Ruth subió al cuarto que le indicó Arjen Wolfzahn y descubrió que era el dormitorio de su hija. Aún conservaba retazos de ser una niña, pero a juzgar por las fotografías ya era una mujer. Joven, quizás no mayor de edad, aunque quizás sí. Sea como fuere, ya no había niña allí escondida, y si eso era cierto, quizás hubiese corrido el mismo destino que Dyrk, su otro hijo, el varón.
Era bella, notoriamente bella, y con un gusto para la fotografía y las imágenes que dejaba casi sin aliento. Las paredes de la habitación dejaban ver una ventana entrecerrada y una estantería, en la cual se destilaban numerosos libros sobre veterinaria, geografía y zoología. Su nivel de complejidad no era excesivo, aunque a todas luces tenían que gustarte los animales para leer algo así.
Parecía tan lista como bella, y a juzgar por cómo todo parecía tener un orden, si es que no lo había ordenado Arjen, era perfeccionista y responsable. Sus ojos eran los de alguien considerada, y dados los pósters verdes de las paredes con eslóganes de Greenpeace era también una persona con conciencia ambiental.
Eso último explicaba muchas cosas, y daba que pensar si Arjen no era un ecoterrorista y su familia presos políticos, cadáveres en el río o algo mucho peor. Aunque había pocas cosas peores que morir, sufrir un lavado cerebral nazi y caer en las garras del imperio rojo era bastante peor sino.
No hay demasiadas referencias a otra gente que no sea ella en el cuarto, lo que daría que pensar un cierto grado de aislamiento o, simplemente, la necesidad de tener un espacio propio. Ese era su cuarto, suyo, y daba que pensar que pese a ser una chica joven era tan cerebral y fría como cualquier adulto. Ordenada, estructurada, sin debilidades expuestas ni siquiera en su propio santuario.
Había una jaula para hámsters sobre la mesa, aunque aún podían verse pelos de un animal más grande, quizás gatos o perros, sobre una cesta para animales que había en una esquina. También había una pecera vacía de considerable tamaño, rectangular y de cristal grueso. Sí, definitivamente le encantaban los animales.
A grandes rasgos podríamos decir que, sin llegar al complejo del Peter Pan, se resistía a perder ciertos rasgos de su infancia pese a ser una adulta. Su cuerpo podía llegar a engañar a ojos poco cuidadosos, pero su lectura y sus gustos confirmaban algo así. A partir de ahí, Ruth, que bien ya era de día y tenía un sueño de nivel notorio, cerró los ojos.
- ¿No habéis entrado?- preguntó el proxeneta con voz ronca al otro lado de la puerta-. Ya, estábais arreglándoos, claro- un deje amargo e irónico se leía en sus palabras-. Anda, iros a dormir de una vez. Luego hablamos.
El pomo de la puerta giró y entró Janssen con su barba de tres días y su cara de pocos amigos. Al fondo las gemelas Suxx se perdían en la distancia del pasillo con su habitual risilla y carácter risueño y pícaro en grado sumo. Con una señal hacia la puerta, Natasha agachó la cabeza y se fue sin hacer mayor ruido ni mirar a nadie salvo al proxeneta con una mezcla de afecto, respeto y servilismo. Cerró la puerta tras de si y dejó unos segundos en silencio al duo dinámico.
- Su amigo ya está fuera del local- declaró como saludo rígido sin mudar la expresión-. Así que ahora explíqueme qué cojones hace aquí, y no me venga con jilipolleces ni excusas de mierda sobre tomarse una copa o buscar compañía- espetó en adhesión con casi desprecio, sabedor de que capaz era Jürguen de volver a subestimarle-. La próxima vez que venga sin avisarme les grito a los clientes germanos que venía buscando servicios de sodomía. ¿Le queda claro?
Dicho eso, pasó al lado de Jürguen sin inmutarse, zarandeando el hombro para hacerse espacio vital como un cuervo, y se sentó en el asiento. Apoyó ambos pies sobre la mesa y reclinó el asiento de la silla. Su mano tanteó el cajón donde estaba el gato, que saltó al regazo del hombre, y sacó entre los dedos un puro. Se lo colocó entre los labios y lo encendió con un zippo. Dos volutas de humo salieron al aire conforme ponía los labios en forma de cuarta vocal y cerraba el mechero con un sonido metálico inconfundible.
- Explíquese- pidió, aunque más bien lo ordenaba con su porte de matón implacable propio de cualquier película de mafias-. Le acabo de salvar el trasero de su amigo el Señor Jack Daniells, pero como me toque los huevos le voy a meter el puro por el culo.
Siguió fumando alegremente unos segundos más hasta que escuchó una voz germana en la calle. Un cliente que salía de turno y abandonaba el barrio rojo y sus mieles para irse a descansar. Molesto, Ambroos pegó un manotazo a la ventana abierta y la mandó cerrar con un sonido seco y un retumbar de los cristales al sellarse.
- Ah, y por cierto...- añadió antes, cortando a Jürguen con gesto ceñudo y fingidamente despreocupado, como si lo diese por sentado-, arreglaremos pronto lo de Irina, ¿no? Muy pronto, quiero decir. Cuanto antes nos perdamos de vista antes podremos volver a nuestras vidas.
Sonrió de forma amarga. No, estaba claro que ahí nadie iba a volver a su vida.
Debido a la ausencia de la jugadora de Ambroos Janssen, este post y quizás algunos otros serán redactados por el Director.
Rumo a casa y ya en camino, Sawako serpenteó por las callejuelas de la ciudad como una víbora enferma. Asomada a las esquinas y revoloteando sobre los charcos, fue sorprendentemente un camino despejado y sin gente, pues nadie caminaba ni vivía siquiera en las calles. No había gente durmiendo bajo cartones, porque esa gente estaba muerta. Los únicos vagabundos que vivían eran los inteligentes, y los sin techo se arremolinaban en los pisos vacíos que nadie reclamaba, aunados alrededor de ventanas cerradas, persianas entornadas y latas de comida almacenadas en una esquina.
