Partida Rol por web

Zagrán observaba la situación con mirada y oído amplios. Era como estar en una especie de duelo entre mercenarios que no se sabe dónde reside la lealtad de cada uno. ¿Trabajamos juntos o lucharemos entre todos? Por eso no confiaba fácilmente, y prefería trabajar en soledad. Pero para esta misión, no podría hacerlo solo. Tendría que aprender a confiar en alguno de alli. Probablemente sólo la nativa...

Ni miró a cada uno, pero mentalmente anotaba los posibles intereses que tenían. Los que más le llamaban la atención eran los que cuchicheaban en el rincón, ni muy bajo, ni muy alto, pero parecían amigos o al menos buenos conocidos. Era una pareja interesante.

Le alegraba poder reponer las pertenencias que había perdido en el traslado más reciente, ya que no suponía que la compañía se iba a hacer cargo de la pérdida. Ya no importaba, ésta se iba a ocupar. Así que su humor mejoró.

Cruzó los brazos, y miró a cada uno, esperando a que el Secretario soltara todo lo que tenía para decir...

- Usted y sus superiores nos piden algo. Una tarea difícil, casi imposible, que llevará tiempo y representará grandes riesgos, en la que puede que algunos de nosotros no regresemos y en la que los principales beneficiados son ustedes. Pues bien, mi trato es simple, me deberán un favor similar. Un día yo os pediré algo casi imposible que represente grandes riesgos para ustedes y dónde otros sean los principales beneficiados, y lo haréis -

El secretario Reik parpadeó sorprendido ante la fiereza de la nativa y sonrió con tono conciliador antes de contestar. Señorita, no está en mi poder semejante pacto y antes de que continuemos es algo que ciertamente hay que solucionar. Su recompensa. Pues bien, la compañía les ofrece una justa retribución que podrán reclamar cuando cumplan nuestro encargo y ésta puede tratarse de bienes materiales o cualquier ayuda que puedan requerir de la compañía. Si así lo desean pueden formularme sus deseos o bien concertar una cita privada para discutirlo si se trata de algo más... sensible. 

- Pero bueno, centrémonos. Con dos barcos a nuestra disposición puedo asumir que espera que los que aceptemos viajemos por separado y además si el azogue no cree que exista, solo queda la retribución monetaria. ¿Cuánto nos ofrece?

El secretario se enderezó, irguiéndose cuan alto era y suspiró. Veilmond era astuta y demasiado sabia para su edad tal y como sus agentes le habían advertido. Y sin embargo no carecía de una belleza y un magnetismo tan arrollador como el de la salvaje. En su condición de negociador, casi se sentía tentado a ser indulgente pero había recibido órdenes tan claras como estrictas. Lo que crean los miserables carroñeros del mar no es asunto nuestro y decir que Balasz es una leyenda es errar el tiro quedándose corto. Por eso están todos ustedes aquí. La cifra en caso de que quisieran aceptar una recompensa económica sería de seis arcones de plata y gemas terrestres de pureza media a repartir entre todos los miembros de la tripulación. En cuanto a los barcos, la compañía fletará una expedición. Una sola. Y puede estar formada hasta por dos barcos. Barcos bien pertrechados y armados para una larga travesía.

-Entenderá que para el Gran Caravasar es importante saber quién apoya nuestro proyecto, así que agradecería que diera su beneplácito por escrito, es una simple colecta de firmas, como puede ver

Claro que lo entiendo. Respondió con tono educado y cordial mientras sus ojos recorrían con avidez el documento. Listo, proporcionaremos al Gran Caravasar dos almacenes en el puerto en señal de cortesía y buena voluntad. Bienvenida a bordo. Remató al tiempo que le devolvía el documento cuidadosamente doblado.

- Tengo una duda secretario... Es necesario que entre todos trabajemos juntos para conseguir lo que quiere, o cualquiera puede aceptar y perseguir el objetivo al margen de los demás.

