A paso decidido, una joven se acerca por la calle, habiéndose bajado de un lujoso automóvil negro en la esquina, saliendo por la puerta de pasajeros de atrás.
Lleva un look ejecutivo demasiado refinado para esta zona: Saco, pantalones y zapatos negros, además de la blusa blanca. Su cabello castaño es algo rebelde, detalle que parece más planificado que casual. De físico es delgada, algo más alta que la media, y su rostro es cuanto menos cautivador a primera vista.
—¡Ey, chicos! ¿Pueden parar? —exclama mientras va aproximándose. Ya cuando está a unos cinco metros se detiene, con un gesto de fastidio, y continúa—. Se están desubicando mal. En esta ciudad se respetan las Tradiciones, por orden del Príncipe. Acá están violando por lo menos tres de los seis estatutos principales. Y eso es una falta de respeto total. Así que, o se ubican un poco, o los ubico yo. Elijan...
La realidad dice otra cosa, pero igual la Camarilla reclama como propia toda la ciudad y el conurbano. Y se sabe que el nuevo Príncipe ha adoptado una política mucho más implacable para hacer valer esos reclamos sobre el territorio. En una noche distinta, encontrarse con una agente así sería todo un incordio y hasta peligroso, pero su intervención en este preciso momento viene a ser como si un ángel hubiera bajado del Cielo para salvarlos.
Al oír el título de Príncipe invocado con tanta seguridad por la mujer, los lacayos se mantienen casi petrificados, y miran nerviosos a su jefe, que no tarda en encararse con la advenediza.
—¿Y vos quién carajo sos? —dice lo más amenazante que puede, teniendo en cuenta que va sosteniéndose el brazo destrozado y también su torso está terriblemente maltratado por tus zarpas.
—Estos dos pibes se colaron en nuestra propiedad. Y los vamos a castigar, te guste o no. Tu Príncipe no pinta nada acá. Nuestra reina es Ludmila, el resto son todos payasos.
Para complicar un poco más el análisis geopolítico de la zona, en teoría estos barrios fronterizos pertenecen a tu patrón, el Mandinga, que los obtuvo mediante un negociado con el anterior barón. Pero está claro que entre reclamar un territorio y ejercer dominio sobre él, hay un abismo de distancia.
Las palabras desafiantes del Nosferatu generan un gesto de desaprobación en el rostro de la delegada, que no pierde tiempo en ponerse cara a cara con él.
—Escuchame, energúmeno —exige con un tono de voz y una mirada fulminantes—. Vas a dar media vuelta y te vas a llevar a tu banda de cavernícolas directo a la cloaca de donde salieron. Y si tu reinita pregunta, le vas a decir que en Buenos Aires manda la Camarilla y nadie más. ¿Entendiste?
Toda expresión amenazante se borra de la cara del capataz, que mira fijamente a la mujer, pero parece hacerlo ahora en contra de su voluntad.
Su cuello tembloroso intenta apartar la mirada, pero una fuerza sobrenatural se lo impide. Se encuentra completamente atrapado en aquellos terribles ojos color de olivo.
—Andate ahora, no te lo voy a repetir.
- Emplea el poder de nivel 2 de Dominación, Mesmerismo. Este permite impartir órdenes complejas a la víctima, las cuales deben ser obedecidas de inmediato.
Ante la mirada atónita de sus lacayos, el Nosferatu se gira hacia ellos con la cabeza gacha y les comunica las nuevas, con una voz que suena a la de alguien que se ha levantado a andar sonámbulo por la noche:
—Nos vamos, después les explico...
No le hace falta insistir para que los suyos lo sigan de regreso a la tinieblas húmedas de la alcantarilla. Van bajando uno por uno por la boca de servicio, en un silencio sepulcral y sin mirar atrás.
De un momento a otro, los tres se encuentran solos en aquella calle en mitad de tierra de nadie. Luna sigue con sus ojos clavados en el agujero por el que se fueron los Nosferatu, temiendo aún que la retirada no sea más que otro truco de aquellos sádicos individuos. Pero pasan los segundos y sus temores no se confirman.