Varias veces pudo escuchar el sonido de las orugas arrastrándose por el pavimento, haciendo correr a los tanques o la maquinaria de guerra variada, desde torretas móviles hasta plataformas rígidas de transporte. El camino sólo estuvo plagado de soldados rasos hasta que, poco a poco, la joven se fue acercando a su lugar de destino sin recibir mayor compañía que ella misma en su soledad, como así se sentían tantos otros ciudadanos.
Fue ahí, cada vez más cerca de casa, cuando la vieron. Caminando al margen de una calle, sigilosa y gacha especialmente cuando la luz de las farolas no rotas incidía sobre ella. Una comitiva imperial dobló la esquina a su caer en un foco de luz amarillenta, y bien pudo escuchar los gritos en alemán de un hombre ataviado con su uniforme tan oscuro como impecable.
Difícil de adivinar sus rasgos a tal distancia, sólo su acento germano y su porte de hueso militar se distinguían. Estiró el brazo señalando a la mujer y vociferó como un doberman enfadado, con la ira que caracterizaba a los más sanguinarios del ejército rojo. Tras él aparecieron rápidamente dos soldados rasos, uno de los cuales se estaba poniendo un casco que segundos antes dejaba reposar sobre su brazo para airear la cabeza. Un tercer soldado, ligeramente más blindado con kevlar y placas, armado con un subfusil en lugar de con pistolas reglamentarias, se acercó al grupo al instante.
Al grito de su sargento, o su líder de formación al menos, ambos repararon en Sawako y la miraron mientras el inconfundible cabecilla sacaba la pistola de su cadera y pegaba un tiro al aire.
- ¡NO SE MUEVA!- vociferó con un vozarrón en un neerlandés fuertemente contaminado por el acento imperial-. Muévase y la pego un tiro- añadió con laísmo incluido y una amenaza que ya se había materializado por adelantado.
No, estaba claro definitivamente que avanzar de noche en la ciudad era una tarea sumamente complicada y bastante suicida.
Tirada oculta
Motivo: Sabiduría (Sigilo)
Tirada: 8d10
Dificultad: 6+
Resultado: 9, 7, 3, 9, 5, 1, 6, 2
Exitos: 4
Ruth asintió y subió las escaleras lentamente, como siempre, observándolo todo con atención y con el cuerpo en tensión, como un gatito asustado al que acaban de llevar a un lugar desconocido y no sabe dónde demonios está. Algo desorientada, encuentra la habitación que le indica.
Asombrada, da una vuelta por la habitación, fijándose sobretodo, con sus ojos de artista, en las fotografías e imágenes que decoraban la pared. La mayoría de éstas le gustaban. En general la habitación le gustaba, era luminosa y permitía que entrase bastante luz natural.
Al ver lo minuciosamente ordenado que estaba el cuarto, no pudo evitar acordarse de Ágatha. Ella era igual de ordenada y perfeccionista con sus cosas personales, jamás encontrarías ropa tirada en el suelo o un libro fuera de su lugar... No como Ruth, tal vez sea por el ambiente ajetreado en el que siempre ha vivido que ella sea tan desordenada y desorganizada.
La chica también tenía cierto aire a Ágatha, que no a ella, pese a que era su gemela. No pudo evitar sentir lástima por su posible destino y por la pérdida de Arjen, el pequeño resquicio de altruismo que habitaba en su interior rodeada de tanta misantropía le decía que debía ayudarlo a encontrar a sus hijos... aunque nunca había mencionado en realidad la búsqueda de la chica. Tal vez los nazis ya se han encargado de ella...
Ruth se estremeció y se frotó los brazos en un abrazo a sí misma, intentando reconfortarse. Pensaba dibujar un poco antes de dormir, pero sus párpados se cerraban lentamente, tapando el verde de su mirada.
Se sentó lentamente en el borde de la cama y sacó el móvil para escribir un último mensaje a su hermana:
"Hay un plan. He conseguido ayuda. Te mantendré enformada. Por favor, Ágatha, tened muchísimo cuidado y no dejes que os atrapen... Te quiero."
Guardó el teléfono en el bolsillo de la camisa mientras se tumbaba lentamente en la mullida cama de la habitación. Dio un par de vueltas, incómoda, sabiendo que era una cama ajena llena de recuerdos felices que se habían tornado en dolorosos. Sin embargo, el cansancio y el sueño eran mayores que su incomodidad y no tardó en quedarse dormida, encogida y enroscada sobre sí misma, como si se estuviera protegiendo con su propio cuerpo. Se acostumbró a dormir así desde que vivía con su padre.
Ya habrá tiempo de dibujar...-pensó entre el sueño y la consciencia, justo antes de sumirse en un profundo sueño.
Ruth se tumbó en la cama de la chica. Hacía tiempo debiera haber olido a rosas, o quizás a vainilla, a lavanda, o a frutas del bosque. A lo que fuese que olía el perfume de Meike, pues ese era el nombre que rezaba la firma de la chica en un cuadro de la mesita de noche. Cansada como estaba, pese a estar en la casa de un desconocido que necesitaba ayuda, rápidamente cayó presa de Morfeo.
Despertó en mitad del mismo una vez a la escucha de un sonido, que resultó ser su móvil vibrando. Era su hermana, por supuesto, que respondía con un mensaje.
"Lo entiendo, pero mamá está pesadísima. No para de buscarte, Ruth, ahora que ha salido el sol. No le diré nada de este mensaje, pero espero que sepas lo que haces. Un beso. Te quiere, tu hermana."