En la compañía creemos en que el trabajo conjunto es la clave para la victoria. No obstante, si cree que puede hacerlo solo, le liberamos de la opción de acogerse a la tripulación de la expedición. Respondió con un tono tan formal que parecía casi burlón. En cuanto a su salvoconducto... están bajo la protección de la Federación de Comercio y eso les otorga ciertos privilegios en la región del tarisque. Por desgracia nada podemos hacer con los territorios ubicados más allá.

Mientras las negociaciones continuaban, la lenta marcha del impávido cambió de rumbo con suavidad y comenzó su aproximación al puerto de la ciudad. Parapetada y oculta tras las antiguas murallas de bloques de piedra negra custodiados por fusileros, la puerta del pescado estaba abierta de par en par y los habitantes, visitantes y marineros de la ciudad daban la sensación de que fuese la entrada a un frenético homiguero donde los carros, carretas y palanquines atestaban los muelles en medio del frenesí comercial. La parte sur del puerto, cercana a la puerta de la brea, estaba sin embargo casi desierta y el culpable descansaba mecido plácidamente por las olas de la bahía mientras varios fusileros y guerreros medh montaban guardia en el apeadero: El Diablo Durmiente, la primera nave oficial que la Decarquía enviaba a Emedah.

Al tiempo que se acercaban a un puerto, Ioanna aguardaba que las negociaciones lo hiciesen también. Los allí presentes parecían competentes. La mujer esperaba que fuesen también útiles en combate o ante alguna que otra complicación que pudiese surgir.

- Por mi parte, el pago me parece aceptable, y me gustaría que nos pusiésemos a ello lo antes posible. - Comentó con tono neutro - No soy de las que les gusta esperar, y menos por negocios.

La arcanista miró por la balaustrada y evitó contacto visual con otra persona.

Assim suspiró. Pensó que su compañero pillaría la importancia del diario, él había imaginado que el tal Balasz debía ser un explorador legendario basado en todo lo que habían dicho. En ese libro debía haber mucha información valiosa sobre las islas y quizá algún otro misterio de los que le interesaban a él.
Se quedó en su rincón dejando que sus compañeros preguntaran y observando a todos. Hasta que su mirada se cruzó con el hombre de brazos cruzados que tenía más aspecto de marinero que de arcanista. A su opinión los de su clase siempre tenían algún rasgo excéntrico que los delataba, pero no podía ver nada particular en aquel sujeto. Parecía un mercenario cualquiera, pero sentía la chispa del poder en él.

—También estoy conforme —se sumó a la declaración de Ioanna mientras se alejaba hacia la mesa —¿Puedo tener más tostadas con queso?

Le daba un poco de pena que el séquito de Anumi se perdiera aquella comida. Pero se encargaría de comer el por ellos y hacerles saber lo bueno que estaba todo.

Era obvio que iban a disponer recursos para financiar la misión, pero no gastarían recursos de más... Tampoco valía tanto.

​​​​​- Por ahora me interesa y la paga me parece bien.

A Final de cuentas ellos ponian los recursos y lo que encontrasen adicional a la misión no había por que entregarlo.

- Cuando iniciaríamos?

Era importante saber cuánto podrían informarse de su objetivo antes de partir.

Se me escapa una media sonrisa al ver como el secretario, no terminaba de aceptar las peticiones de las más exigentes pero de tal manera que en el caso de al menos una parecía que lo había hecho. Tampoco era mi problema y si era por rumores ya los escucharía de primera mano al tener que empezar a investigar.

