El hombre estaba muerto. No llevaba encima ningún documento comprometedor, ningún objeto que revelase a qué actividades se dedicaba, salvo el arma de la marca más común en la nave.
-¡Es como si sólo se hubiera matado porque le habían robado la maleta!- De no ser así -¿Por qué habría comprado en la cantina de la estación unos panecillos que no había comido?-
En la habitación no hay nada. Queda la maleta, que tal vez proporcionaría la clave del enigma. Y por ese motivo, una vez se llevaron el cuerpo, desnudo, envuelto en una tela...
La sensación de malestar del comisario, casi de remordimiento, era tan grande que sólo tocó la maleta de fibra después de una penosa vacilación. Aquella maleta debía de contener su justificación. ¿Encontrarían allí la prueba de que el hombre por el que había tenido la debilidad de apiadarse era un estafador, un peligroso delincuente, quizás un asesino?
Las llaves seguían colgando, como en la tienda de la Rue Neuve, de un cordel atado al asa de la maleta. La abrieron y empezaron por sacar un traje gris muy oscuro, menos raído que el del muerto.
Debajo del traje, apelotonadas, había dos camisas sucias, con el cuello y los puños muy gastados.
Un cuello postizo con pequeñas rallas de color rosa, que se había usado por lo menos quince días seguidos, porque estaba completamente negro en el lugar donde había tocado el cuello de su propietario, negro y deshilachado.
¡Y eso era todo!
El comisario se acercó, sacudió las prendas y hurgó en los bolsillos. ¡Estaban vacíos!.
¿No se había suicidado un hombre porque le habían robado esta maleta? ¡Y solo contenía un traje viejo y ropa interior usada!
¡Ni una nota! ¡Nada parecido a un documento! ¡Ni siquiera un indicio que permitiera hacer suposiciones sobre el pasado del difunto!
El traje es más grande. Al menos tres tallas mayor que la talla del difunto.
Un análisis revelará que está manchado de sangre (de mucha sangre)
El documentos electrónico para viajar (pasaporte) falso: Casualmente, seis meses antes, la PMG había descubierto en Xxxx una auténtica fábrica de identificadores falsos, cartillas militares, permisos de residencia y otros registros oficiales. Los falsificadores anunciaron que centenares de sus obras llevaban años en circulación y que, como no llevaban contabilidad, les resultaba imposible entregar la lista a sus clientes.
El indentificador demostraba que Louis Jeunet era uno de ellos y que, por lo tanto, no se llamaba Louis Jeunet.
Con ello se desmoronaba el único dato prácticamente sólido de la investigación. ¡El hombre que se había matado aquella noche no era sino un desconocido!