—Y ustedes... —comienza a decir en el mismo tono dominante, pero de repente lo cambia por uno mucho más natural y afable—. Me deben una. Igual no se hagan drama, por ahora no se las voy a cobrar.
Desde la esquina, se escucha la refinada bocina del coche, llamando con bastante insistencia a su pasajera, que en principio se limita a hacer un gesto de hastío al oírla, y los mira a ustedes algo resignada.
Parece que se acabó su diversión por esta noche.
El maldito intentó escapar y Pascual no lo iba a permitir sabiendo que una vez se sintiera a salvo podría azuzar a sus amigos. Por suerte no pudo esquivar su siguiente zarpazo, tan efectivo como el chico esperaba dejando su brazo incapacitado, sabía que ahora estaba a su merced y el siguiente movimiento podría ser terminar con su miserable vida o simplemente marcharse de allí esperando que sus amigos hubieran tenido suficiente. Por desgracia para Pascual mientras esos pensamientos se le pasaban por la mente otro de los nosferatu se envalentonó contando con que Pascual estaba tan centrado en su pelea con el cabecilla que no podría contrarrestar otro golpe y por desgracia así era. Por suerte alcanzó a ver como Luna se avalanzaba sobre él y lo salvaba de una manera sorprendente.
Vaya, hasta los sangre débil guardan sorpresas...
Era muy interesante y sin lugar a dudas tenía muchas preguntas pero la situación seguí siendo delicada. La intervención de su compañero dio el tiempo suficiente al primer nosferatu de ponerse a salvo y desde allí arengar a los otros con insultos y amenazas. Durante unos intantes Pascual rogó que no le hicieran caso pero el tipo los había termiando convenciendo.
¡Ya está! ¡Hasta aquí hemos llegado!
No había escapatoria, por muchas sorpresas que guardara Luna no podían ser suficientes para frenar a aquel grupo. Él por su parte estaba dispuesto a pelear hasta el final, si era el último combate que iba a disputar simplemente se dejaría llevar, que la bestia tomara el control y que se llevara el mayor número de enemigos por delante. Lo sintió por Luna, aunque debía admitir que en cierta manera era agradable saber que moriría junto a alguien que le estaba cubriendo las espaldas. Se tensionó dispuesto a atacar al primer nosferatu que se acercara cuando una voz interrumpió todo.
La mujer no parecía sorprendida, ya no por una pelea en las calles oscuras de Buenos Aires, si no más bien por los contendientes, eso dejaba claro que era una de ellos y por la autoridad con la que hablaba una poderosa.
¡La reconcha su madre!
Bien, ahora si que estaba metido en un buen lío porque si sobrevivía a los nosferatu podía meterse en peores problemas aún por culpa de las transgresiones que estaban cometiendo. Para ser sinceros ni siquiera se puso a pensar cuales eran, tan solo le pareció raro que alguien de parte del Príncipe ejerciera tal autoridad, estaban acostumbrados a que los Barones manejaran los barrios sin intervención, pero claro, en teoría el Prícipe y los suyos estaban por encima. Claro que les pasaba exactamente igual que a muchos de los barones, una cosa era reclamar un territorio y otra diferente tener los recursos para controlarlo. Como fuera esa mujer podía sacarlos de allí con vida y con eso le pareció suficiente, más adelante lidiaría con las consecuencias. Dudó cuando el nosferatu pareció negarse, aunque ella lo obligó a retractarse e irse con un poder que Pascual no creía ni posible, alguna vez le habían hablado de ello pero verlo así en persona era impresionante. No tardaron mucho en quedar Luna y él a solas con la mujer. A pesar de parecer amable y haberlos salvado Pascual había vivido lo suficiente entre vampiros para saber que aquella deuda que acababa de contraer podía costarle cara, en todo caso seguía vivo y era de agradecer, ya pensaría en todo aquello más adelante porque además en aquellos momentos su deseo de alimentarse era tan grande que le ocupaba la mayor parte de sus pensamientos, aunque no lo suficiente como para ser descortés con su salvadora.