Hizo bien en no decir nada, pues sino el mensaje no hubiese parado de vibrar, y eso no sería bueno para nadie en absoluto. Así que durmió. Cuando despertase ya volvería a la carga, pues muerta de sueño no servía de nada su esfuerzo.
CRACK.
Un par de súbitos chasquidos, como un par de yunques como un tambor, resonaron en algún lugar. Ruth, sobresaltada, pegó un bote de la cama y se quedó de pie en el sitio. Sin embargo, no atinó a ver ni escuchar nada mas en la soledad de aquel cuarto. Todo parecía exactamente igual que cuando se había ido a dormir, sigiloso, vacío y adormecido, con un Arjen Wolfzahn que debía de estar durmiendo en su sofá.
Sin embargo, y para desgracia comunal, fue entonces cuando lo escuchó. Un tenue murmullo alemán que se filtraba a través de la ventana. Cuando asomó los ojos a las rendijas de la misma, pudo ver un ejército de furgones y vehículos policiales al otro lado de la calle. Debía haber tres vehículos blindados y una docena de coches. Varias decenas de hombres estaban allí, quizá dos o tres, hablando entre ellas. Alguno, colgado de su pinganillo o su walkie-talkie, hablaba con otros.
Aquello era un operativo policial. Y a juzgar por los dos sonidos de antes la casa de Arjen estaba súbitamente inundada hasta las trancas por cucarachas vetadas de negro que usaban ametralladora, escudo antidisturbios y casco.
Aquello era un problema real. No estúpida de si, bien podía Ruth saber que acababa de pasar. Que habían rastreado el punto de partida del mensaje instantáneo del móvil. Y si eso había pasado, podían haber hecho lo mismo con el mensaje de Agatha. Más valía que no estuviese en casa en aquel momento y que estuviese en movimiento, porque si había permanecido ahí todo el tiempo podía estar en las mismas que Ruth en aquel instante, y eso hubiese sido el fin.
El otro problema, Arjen, era qué sería de él. Parecía válido, pero estábamos hablando de un operativo de asalto por sorpresa con unidades fuertemente equipadas, y probablemente con las mismas capacidades. La élite, sólo eso podía ir a cazar a una chica que se hacía invisible. Sólo esperaba que no llevasen detectores térmicos o algo así y que la chica pudiese escapar por su lado, si es que no decidía salvar a Arjen de algún modo.
A partir de ahí podía intentar reunirse con el ecoterrorista, esconderse, hacerse invisible o invadir los ojos de alguien, ya fuesen los asaltantes, el terrorista, o quienes estimase oportuno. Aunque no eran las únicas opciones, claro.
- ¿Cómo te va en ese local, pequeña?- preguntó el anarquista con voz afable y distendida, dando conversación de rellena-. Parece un tío exigente, duro pero válido, ese Ambroos- añadió con una pausa innecesaria, quizás fruto de una adhesión a destiempo de su mente, no elocuente en grado sumo.
Era de día, acercándose al mediodía, y la calle fluida con toda su actividad. Viva y casi sana, con los policías vestidos de paisano y los nazis de uniforme caminando sin preocupación, totalmente ajenos a la población mientras nada llamase su atención. Ciertamente, la ciudad era tres mundos. El día, la noche, y el barrio rojo.
Tanto Liselot el anarquista como Gretchen la andrógina habían abandonado El Boulevard mientras Ambroos hablaba con Jürguen, o mejor dicho, se hacía cargo de él. Cada cosa a su tiempo, y y que había llegado un anarquista al local, qué menos que llevar a la pequeña Gretchen a pasar un tiempo con su mentor, protector y cuasi padre postizo.
A ella le eran ajenas cosas tales como el bombazo que suponía Jürguen, o el sumo problema de Arjen. Sin embargo, por si misma, pese a su temprana edad y su parca osadía, en aquellas horas de sol todavía ser útil como la tierra fértil a las plantas. Quizá, y sólo quizás, en compañía confidente de alguien como Liselot o Stille, o incluso sola, pudiese moverse sin peligro a las esvásticas.
Echar una visual propia más allá de la de Arjen a la Torre de Comunicaciones, ver desde las rejas la central nuclear o simplemente echar un vistazo de nuevo a los lugares donde la infame tormenta eléctrica casi les cuesta la ira de Strauss por visitarla de noche, a horas intempestivas.
O podía ser simplemente la apaciguada Gretchen movida por los hilos, cual muñeco del títere, y esperar. Aunque Diéter, todo fuese dicho, no estaba esperando en aquel momento. Su sombra era larga y afilada como el diente de un sable, y cuando volviese a recuperar a su hija sólo la electricidad la salvaría si no estaban a su lado los mastodontes pertinentes.
Y quizás, ni con esas. Todo dependía del número de hombres que tuviese Diéter bajo su nómina.
En ausencia vacacional de la jugadora de Ambroos Janssen, corto, separo y fundo presentando un nuevo escenario.
Arjen dejó que Ruth departiese al cuarto de su hermana y volvió a su pacífica rutina habitual. Tras beberse una taza de te como era común en la población local, el hombre recogió la cocina y se valió del silencio para tumbarse sobre la alfombra del salón. Sin sudar, valiéndose de un físico ejercitado, realizó sus ejercicios diarios antes de dormir en concepto de mantenimiento. 20 dominadas y 2 tantas de quince flexiones. Al acabar dejó la camiseta estampada de música y, tras una mirada al sofá, departió hacia su mesa.
Sacó la libreta, el bolígrafo, y comenzó a escribir en su diario. Tenía asuntos que poner sobre papel, y no precisamente pocos. Su vida estaba ligeramente revolucionada desde ayer, y más que iba a estarlo cuando en un futuro todo tomase otro cáliz. Su hijo, la central, el resto de personas como él. Tantos gigantes para un sólo humano, si es que aún podía considerarse como tal tras caminar como lobo y cabalgar la noche al desnudo.
