Ambroos se rió. Una risa bravucona, pero en la que había cierto respeto. Dos teclados. Valiente hijo de puta. Un enclenque de tres al cuarto dándoselas de tipo duro. Encantador.
- ¿Es una apuesta, Novak?- fue lo único que alcanzó a decir al genio, que se había entregado ya frenéticamente a su tarea. Si ese cabrón lo conseguía…bueno, iba a ganarse más que el respeto por atreverse a responderle.
Pero por una vez las cosas parecían marchar. Stille había dado luz verde a la colaboración de sus chicos y pronto el pecho del serbio iba a estar tan cubierto de C4 como el puto Sigfried de SIDA. Su viaje en solitario hacia la hecatombe se había convertido en un conflicto armado por su local y el proxeneta no podía sentirse más cómodo desgajando gargantas que sabiendo que Arjen estaría haciendo lo propio desde la puerta de atrás. Y comunicados.
- Solo tengo que hablar y que parezca que lo hago solo, ¿umh? Un soliloquio. Ambroos miró a Arjen fijamente, con unos ojos oscuros que parecían llenos de tal dureza que tenían callo. Sin embargo, sonrió con cierta amargura. Como un Hamlet o un Macbeth. Uno de esos chiflados medio suicidas cuyo núcleo cercano acaba muerto y cercenado.
Era fácil sentirse identificado cuando en estos últimos días toda su vida había sido un planteamiento suicida tras otro, que desembocaban en la gran tarea mortal de invadir la casa del gobernador, como un salmón volviendo a desovar por instinto sabiendo que será lo último que haga, arrastrado por un instinto tan destructivo como creador.
Por un nuevo futuro.
El Boulevard estaba así por el pensamiento suicida de que podía conseguir que Jurguen hiciese algo, por escuchar un mínimo de verdad en ese burdo saco de falacias y sangre seca. Pero nunca más, graznaba un cuervo furibundo, únicamente dispuesto a arrancar ojos sin remordimientos.
Pero al parecer faltaban un par de aportaciones de última hora que hicieron a Ambroos revolverse en su jaula, que el estoico Jo Deng quisiese saltar y destripar, separado por valiosos segundos de una vendetta personal para recuperar un gigantesco orgullo herido. Nombres sin importancia, menciones sobre un hilo ya descartado. Heller era el puto pasado, y Agatha ni siquiera había llegado a existir en el esquema mental del proxeneta.
- Hay miles de Janssen1. Respondió con total indiferencia, encogiéndose de hombros ante la mirada de Stille y de la niña de pelo rosa, que parecía temerosa de revelar una verdad incómoda, una especie de iluminación de última hora y último modelo.
¿Qué ese tal Axel pudiese ser hijo suyo? Perfectamente. Años de servicio y la estadística hacían que el porcentaje de posibilidades de tener un par de bastardos correteando por el mundo impunemente fuesen más que aceptables. ¿Qué eso le importase lo más mínimo?
Por supuesto que no.
- Y millones de hijos de puta. No sé porqué debería preocuparme por uno que ni siquiera sabe defenderse.
¿Qué valor tenía toda esa mierda cuando su auténtica hija y su auténtica familia, las que habían pasado años con él y habían soportado todas sus impertinencias estaban en manos de unos capullos armados con delirios de grandeza? Nada. Por él el puto Axel podía irse tan a tomar por culo como la propia Agatha. Rostros anónimos que solo venían reclamando problemas sin ninguna otra aportación.
Al menos el prepotente de Novak era útil, tecleando como un maníaco. ¿Que había hecho esa cría, salvo meterles en problemas desde el primer momento en el que se cruzó con ella, en la persecución de los tejados?
1Janssen es un apellido que significa “Hijo de Janns”, muy similar en popularidad y construcción a los apellidos castellanos como Sanchez, Martinez o Gutierrez.
Jürguen aún estaba mareado. Sabía que por allí habría algún arma, pero desechó la idea. Ni quería disparar a nadie, ni tenía el manejo para alcanzar a alguien aunque quisiera. Y salir de allí con un arma en la mano sin saber manejarla era pedirle a "quienfuera" que te pegara un tiro.
Vió cómo la chica salía, y a los hombres destrozados. Su primer impulso fué intentar salir del coche, pero entonces se contuvo. A diferencia de ellos, él si tenía una oportunidad aunque el coche explotara en mil pedazos. Ellos, en cambio, ninguna.
Se mordió los labios y a pesar del humo intentó desplazarase arrastrándose hacia donde se encontraba el mercenario [Primera tirada*]. Pero al empezar a moverse hacia él, metió la pierna mala bajo uno de los asientos. Al tirar en ángulo hizo palanca y, a parte de moverse apenas, le dolió horrores. Cerró los ojos al notar la fuerte sensación y se detuvo, para no hacerse más daño.