-Gracias señora. -Había aprendido a dirigirse con respeto a los vampiros desconocidos y tratarlos como si fueran ya gente muy vieja, que seguramente lo serían, a pesar de que la mayoría tenían un aspecto juvenil.- Siento la pelea, pero no nos quedó otra opción que defendernos. -Sabía que no era excusa, pero tampoco quería que creyera que la habían iniciado ellos.- Mi nombre es Pascual, soy uno de los hombres del Señor Sandoval. -Como uno de los Barones quería que supieran que estaban del mismo lado y en teoría respetaban al Príncipe como autoridad. La realidad era distinta y la única lealtad de Pacual era con el Mandinga y con Ferro, si ellos iniciaban una guerra contra el Príncipe él no dudaría en seguirlos. En cuanto a lo descubrir quien era y para quien trabajaba no le dio importancia, la sociedad vampírica era muy pequeña y si esa mujer era tan poderosa como parecía no le hubiera costado nada averiguarlo, si es que no lo sabía ya, le debían un favor y seguro que se aseguraría tenerlos localizados cuando quisiera cobrarlo.- Y ella es Luna, una amiga. -Había sido una amistad muy corta pero también muy intensa y a decir verdad a ella también le debía la vida, claro que podían decir que así quedaban igualados después de haberla rescatado de los Giovanni.- ¿Podemos saber el nombre de nuestra salvadora? -Quería saber quien era aquella mujer, seguro que a sus jefes les interesaba toda la información, así como las actividades de los nosferatu en las alcantarillas, aquella noche estaba siendo muy movida. Intentó permanecer atento y centrado, pero a decir verdad el ansia de sangre que sentía le dificultaba mucho hacerlo.
La agente de la Camarilla no muestra señales de reprobación para con ustedes por los disturbios en plena vía pública, que le tocó deshacer a ella por casualidad del destino. Pero si su expresión se torna algo más suspicaz cuando escucha el nombre del barón anarquista para quien trabajás. Mencionar tu lealtad hacia uno de los vampiros más ambiciosos e independientes de la región frente a una representante del Príncipe no es tu idea más brillante de la noche, aunque es difícil culparte, con tanto dolor y hambre que te atormenta en este preciso momento.
—Ah, mirá vos. Justo veníamos hablando de Sandoval en el viaje —comenta sonriente y con ademán distraído—. Se dice que tiene interés en esta zona. Espero que no sea cierto, el Príncipe ya dejó bien claro que no va a tolerar esa clase de juegos e intrigas. Igual seguro son sólo rumores...
Cuando la bocina la vuelve a llamar con insistencia, se apresura a cambiar de tema:
—Un gusto conocerlos. Yo soy Valentina, trabajo en el Eliseo como jurista y med...
Tras bajarse lentamente la ventanilla automática del lujoso coche, una señora de elegante porte se asoma y se dirige a su colega de aspecto más joven, casi a los gritos y claramente molesta por la espera:
—¿Te podés apurar, querida? Mirá que te volvés caminando...
Antes de que el cristal tintado vuelva a subir, la veterana mujer tiene tiempo de lanzarte a vos y a Luna unas miradas de desdén para nada sutiles. Evidentemente ella no estaba de acuerdo con parar a ayudarlos.
Tu inesperada salvadora revolea los ojos ante las palabras de su compañera, y procede a despedirse:
—Bueno, chicos, ya me tengo que ir —dice con resignación, acercándose y ofreciéndoles un par tarjetas profesionales plastificadas—. Acá les dejo mi info de contacto, sólo para casos serios.
Dicho eso, se da vuelta y comienza a caminar hacia la esquina, donde la espera el coche negro. Antes de ingresar en él, se gira y vuelve a hablarles brevemente, con expresión benevolente.
—¡Cuídense, y no se queden parados ahí! Los milagros no pasan dos veces.
Ya con ella adentro, el automóvil de alta gama no tarda es perderse de vista.
