Continúo corriendo, mirando hacia atrás únicamente para asegurarme de que los demás me siguen, y de que el ciempiés gigante está a una distancia prudencial. En una ocasión me detengo a esperar a Arven, la tomo del brazo y la ayudo a correr más deprisa. Mientras lo hago, todos los sonidos parecen atenuarse, y sobre el telón de fondo de mi audición vuelve a sonar el rítmico sonido de tambor.
Miro a mi alrededor, pero no se me ocurre ninguna idea para frenar a nuestro inmenso perseguidor. La única posibilidad que me viene a la mente es que, al salir por las puertas del otro lado, podamos cerrarlas tras nosotros y estén en el bastante buen estado como para aguantar las embestidas de la bestia.
—¡A la puerta! —exclamo a voz en cuello—. ¡Ya falta poco!
Solo espero que podamos llegar hasta el otro lado antes de que la criatura nos dé alcance…
Pues, si nada se tuerce, continúo corriendo hasta la salida.
Me detengo para ver cómo le va a Ean. Liam e Yldiane lo están ayudando a avanzar, de manera que me quedo detrás de ellos para cubrir su huida. No tengo la intención de plantar cara al monstruo, pero si este tiene que devorar a alguien, prefiero que sea a mi. No puedo evitar sentir que los he puesto en peligro innecesariamente al haberlos conducido por este camino.
—¡Vamos, hacia la salida del edificio! —exclamo sin demasiada convicción. Todo ocurre por alguna razón, y si nuestro destino era abandonar este lugar sin nuestros recuerdos... habrá que aceptarlo.
Corro detrás de mis compañeros.
Pues eso, que en principio vamos hacia la teórica salida, ¿no?
Aquella cosa se los iba a comer, a no ser que apretaran el paso. la pierna le dolía horrores a Arven, sobre todo por el esfuerzo que estaba haciendo. No sabía si por dicha extremidad estaba corriendo la sangre de nuevo, o era simplemente el sudo que le empapaba el cuerpo. No había tiempo para detenerse, solo para correr.
Apoyó la decisión de salir de allí.
-¡Vamos, un último esfuerzo!- Intentó infundir ánimos a sus compañeros
Ean se dejó arrastrar, esa seria la palabra más correcta dada su situación, por ese odioso laberinto en el que se habían visto metidos sin saber ni por qué ni cómo habían acabado allí.
Y como el destino se meaba con el viento apuntando a sus caras, era lógico que lo siguiente con que se topasen fuera un cienpiés gigante del averno dispuesto a comérselos sin masticar.
¿Por qué coño se los quería comer todo ser vivo que se encontraban? ¿Habían bajado algunos puestos en la escala evolutiva los humanos en ese tiempo de pérdida de memoria que padecía el grupo? Fuera como fuese, volvían a correr todos en pos de la salida.
-Gracias amigo...- le dijo a Liam, intentando hacer el máximo esfuerzo para andar por sí solo y que no recayese todo el peso en el pobre Liam.
Sacudo la cabeza rápidamente para despejar el shock en el momento en que Arven tira de mi brazo. Las fauces de aquel monstruo han sido de lo más cerca que he estado de la muerte súbita... Claro que últimamente he estado más veces cerca de la muerte que en el resto de mi vida...
Gracias al tirón de mi amiga, mi amígdala toma el control y salgo corriendo en la misma dirección que los demás, ayudando a Liam a tirar del arquero que se deja arrastrar como un fardo, exhausto y sin fuerzas. Escucho vagamente cómo el joven habla de llevar al ciempiés hasta la planta carnívora, pero mis pies sólo siguen avanzando, paso a paso, rápidamente, sin descanso.
En un momento dado, veo cómo Urvan se queda tras nosotros que, al ir arrastrado a Ean, somos los más lentos.
—Ni se te ocurra quedarte atrás, Urvan —le grito—; es muy noble por tu parte, pero tira para delante con los demás ¡vamos! Nosotros nos apañamos...
No puedo evitarlo, no soportaría que aquel miriápodo se lo comiera por protegernos a nosotros... Ya casi no queda nada, la puerta está ahí mismo... Teniendo en cuenta que sea la puerta de verdad, claro...
