Partida Rol por web

Nuestra historia nos sitúa en la tranquila y apacible aldea de Musgoseco, en una época anterior en la que los demonios caminaban entre los humanos más allá de los cruces de caminos. Una noche cualquiera, durante una tormenta infernal, y al filo de la medianoche… escuchais un
fuerte grito de dolor. Corréis a la plaza del pueblo para investigar lo ocurrido y os encentráis con que vuestro estimado amigo y vecino conocido como "Narrador" (Si, soy yo, no es casualidad que sea yo quien os cuenta esta última historia)... ha sido asesinado... empalado en la manecilla del Reloj de la Torre de la iglesia, la sangre gotea sobre los adoquines del suelo. Esta es la obra de un poder maligno, un demonio que mata por la noche y toma forma humana durante el día.”

“¡Bienvenidos a Blood on the Clocktower!
Soy EbaN, y seré vuestro narrador en esta partida que vais a jugar a Blood in the clocktower™.

¡Oh! ¡Dios mío! ¡EbaN! ¡NOO!

La mujer se echa las manos a la boca y se aparta asustada. Después lleva sus manos al corazón y llora. Han asesinado a su amado. Don EbaN, su Narrador veterano preferido.

¡Pueblo, reunámonos! ¡Debemos encontrar al causante de este mal!

Al oír un grito desde la plaza me acerco a la misma corriendo para quedar paralizado del horror al observar una escena dantesca. EbaN está muerto, su sangre empieza a coagularse, Paloma se encuentra en la plaza observando paralizada y es la que ha gritado. Me acerco para intentar reconfortarla y a la vez eliminar el miedo y horror que casi me paralizan. ¿Quién es capaz de hacer esta barbaridad?.

Aquella noche no vaticinaba nada bueno desde las primeras gotas. Fernando se encontraba acomodándose en su lecho cuando se escuchó un grito desgarrador y rápidamente se puso en pie. Cubriéndose con una bata gruesa y aferrando un garrote por si algún maleante estaba haciendo de las suyas.

Lo que no se esperaba era ver aquella escena, consiguiendo que soltase el arma de la impresión y algo se revolviese en su interior. Haciendo acopio de voluntad, mientras Paloma gritaba, él apenas alcanzó a mascullar...

EbaN... EbaN... ¿Por qué...?

Después alzó la voz, temblorosa.

No... ¿No deberíamos... bajarlo primero? -carraspeó- Quiero decir... por respeto al mejor narrador que ha tenido esta aldea. Y sí, buscar al mal pero ¿tenemos alguna pista?

Él sólo se había fijado en que debía ser alguien realmente fuerte y en que no le habían drenado la sangre. En realidad los personajes sabelotodo nunca habían sido su fuerte, pero ayudaría en lo posible.

Los gritos alertaron a Alma Yin de que algo, posiblemente malo, estuviera ocurriendo en el pueblo; por lo que esta se armó con una escoba y fue a ver qué era lo que estaba sucediendo que ameritara tanto alboroto como era el que estaba escuchando; para cuando llegó a la plaza de la torre del reloj, esta no pudo evitar mostrar su sorpresa, y -para quien la mirara- sus ojos.

-¡Oh, no!. -Exclamó alarmada- ¡Me debía dinelo!. ¿Ahola quien pagalá sus deudas?. ¡Maldita sea!. ¡Así no se puede emplendel en este pueblo si cada vez que alguien me debe dinelo es blutalmente asesinado!. ¡Plefielo que esos molosos me paguen!.

Tras escuchar el comentario de Fernando Navarro (o Felnando Naval-lo, para ella), esta aprovechó el momento.

-Si queléis, puedo vendelos una escalela... balatica, balatica...

La tormenta arreciaba, y entre los truenos de mal presagio, el grito confirmó la desgracia. 

Andrés se caló a toda prisa una gruesa gabardina encima del pijama, y salió corriendo hasta la plaza para encontrarse con el horrendo panorama.

-¡EbaN! 

Paloma gritaba, Mariano intentaba consolarla, y Fernando ponía razonamientos a la situación. Lo que ponía la china... bueno, no era razón, sino interés.

-¿Pista...? ¡Por Dios, eso ha sido obra de algo maligno, joven!- Le espetó al hombre sacudiendo el libro que llevaba aún en la mano. Una Biblia, por la cruz en su portada. Su lectura habitual al acostarse.

