Jim se queda estupefacto ante las palabras de Scarlett, y de ahí pasa rápidamente a esa furia que ella ya le conoce.
¿Y eso a qué viene? ¿Todo lo de que Ash me estaba preparando para la caza que era, una broma? Pues siento tener que decírtelo, pero no necesito permiso de nadie para hacer lo que crea conveniente. Ash era mi amigo y si me estaba preparando para eso le pienso dar al menos una oportunidad. Quédate con la llave mágica de Ash si quieres. Yo voy a recoger unos cuantos libros más y voy a seguir leyéndolos. Si tengo que entrar en la armería créeme que tarde o temprano lo haré. No voy a pedirte que recojas las moto ahora; puedes hacerlo cuando quieras, que no cierro la puerta con llave.
Furioso, emprende el camino de vuelta hacia su pickup.
Los jóvenes de hoy en día no tenéis ningún respeto - rezonga Iris - Por eso os pasa lo que os pasa: confundís el culo con las témporas.
Nada - responde el sheriff con gesto tajante - El cuerpo de Ashton Clarke no tenía nada ni remotamente extraño. Murió en un incendio accidental en su casa. Confórmese con eso ¿Queda claro? No quiero a otro John Winchester asustando al pueblo con historias de demonios, brujos y puertas al Infierno. Si ya ha terminado lo que estuviera haciendo aquí - señala los símbolos mágicos recién excavados en la tierra - recojan sus cosas y váyanse del pueblo. En cuanto a usted, señora Bates, debería darle vergüenza seguirle la corriente a un chiflado como Royce Wolf.
¡Me engañó! - protesta la mujer mientras dos agentes la levantan del suelo esposada.
Eso déjelo para el juez Knight...
Las palabras de Scarlett no le pasaron inadvertidas a Jim, cuya furia apenas había quedado atenuada por la muerte de Royce. En realidad, me pareció que era como un jarro de agua fría sobre la satisfacción que en ese momento sentíamos, tanto él como yo, por los deberes cumplidos, por haber logrado acabar con Royce y detener una vez más el apocalipsis que se nos venía encima.
Pero los deseos de Scarlett se habían ido al infierno al no recibir por parte de Jim ningún acercamiento, aunque yo no me diese demasiada cuenta de ello. Después de todo, los sentimientos, ese complicado entramado formado por acercamientos y alejamientos, anhelos, amores y desamores, sueños frustrados y búsquedas imposibles, era más de lo que yo era capaz de comprender.
Y por lo visto, no era al único que le sucedía.
Tampoco era como si pudiésemos quedarnos debatiendo por allí porque el sheriff, más malhumorado que de costumbre, algo lógico, por otro lado, si teníamos en cuenta que se le había fastidiado todo el plan de traer de regreso a ese demonio, nos quería fuera a la mayor brevedad posible.
No había mucho más que decir y sí mucho que hacer antes de marcharse, porque en mi cabeza se empezó a fraguar un pequeño plan que guardé para mí, sobre todo durante el trayecto de regreso al hotel, el cual ahora no sabía quién llevaría, pero en el que tendríamos que detenernos, primero para recoger nuestras cosas, pero también aunque fuese para, al menos yo, darme una buena ducha y cambiarme de ropa. Aprovechando que Scarlett estaría con pocas ganas de hablar, el viaje fue para mí el mejor momento para darle forma a todo lo que estaba pasando por mi cabeza… para satisfacción de mi pasajero oscuro.
Ignoraba lo que iba a hacer Scarlett, aunque me daba la sensación de que estaría deseando salir de allí en cuanto le fuese posible, dejando atrás no solo a un pueblo desagradecido sino a un hombre que había tenido delante de él una gran oportunidad y la había dejado escapar, lo cual me parecía que lo único que conseguiría sería que Scarlett se mostrase todavía más enfadada que de costumbre con todo el mundo.
Pero no podía entrar en ese juego, porque no dependía de mí, ni sabía tampoco si había algo que pudiera decir o hacer para minimizar el golpe, así que simplemente dejé que transcurriese el tiempo. Me duché, guardé toda la ropa excepto la que iba a utilizar para marcharme de allí, y la que me acababa de poner, discreta, cómoda, por supuesto incluyendo los guantes, y mi cuchillo favorito, y me preparé para que salir del hotel en cuanto oscureciese.
Las calles estaban vacías, quizás porque era lo más habitual en aquel pueblo, o a lo mejor porque después de todo lo que había ocurrido, la gente estaba celebrándolo a su manera, en los bares o en sus casas.
Lo mismo me daba.