Atravesáis la sala a toda velocidad, bordeando los silos para acercaros al de la planta carnívora que aún sisea en uno de ellos, con esperanza de desviar la atención del gigantesco ciempiés. Sin embargo, el mirápodo ignora a la criatura, pues poco puede hacerle con su tamaño, aunque es probable que la planta se alimente de las crías o versiones más pequeñas del colosal animal.
La sustancia viscosa del suelo ralentiza ligeramente vuestro paso, pero conseguís mantener el equilibrio y sobreponeros al dolor de vuestras heridas para continuar corriendo. Yldiane es la primera en llegar a la puerta, encomendándose a todos los diosees para no encontrarla cerrada. Los goznes ofrecen resistencia, pero rápidamente la vencen cuando Arven carga con el escudo, abriendo bruscamente la puerta de metal.
Las dos mujeres atraviesan el umbral trastabillando por la violenta apertura de las hojas de madera, pero continúan a toda velocidad. Mòr las sigue de cerca y Liam, que frunce el ceño al ver cómo las dos criaturas de la sala se ignoran mutuamente a pesar de su idea de enfrentarlas, llega poco después. Urvan ayuda a Ean a entrar en el pasillo y cuando mira por encima del hombro, vé cómo las fauces del ciempiés se lanzan hacia él. A penas tiene tiempo para girarse y anteponer el escudo entre el mirápodo y su cuerpo, en un gesto tan inútil como si se estuviera protegiendo de la embestida de un coche de caballos. El impacto rompe varios huesos del adepto, que probablemente esté inconsciente cuando el ciempiés cierra las tenazas que tiene por pinzas, partiéndolo por la mitad.
Sin la ayuda del adepto, Ean cae al suelo, gritando desesperado al ver cómo su compañero muere de una forma tan horrible. Sin embargo, cuando la criatura sigue avanzando, sabe que él será el siguiente. Pero el ciempiés no se molesta en parar para atacar nuevamente con sus fauces; viendo a su nueva presa inmóvil en el suelo, se limita a pasar por encima sabiendo que no podrá escapar a ningún sitio. Incapaz de moverse con su habitual agilidad por culpa de la cadera dislocada, Ean no puede apartarse lo suficientemente rápido antes de que las decenas de impactos provocados por las patas de la criatura acaben con su vida.
Ante los gritos de sus compañeros, Mòr empuja a Liam haica delante y se encara con el miriápodo. Casi al mismo tiempo que se da la vuelta, siente cómo alguien se coloca a su lado bloqueando el fondo del pasillo. Arven asiente mirando al Ionnthén, dejando claro que no morirá sin prestar batalla.
Yldiane levanta su nebular al entrar en una pequeña sala que parece un recibidor, esperando encontrar la puerta de salida del edificio y rezando por tener tiempo suficiente para abrirla antes de que el ciempiés alcance a sus compañeros. Pero, en vez de eso, la luz ilumina un muro completamente liso. Abre los ojos con desesperación mientras escucha a Liam a su lado protestando por la negligencia de los cartógrafos que crearon vuestro mapa. La Varigal mueve rápidamente el artefacto magientífico, iluminando otro pasillo que debería llevar a las habitaciones.
Llama a sus compañeros, pero tanto Arven como Mòr se enfrentan ya al colosal ciempiés. La guerrera se las apaña para lanzar un tajo que atraviese la coriácea piel de la criatura, pero mientras emite un agudo grito de dolor, el mirápodo deja caer con fuerza su cabeza, con tal fuerza que el escudo de madera de la guerrera se parte en trozos justo antes de que la mujer choque violentamente contra la pared. Mòr aprovecha el giro de la critura para cargar con su espadón contra su cuello, dejándolo profundamente clavado entre dos capas de queratina. El inmenso ser se revuelve, girando sobre sí mismo hasta que el claymore forjado por el padre de Mòr se parte en dos. El chico recula unos pasos, pero no suficientemente rápido como para evitar las terribles fauces del ciempiés.
Con lágrimas en los ojos. Yldiane se gira hacia el nuevo pasillo, empujando a Liam junto a ella. Lo último que llegan a ver los dos compañeros son las pinzas de otra gigantesca critura que se acercan hacia ellos desde las habitaciones de la Factoría.
Por favor, pasad por el off-topic cuando hayáis leído esto. Y como dice la portada del Kult 1ª Ed (Sandman me dijo que también alguna versión de Wraith) "la muerte es sólo el principio".