Ya había abandonado la libreta y estaba la misma guardada en su bolsillo cuando escuchó el reloj de cuco cantar las horas en punto. Fue a tumbarse en el sofá para dormir como era menester, y al hacerlo, justo cuando los cojines se desinflaban bajo su peso vio la sombra moverse a través de la ventana. Y luego otra, y otra, y otra. Personas corriendo de un lado a otro agachadas y en silencio.
Su mente, ágil y presta, reaccionó rápido, pegando un bote para esconderse tras el sofá. Asomó ligeramente la cabeza desde aquella cobertura y lo vio, unas gafas tintadas asomadas tras apartar con una mano enguantada el polvo que teñía el ventanal. Pegó el rostro al cristal e intentó ver a través de las cortinas, divisando el interior de la casa sin éxito. Bajó la cabeza y pareció decir algo, probablemente por el equipo de radiocomunicación. Se levantó y siguió a sus compañeros dejando ver el relieve de un arma de fuego de asalto.
Aquello era un pelotón de acoso y derribo, y eso sólo significaba dos cosas. La primera, que no era casualidad que estuviesen en esa casa, y la culpa era él o Ruth, pues su familia ya quedaba a meses de distancia y hubiese sido demasiado coincidente. Por otro lado, sabían adónde ir para encontrarlos, o algo les había delatado, aunque era difícil saber el qué. No les habían seguido, de eso Arjen estaba seguro. Podían ser demasiadas cosas.
Conociendo como solían actuar, lo siguiente que podía esperarse era escuchar dos sonidos de puerta cediendo, tanto la principal como la trasera, y el sonido acelerado de varios grupos de pasos sincronizados al unísono. Efectivamente y sí, sin una sola palabra en alemán, Arjen escuchó cómo crujía la madera y cómo su puerta principal cedía para dejar entrar varios grupos de pisadas.
Era cuestión de tres segundos que alguien lo viese tras el sofá. Y en ese momento sólo podía haberse convertido en un animal, fuese este un oso polar o una paloma, o haber tomado un camino mucho más violento, fuese recurriendo a sus poderes o no. Era más recomendable lo segundo, ya que sino, a todas luces, por hábil que fuese Arjen, estábamos hablando de unidades de élite, lo cual, por otro lado, daba bastante que pensar. Tenía que ser algo importante para enviar a ese tipo de unidades coordinadas y no a dos policías vulgares. Quizás incluso hubiese un séquito de vehículos en la carretera frente a su casa.
Ruth debía de haberse despertado con tal estruendo, pero seguía en el piso de arriba.
Arjen no tiene la bastante Acumulación como para activar sus poderes en tan poco tiempo de reacción, asumiendo que comienza a concentrarse en cuanto ve los movimientos en la ventana. Sin embargo, puede hacer una tirada de Sincronía (8 - Poder Sobrenatural), y sumar a su Acumulación tantos puntos como éxitos haya sacado, gastando 1 punto de alma por éxito utilizado. Por otro lado, en un momento de tal tensión es necesario hacer una tirada de Valentía (8 - Poder Sobrenatural) y sacar 4 éxitos (Difícil) para que el poder sobrenatural se active de forma correcta asumiendo que el Potencial tenga éxito.
Disimulando su frustración, Eugenius comenzó a hablar. Desde luego que mataría a aquel ególatra que se lo tenía creído. Le iba a bajar los humos de la mejor de las maneras posibles, y con ello le arrebataría el fervor de sus fanáticos lacayos.
- No sé si sabe quién era Vanderveer. – comenzó. – Fue mi compañero de trabajo en Suiza durante muchos años. Lo que nadie sabía es que estuvo trabajando para los alemanes bajo coacción. Pero mi colega era listo, demasiado para esos nazis. Diseñó una inteligencia artificial que camufló en el programa de seguridad de Avalon. Y me dejó un mensaje oculto antes de que los nazis le mataran y camuflaran su muerte como si hubiera sido una muerte natural. – Eugenius creyó oportuno mezclar trozos de la historia real con pequeñas pinceladas de fantasía… para mejorar su parte en la historia y aumentar el interés de Alan Smith.
- Descubrí el mensaje de mi amigo y vine a Amsterdam para su funeral. Los alemanes me obligaron a ir con ellos porque tenían un problema en Avalon. Fingí no saber nada y fui con ellos para echarles una mano, en teoría. He tenido la oportunidad de revisar la IA de Vanderveer, es una que aprende y evoluciona muy rápido, en Avalon. Los nazis desconocen la existencia de esa IA, y el objetivo de ese virus es destruir el reactor nuclear y con él la ciudad de Amsterdam y a todos los alemanes presentes. Vanderveer me dejó instrucciones para que ampliara la capacidad de la IA, incluso me proveyó de una versión beta de su IA para que practicara. Ahora tengo los conocimientos necesarios para extender esa destrucción. Si tengo la oportunidad de acceder de nuevo al código del programa de seguridad de Avalon, puedo hacer que la IA acumule la energía suficiente para volar toda Europa y con ella a todos los alemanes. Se acabarían nuestros problemas de un plumazo… Es lo que Vanderveer quería. Pero antes quiero sacar a mi familia del continente. –
Eugenius había estudiado la situación al detalle mientras conversaba. Aquél hombre estaba totalmente confiado, y si el resto le llamaban Mesías era porque seguro que tenía alguna capacidad sobrenatural… algo similar a las habilidades de Novak. Y éste no tenía pensado quedarse para averiguar qué era lo que hacía al Mesías tan especial. Había ganado todo el tiempo que había podido y era hora de salir por patas con su hermana… y dejar que los nazis acabaran el trabajo por él.
