Partida Rol por web

Gonzalo observó como la puerta dejaba de estar obstaculizada por cerrojos, cadenas u otros elementos que aseguraban el cierre de esta. Era su momento y no podía desperdiciarlo! Mara estaba dentro y tenía que salvarla de aquella situación.

Con todas sus fuerzas, y cogiendo un par de pasos de carrerilla, el muchacho se lanzó contra la puerta para empujarla. Con ello conseguiría darle de morros al asqueroso hombre y dejarlo durante unos segundos con la cabeza en las nubes. Y con un poco de fortuna, romperle la nariz y hacerle sangrar como un mierdoso cerdo. Y Gonzalo esperaba que Sebastián ayudara en lo que tenñia en mente y colaborara en empujar el portón. Dos hombres tenñian que ser más fuertes que uno solo...esperaba!

Lo siguiente? Alcanzar a Mara y salir corriendo de aquel lugar. Y si fuera necesario, se abriría camino con la espada corta que había conseguido al inicio del viaje hacia Barcelona.

Gonzalo entra en el solar en carga, abriendo la puerta de par en par y sorprendiendo al espantoso y mugriento hombre que se encontraba en su interior. Incluso Mara se sorprende al ver a su amante entrar como una furia, arrasando cual bestia enfurecida.

-¡Anda, Rediós! ¿Tienes prisa, hermano?- dice el hombre, alucinando por completo.

A Sebastián miró atónito la salvaje carga de Gonzalo. Realmente no esperaba tal impetu y fiereza en el flaco muchacho. Viendo al sorprendido asaltate de Mara frente a la puerta, le vino a la mente esa celebre frase de Pitágoras..."Prefiere el bastón de la experiencia al carro rápido de la fortuna", así que actuó en consecuencia y le arreó un bastonazo usando sus largos años de experiencia y mala uva.

Con aquella entrada, Gonzalo no había conseguido lo que buscaba: dejar al hombre en el suelo, dipuesto para arrearle un patadón en todo el estómago y tener tiempo para salir de allí como alma que persigue el diablo.

Lo único que había conseguido era dejar al asaltador de Mara, con una de sorpresa y desconcierto. Perdón...el desconcierto vino al descubrir que Sebastián le queria atizar con su bastón y su intento había sido totalemente en vano.

Pero Gonzalo no se detuvo en sus intenciones. Sacó de su cinto el cuchillo que llevaba... Era mas diestro con las armas pequeñas que con la espada corta que habia conseguido al iniciar el viaje y, en caso de ser necesario, seria más rápido frente a aquel obeso enemigo.

-Mara te encuentras bien?- preguntó a su amante.

Era momento de mostrarse seguro y peligroso. Si intimidaba a su enemigo, este no pondría muchas objeciones en salir del caserón con Mara, y tener paz en el asunto. Gonzalo deseaba que fuera así el tema...no quería más problemas de los que ya tenían.

-Hemos venido a por esta mujer y, si no quieres acabar con tu seboso cuerpo lleno de cortes, será mejor que nos dejes marchar en paz. De lo contrario, no me importará añadir un cerdo más a mi lista de matadero...

El discurso era lo que buscaba...solo faltaba que el hombre se lo creyera.

El seboso hombre agarra a Mara por el brazo y la arroja contra Gonzalo.

-¡Bah! Tampoco es pa tanto, hombre. Hay más mozas por el mundo. Ya encontraré otra.

Y se va. Sale por la puerta tranquilamente, pero en cuanto se encuentra en la calle aprieta a correr, por si os da por perseguirlo. Resulta simpático verle corretear por la calle. Parece una bola de grasa en movimiento.

Una vez recuperada Mara, regresáis al mercado, donde tratáis de pasar desapercibidos lo que resta del día, regresando a una posada al caer la noche para dormir antes de regresar a casa al amanecer.