Barrio de Villa Lugano, Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
23:51 Hs.
El viaje por la autopista dura alrededor de veinte minutos, en los cuales disfrutan por primera vez en la noche de un momento de respiro. Si bien la 25 de Mayo es una ruta muy transitada a toda hora y están viajando con un humano desmayado en el asiento de atrás, todo eso parece una preocupación menor comparada con ser perseguidos por los Giovanni y luego por una banda de nosferatus pendencieros. El Rock que suena en la radio del coche también los ayuda a sentir de nuevo cierta normalidad, entre tantas situaciones raras que pasaron.
En línea con tu consejo de dejar el coche en algún lugar alejado del destino, Luna no sólo está de acuerdo, sino que además propone aparcar bastante más lejos de lo que sería conveniente para ustedes. El motivo que da, es que el Elefante Blanco se encuentra ubicado en mitad de un barrio marginal y bastante peligroso. Por tanto, dejar al pobre conductor inconsciente y debilitado en un lugar así, sería una receta perfecta para que amaneciera con el vehículo completamente desvalijado. Por eso al final se bajan a poco más de un kilómetro del lugar, y caminan desde ahí.
Se adentran entonces en una zona de las más precarias de Buenos Aires, conocida como Ciudad Oculta. Se trata de un populoso suburbio de viviendas humildes, en su mayoría hechas con paredes de ladrillos huecos sin revoque y techos de chapa, a veces apiladas en hasta tres o más pisos. La calles suelen ser de tierra y bastante irregulares, por lo que deben andar pisando con cuidado para no resbalar con el barro que se ha formado por las recientes lluvias. La ausencia de obras de saneamiento se hace notar en el aire, aunque es un hedor leve para ustedes, que vienen de estar arrastrándose por las alcantarillas de la ciudad hace un rato nada más.
Por fortuna, sólo tardan unos 10 minutos en llegar hasta el imponente edificio. De todas formas, ese tiempo es suficiente para que algunos individuos que merodean el barrio a esas horas los divisen y miren con curiosidad. En la noche de Ciudad Oculta, todos se conocen entre sí, por lo que la presencia de intrusos no tarda en llamar la atención. Más allá de ese sentimiento de ser observados, nadie los molesta en el tramo final del viaje.
Y así es como por fin llegan a la nueva base de operaciones del Larva y su banda...
El líder de los crepusculares revisa impaciente su móvil mientras espera junto a un par de muchachos de su banda sobre la vereda frente al enorme e incompleto edificio conocido como el Elefante Blanco, que originalmente estuviera destinado a ser un hospital modelo. Luego del golpe militar de 1955, el proyecto fue abandonado, y desde entonces la estructura ha sido ocupada y desalojada muchas veces. En las noches modernas, muchos vampiros marginados buscan refugio en sus ruinosas estancias, formando así una especie de ciudad dentro la otra ciudad.
El joven escucha los pasos de ustedes acercándose y alerta a sus camaradas, sin poder reconocer a nadie por la mala iluminación de la calle. Ya cuando están a pocos metros y ve que se trata de su hermana y de vos, su expresión se relaja y se dispone a lanzar un comentario perspicaz para recibirlos, pero Luna lo sorprende corriendo hacia él y dándole un fuerte abrazo. Al principio parece que la chica está abrazando a un árbol por la nula reciprocidad que recibe del Larva, pero al final la mente del chico logra procesar la situación y corresponde con modestia el gesto afectuoso.
—Luna... —dice justo antes de terminado el abrazo. Al separarse notan que se encuentra bastante magullado y su ropa presenta agujeros y raspaduras, probablemente producto el algún choque durante la fuga más que de golpes o disparos. Sus dos compañeros presentan heridas en mayor o menor medida similares.
—¿Estás bien? Fuimos a buscarte tan pronto pudimos. Estaba complicado...
Te mira a vos después y asiente ligeramente con la cabeza, a modo de saludo.
Si bien la expresividad para mostrar cariño de su hermano es cuanto menos parca, la joven sonríe y se muestra alegre por el reencuentro. Probablemente la actitud de Ezequiel sea aun más sobria en lo cotidiano, así que el abrazo y esas palabras de preocupación no dejan de ser algo refrescante para la relación.
—Si, gracias a Pascual, me salvo dos veces en una noche —comenta aliviada, pero cuando se dispone a explicar un poco más lo ocurrido, nota que algo no está bien y su rostro se pone serio—. ¿Y el Bocha?
Su talante se ensombrece mucho más cuando el Larva la mira y niega con la cabeza.
—Lo mataron de un disparo a la cabeza cuando huíamos —confesó sin rodeos, aunque visiblemente apesadumbrado e incómodo por tener que dar la fatal noticia—. Alguien les avisó a los Giovanni que planeábamos atacar, sino es imposible que hayan tenido refuerzos tan preparados...
Mientras su hermana intenta asimilar la tragedia, el muchacho se gira hacia vos:
—Te debemos una muy grande. Como verás, no tenemos mucho, pero podés contar con nosotros para lo que sea —dice solemne, para luego ofrecerte un aro metálico que atraviesa a más de una docena de llaves de distintos tamaños y formas—. Acá tenés las llaves de la confitería. Nos toca mirar hacia adelante y volver a empezar. No será fácil, pero gracias a vos por lo menos podemos intentarlo.