Alan Smith decía que Gaia le había escogido. En resumen, estaba completamente loco. Eugenius no lamentaría su muerte.
- Quiere volar la central desde dentro… - argumentó como continuación el genio – Yo soy su mejor opción para ello. Usted no tiene familia ni nadie que le importe. Yo sí, es lo único que nos diferencia. – evidentemente Eugenius no creía ni un ápice de todo aquello, pero no le importaba dar coba a aquel tipo si con ello ganaba más tiempo.
En cuanto al Rembrandt y el resto de borregos… pronto se quedarían sin pastor al que seguir, y como buenos corderitos quedarían asustados y sin guía… dejarían de ser un peligro.
Eugenius se había cansado de esperar, no se tenía por un hombre paciente y menos ante los incompetentes. Tenía tremendamente claro que últimamente no había hecho más que cometer el error de rodearse de ineptos y patanes, sin ir más lejos, ahora mismo el Mesías, Rembrandt y sus hombres… y el mismísimo Eichmann, un inútil que no había sido capaz de impedir su secuestro, o de al menos seguir a los secuestradores hasta aquel lugar.
Dejó de hablar… miró a los ojos del Mesías y sin esperar una respuesta de aquél estirado, desató todo su poder.
Novak intenta mover ambos brazos mecánicos hasta situar tanto a Liselote como a Eugenius fuera del área del tanque de ácido, bajarlos y soltarlos con suavidad en el lado opuesto del tanque al que están los secuestradores (para que no tengan angulo de visión/tiro sobre ellos). Luego intentará correr para alcanzar a su hermana mientras usa ambos brazos para atacar a los secuestradores (o defenderse de ellos).
Si tú supieras...
Gretchen se encogió de hombros, contestando un lacónico "Bien" a la pregunta de su acompañante. Estaba preocupada por todo lo que se les venía encima, y también por algo tan trivial como que Stille siguiera mosqueado con ella. Lo cual le recordó que quizá, visto lo visto, no sería tan buena idea hacer a su protector partícipe de sus pensamientos. El deseo de cuidarla hacía que él tendiera a sobreprotegerla. Eso era bonito. Pero entorpecía su tarea.
Quizá Liselot fuera una mejor compañía para ciertos asuntos... pero tendría que convencerle, o engañarle.
- Ayer pasó una cosa -empezó-. Iba con Stille. Y con Ambroos. Era de noche. Ahora es de día, sí se puede ir, no habrá problemas. ¿Me acompañas?
Se estaba conviertiendo en una obsesión. Había empezado como un brote de idea, una sugerencia: quizá controlando esas tormentas artificiales se podrían conseguir distracciones para entrar en la mansión del Gobernador, o tal vez sería más fácil que le cayera un rayo letal a la torre de comunicaciones. Controla las tormentas y controlarás el mundo. Maneja los relámpagos y el resto vendrá rodado. Sé un Seth, un Iskur, un Zeus, y Diéter no podrá tocarte. Sé una Tinite sacada de siglo, un avatar de un dios muerto tiempo atrás, un fragmento de un alma sobrenatural, y Diéter no podrá tocarte. Abre los brazos a la locura, Gretchen. ¿No te das cuenta de que ha sido lo único que te ha ayudado? Aceptar a Alice, aceptar que no eres normal. Aceptar que existe el País de las Maravillas, y que tú eres una criatura extraña flotando a medio camino entre ambos mundos.
Como múltiples facetas de dioses asimilados unos a otros, como la Hator que fue Sekhmet y terminó convertida en Bastet; como una Morrigan que es al tiempo Babd, Nemain y Macha, acepta que eres una criatura construída a trozos pegados que no siempre encajan bien del todo. Acepta que sola no eres nada, que has orbitado de manera inconsciente hacia otros que son como tú. Acepta que puedes ser parte de un todo, o un Todo, que quizá te necesiten sin saberlo, que tal vez tu locura sea necesaria y deseable. Acéptate.
Ya sabes lo que pasará si te quedas quieta, esperando.
- Quiero que me acompañes -añadió.
Quiero. Casi era una orden. Probablemente, la primera orden que enunciaba en desde que murió su madre.
¿Nunca te has preguntado cómo Alice terminó pareciendo casi cuerda?
Ruth despertó sobresaltada al escuchar aquellos ruidos que no significaban nada bueno. Con lentitud, la muchacha, aún algo adormilada, se dirigió a la ventana, cerrada por la persiana. Abrió un hueco con dos de sus dedos, y dejó que sus ojos verdes escrutaran lo que sucedía allá afuera, con precaución. Lo que vio la dejó totalmente paralizada... La habían encontrado... Habían visto la grabación y ahora iban a por ella. A la mierda todo, a la mierda el plan, a la mierda su huída, a la mierda su vida...
Ágatha...
Un sudor frío recorrió la espina dorsal de la pelirrosa. Si algo llegaba a pasarle a Ágatha... Si esos malnacidos iban a buscarla y la encontraban...
Ruth prefería ni pensar en todo lo que podría ocurrirles. Sólo con imaginarlo el pulso se le aceleraba y le temblaba todo el cuerpo con violencia. Y ese no era momento para ponerse nervioso, debía salir de ahí como fuera para así refugiarse en algún sitio seguro... pero... ¿qué lugar era seguro en esas circunstancias?
La muchacha intentó serenarse, lo primero que hizo fue desmontar el teléfono móvil y romper la tarjeta de memoria donde estaban archivados todos sus contactos. Acto seguido, se escondió detrás de la puerta, por si alguien venía que no la viese de golpe y una vez ahí, intentó ponerse en los ojos de otra persona, de Arjen. Tenía que saber si estaba bien y en caso de que estuviese huyendo ya, hacia donde se dirigía... o también para hallar la manera de cómo ayudarlo.