Roberto que andaba de picos pardos y saltado en charcos en plena luna, fue atraído como el resto por los gritos al pie de la torre de la iglesia.

-¡La Repanocha! -Aprovechaba que no estaba su madre para decir palabras que ni entendía. -Menudo muñeco se han marcado los curas. -Estaba equivocado y los gritos y las descripciones de los adultos le dejaron claro pronto su error. -Como. ¿El cuentacuentos esta muerto? ¡Me parta un rayo! -Se golpeo la rodilla sorprendido.
El chico no entendía mucho sobre la muerte, solo que sus abuelos la siguieron cuando les llego la hora y que la muerte iba a menudo a las granjas en busca de animales disfrazado de matanza.

Belén se disponía a acomodarse en su lecho cuando oyó el desgarrador grito. Rápidamente se dirigió a la plaza del pueblo, donde se encontró con una grotesca escena. El narrador, EbaN colgaba de una de las manecillas del reloj cual animal, su sangre esparciéndose por el suelo.

Una mueca de ira se dibujó en el rostro de la mujer. ¿Qué clase de persona sería capaz de hacer algo así? Entonces lo notó. Había algo en el ambiente. Algo que le erizaba la piel. No… Lo que quiera que hubiese hecho eso no provenía de este mundo. Podía sentirlo.

—¡Escuchad! —exclamó dirigiéndose a todos—. Este acto execrable no ha podido ser obra de otro que un demonio. Una criatura del averno se encuentra caminando entre nosotros. Podría ser cualquiera. ¡No confiéis en nadie! Pero os juro que la encontraré, y entonces ¡la ajusticiaremos! —gritó a pleno pulmón—. ¿¡Me oyes, vil criatura infernal!? ¡Vamos a mandarte de vuelta de donde viniste!

-¿Verdá? Yo también lo creo, Belensita. La pinga si no tenemos al mismo diablo aquí metío. 

Andrés era cubano. Llevaba mucho tiempo en Musgoseco, además de que amaba los libros y leía continuamente, por lo que solía hablar como todos... excepto cuando algo alteraba sus nervios. Entonces le salía su vena isleña. Y la muerte de EbaN, sumado a lo que acababa de decir su bella compañera, se los había alterado, y mucho.

Parecía una imagen sacada de alguna de esas historias que se cuentan al calor del hogar, en una noche fría. Una historia de esas que pasan de generación en generación, que atemorizan pero que, de igual modo, fomentan que las personas de bien se unan. Y al final, queda un mensaje positivo.

O no. 

O, sencillamente, era una de esas historias con un final atroz, que provocaban que hasta el más cuerdo de los cuerdos entregara la cuchara y su estabilidad mental.

El tiempo diría a cual de ellas pertenecía ésta.

Por mi parte, solo pude abrir la boca, en un gesto de eterna sorpresa y, por que no decirlo, nausea. Ver el cuerpo del querido EbaN ahí colgado, del reloj de la torre, empalado en la manecilla de los minutos (no se el porqué me fijé en ese detalle, ¿sería relevante?) y goteando sangre cuyo repiquetear sobre los adoquines ponía los pelos como escarpias.

Me santigüé, sin saber muy bien como, pues era una chica agnóstica y esas cosas no se me daban bien. Luego todos empezaron a hablar, que si el diablo patatín... que si el diablo patatán.

Y a mi, que quieren que les diga, todos me parecían culpables.

 Era amante de los días nublados y con posible lluvia, de eso no tenia dudas, pero la tormenta de aquella noche resultaba inquietante de forma sobrenatural, algo que se hizo más claro cuando aquel grito reunió a todo el pueblo frente a la terrible escena.

 - ¡Qué lamentable...! Exhibir de esa manera el cuerpo de nuestro querido narrador... Obviamente al responsable se le fue "el tiempo" haciendo su cruel acto - una muy sutil y momentánea sonrisa asomó en el rostro de la mujer, mientras a su vez se limpiaba con la palma de la mano unas pequeñas lágrimas que asomaban de sus ojos, tomándose con algo de humor el asunto para sobrellevar la perdida, o tal vez porque tenía un problema de hacer chistes malos en malos momentos. -. ¿Entonces un demonio se ha colado en nuestro pueblo? Por Dios, ya os decía yo que el cura últimamente andaba un poco raro: ¡Seguramente le habrán lavado el cerebro y permitió que un vil ser se colará entre nosotros! ¿Pero que podemos hacer para dar con él? ¡Hay que encontrarlo cuanto antes, o podríamos ser los siguientes en acompañar a EbaN!