—"Doctora Valentina Cahen D'anvers, abogada penalista" —lee de la tarjeta con cierta confusión, sin asimilar todavía el violento episodio y el final del que acaban de escapar—. Yo ya no entiendo nada.
De todas formas, no pierde tiempo y se guarda la cartulina en un bolsillo de sus jeans. Te mira entonces preocupada, no tanto por las puñaladas que recibiste sino por tu evidente agitación por falta de sangre.
—¿Vos estás bien? Parece que se te van a salir los ojos para afuera...
No tardó en darse cuenta que había sido imprudente al hablar, probablemente porque su ansia de sangre era demasiado grande, en todo caso debía decir algo pues quedarse callado podía dar a entender que estaba de acuerdo con la afirmación de la chica. ¿Sería capaz de hacerlo sin que el hambre lo traicionara? Quizás el silencio no era tan mala opción.
-No puedo hablar sobre los intereses del Señor Sandoval, tan solo soy uno de sus soldados, un don nadie. -Y eso era verdad, al menos hasta esa noche, quizás si terminaba bien todo aquello pudiera ascender un poco en el organigrama de su jefe, aunque la política no era lo suyo, hasta ahora se había sentido cómodo a las órdenes de Gemán.- Pero estoy seguro que el Señor Sandoval no iría nunca contra los intereses de la Camarilla.
¿Eso era cierto? Probablemente no. De hecho su misión aquella misma noche había consistido en asegurar más territorio para su jefe, cosa que probablemente la Camarilla no aprobaba, pero ellos acababan de llegar, si querían su trozo de pastel tendrían que discutirlo con los barones, él no era nadie para discutir o poner en duda lo que hacían o dejaban de hacer sus superiores.
-Igualmente Señora Valentina. -Dijo justo después de que otra mujer interrumpiera a su salvadora, estaba claro que el resto no estaban de acuerdo con su intervención. Camarilla o no debía estar agradecido de que hubiera parado a salvar a Luna y a él, aunque fuera por cobrarse una deuda más adelante, prefería eso que estar muerto, aunque si no quería morir o dejarse llevar por la bestia sería mejor que buscara pronto con quien alimentarse. Tomó la tarjeta elegante, la miró unos segundos y después volvió a agradecerle.- Gracias por todo. No se preocupe, no abusaremos de su benebolencia. Y sí, ya nos vamos, no hace falta que nos lo diga dos veces.
En realidad y aunque estaba agradecido por lo que había pasado, no tenía ninguna intención de volver a buscarla, esa mujer parecía peligrosa y era parte de la Camarilla, temía que los intereses de ambos grupos terminarían chocando antes o después. Hizo un gesto de despedida y vio como el coche se alejaba, él hizo lo mismo con Luna pues no se fiaba de aquellos nosferatu, era mejor perderse por las calles de la superficie donde no se atreverían a atacar y además estaba hambriento.
-Las cosas están cambiando rápido en la ciudad. Lo del Sabbath fue una guerra sin cuartel, violencia pura, la ley del más fuerte. Con la Camarilla... Será diferente.
Y se temía que sería peor. Era un luchador y le gustaba enfrentarse a su enemigo, pero la Camarilla no era el Sabbath, ellos hacían las cosas de otra manera.
Hasta la señora Valentina es una puta abogada.
La Camarilla era peligrosa, pero de una manera diferente y a Pascual no le gustaba demasiado porque eran como el ataque de aquella noche de los nosferatu, algo a traición y que no se veía venir. Debían andar con pies de plomo y debía advertir a Germán y sobre todo al señor Sandoval lo que había pasado y lo que la Camarilla pensaba, él sabría qué hacer. Esos pensamientos iban y venían, a veces claros y otras veces más borrosos, no tenía la mente centrada, escuchó a Luna y volvió a mirarla, aunque a veces parecía que no la estaba mirando a ella y se le quedaba la mirada perdida.