Ruth nunca había hecho algo así a no ser que fuera a su hermana, seguramente le costaría mucho, pero en algún momento tendría que intentarlo y tal vez ese fuese uno idóneo, siempre se decía que la gente da lo mejor de sí misma cuando están bajo presión... ¿Qué más presión que varias patrullas nazis en la casa para capturarla y hacerla su conejilla de indias?
Cuando lo comprobó, dejó que otra nueva energía fluyera sobre ella... aunque ésta la conocía muchísimo mejor. Sentía como su cuerpo se iba haciendo intangible y transparente como el aire que respiraba en ese momento. Comenzó a salir de la habitación con paso lento y silencioso, pegándose a la pared todo lo que podía para evitar chocar con algo en caso de que subieran a buscarla.
Ruth espera a ver si adivina algo en los ojos de Arjen antes de realizar su siguiente acción.
Jurguen siguió con la mirada a la muchacha abandonando el despacho tras las gemelas. Las tenía bien adiestradas. Después, escuchó estoicamente las protestas y preguntas de Ambroos. En realidad, la mitad de lo que dijo le entró por una oreja y le salió por la otra. Estaba empezando a cansarse de la prepotencia de aquél hombre.
Seguía aún de pié cuando el proxeneta dejó de hablar, impaciente por algunas respuestas. Metió la mano en el bolsillo, acariciando con la mano lo que tenía dentro, como la anterior vez que vino al local. Esta vez, Jurguen permanecía de pié. Mesó su barba con el dorso de la zurda. Mientras lo hacía, pensaba:
- Me ha pillado. - Se encogió de hombros llamativamente. - En realidad he venido aquí por usted. - Inició la conversación al fin. Mientras lo hacía, se acercó a la silla para invitados, y colocándose tras ella. Usó de nuevo la mano izquierda, apollándola en el borde superior del respaldo. Pero no la movió.
Ni se sentó.
- Se toma usted muchas molestias en ocultar su pasado, señor Janssen ¿Es ese su verdadero nombre? - Antes de que Ambroos añadiera nada, apartó la mano zurda del borde superior del respaldo, en la que se encontraba apollada, para colocar la palma frente a él en dirección a Ambroos, en gesto de no hace falta que se mueva. La mano derecha de Jurguen seguía metida en el bolsillo. - He registrado su despaho y no he encontrado documento o certificado alguno que me ilumine sobre su identidad. Pero por favor, ¡no se moleste! En realidad no es de mi incumbencia... -
Se metió la mano izquierda en el bolsillo. Ahora tenía ambas en los bolsillos.
- Verá, señor Janssen. Me sinceraré con usted. Pero espero que tenga paicencia. Es una larga historia... - Desde luego, Jurguen no estaba dispuesto a decirle TODA la verdad. Pero omitir parte de la historia no era lo mismo que mentir. - Hace algunos años yo era médico. - No dijo cuantos. - Y trabajé para el gobierno y el ejército aleman. -
- Tenía acceso a cierta información sensible. Entre ellos, datos e información sobre experimentos médicos realizados a prisioneros en campos de concentración durante la segunda guerra mundial. -
Jurguen clavó entonces sus fríos y germanos ojos azules, ya apagados por la edad, en los de Ambroos. No había expresión alguna en el rostro del sacerdote. O no sentía nada, o había entrenado durante demasiado el no expresarlo.
- No se si lo sabe, pero estoy casi completamente seguro de que antepasados suyos estuvieron en alguno de esos campos... Bueno. Más exactamente en uno en particular. - Sacó su mano izquierda del bolsillo para señalar con su dedo a Ambroos mientras decía esto, enfatizando el hecho. - Lamento comunicarle que la naturaleza de alguno de esos experimentos, unos de ellos en concreto, tendíeron a provocar un tipo específico de ... tumores. -
- Al parecer, de algún modo, los nazis llegaron a afectar el ADN, y creron una sintomatología de caracter hereditario... -
Fué curioso el modo en el que el sacerdote, como quien no quería la cosa, obvio cualquier detalle o descripción sobre lo sucedido en los campos, para pasar a lo siguiente:
Esta vez, Jurguen se movió despacio rodeando la silla para invirtados hasta situarse delante de ella, y a continuación acomodarse en la misma: - Estoy muy preocupado por los descendientes de las personas que estuvieron en esos campos. Siguiendo la pista, he comprobado que muchos fueron afectados por esa terrible enfermedad... el cáncer. Como alemán, me siento responsable de los actos de mis antepasados, sobre todo contra las personas de etnia... HEBREA. - De nuevo, clavó la mirada en Janssen. estaba claro lo que quería decir con esa mirada.
- Me gustaría examinarlo, señor Janssen. Quizás el tumor sea benigno, y no haya problema, pero con la edad que tiene usted, y si además tiene antecedentes familiarse de cáncer, que sospecho que sí....-
Hubo un largo silencio.
Y un chasqueo de lengua: - Tsk, tsk. Sólo espero que lo hayamos pillado a tiempo, y que podamos EXTIRPARLO sin problema. O puede que haya suerte y en su caso se haya saltado una generación -
- ¿Qué me dice? ¿Cuando empezamos con las pruebas? - Esta vez sí, acabó con la frase con una sonrisa plagada de prístisimos dientes, propia del mismísimo Papá Noel.
Giró su rostro para mirar hacia la ventana. - Diría que empieza a refrescar... ¿No tiene usted frío? -
¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! Levanta las manos mientras cierra los ojos al escuchar al escuadrón. Todo lo malo parece pasarle a ella. Ha decidido salir el peor día de su vida para tentar a la suerte y tendría que haberse ido cuando lo ha hecho Linker, pero no... tenía que quedarse para aceptar el trato con el susodicho. Si es que parece que los hados no quieren que salga de esa ciudad, viva, al menos.
