Preveía la sentencia de mi padre, pero no este destino para mi profesión. Estaba en mi habitación con dos cartas descansando en las manos y meditando qué hacer de mí mismo respecto a esos trozos de papel que definían mi futuro, pero no encontraba una respuesta satisfactoria. En los meses tras graduarme no había logrado elevarme por sobre el paupérrimo estado de "ayudante" (por el cual no consigo ni una moneda a cambio) y a pesar de tener el favor de varios profesionales, ningún contacto servía para encontrar un puesto de trabajo que ayudara a subsistir. Nada lujoso estaba esperando, sabía que debería soportar los años de hambruna y miseria de cualquier recién graduado... pero a este paso, terminaría en la calle.
Esa desesperación me había llevado a encontrarme considerando una carta sospechosa, que, probablemente, en otra situación más cómoda hubiera simplemente desechado. R. Merriweather, quien ciertamente no conozco, me ofrecía la oportunidad de "abrir puertas", declaración tan metafórica que irritaba a mi curiosidad. Pero en fin, el dinero se iba acabando y ese era el único atisbo de oportunidad laboral que había visto. Me dispuse en el escritorio con pluma en mano y escribí en galante cursiva:
Estimado R. Merriweather,
Su oferta ha despertado mi interés, me agradaría acordar una cita con usted en la proximidad.
Atte. Maverick Gallach.
Durante el transcurso del día, ambas partes intercambiaron mensajes hasta acordar verse dos días más tarde para desayunar. El señor Merriweather escogió el Ritz como sitio de encuentro, asegurando que se encargaría de la cuenta, por lo que el joven Maverick no tendría que preocuparse al respecto.
Llegado el día, el maitrê del restaurant ayudó al señorito Gallach para llegar al apartado donde se encontraba un hombre rubio, de unos cuarenta años de edad, vestido elegantemente. Sus facciones, así como su acento, lo señalaban como un americano. Frente a él ya había una taza de café a medio tomar. El señor Merriweather se levantó para estrechar la mano del recién llegado y volvió a sentarse.
-Muchas gracias por haber respondido tan pronto a mi petición, señor Gallach.- Dijo una vez se hubo sentado, y con una señal les fueron entregados a ambos un menú. El señor Merriweather pidió huevos con beicon y tostadas, además de otra taza de café, y esperó a que el joven Maverick terminara de ordenar. Una vez se hubo alejado el camarero, juntó sus manos sobre la mesa.
-Conozco de fama y renombre a su padre, el señor Gallach senior, pero me temo que no he tenido el placer de conocerlo en persona.- Comenzó. -También he averiguado un poco sobre usted, señor Gallach. Una mente brillante a la cual no permiten surgir, ¿cierto?- Preguntó, aunque era más una pregunta retórica. -Tengo algunos contactos que podrían cambiar eso. ¿Le gustaría trabajar en el Crystal Palace?- El Crystal Palace, una enorme estructura de hierro y cristal, era una de las mayores atracciones desde su construcción a mediados de ese siglo. Servía tanto como salón de exposiciones para distintos eventos, al igual que como museo. Sus salas se dividían en distintas culturas, tanto actuales como ya perdidas en el tiempo, así como también mostraban los avances tecnólogicos y proyectos futuristas.
— Gracias a usted por la invitación. — respondí en mi mejor esfuerzo de mantener buena imagen, cordial, bien educada, frente a quien posiblemente me diera un trabajo. Ordené lo mismo que él, porque había visto que era buena costumbre en reuniones así. Pedir algo más pretensioso podía dar la impresión que abusaba de su gentileza... aunque no tengo la menor idea qué impresión podía dar pedir algo menor. Cuando el camarero se marchó, escuché.
Entre halagos se refirió a mi situación actual de desempleo y le dejé continuar con su propuesta, no sin antes fruncir los labios en una sonrisa desconforme para confirmar sus suposiciones. Indudablemente oportuna era su oferta, en tanto mencionó al Crystal Palace y la posibilidad de trabajar allí mis ojos se iluminaron de cierta forma. Pero procedí con cautela.
— Qué clase de historiador diría que no. — reí al admitir, sin responderle directamente. — Sin duda sería un trabajo placentero. ¿En qué consistiría, exactamente? — consulté sin dar rodeos, con la necesidad de saber en qué estaría involucrándome.
El señor Merriweather sonrió. -Consistiría en un trabajo de investigador y restaurador. Principalmente deberá examinar las piezas que lleguen, y asignararlas a su correspondiente sala. Le aseguro que es un trabajo bien remunerado, pero creo que no sólo la parte monetaria sería de su interés, ¿me equivoco?- El camarero llegó en ese momento con los platos que colocó frente a ambos hombres. El señor Merriweather tomó la taza de café, dándo un sorbo, antes de comenzar a comer.
-Esta oferta viene con una petición personal, sin embargo. Aunque le aseguro que haría valer su tiempo y esfuerzo si aceptara.- Indicó.
Escuché atentamente a la propuesta de Merriweather... pero soy un hombre denso. De aquellos que ya han decidido que la situación irá de cierta manera y no conciben otra realidad. Quizá mis padres me malcriaron para llegar a tal capricho... pero con la conversación en la que me veía envuelto y dadas las circunstancias, era muy probable que Mr. Merriweather no deseara perder el tiempo con alguien quien no pensaba contratar.
Asentí ante la descripción del trabajo, y ante su pregunta por igual. — Ciertamente es un trabajo que iría en mi como un guante. — Le aseguré al revolver el café que presentaron a nuestro frente. Luego presentí esa inevitable "condición", letra pequeña del contrato. — ¿En qué podría asistirlo? — acoté a su petición, ya servicial en el tono. Probé el café, muy falto de azúcar, y le agregué uno que otro cubo más.
Dejando un momento aparte los cubiertos, el señor Merriweather enlazó sus dedos frente a él, mirando hacia el joven señor Gallach. -Su padre ha hecho un descubrimiento recientemente. Una tumba desconocida cerca de la pirámide de Keops, se cree que puede tratarse de alguna de las concubinas del Dios Emperador. Los objetos hallados serán enviados al museo británico, sin embargo me interesaría que parte de esta exhibición llegara al Crystal Palace. Supongo que una carta con la firma de su famoso padre podría ayudar a que se haga este desvío. ¿Cree que pudiera facilitarme tal carta? Seguramente su letra no será difícil de imitar para su hijo...- Miró fijamente con una sonrisa benévola al joven señor Gallach.