-Sobreviviré, solo necesito alimentarme y cuanto antes mejor. -Había urgencia en su tono y miraba a todos lados en busca de una víctima propicia para saciar su sed, por desgracia a veces no era fácil. Intentó apartar eso de su mente por un momento y centrarse en Luna, aunque era difícil.- Gracias por guardarme la espalda, ese desgraciado me habría matado. ¿Tú estás bien? ¿Te hirieron?
En otras circunstancias le habría preguntado más sobre sus poderes y capacidades, pero solo tenía un pensamiento predominante: alimentarse.
—Yo estoy bien, tuvimos suerte que justo pasara esa mina por acá, pero lo que nos hizo ganar tiempo fue el miedo que te tenían esos tipos. Se nota que no era la primera vez que enfrentaban garras como las tuyas. Como sea, desde esta noche miraré con otros ojos cada desagüe...
La joven sigue visiblemente preocupada, a pesar de que acaban de salvarse del peligro más inminente. Quizás su temor tenga que ver con tu actual sed de sangre. No es una posición muy cómoda para una crepuscular como ella estar en compañía de un guerrero hambriento que de un momento a otro puede perder el control y atacarla con dientes y garras letales. Por eso, se apresura a buscar una rápida solución al problema.
—Tengo una idea para matar dos pájaros de un tiro, seguime y te explico.
Junto a Luna, caminan unos cuantos metros hasta llegar a una calle un poco mejor iluminada. Ahí ella te pregunta si tenés monedas para hacer una llamada en la cabina de teléfono más cercana. Recordás entonces el móvil que te dieron tus superiores para la misión, lo cual termina siendo la opción más práctica.
Desde ese teléfono, se contacta con una agencia de remises, y pide que manden un coche a la calle donde están ahora parados. El mismo tarda alrededor de 5 minutos en venir, tiempo que te permite esconderte de la vista del conductor, que al llegar se detiene sin notar tu presencia y espera a que Luna suba.
Una vez adentro, podés ver como la muchacha de un momento a otro se acerca demasiado al hombre y lo muerde en el cuello, pero muy brevemente. Eso es suficiente para dejarlo en ese estado de éxtasis que produce el Beso. Te hace entonces una seña para que subas también. El desdichado remisero es transferido por vos y Luna al asiento de atrás, y te quedás a su lado mientras la joven comienza a conducir en dirección al sur.
No tardás mucho en saciar buena parte de tu Ansia, mientras van dejando el barrio de Balvanera atrás y entran en la autopista 25 de Mayo, la vía más directa para encontrar al Elefante Blanco.
Se sintió más tranquilo al saber que Luna estaba bien y asintió a sus palabras.
-Será mejor que no nos acerquemos a las alcantarillas por una temporada, sí. -Intentó sonreír haciendo una medio broma con lo que había pasado, pero estaba cansado y hambriento.- Eran demasiados, tuvimos mucha suerte, sí.
Había pasado el éxtasis de la pelea y sus garras habían vuelto a desaparecer bajo su piel, aunque no podía reprocharle a Luna que se sintiera incómoda en su presencia. Sin embargo lejos de abandonarlo y poner rumbo al encuentro con su hermano por su cuenta consiguió una víctima perfecta que le sirvió en bandeja. Pascual se alimentó de nuevo aunque tuvo la prudencia de no matar al conductor, ya habían llamado mucho la atención por esa noche. Dejó al chófer recostado en el asiento de atrás y se inclinó hacia delante para poder hablar con Luna.
-Gracias, ha sido una idea brillante. -Hizo una pequeña pausa antes de continuar y buscó su mirada por el espejo retrovisor.- Siento si te asusté, no era mi intención, pero esos desgraciados me llevaron al límite.
Se alegraba que por fin estuvieran alejándose de aquella zona y pronto llegaran al Elefante Blanco, esperaba ya que sin ningún contratiempo.
-Cuando lleguemos deja el coche en alguna bocacalle cerca, no lo aparques frente al local, o puedes bajarte e ir a decirle a tu hermano que estás bien, yo dejaré el coche más lejos y pondré al conductor delante. Pensará que se durmió en algún momento, no recordará nada.