Las palabras de Jaber me transportan de alguna forma al pasado y no puedo evitar imaginar al sacerdote de la Capilla mientras se enfrentaba a los habitantes de la zona acusándole en silencio de la muerte de los raizhitas. La escena me infunde una profunda sensación de ancestralidad, y aunque la Guerra del Templo concluyó en tiempos recientes, este escritorio y este ajado volumen parecen contar su vida en siglos. La escena me produce un escalofrío y despierta en mí una profunda consternación. Aparentemente, no soy el único en sentirse así. Mòr expresa su disgusto ante las absurdas disputas a las que todo ser humano parece tristemente abocado.
—La única conclusión que extraigo es que las guerras solo dejan tierras devastadas y edificios olvidados. —Miro a Mòr de reojo mientras hablo, y tengo la sensación de que sus ojos reflejan los míos—. Por curiosidad, ¿sabes algo de los demorthèn que habitan esta región?
Me encojo de hombros ante la pregunta de Urvan.
—Poca cosa, la verdad. Solo sé lo poco que he podido escuchar en los Tsioghair anuales… —Chasqueo la lengua—. Son encuentros en los que los demorthèn de toda la región, y sus aprendices ionnthén, se reúnen para intercambiar información. A pesar de lo que muchos creen, y aunque compartamos las mismas creencias, cada demorthèn tiene sus propias maneras y costumbres, y su forma personal de compartirlas con su comunidad… Y a menudo es poco amigo de hacerlas públicas. Así que, bueno —suspiro—, la respuesta corta es que no sé nada de ellos, más allá de sus nombres y de que todos tienen una opinión parecida de los tuyos. —Miro a Urvan a los ojos, con una expresión apenada, como si lo que fuese a decir no fuera a gustarle—. Creen que nos odiáis. Que odiáis a todo el que no piense como vosotros, y que no podéis ver las cosas que nos unen. Aunque, si te sirve de consuelo, me parece que en el fondo el sentimiento es mutuo. —Sacudo la cabeza—. Pobre consuelo, ¿eh?
Yldiane y Liam regresan con algo de leña y la mujer asegura que el lugar parece despejado. Arven y Ean se acercan a ellos y empiezan a preparar una hoguera mientras les resumen la conversación con los dos gwendritas*, dejando a los demás charlas sobre teología y filosofía. Liam no tarda en escabullirse de los trabajos manuales para unirse a Mòr en su conversación con los hombres del Templo.
Preparáis una frugal cena con vuestras raciones de viaje y miráis de soslayo el cuerpo del soldado muerto. No podréis dejarlo aquí mucho más tiempo, porque a pesar de las bajas temperaturas, es probable que no tarde en empezar a descomponerse y a oler. Además, como dice Ean y pronto es secudado por la varigal, a pesar de que el lugar parezca seguro es buena idea organizar guardias para pasar la noche.
* Ver escena de Ambientación.
Os dejo un post por si queréis comentar algo del libro, organizar las guardias, decidir qué hacer con el cuerpo del guardia muerto o similar y el martes avanzo la historia.
Exhalo lentamente, y contemplo las nubes de vaho que se forman con mi respiración. Empieza a hacer frío de verdad. Me froto el pecho con los puños para entrar en calor, agradeciendo en silencio que Yldiane y Liam hayan decidido ir a buscar leña. Mientras los miro, mi vista se desvía hacia un rincón más alejado de la estancia.
Y lo veo.
El cadáver de Gowan sigue tendido en el suelo, torpemente cubierto con una capa por la que solo asoman sus pies.
—Tenemos que enterrarlo —digo en voz alta a nadie en particular—. Ese hombre merece un destino mejor que pudrirse a la intemperie. ¿Alguien me acompaña fuera?
Sin esperar respuesta, me apresto a mover el cuerpo con la camilla improvisada que ingenié antes.
—Yo creo que sería mejor incinerarlo... —replico de repente. Luego miro a Urvan, esperando que no vea mis palabras como un intento de contradecir sus creencias—. En otras circunstancias no me importaría la clase de ritual que se llevase a cabo, e incluso entiendo que si Gowan era un soustrainita, debería ser enterrado... Pero estamos en un bosque lleno de bestias y cosas peores. Un feond de gran tamaño ha abandonado la atalaya no hace mucho, e incluso puede que aún siga cerca. —Un visible estremecimiento recorre mi cuerpo—. Enterrarlo cerca de la capilla podría atraer carroñeros durante la noche... O quién sabe qué. —Me froto la barbilla pensativo—. Si realmente hemos de enterrarlo, haríamos mejor en alejarnos antes de la capilla, a una distancia prudencial.
Espero la respuesta de Urvan o de Jaber. Como representantes de la fe del Dios Único, ellos deberían tener la última palabra. Me giro hacia el resto.
—Y ya puestos, yo haré la primera guardia. Haremos cuatro guardias de dos horas. Id pensando quién hará la siguiente. —Me preparo para ayudar a Urvan a sacar el cuerpo de su camarada—. ¿Vamos?
Ean estaba sentado junto al fuego hablando con Yldiane cuando Urvan dice de enterrar al cadáver. El arquero está a punto de levantarse para ayudarlo en el momento en que Mòr se ofrece.
El arquero se encoje de hombros, luego se estira bostezando y recoge el arco que reposaba junto a él.
-Está bien, yo haré la segunda guardia- Dice mientras acompaña a los dos hombres a la salida.
-No tardéis amigos.
Y sin más, arco en mano, se queda en la entrada vigilando mientras espera el regreso de los dos.
Me dispongo rápidamente a ayudar a Urvan con el cuerpo, para que no tenga que arrastrarlo.
- Estoy de acuerdo con Mòr. Sería mejor incinerarlo. No sé cuáles serían sus creencias, pero seguro que ser carroña de bestias salvajes no entra en los planes de ninguna religión.
El vector niega con la cabeza al escuchar la discusión de los tolkeritas.
- No os preocupés por el buen soldado - dice finalmente. - Yo me encargaré de él. Puedo embalsamarle y prepararle para que esté en buen estado y cuando lleguéis a la aldea podréis enviar a alguien a recogerle - sugiere. - Además, me gustaría quedarme aquí unos días; para mí este lugar es sagrado, a pesar de todo lo que ocurriese aquí.
Urvan está a punto de protestar, pero Jaber se le acerca.
- Tenemos una misión, hermano. Pero no podemos hacer oídos sordos a lo que está ocurriendo aquí. Esta buena gente y los habitantes de la región necesitan tu ayuda y seguro que le hace bien a nuestra causa dejar claro que incluso un Filo del Templo está dispuesto a ayudar en una hora de necesidad - señala. Después de todo, los Filos representan el brazo armado de su iglesia y la mayoría de los soldados que se enfrentaron a Reizh y Taol-Kaer durante la guerra pertenecían a su orden.
Urvan asiente y dejáis que el hombre se encargue del cadaver mientras organizáis las guardias para esa noche. Descansáis todo lo posible, sabiendo que a la mañana siguiente tendréis que madrugar para llegar lo antes posible a la aldea.
Continuamos en la siguiente escena:
La Aldea de Varn