Partida Rol por web

Tal y como ha dicho el hombre un coche te está esperando en la puerta del edificio de apartamentos. Al volante hay un hombre que no conoces, pero a aquel que está a su izquierda lo recuerdas perfectamente, es el otro tipo que te propinó la brutal paliza del otro día. Y en los asientos de atrás se ha sentado ya el hombre que ha tocado a tu puerta hace pocos segundos.

En cuanto entras, el automóvil comienza su marcha hacia el centro de la ciudad, el viaje trascurre en completo silencio, lo que tampoco ayuda a que los nervios aprietan tu estómago disminuyan.

Cuando por fín se detiene ves que estás en la puerta de uno de los restaurantes más lujosos de todo San Francisco.

El señor Smith les está esperando.- dice el metre en cuanto os ve llegar y os conduce a una mesa privada dentro de un reservado.

Oswald Smith está sentado en la mesa degustando un trozo de solomillo poco hecho cuando llegáis. Ni siquiera hace la menor impresión de levantarse o de dejar de comer porque vosotros hayáis llegado.

Tengo que empezar a plantearme usar a tipos como tú para las recogidas.- dice mientras corta un trozo de solomillo que sangra mientras se lo lleva a la boca.- Sois menos llamativos que mis hombres y parece que el resultado no ha sido malo del todo.

Hay nuevo trabajo para ti. Uno grande. Hazlo bien y consideraré los intereses de deuda pagados. El trabajo es en Stockton, Fred te contará los detalles. Habla con él si tienes dudas.- Alarga el brazo hasta una copa de vino tinto y bebe un trago. Cuando vuelve a miraos pregunta.- ¿Qué estáis haciendo aún aquí? ¡Vamos! ¡No tengo todo el maldito día!

Ya en el coche, el matón que parece llamarse Fred vuelve a hablarte.- El trabajo es tremendamente sencillo. Tienes que alquilar una casa con un garaje grande en Stockton y llamarnos en cuando la tengas. Usa el dinero que hay en el sobre para pagar la fianza de la casa. ¿Alguna duda?

Intentando no balbucear, asiento nervioso.

-Sí ¿teníais pensada alguna casa o zona en particular otengo total libertad para buscar por la ciudad?-

Mientras pregunto, las dudas me asaltan ¿Para qué me están usando? Sin embargo, a pesar de mis reservas, no puedo negarme. Lo mejor que puedo hacer es terminar lo más rápido posible y después largarme a toda prisa.

-¿Vamos para allá o debo encaminarme al lugar yo solo?-

Para bien o para mal, tengo ganas de terminar esto cuanto antes.

Con que esté lejos de la oficina del Sheriff de la calle El dorado es más que suficiente.- Responde el tal Fred.- Recuerda que debe tener espacio suficiente para guardar la carga de un camión pequeño durante unos días, con eso nos vale.

¿Que demonios habrá en las cosas que debes guardar? No lo sabes, pero intuyes que no debe ser algo muy legal.

No, nosotros te dejamos en tu casa.- dice con cara de pocos amigos.- Hay trenes y autobuses de sobra para llevarte hasta Stockton.

Nada más sale de las bocas de los dos hombres que te acompañan en el coche hasta que paran en la puerta de tu vivienda, por lo que parece no les caes demasiado bien.

Cuando me bajo del coche en mi edificio me giro para despedirme aunque solo para ver como el matón arranca y se aleja por la carretera. Cuando le veo doblar la esquina lanzo un hondo suspiro que ni siquiera sabía que estaba aguantando. Tras relajarme un poco subo a mi apartamento y una vez dentro cierro la puerta y me quedo apoyada en ella.

Un poco después, tras varias vueltas por el apartamento, hago mi maleta con lo imprescindible, mirando en mi bolsillo cada poco para asegurarme de que el sobre sigue ahí. Tras cogerme un par de trajes, unas mudas, varias camisetas y algo de ropa algo más simple, me quedo mirando el diario que empecé el otro día. Tras mirarlo durante unos instantes, al final lo cojo y lo meto también en la maleta.

Cuando veo que tengo lo imprescindible, salgo de mi apartamento, cerrando bien con llave y pongo rumbo a la estación de buses.

Siguiendo las ordenes del matón de Smith hiciste la maleta y cogiste un taxi hasta la estación de trenes de San Francisco. Las ordenes habían sido bastante difusas, e incluían custodiar una carga desconocida pero que seguro que ilegal.

Lamentablemente, no tenías más remedio que cumplirlas, al menos esperabas que, si lo hacías bien, Smith te perdonara parte de la deuda y te ampliara el plazo para pagarla sin recibir a cambio ninguna otra paliza.

En la ventanilla, compraste un billete de tercera clase solo de ida a Stockton. Nadie te había hablado ni de plazos ni prácticamente de nada, así que difícilmente podías prever cuando regresarías a Stockton.