Partida Rol por web

 Cuando el Sátiro me dijo lo del león lo miré con ojos super abiertos y pregunté:

-¿Un león como el de las Crónicas de Narnia?

Sonreí y comencé a decir:

-Aaaay que lindo... ese león era taaaan lindo. Tenía esos ojos tan, tan sabios.

Pero entonces escuché una palabra en particular: aterrorizando. Ya no me gustó ese "detalle".

-¿Un león malo?

Me puse a temblar...me ayudó lo del gigante que me ayudaría a combatirlo, pero igual daba miedo.

-Sí señor Sátiro, yo iré a defender el bien, la justicia y a los perritos. Es que son dulces los perritos... ¿no? Bueno partiré.

Antes de hacerlo lo miré e inquirí.

-¿Es muy grande el león...?

- Bueno, no es tan grande, quizá algo más que tú o que los leones de tu mundo. Pero tampoco una criatura enorme y gigantesca, nada que no podáis tú y tu compañero animal.

Adelante id a buscar a Kruk, no os demoreis.

-Sí señor Sátiro.

Le digo y antes de partir, me volteo y le abrazo fuerte.

-Gracias por esta oportunidad. No lo defraudaré, señor. NO

Diciendo eso me doy vuelta y comienzo a dirigir hacia ese sitio.

"Espero no perderme... pero bueno... quizás me pierda y me encuentre un príncipe hermoso y se enamore de mí y tengamos diez hijos... Aaaaaaahh"

Pienso con estrellitas de emoción en los ojos.

Andas sin perderte gracias a tus dotes de rastrear hasta que llegas a la cabaña de Kurk. Allí te encuentras con un hombre barbudo, con una piel entre pétrea y musgosa. Con un pelo oscuro y largo, casi hasta la cintura. El semigigante se encuentra en este momento golpeando un arma con un gran martillo sobre un yunque. El arma está al rojo vivo y saltan chispas a cada golpe que da.

- Vaya, parece que me has encontrado, eso es que por fin Sath ha dado contigo, ¿verdad? Y bien, ¿queétripa se le ha roto a ese pequeño cabritillo?

Miro hacia arriba todo el tiempo.

-Usted sí que es grande...

Digo, y luego, comprendiendo que estoy siendo maleducada, dejo de mirarlo fijamente. En realidad este es el segundo gigante que conozco en este mundo fantástico pero nunca una se acostumbra a ellos, son realmente imponentes.

-Cof!! Bueno estem...

Llevo mis brazos atrás y comento, como una niña pequeña cuando está por dar una lección al profesor.

-Es que supuesstamente tengo que ir a ver a un león, uno que aterroriza a la ciudad de Crema... Cremaagria, cremmm... Crematia, ¡eso! Y el señor Sátiro me indicó que vos me podríais ayudar.

Sonreí.

- Así que ha dicho que yo te podría ayudar, que curioso este pequeño Sath siempre anda haciendo de las suyas. Está bien, claro qué te puedo ayudar, pero tendrás que darme tu arma si quieres que haga algo por ti.

Puedo forjar tu arma y darle una nueva aptitud, lo que tú quieras. Puedo forjar su filo y hacerla fría, ardiente, cargarla de electricidad, hacerla corrosiva, puedo también hacerla defensora, deshidratante, estridente, hacerla sagrada, o no sé si se te ocurre alguna cosa puede que yo sea el indicado para ayudarte.

Dime, que es lo que quieres que le haga a tu arma?

Miré mi espada y escuché mucho lo que el gigante me decía. ¿Podrá hacerla romántica? No, no creo... mejor no le pregunto esas cosas. Mmmm

Pensé en todas las posibilidades y en lo que me serviría más. 

-No quiero ser malvada con mi espada. Quiero ser justa.

Lo miré y me expliqué mejor.

-Quiero usarla para combatir el mal, evitando matar de ser posible.

Maldición que ni siquiera podía comenzar a imaginarme matando algo, o alguien.

-Sagrada... de todo lo que me has dicho, esa es la palabra que me ha gustado más. Sí señor gigante, hágala sagrada... yo veré cómo derrotar al león. No tengo por qué matarle... las cosas se pueden hablar. Erh... a menos que no hable pero aquí todos hablan. ¿No? Sí, sí, sagrada, eso es.

- Está bien, te haré el arma sagrada, pero esta arma solo resulta útil contra los muertos vivientes o criaturas malignas de otros mundos. No se bien si contra el León surtirá algún efecto, pero es cuestión de que lo intentes.

Kurk se larga de allí con tu arma como si fuera un pequeño palo que no le resulta para nada pesada, la mueve como si estuviese hecha de papel. Después de un tiempo, regresa y te dice:

- Creo que tendrás que demorar tu misión para acabar con el León, ahora mismo necesito una gema para incrustarla en tu arma, y no la tengo. Tendrás que ir a buscarla al pantano de los diablillos. Hasta entonces llevate tu arma contigo y ve hacia allí. En el centro de la laguna encontrarás la gema que necesito. Pero ten cuidado, el pantano está infestado de diablillos y seguramente te ataquen. Cuando te hagas con la gema, sal lo más rápido que puedas corriendo y regresa aquí. Una vez la tenga no tardaré nada en devolverte tu arma con su nueva facultad.