Finalmente tenés en tu poder el trofeo que demuestra el éxito en la tarea que te asignó Sandoval. Esas llaves pueden abrirte muchas puertas en la organización. Hasta hoy eras un simple soldado raso más, pero ahora tus superiores tienen suficientes argumentos como para darte una tajada más grande de poder y responsabilidad.
Estuvo de acuerdo con Luna en deja al chofer y su coche en una zona menos problemática y que su único problema fuera no acordarse de como había llegado allí y después ambos comenzaron a caminar hacia el edificio donde el Larva les esperaba. Miró de reojo a los curiosos asegurándose de que ninguno tendría malas intenciones y siguió tranquilamente cuando comprobó que los dejaban en paz. Al llegar junto a Ezequiel, a pesar de todo lo que había pasado hubo un ambiente feliz por el rescate de Luna, al verla reunirse con su hermano supo que había merecido la pena, al final las cosas no habían salido tan mal. Dejó a los hermanos disfrutar de ese momento y cuando Ezequiel se dirigió a él se dispuso a intervenir, aunque antes quiso matizar lo que había dicho Luna.
-Nos cubrimos las espaldas, no estuvo mal. Y siento lo del Bocha -No lo había conocido a penas pero le hubiera gustado que todos salieran indemnes.- la verdad es que las cosas se pusieron intensas allí. -No quería darle más vueltas al asunto porque sabía que a veces los planes se torcían. Cogió el aro con las llaves, sonrió satisfecho y las levantó enseñándoselas a Ezequiel.- Con esto tengo suficiente, no me debéis nada más. Pero me alegra saber que puedo contar con vosotros en el futuro -No quería que fuera un compromiso a la fuerza, si no algo más parecido a una amistad, si eso existía en el mundo de la noche.- Y si necesitáis algo de mi podéis preguntar por ahí, el mensaje acabará llegando. -No se consideraba fácil de localizar pero estaba seguro que el Larva tenía recursos para hacerlo.- ¿Os quedaréis por aquí? Espero que encontréis vuestro sitio y podáis estableceros.
Era difícil en una ciudad que estaba teniendo tantos cambios y donde las fuerzas de poder disputaban cada manzana, pero si no llamaban mucho la atención y la zona no resultaba demasiado atractiva para los vampiros quizás podían tener una oportunidad.
-Será mejor que me vaya, seguro que tenéis muchas cosas que hacer.
No quería retrasarlos con la mudanza así que hizo un gesto de despedida y esperó a ver si alguno tenía algo más que decir. Por su parte se alejaría unas calles y llamaría a Dolores para ver si podía recogerlo.
Ante tu pregunta, el joven crepuscular asiente algo resignado y dice:
—Si, por ahora. Acá habitan muchos como nosotros, así que vamos a tener seguridad entre tanta gente. Además, la zona está olvidada por los barones y la Camarilla. Y dudo que, con las luchas que vienen, alguien tenga tiempo de mirar hacia acá y querer plantar su bandera.
Probablemente el Larva no sea un líder carismático, y sus aptitudes para el combate sean a lo sumo mediocres, pero está claro que su mente para la política está en el lugar correcto. Ciudad Oculta es un rincón insignificante en el tablero de ajedrez de la ciudad, y no tiene pinta de que eso vaya a cambiar pronto.
Balvanera y la confitería en el corazón de Buenos Aires, es un caso muy distinto.
Cuando los demás se despiden de vos y comienzan a caminar en silencio hacia el Elefante Blanco, Luna se separa un momento del grupo para acercarse y darte un sentido abrazo.
—Cuidate, no hay muchos pibes honestos como vos en esta ciudad de mierda. La verdad es que sos mi único héroe en este lío —dice risueña antes de soltarte y apresurarse a seguir a sus compañeros. Se da vuelta una última vez para agregar algo más—. ¡Chau, y mandale saludos a Inco de mi parte!
Así, el grupo de los cuatro crepusculares se va perdiendo entre las precarias chabolas que hay alrededor, hasta que finalmente ingresan al enorme hospital fallido y ya no los volvés a ver.
Ella fue por esa vez
mi héroe vivo.
¡Bah! Fue mi único héroe
en este lío.
Nadie te molesta mientras te alejás caminando de ese barrio de mala muerte.
Pasada apenas la medianoche, tu única preocupación restante es ahora volver entero a la baronía del ambicioso Sandoval, territorio que hoy es un poco más grande que ayer gracias a tus esfuerzos.
El éxito en la misión significa que tus noches como un simple carne de cañón están contadas. Los beneficios de tu nuevo rango pueden ser múltiples, pero es de esperar que te otorguen alguna propiedad decente como nuevo refugio y quizás hasta una manzana urbanizada que puedas tener como coto de caza privado.