Piensa en tu inocencia, piensa en tu inocencia... a lo mejor les convences. Pero sabe que es más bien imposible convencer a alguno de esos. Y aun no sabe como es que no le han disparado, si lo que normalmente hacen es disparar y luego preguntar o ni preguntan directamente. Te echan al río como muestra de su poder.
Eres inocente, eres inocente. Piensa mientras espera que se acerquen para aplicar el castigo final. Quizá si lo piensa con la fuerza suficiente pueda salvarse, aunque es una causa perdida.
El ruido de las puertas siendo derribadas simultáneamente le dolió como si le quebraran los huesos. "Nazis en MI casa", pensó con furia. Por fin había ocurrido. Por fin le habían encontrado. Si hubiera creído en algún dios se hubiera puesto a maldecirle. Intentó tranquilizarse. Un predador convertido en presa debía tener la mente fría o estaba vendido. Ya clamaría al cielo o tumbaría un par de farolas más tarde... "si salgo de aquí", pensó su traicionero subconsciente. No. No, ése no era el modo correcto. No si, sino cuando. Sí, cuando saliera de aquí ya podría enfadarse. Así que pergeñó un plan en los breves instantes que los cazadores le dejaron mientras, presurosos y furtivos, penetraban en su guarida como carroñeros en busca de su ración diaria de carcasas.
Primero fuera la ropa. Era una verdadera lástima que su "yo" más potente tuviera que actuar en pelotas. ¿Cuántos depredadores hay? Cientos, miles, millones. Prácticamente cada animal es predador y presa a la vez. No hace falta tener garras, no hace falta tener fauces. A veces lo más simple es lo mejor, por mucho que se subestime la complejidad de ciertos organismos. Alguien dijo una vez algo como que "si me lo enseñan, lo olvido; si lo estudio, lo aprendo; si lo experimento, lo comprendo". Algo así. ¿Quién? Sócrates, Platón o alguno de esos griegos con togas y sandalias viviendo dentro de toneles. A Arjen nunca le interesó la filosofía... y quizá debiera haber prestado más atención. Fuera la ropa, sí, y se concentró. El tiempo pareció ralentizarse cuando las células de su dermis cambiaron, mutaron, convirtiéndose en cromatóforos con una capacidad de pigmentación ajena a cualquier mamífero, a cualquier vertebrado o incluso a cualquier cordado. ¿Memoria interna? ¿Conocimientos aplicados? El caso es que mientras su vello y su cabello se retraían dentro de la piel, su epidermis se volvió translúcida y levemente viscosa, de un color blanquecino por un instante antes de estallar en una miríada de colores que en uno o dos instantes se concretaron en los tonos y las formas de lo que le rodeaban. Quien no sabe subestima a lo que llama "seres inferiores", olvidando que los cefalópodos son los invertebrados más inteligentes, mejor preparados y más adaptables del reino animal. Cuando uno piensa en los terrores del mar indefectiblemente le viene a la cabeza "el Gran Blanco", ese tiburón comehombres de las películas. Nunca piensan en el pulpo vulgar, en la sepia... ni tampoco en su primo mayor, el arquiteutis, el mito viviente del kraken noruego.
Abrió los ojos, sabiendo perfectamente que su piel ya no era la de siempre, que su temperatura corporal había bajado hasta acomodarse a la ambiental. Miró al suelo y vio su ropa tirada sobre el parquet. "Incluso pueden pensar que me tiré a la niña, una excusa como otra cualquiera para explicar su presencia". Pobre Ruth. En menudo lío la había metido. Como si en aquellos momentos tuviera tiempo para gastar en obscenidades.
Las botas se acercaban, las oía perfectamente. En su cerebro sonaron los primeros acordes de aquella película de acción, Misión Imposible, pero fueron silenciados por parte de su mente consciente. No era momento de idioteces, sino de focalización de recursos. De todos los recursos. Ni siquiera pensó en lo que hacía cuando su mano cogió el diario que había estado escribiendo. Usando cada superficie, moviéndose con cuidado, lenta pero inexorablemente, paso junto a las hienas uniformadas y enmascaradas, esquivó sus miradas enjauladas en los cristales verdosos y levemente brillantes de las lentes térmicas, ni respiró cuando los cañones de las armas automáticas barrieron en silencio aquella esquina, o esa puerta, o aquel sofá. No le oyeron, no, pero sí le vieron. Oh, sí. Lo que pasó es que no le miraron.
Lo que duró su trayecto hasta la cocina fueron los segundos más largos de toda su vida. Una vez allí fue más sencillo. Las hienas habían entrado, no habían visto ni dejado a nadie atrás... por lo que evidentemente, en sus cerebros simples de soldados lobotomizados, nadie podía estar escapando por donde habían pasado. El minuto o dos que perdió en saquear su alijo secreto -se llevaría la ballesta con el carcaj lleno de flechas- y activar el volcado del cemento rápido fue todo un suplicio. Casi se le escaparon las lágrimas al ver cómo su vida quedaba sepultado por la mezcla. Los recuerdos, aquellas decenas de miles de páginas rellenadas con algo más que tinta y algo menos que sangre, quedaban enclaustrados e inaccesibles para todos. Para él. Los objetos a los que se había apegado cuando consiguió que su vida se transformara en la de alguien normal, alguien con familia, con trabajo, con una rutina gris salpicada de momentos centelleantemente coloridos... enterrados. Quizá pudiera recuperarlos. Quizá. Pero no se hacía ilusiones. Había perdido su hogar una vez más. El único almacén de vivencias que se llevaba era el último, el incompleto, el que había estado redactando minutos antes, una vida antes. No podía dejarlo así, tenía que completarlo antes de... guardarlo. "¿Cuántas vidas he perdido, Vanessa, desde aquel día? A veces creo que tuviste suerte porque tú sólo perdiste una".
