

El anciano contempló a su amigo con ojos vidriosos. Pero no lloró, porque llorar requería fuerzas y las suyas se habían ido con el sudor y el horror de las jornadas pasadas. Aun así se las arregló, de alguna manera, para tomar el cubo de las manos de Nepos y acercarlo a los labios de Hegan.

-Yo puedo hacer esto con lo que me queda dentro... y él es mi amigo.- una acritud no intencionada se marcó en su voz, sin embargo, el anciano no pareció reparar en ello.