A cambio, seguramente tengas más responsabilidades que antes, una de las cuales puede ser la de entrenar a un vampiro novato que pase a estar bajo tus órdenes. Eso y el deber de defender celosamente tus nuevas posesiones, siempre en nombre del Mandinga, quien no deja de ser el más favorecido en este asunto.
Pase lo que pase, si esta noche aprendiste algo es que la guerra nunca terminó en Buenos Aires. Solamente hay un tenso armisticio entre las muchas facciones que sobrevivieron a la lucha contra el Sabbat, y en cualquier momento puede estallar un nuevo conflicto que sean tan brutal o mucho más que aquellos del pasado.
Ante eso, sólo queda volverse más fuerte o enfrentar la Muerte Definitiva.
Y en cuanto a tu humanidad, tal vez sea de las primeras bajas en la siguiente guerra.
Pero por ahora resiste y, como dijo Luna, sos el único héroe en este lío.
Pacual escuchó las explicaciones de Ezequiel y asintió. Ciertamente aquella zona no era interesante para ninguna de las facciones, al menos de momento, y junto a más sangre débil les sería más fácil hacerse un hueco.
-Buena suerte.
Era lo único que le podía desear. A pesar de la breve colaboración y de que al final le había caído bien ambos pertenecían a grupos muy distintos y quizás sus caminos tardarían en cruzarse. De hacerlo esperaba que fuera en condiciones más favorables pues no deseaba ningún mal al Larva y su banda. Comenzaron a separarse y fue entonces cuando Luna lo sorprendió con un abrazo. Pascual se quedó rígido al principio, sorprendido. Desde su conversión era el gesto más humano que alguien había tenido con él y se sentía raro, pero por otro lado sintió cierta añoranza así que no tardó en responder a la chica abrazándola también. Pascual sonrió a la muchacha antes de responderle.
-No soy ningún héroe y tampoco lo habría conseguido sin tu ayuda. -No se olvidaba que ella se había arriesgado por él y le había cubierto las espaldas.- Ha sido un placer conocerte Luna y espero que nos podamos volver a ver alguna noche. Pero nada de paseos por las alcantarillas. -Se rió. Ahora quizás podía considerarse una anécdota graciosa, pero les había estado a punto de costar la vida. Y quien sabe lo que les costaría devolverle el favor a esa camarilla, pero sería algo para el futuro.- Cuidate. Puede que Inco pase a visitarte, creo que le has caído bien.
Podía mandar a su gato a echar un vistazo de vez en cuando, una lástima que no pudiera comunicarse con él lo suficiente para que el gato le contara cosas. Se quedó mirando como se alejaban hasta que finalmente los perdió de vista y se puso a caminar en otra dirección. A pesar de todo parecía que había conseguido su objetivo y ahora pensaba en las consecuencias. Para él tarde o temprano significaría una mejora de estatus que vendría junto a nuevas responsabilidades, quizás acabaría añorando su vida de simple soldado pero... ¿Había dejado de serlo? Estaba claro que la guerra seguía, ahora eran otros enemigos y otras formas de lucha, menos brutales y más sutiles probalemente, pero nunca menos peligrosas. Mientras caminaba buscó alguna de esas tiendas que nunca cerraba y en las que se podía encontrar casi de todo, le compraría a Inco unas cuantas latas de su comida favorita ya que aquella noche se las había ganado. Cuando terminó sacó su teléfono y marcó un número.
-¿Podés venir a buscarme? -Preguntó. No hacían falta nombres, Dolores sabía de quien se trataba. Prefería no tener que regresar andando pues se había ido alejando del territorio de Sandoval, aunque si la chica no podía tampoco le importaba disfrutar de su triunfo mientras paseaba por las calles de Buenos Aires. Al fin y al cabo ¿Qué podía temer? Él era el peligro.
—Decime por dónde paso — responde molesta, y corta en seco tras recibir tus coordenadas.
Terminás esperando un largo rato hasta que su Peugeot 206 tuneado aparece atronadoramente en escena. Lo más seguro es que estuviera hasta último minuto en alguna fiesta o rave, en donde pasan toda la noche esa música electrónica que tanto le gusta y donde además es sencillo alimentarse de mortales extasiados.
Tarde pero con estilo, ambos emprenden el viaje de regreso a la baronía de Sandoval...
Mientras tanto, en una lúgubre oficina en algún lugar de Buenos Aires...
De pie frente a un amplio escritorio, se encuentra Renzo Giovanni, visiblemente nervioso. Detrás del escritorio se sienta una figura ensombrecida, a la que sólo se le ven las manos por la tenue iluminación.
—Señor De Lucca, le aseguro que ya estamos trabajando para resolver ese tema —dice con una sonrisa histérica el dueño del bar, y luego pone sobre el escritorio una pequeña pila de fotos de baja resolución.
—Él es el "imprevisto" de esta noche. Las cámaras de la calle lo captaron, y nuestros contactos en la comisaría local no van a tardar en decirnos de quién se trata...
Durante la explicación de Renzo, De Lucca toma lentamente una de las fotos y la mira sin mucho interés durante un instante, antes de arrojarla con cierto desdén junto a las demás.
—Usted no se preocupe, señor De Lucca. El ladrón no quedará impune...