Caminé amparado por la oscuridad, evitando en la medida de lo posible ser visto por nadie, adentrándome en el pueblo hasta alcanzar la cárcel. Aquel pequeño edificio no parecía tener una seguridad a prueba de bombas precisamente. Había traído mi cuchillo, que era no solo lo único que necesitaba, sino mi arma preferida, pues solo con algo tan físico y directo podía calmar mis ansias. Tras ver el edificio, me acerqué a una de las ventanas para mirar en el interior. Había un guardia sentado en una mesa detrás del mostrador, aunque apenas alcanzaba a verle el rostro. Parecía estar concentrado en el ordenador que tenía delante.
Ahora solo necesitaba hacer un poco de magia para conseguir lo que estaba buscando. Un hechizo de campana sería lo ideal. Mediante el mismo, crearía una especie de “cortina” que impediría a la víctima ver u oír cualquier cosa alrededor de un metro cuadrado de distancia. Muy útil en casos como aquel. La única dificultad consistía en lanzarlo… y no errar. Viendo en donde estaba, me coloqué justo en donde se encontraba pero al otro lado de la pared, me concentré… y lo lancé. Si había salido tenido éxito, podría entrar sin problemas en la prisión y dispondría de diez minutos solo para mí. Si no… tendría que inventarme algo.
Así que di la vuelta, abrí la puerta y saludé como si tal cosa.
-Buenas noches, agente –dije en voz alta y clara. El agente continuó haciendo lo que estuviera haciendo, sin prestarme atención.
Miré entonces a mi alrededor, viendo una pequeña mesita que había cerca de la puerta de entrada, sobre la cual había un horrible jarrón y algunas revistas locales. Cogí el jarrón y lo dejé caer en el suelo, rompiéndose en pedazos.
Perfecto.
Acto seguido abrí la puerta que llevaba a las celdas y entré en el corredor. Nada más entrar vi las llaves de las celdas colgadas de un gancho en la pared. Las cogí y me dirigí con ellas en la mano en busca de la mujer.
La señora Bates estaba en la última celda, con aspecto entre abatido y nervioso, quizás preguntándose lo que sería de ella. Aquellos últimos pasos que debía dar eran los más difíciles, porque con la muerte tan próxima, resultaba difícil contenerme y no actuar por puro instinto y dejándome llevar por las ansias de sangre, pero estaba habituado a ello y necesitaba disfrutar y transformar una necesidad en un premio por lo que había hecho. Por otro lado, si alguna vez había existido la posibilidad de sentir remordimientos por lo que estaba a punto de hacer, habían desaparecido en cuanto recordé al muchacho que habíamos salvado.
Nada más verme aparecer, se puse en pie y me observó sin saber qué decir. Llevaba el cuchillo en la cintura, pero a la espalda, y mi sonrisa debía bastar para calmarla.
-Buenas noches, señora Bates. He venido a buscarla. Después de todo, le prometí que la protegería.
Aquellas palabras fueron suficientes para calmarla, y lanzó un largo suspiro de alivio.
-¡¡Gracias a Dios!! Yo... usted sabe que me obligó, que no quería hacerlo. Pero ese maldito sheriff no lo entenderá nunca. Tengo que salir de aquí. Yo.. puedo marcharme del pueblo rápidamente; tengo una hermana en Dakota del Sur y nadie sabe que existe. Allí estaré segura.
Cuando termine, también lo estará aquí.
-Eso... suena como un plan -le dije, simulando una alegría que en todo caso, experimentaba por otro motivo. Saqué el manojo de llaves y después de probar dos de ellas, di con la que abría la puerta. Giré la llave, tiré de la puerta y la abrí completamente. Y entonces... en cuanto la mujer dio dos pasos para salir de allí, con un rápido movimiento, saqué el cuchillo de mi espalda y se lo clavé en el vientre, hasta el mango.
Nada más hacerlo, todo cobró sentido. Aquello era mucho mejor que un orgasmo, porque no solo calmaba las ansias de mi cuerpo, sino también las que llenaban mi espíritu. Al mismo tiempo que la vida abandonaba el cuerpo de la señora Bates, y que la sangre comenzaba a deslizarse por mi mano y caía al suelo, sentía como si el mundo dejase de girar y se detuviese únicamente para mí.
Unos breves instantes para el universo, pero el infinito para mí.
Segundos más tarde, extraía el cuchillo del cuerpo de la señora Bates, que caía al suelo con gesto de sorpresa, la boca entreabierta y los ojos buscando algo en lo que fijarse.
-No se preocupe. Ya nadie más podrá hacerle daño -le dije suavemente, agachándome a su lado hasta que sus pupilas acabaron por dilatarse completamente y sus pulmones, terminaron por exhalar su último aliento.
Siempre cumplo mis promesas.
Poco a poco empezó a formarse un pequeño charco de sangre bajo el cuerpo de la señora Bates, que aún contemplé durante unos pocos segundos, antes de limpiar la hoja de mi cuchillo y ponerme en pie, evitando mancharme los zapatos con la sangre. Me volví, recorrí de nuevo el pasillo para llegar a la puerta de entrada, dejé las llaves en su lugar, y salí a la oficina, en donde el agente continuaba con su particular trabajo nocturno.
