Disculpe la impertinencia de herr Waldemar me apresuro a decir al posadero antes de que le de tiempo a reaccionar siquiera, no fueran esas palabras a ponerlo en nuestra contra aún esta ligeramente alterado por lo sucedido. Al fin y al cabo una experiencia tan cercana a la muerte agitaría a la más valiente de las almas.
Como cazador de brujas y azote de herejes que es y habida cuenta de nuestro reciente encuentro con los bandidos herr Harwitt desea hablar con nosotros sobre la posibilidad de que nos unamos a la causa Sigmarita para limpiar este mundo del mal que lo acecha. Le hemos dicho que estamos interesados en la oferta, pero que tal vez sea mejor tratarla lejos de oídos indiscretos para no alarmar a las buenas gentes de esta posada por nada y chafarles la celebración. Es por eso que agradeceríamos que nos prestara una de las habitaciones por un rato, un par de horas a lo sumo.
El dueño se asustó ante el improperio de Ulrich y las palabras de Pieter no lograron calar lo bastante hondo. El tabernero se fue refunfuñando por lo bajo.
Sea más cortes, mercenario -recriminó el excazabrujas-, ese hombre es un santo.
Los cuatro hombres y el halfling subieron las escaleras del Dragón Danzante, buscando la intimidad de una habitación, lejos de oídos inoportunos. La habitación era limpia, pero no muy espaciosa, mucho debían gustar estos festivales para que la nobleza se conformara con dormir aquí. Había una ventana abierta, a través de la cual podían ver la carpa de festival, con los comensales devorando aquellas salchichas malditas.
Antes de cerrar la puerta a mis espaldas comprobé que ningún curioso nos siguiese al piso superior. Una vez en la habitación y tras esperar a que todos nos acomodáramos carraspee un par de veces para captar la atención del cazabrujas bien herr Harwitt, como ya le he dicho no podemos mostrarle ninguna evidencia física de la existencia de los mutantes le digo con un tono que si bien no era un susurro si era bastante más bajo que mi tono habitual pero no nos hemos vuelto con las manos vacías.
Tras el duro combate que casi nos cuesta la vida e inspeccionando los cuerpos hallamos un par de objetos que despertaron nuestra curiosidad. Se tratan de una extraña gema azul que se encontraba en posesión del brujo del grupo y de un extraño libro dicho y sin perder más tiempo saco ambos objetos y se los muestro a herr Harwitt.
El hombre se sentó en la cama y con la manga de su camisa sucia cogió la gema, le echó un breve vistazo y la depositó sobre la cama, a un lado.
Los años me han enseñado que no se debe tocar ninguna joya del Caos, no si quieres seguir siendo humano.
Después examinó el libro, primero las tapas exteriores y los bordes, lo golpeó con los nudillos, comprobando su dureza. Luego, con calma, lo abrió.
No hay duda -dijo pasadas unas pocas páginas- se trata de un libro blasfemo, usado en algún tipo de ritual herético -cerró el libro.
Todo rastro de embriaguez parecía haber desaparecido por completo.
Hay siervos del Caos en este pueblo.
Pese a que ya nos habíamos enfrentado a ellos un escalofrío recorrió mi espalda cuando el cazabrujas dijo las palabras “siervos del Caos”. Al menos ya habíamos conseguido convencerle de la existencia de aquellos mutantes y contábamos con su colaboración para combatir a aquellas horrendas criaturas.
Al menos por fortuna y gracia de Sigmar varios de ellos están muertos. Pero si las palabras de aquel ser infernal son ciertas y herr Schiller esta compinchado con ellos... tenemos que actuar con extrema cautela pues no sabemos hasta que punto el caos se ha infiltrado en el pueblo y cuantos están bajo su dominio. Por eso necesitamos de vuestra ayuda para desenmascararlos.
¿En qué grado está implicado? Llevo varios años con él y nunca ha dado muestras de ser un cultista, ni siquiera es lo que se diría un hombre devoto.
En efecto. Le dije al cazador de brujas con tono serio y semblante de piedra. La necesitamos y con urgencia. Aquel ser, tras torturarlo, nos confesó que el "patrón" les mandaba gente al castillo para que ellos los mataran, ellos se quedaban con las joyas y los objetos, y mandaban la carne de vuelta aquí para ser procesada. Apuñalo la mesa con el dedo índice como si la carne acabara siempre sobre aquella mesa. ¿Lo entiende? Esto es algo atroz. !Algo terrible! Por suerte acabamos con aquellos engendros, pero no sabemos si hay más, o si el carnicero este encontrará otro medio para tener carne gratis. Me llevo una mano al pelo y me lo echo para atrás en un gesto de terrible desesperación ante lo que aquí se estaba cocinando, y nunca mejor dicho. !No se si será un cultista! Comento con voz furivunda. Lo que pasa es que adora el dinero. Está abaratando tanto los costes, que está cocinando a gente maese Harwitt. ¿Lo entiende? Ha estado cocinando gente puede que durante años. Era muy probable que ni el mismo se hubiera dado cuenta de hasta donde estaba metiendo su alma. Puede que ni el sepa que está corrupto. Pero lo que está haciendo, es algo demostrado, confesado, y señalado por unos malditos mutantes corruptos que usaban jodida magia sucia. Esperaba que aquello afectase de verdad al duro cazador de brujas, porque realmente parecía reticente pese a las pruebas y a todo lo que se le estaba presentando.