 -¿Diablillos?

Pregunté al gigante mientras tomaba mi espada y oía sobre la gema que debía encontrar que iría en el medio del mango o algo así.

-Wow... como... ¿cómo con cuernos y cola picuda?

Me daba bastante miedo, pero si el gigante me estaba enviando en dicha misión era porque yo estaba preparada, tenía la madera, como decían en mis tierras.

-Bien, ¿algún consejo señor gigante?

Le pregunté con mirada seria.

"Esto se está poniendo bueno pero la verdad me da menos miedo el león... pero ni modo. Una misión es una misión... a llorar a la Iglesia."

- Consejo, ninguno. Creo que Sarth te ha preparado bien, así que toma tu espada y en marcha. La gema te está esperando y por los diablillos no te preocupen, como mucho pueden despeinarte o tirarte al suelo. Alguno puede morderte, y otro arañarte, algunos dicen que segregan un veneno capaz de paralizar tus piernas, pero no creo que eso te suponga ningún problema. Así que adelante. Ven lo más rápido que puedas.

"Joder... ¡qué poco voy a vivir! Este gigante está loco, se le ha caído un tornillo, una tuerca o toda la estantería. ¿Pero qué más da?", pensé.

-Bueno, señor gigante. Ya parto.

Me fui alejando y me di vuelta una sola vez para despedirme alzando la mano.

-¡Qué tenga buen día! ¡Volveré con esas cosas!

Aunque en mi cabeza solamente pensaba en que estaba yendo directo a un encuentro mortal. Prefería el León... pero no podía elegir mi misión. Se supone que la misión te elige o algo así...

Pasadas varias horas sigues la dirección que te da el semigigante, ahí llegas por fin al lugar. 

Una marisma de aguas pantanosas, un paisaje que parece estar perennemente nublado y mucha bruma, demasiada bruma. En el centro del pantano puedes apreciar un pequeño islote con un pedrusco rojizo y brillante. ¡Ese es! Piensas cuando lo ves.

Observas la zona y puedes acceder de dos maneras, nadando por las aguas pantanosas y turbias, o atravesando los sinuosos caminos, llenos de fango y ramas secas.

-Yaack... pero aquí tendrían que venir los de salubridad, estoy segura de que esa no es agua potable. No, no.

Dije y me fijé en que otra alternativa podía haber a pasar por ese fango feo. Entonces miré que había también caminos, llenos de lodo y ramas secas. Pero siempre era mejor que meterme en esa agua y cualquier cosa tenía mi espada para cortar lo que se me cruzase en el camino.

-Por ahí sí.

Digo y me dirijo a los caminos sinuosos. Miro de vez en cuando de reojo las aguas turbias.

Un humanoide menudo con alas de murciélago correosas, una cola con púas y cuernos pequeños y puntiagudos revolotea a la altura de tus ojos, apareciendo en el aire de la nada en un abrir y cerrar de ojos.

La criatura no mide más de medio metro ni pesa más de cuatro kilos. 

Sus intenciones son claras no te dejará pasar hasta que no te arranque los ojos.

Vi a un coso espantoso, revoloteando cerca de mí, que había salido de la nada. Tenía alas como de murciélago, cola con púas y cuernos. Era más feo que mi tío Tomacito cuando se levantaba el domingo por la mañana de una buena resaca.

Tomé la espada y grité:

-¡¡Ahhhhh!!

Moví la misma a diestra y siniestra, pero no la podía sostener bien de su mango. Casi se me cae con el primer envión. Igual, yo tenía mi propia táctica: matarlo a gritos.

-¡¡Bicho feo, salí, salí!!! ¡Dios mío de mi vida... quién te puso ese maquillaje, no te queda bien!!

Gritaba y seguía moviendo mi arma como histérica. 

Estabas histérica y no podías parar de agitar el arma de un lado a otro y aquella repugnante criatura no hacía más que esquivarte como si fuera mil veces más rápido que tu. Cuando bajabas la guardia aprovechaba para pegarte mordisquitos en las orejas o en la nariz. Lo malo es que en algún intento que otro también iba a tus ojos...

Esa cosa mordía. Mordió mi nariz y mis orejas y a veces se acercaba a mis ojos. Eso fue lo que me puso realmente colérica.

-¡¡No... no, mis ojos no!!

Seguí blandiendo la espada con la esperanza de dañarlo un poco. No estaba sola, tenía a mi compañero perruno conmigo, pero quería ser yo la primera que ganara en combate. Más con ese mosquito deforme de cuernos y feo como mi tío. Por cierto no quiero mucho a mi tío, solo se acuerda de mí en navidad.

-¡No ganarás.... yo yo tengo el poder!!

Dije, aunque poco convencida de eso.