Solo por curiosidad me asomé desde la distancia, para no romper la campana, y vi que estaba jugando al ajedrez y sosteniendo un manual con jugadas. Por lo que podía ver, estaba perdiendo y su frustración iba en aumento.
Pasarían horas antes de que se diese cuenta de lo que había hecho, tiempo que yo aprovecharía para alejarme de allí sin dejar rastro, cerrando una visita que había resultado ser bastante satisfactoria. Era el pago que exigía por la cacería. El pueblo había quedado libre de amenaza y también de la responsabilidad de tener que decidir sobre la vida de una persona de cierta importancia, y a cambio yo había obtenido lo que necesitaba.
Paz interior.
Sin decir nada más, me dirigí hacia la puerta y salí del mismo modo en el que había entrado... pero mucho más contento e infinitamente más tranquilo. Mi pasajero oscuro podría descansar durante una temporada, y para cuando despertase... ya estaría preparando la siguiente cacería.
Me sentí tremendamente dolida ante las palabras de James. Ya no era Jim y estaba a un paso de llamarle por su apellido. De todas maneras, me gustaba más James que Jim, me sonaba más a hombre no a crío. Le vi marcharse y le dejé ir, no quería verle más, no en ese momento. De hecho mi moto se quedó en su casa con mi ropa hasta el último día que estuve en aquel pueblo, cerrando todo.
Y es que el sótano de Ash no podía quedar sin cazador que lo protegiese y con James y su idea de que estudiando y con que Ash le hubiese iniciado sin decirle nada, sería suficiente para ser un cazador, estaba completamente equivocado. Al menos había un Guardián allí coherente que entendió lo que le pasaba a James cuando se lo expliqué y acordamos vaciar el sótano de objetos. Como yo tenía la llave y el libro con los objetos del lugar, no dejamos nada. De hecho hasta rebuscamos por si quedaba algo oculto.
En cuanto al hacha que quería James, había que entregársela a su dueño o al menos que sus seguidores viesen que había caído antes de que un cazador pudiese reclamarla, por lo tanto, ese arma se guardó bien protegida e incluso yo más adelante me uniría a la búsqueda de los fieles de ese ángel.
Estar en aquel pueblo me dolía. Allí había perdido a Jessie y a Nate, sobre todo a Jessie, mi mejor amiga... y seguir en aquellas calles y procurar no encontrarme con James mientras terminaba de cerrar cosas era complicado, porque sentía que le necesitaba, que necesitaba sus abrazos porque había perdido mucho y no sentía que hubiese ganado nada aún acabando con aquel cabrón de Royce.
Al fin el último día, mientras oscurecía y Dexter ya había salido de la ciudad, fui a casa de Jim y cogí mis cosas, junto con los comics y mi moto y me fui sin más. Entré en la tienda de Hunt y le dejé los comics, una carta cerrada en un sobre donde se leía "Para Jim de Scarlett" y algo pequeño envuelto.
Hunt me preguntó que era lo que había pasado con Jim y simplemente le dije que quizás él tuviese la respuesta, pues yo aún no entendía nada, pero que le entregase todo según le viera y me despedí de él. Al menos se le veía un buen hombre que quiso mediar de alguna manera, pero quien debía saber cual era su sitio y elegir era James, no yo. Y mientras no se bajase de la burra, no había nada que hacer.
Pero no todo iba a quedar así. El sheriff jugó mal sus cartas e iba a pagar por ello. No quería un Winchester, pero había ido contra una Van Helsing y eso le iba a costar caro.
No me resultó complicado colarme en en lugar donde aún estaba el cuerpo de Ash, al cual saqué unas cuantas fotos. Luego miré el informe de la autopsia. Encontré el falso, el de las quemaduras por el incendio, pero el cuerpo que tenía delante y el informe no se correspondían. Así que en medio de aquella noche me tocó buscar más allá. Imagino que los daños que causé en el lugar por destrozar hasta una caja fuerte con mis propias manos e incluso acabar en la oficina del sheriff y dejarle todo hecho un asco, con la verdadera autopsia de Clarke en mis manos, debió ser suficiente para que entendiese que no se jugaba con los cazadores.
Para la próxima o nos pegaba un tiro o colaboraba con nosotros.
Hunt me hizo saber que le entregó la carta a Jim al poco de acabar en la oficina del sheriff y montarme en mi moto para marcharme de allí para siempre, mientras mis lágrimas por él eran limpiadas por el aire que generaba mi moto por aquella oscura carretera. No me gustaba conducir de noche, no podía disfrutar de los paisajes, pero allí ya no tenía nada más que ver. Lo mejor lo había perdido, seguramente para siempre, por creerse más que nadie.
Y mientras él leía mi carta, el motor de mi dama rugía en la noche, dejando atrás demasiados malos recuerdos.
O al menos esperaba que así fuese.