Con un nuevo acceso de furia rebuscó en un armario la pimienta molida y la canela. Se lo iba a poner difícil, sí. Arjen era muy cuidadoso. No había sobrevivido casi ochenta años por actuar a la ligera, aunque muchas veces diera la impresión de no pararse a pensar. Lo que no sabía la gente era que el ecoterrorista había convertido la planificación de los movimientos en algo tan innato como un instinto. No se paraba a pensar porque no lo necesitaba. Y era una suerte, porque si hubiera tenido que pensar activamente lo que estaba haciendo... su cuerpo se hubiese partido en dos intentando controlar las pasiones, las emociones, los pensamientos, todo lo que su maldito cerebro superior intentaba manejar -las hormonas, los impulsos eléctricos, los tóxicos químicos- sin éxito alguno mientras el propio ordenador central también exigía meter baza. El grupúsculo neuronal que manejaba todo aquello, ese secretario sin nombre y ninguneado que sudaba mientras los poderosos exigían que cumpliera las órdenes contradictorias, hizo un apunte que nadie escuchó porque todos gritaban: aquello iba a pasar factura. Por mucho que su cuerpo supiese qué hacer, luego el cerebro iba a reclamar. Arjen lo iba a pasar mal... una vez recuperara el acceso consciente a su cuerpo.
Mientras las hienas rebuscaban, subían las escaleras, bajaban al sótano, invadían y violaban su intimidad, él salió por la puerta de atrás, el mismo umbral que hacía apenas una hora u hora y media había franqueado para recibir a la chica del pelo teñido de rosa a la que él mismo había guiado hasta su morada. Se permitió un respiro para reordenar su lista de actuación. Pasados esos instantes caminó ligero por la hierba, medio agachado, con el paso forzado de un ninja dispuesto a saltar a la mínima. Se dio la vuelta, siempre con cuidado de ocultar la bolsa que llevaba sus zarpas y su memoria reciente, y repartió generosamente el polvo contenido en los botes de especias. Si algún sabueso -ya fuera cánido, humano o electrónico- quería rebuscar rastros, se iba a llevar la sorpresa de su vida. El problema de tener un olfato sensible era la facilidad de saturación. "Putas hienas", pensó con odio, y quizás era el único pensamiento que se mantenía subvocalizado todo el tiempo, como esos mensajes de alarma tan estridentes que se repetían una y otra vez después de que la catástrofe ya hubiera ocurrido.
Saltó el seto y el muro aledaño. Se agachó, perfectamente mimetizado, mientras el sol por fin dejaba caer sus rayos justo sobre los tejados de los edificios. Un nuevo día amanecía. A Arjen no le hacía ni puta gracia. No se paró a pensar porque entonces hubiera colapsado. Quizá después de todo acabara colapsando pero, por favor, que eso ocurriera más tarde, en una cama bajo tierra y rodeado de sus allegados. Después, después y no entonces. En esos instantes el cuerpo seguía mandando, y el cuerpo supo lo que debía hacer, pasando olímpicamente por encima de ese sistema nervioso central en el que los sollozos, los alaridos y las alarmas se entremezclaban, en donde las órdenes corrían como pollos sin cabeza por un corral que también servía de matadero. El cuerpo supo...
...y volvió a transformarse.
La mutación no era tan dolorosa como la verdadera transformación. Cuando se remodelaba el andamiaje entero dolía tanto que el propio sentido del dolor se ausentaba, y eso era una suerte. Una vez puso sus cuatro patas sobre los adoquines de la acera el mundo volvió a cambiar. Se había convertido en un mundo de olores... y era uno en concreto -en realidad una colección de aromas que, juntos, llevaban la misma etiqueta- el que ahora necesitaba encontrar.
Cogió la bolsa con su mandíbula de perro y trotó en busca de la pelirrosa.
Motivo: Potencial(Animalismo)+Redención
Tirada: 10d10
Dificultad: 4+
Resultado: 6, 8, 9, 5, 2, 5, 4, 5, 3, 4
Exitos: 8
Motivo: Repetir dados
Tirada: 2d10
Dificultad: 4+
Resultado: 4, 8
Exitos: 2
Motivo: Destreza(Sigilo)+Fatiga
Tirada: 9d10
Dificultad: 5+
Resultado: 2, 3, 3, 1, 9, 4, 9, 5, 4
Exitos: 3
Motivo: Destreza(Sigilo)+Fatiga
Tirada: 9d10
Dificultad: 4+
Resultado: 4, 1, 1, 5, 1, 10, 3, 6, 7
Exitos: 5
Motivo: Repetir dados
Tirada: 1d10
Dificultad: 4+
Resultado: 7 (Exito)
Motivo: Sincronía(Animalismo)
Tirada: 7d10
Dificultad: 4+
Resultado: 2, 6, 8, 1, 4, 7, 1
Exitos: 4
Motivo: Potencial(Trasformación Animal)
Tirada: 7d10
Dificultad: 6+
Resultado: 1, 9, 1, 7, 6, 2, 6
Exitos: 4
Motivo: Percepción(Investigación, Rastros)+Burnout
Tirada: 5d10
Dificultad: 6+
Resultado: 4, 1, 10, 5, 8
Exitos: 2
Motivo: Repetir dados
Tirada: 1d10
Dificultad: 6+
Resultado: 6 (Exito)
Tirada oculta
Motivo: Valentía (Animalismo)
Tirada: 6d10
Dificultad: 4+
Resultado: 3, 2, 3, 7, 1, 4
Exitos: 2