Leñe.
Ahora se limitó a mirar a su alrededor, a través de las ventanillas, buscando fuera del coche e intentó recordar lo que habia basado hacía apenas un segundo [Segunda tirada*], aunque a priori la primera explicación que le vino a la cabeza era que les habían atacado o embestido con algo, no acababa de precisar quién , con qué, ni cómo. Estaba algo desorientado aún.
Se fijó atentamente, si quizás también podría ver algún edificio llamativo, rótulo fluorescente o escaparate iluminado de una tienda conocida que le dijera en qué lugar de Amsterdam estaba. [Tercera tirada*] Pues vaya. La verdad es que algo le sonaba la zona, como si ya hubiera pasado por allí alguna vez, pero no sabía si por la precaria situación o los nervios no acababa de situarse bien.
Perfecto. Herido, atrapado en un coche, perdido en medio de la nada.
Bueno [Cuarta tirada*], por lo menos no estaba dándose de cabezazos ni gritando como una niña. ¿Qué es lo peor que podía pasar? ¿Volar en pedazos? Mejor. El colofón adecuado para un dia simplemente maravilloso. Casi mejor. Así mandaba todo a tomar por saco y empezaba de nuevo otra vez.
Motivo: Agilidad 4 (Mecanica 0/Pelea 0) [Moverse por el interior del coche]
Tirada: 4d10
Dificultad: 8+
Resultado: 5, 2, 6, 6
Motivo: Sabiduría 8 (Conducir 1/ Mecánica 0/ Armas de Fuego 0)[Saber cómo se ha producido el accidente]
Tirada: 8d10
Dificultad: 7+
Resultado: 8, 2, 3, 1, 1, 3, 4, 9
Exitos: 2
Motivo: Percecpción 5 (Urbe 0) [Averiguar en que zona de la ciudad esta]
Tirada: 5d10
Dificultad: 8+
Resultado: 1, 5, 5, 1, 10
Exitos: 1
Motivo: Serenidad 6 (Dific 9) [Mantener la calma dentro del coche]
Tirada: 6d10
Dificultad: 8+
Resultado: 9, 1, 7, 7, 6, 8
Exitos: 2
Ignorando a los presentes que aún estaban decidiendo si se quedaban o se marchaban, Eugenius comenzó a teclear primero en uno de los teclados y luego con una mano en cada, en ambos teclados a la vez.
Observó de refilón a Olga. - Pásame toda la documentación que tengas sobre la Torre. La has estudiado y conoces todos sus secretos mejor que yo. Estará bien que le eche un rápido vistazo antes de comenzar el ataque en serio. -
Eugenius sabía que la hacker no sabía nada sobre Avalon, dudaba que hubiera intentado entrar en sus sistemas y de seguro que físicamente no había estado en el interior. Sin embargo la Torre era otro cantar. Sobre Avalon, Eugenius ya disponía de toda la información que pudiera necesitar. De la Torre aún no.
El cerebro del genio aún dudaba si atacar primero a la Torre o a la central nuclear... ambas opciones tenían sus pros y sus contras. Controlando primero Avalon ganarían caos, más enemigos de camino y la seguridad de que no estallaría... Algo muy sensato si les interesaba su supervivencia. Por el contrario, tomar primero la Torre les daría cierto control sobre la ciudad, generaría también cierto caos, permitirían a la población comunicarse con el exterior, internet se llenaría de información, las líneas se saturarían y el trabajo de los espías de otras naciones quedaría tremendamente facilitado.
Novák casi se atrevería a asegurar que perder la Torre haría más daño a los nazis. Quizá lo más sensato sería comenzar por la Torre, y luego por Avalon. O como era su intención... comenzar por ambos a la vez... pero en Avalon sólo rascar la superficie y dejar algún programa latente... esperando. En cuanto finiquitaran con la Torre podía dejar a Silk Shade encargándose de todo y dedicarse él al cien por cien a la invasión de Avalon.
Sí, eso sería lo más sensato. En un instante todo el murmullo de fondo que su cerebro había filtrado para permitirle pensar, volvió convertirse en sonidos y palabras. Escuchó fragmentos de la despedida de Janssen y ni se molestó en mirar a ver quién permanecía en la sala y quién no.
- Todo el mundo a trabajar. Los que se queden aquí, silencio por favor. - exigió concentrándose en las pantallas. Entrecruzó sus dedos, los flexionó y éstos crujieron levemente. Giro el cuello a un lado y luego a otro.
Estaba dispuesto.