Retrocedieron con prudencia cuando al excazabrujas le entraron arcadas, poco le faltó para no vomitar. ¿Fue el shock de la noticia o el alcohol?
Llevo años comiendo de esas salchichas -el shock de la noticia-. ¿Queréis decirme que he estado comiendo carne humano? ¡Dioses benditos, ni Sigmar podrá librarme de la venganza de Morr! ¡Es una aberración! Me convertiré en un muerto andante y causaré daño a los buenos habitantes de este Imperio. Sería mejor que me atravesase con mi espada.
El hombre estaba a punto de echarse a llorar, su fe rota ante la verdad de que él algún día se convertiría en lo que durante toda su vida persiguió.
No te equivoques. No fue tu culpa. ¿Quién iba a saberlo? Tu fe hacia el imperio y tu dedicación constante seguro que te hace ganar el perdón y el favor de Morr. Le puse una mano en el hombro y le dije con calma: Nada ganaríamos con que te atravesaras con la espada. Un leal sirviente y guerrero contra el caos moriría, y el salchichero del infierno seguiría cometiendo esta atrocidad.
Desenfundé la espada con gesto teatral y la clavé en el suelo con las dos manos, dejándola ahí oscilando levemente mientras sonaba aquel sonido "Glonnnnnggg" de metal. Debemos acabar con esto. Pero la Iglesia ha de ser testigo de lo que ocurre. Debemos hacer que se purgue a ese corrupto, que o bien está corrompido, o ha jugado con las almas de los justos, ha matado y ha servido carne de los inocentes a las buenas gentes de este lugar. Solo la Fe salvará este lugar de las manos de ese cabrón blasfemo. Esperaba que el cazador de brujas recuperara la compostura e hiciera lo que se debía hacer en aquel momento.
Apoyo a mi compañero, haciendo piña para que el cazador se recomponga y nos ayude, cogiendo del hombro a Ulrich y plantándome a su lado.
- Ulrich tiene razón, no pienses en toda la gente que ha comido esta corrupta carne, sino mejor, toda la que vas a evitar que la coma en un futuro, todos esos niños, mujeres y gente de bien...- hago gesto de gancho al aire- ¡Vamos a detener esto!
Hemos de detener a ese hombre, con discreción. Estoy convencido de que es culpable, pero necesitamos pruebas firmes.
¿Qué hacéis?
Bueno, si lo que necesitamos son pruebas de su implicación voto porque nuestro primer paso sea examinar el matadero. Las salchichas se tienen que hacer allí, por lo que si en algún lugar podemos encontrar alguna pista sobre la procedencia de la carne es sin duda alguna ahí. Lo problemático sera encontrar una excusa que nos permita pasar sin levantar sospechas.
- Hombre, tú eres cocinero. Puedes decir que te han enviado a por más material, o que te han encargado la preparación de un plato especial para agasajar a algún invitado ilustre y tienes que seleccionar los ingredientes personalmente; así podrías echar un ojo y quizá encontrar algún resto o despojo que confirmara lo que todos aquí sospechamos. Nosotros podríamos llevar recipientes para ayudarte, así justificaríamos nuestra presencia.-
propuso el tileano. El asunto era arriesgado, probablemente hubiera seguridad y no le dejarían pasar así como así, no obstante, el halfling era un tipo con recursos que sabría como salir al paso.
Todo quedó acordado. Mafred Harwitt, repentinamente sobrio, encabezó una expedición hacia la Excelentísima salchichería de Heinz Schiller. Bajando las escaleras abandonaron la taberna del Dragón Danzante. A pasos rápidos cruzaron frente a la carpa del festival donde el supuesto criminal y su socio conversaban con los asistentes, derrochando simpatía mientras martirizaba a sus empleados. Hoy sería la última vez.
Se aproximaban malos tiempo para él, muy malos. Los aventureros se encargarían de ello; pero lo que no sabían, cuando llegaron junto a la desprotegida puerta de la salchichería, era el horror que estaban apunto de desencadenar.
Todos: Fin de escena.
Todos: Recibís 210 PE