 - Y coincido en que no es mala idea en que intentemos bajarlo cuando podamos: ver su cuerpo así es... escalofriante...

¡Fernando, Vicenta, corred, ayudadme! Tenéis razón, hay que bajarlo de ahí. No sé si será obra del demonio y tampoco sé si corrompió el alma de uno o varios de nosotros; pero si lo hizo una persona, muy seguramente hallaremos pruebas.

Paloma accedió a bajarlo de allí con o sin la escalera de la china. Esperaba que todo el pueblo ayudase a descubrir al culpable y se fijaría en aquellos que opusieran resistencia.

Lanzó una fugaz mirada tanto a Alma con el tema de la venta de escalera como a Vicenta con la broma, sin embargo ésta última al menos coincidió con él en la bajada del cuerpo del narrador, con lo que se dispuso a ello junto a Paloma.

A regañadientes le dio el dinero a la mercader oriental junto con una mirada furibunda.

La escalera. Ya.

Acto seguido miró a Andrés Guerra.

¿Y es que los siervos del demonio no dejan pistas?

La pregunta era medio irónica medio honesta. Es decir, no tenía ni repajolera idea. Si había un siervo de satanás actuando entre ellos, cuanto más tiempo se tomasen para tomar las pistas más tiempo tendría para limpiarlas accidentalmente. Por eso tenían que darse toda la prisa posible.

Esta mujer conto el dinero que le había dado, notando que era más que suficiente para la compra de aquella escalera vieja y desvencijada que se encontró un día andando por la calle; de hecho ese día jamás se le olvidará en su mente, pues fue el mismo día en el que aquel obrero tuvo un accidente y cayó del tejado... hizo su buen dinero vendiendo el uso del teléfono para una llamada a emergencias.

-Un segundo que voy a mi tienda a lecogel-la. -Indicó haciendo una leve reverencia (o revelencia, para ella) antes de marchar para, luego de un par de minutos volver con la escalera- Aquí está la escalel-la, la plopina plotocolalia es del 25%, pol cielto.

Con la escalera desvencijada, y sin pagar ni medio centavo de propina ni mediar palabra con la vendedora, se dispuso a bajar a EbaN de la torre del reloj. Mientras lo hacía sentía su estómago pegándole puñetazos como si fuese un saco de boxeo.

Con la boca abierta, víctima de la incredulidad y, por qué no decirlo, asqueada por la cantidad de sangre que un cuerpo podía expulsar, asistí al dantesco espectáculo que era ver como bajaban el cuerpo de EbaN del reloj de la torre.

Negué con la cabeza los comentarios de Alma Yin - ¿qué clase de persona busca el beneficio en un momento como éste?

Luego... el cuerpo.

¡Cuidado! - exclamé, en un tono de voz demasiado alto para el triste momento, aunque a la vez no demasiado alto para el canon de la época.

Mira, Fernando, la correa del señor EbaN se ha atrancado con el... con el... - la nausea amenazaba con interrumpirme - con el siete. Perdón...

-¡Canastos! -Le encantaba no tener cerca a su terca madre. -¿Van a bajarlo? -Dejo los charcos para otro día mientras quedaba atento a ver como los adultos de aquella noche intentaban ser gente de bien y quitar aquel espantapájaros realistamente logrado del reloj del campanario.

-No se yo si esa escalera sea eficiente, ¿No tienen una mas larga? -Se acordaba él de cuando padre intento quitar el avispero del arbol cerca de su ventana y por mucho que la escalera llegara hasta los insectos, quedaba corto y se llevo buenos picotazos, a veces ser justo no es lo mejor, a veces es mejor pasarse.

La votación del día 1 no es concluyente para hacer un linchamiento. Cada uno es consciente de que esta noche puede morir, asesinado por el diablillo. Pero... ¿Qué pasará? ¿Qué misterio habrá?