- Entiendo, trabajo en equipo y aprovechar las especialidades de cada uno. Muy lógico y pragmático, si señor.- comento finalmente, yo ya había aceptado incluso antes de saber el precio, pues en el fondo era algo anecdótico.- Y disculpa, no era mi intención insultar a Balasz. Al fin y al cabo tiene el más profundo de mis respetos, como el de la mayoría de la gente de mi campo. Lo cual me lleva al resto de nosotros, tenemos que trabajar juntos y ni siquiera sabemos nuestros nombres. De algunos ni siquiera he podido intentar adivinar su procedencia por el acento de lo callados que han estado. Por suerte soy educada, así que me presentaré primero. Me llamo Camila Veilmond, Cami para los amigos, así que podéis llamarme Camila por ahora. Soy arqueóloga y exploradora de procedencia tremera, espero que sea un placer trabajar con todos- aunque lo dudo bastante.- ¿Alguien más se atreve u os parece demasiado infantil presentarse con los que vais a tener que pasar mínimo semanas en un barco?- concluyo algo burlona.

Assim que estaba rebuscando entre la mesa sin mucho éxito levanta la mano al oír la presentación de Camila.

—Assim Saxena, de Kalarh. Asqueroso vagabundo para algunos —agrega riéndose.

—Me dedico a investigar fenómenos "poco comunes" en todo Alkamas —el hombre hablaba lo suficientemente algo para que los que estuvieran en el balcón privado de Reik pudieran escuchar.

Con su habitual sonrisa recibió el documento del secretario debidamente firmado, al corroborarlo, guardó el documento nuevamente al igual que la pluma en su particular recipiente.

-¡Perfecto! El Gran Caravasar está a su disposición. Empezando con mi aporte a esta expedición- Poca atención había prestado a los demás hasta ese momento, donde se daba por satisfecha por los avances conseguidos en una futura y próspera negociación. Observó entonces a todos aquellos que al igual que ella habían sido invitados y les dedicó una sonrisa.

-¡Vaya señor Assim!- Interrumpió al escuchar a su paisano -Yo también soy de Kalarh y como pueden intuir, vengo en representación de el Gran Caravasar- Sonrió mientras se acercaba con pasos enérgicos hasta el grupo. -Mi nombre es Vivanne de Berak, reconocida inventora a su servicio- Hizo una leve pero exagerada reverencia dedicada no solo a Assim, sino a todos los que allí estaban. 

Al incorporarse observó como llegaban al puerto y al ver a lo lejos al Diablo Durmiente, reconoció de inmediato a aquellas maravillas de la Arcanotecnología impulsadas por vapor. -Parece que la Decarquía también ha llegado a puerto- añadió al secretario Reik.

Sujetando sus ropajes con una mano y llevando a cabo una leve flexión de rodilla, Ioanna saludó a los que serían sus compañeros de equipo, o algo similar a un equipo. Su gesto fue sencillo y cortés.

- Encantada de conocerles, amigos. - comenzó - Mi nombre es Ioanna Senatoris.

Completó su presentación, bajando ligeramente la cabeza y cerrando lentamente los ojos.

Assim me llama, me propone algo interesante, casi como si hubiese leído mi pensamiento. Logra sacarme una sonrisa. Asiento en silencio hacia él y su compañero rojo. La respuesta que me brinda nuestro anfitrión no es la que espero, aunque no sabría decir si realmente espero algo de él. Por lo menos no cerró la puerta a lo que busco y eso logra calmar mis ganas de confrontarlo.

- La ayuda de la Compañía Azul será suficiente, pero me gustaría hablar en privado el alcance de ese beneficio - le digo y asiento, sin ánimos de llamar la atención ni un instante más. Habrá tiempo de hablar sobre lo que quiero realmente.

Levanto una ceja cuando menciona el salvoconducto, cierto es que yo soy de estas islas y puedo ir dónde me plazca, pero ahora que está plagado de invasores, ese papel puede resultar muy útil. 

Después empiezan las presentaciones. Me fastidian, qué me importan sus nombres? acaso no morirán unos cuantos antes de llegar a destino? a cuantos de los que regresen vivos los volveré a ver? Pero conocerlos un poco puede ser de utilidad, lo admito, por eso les presto atención.

- Anumi, hija de las islas y oidora de los antiguos. Esa soy. - digo secamente.

Claro, claro. Avisaré a la cocina y podrán comer hasta hartarse. Por favor, si me acompañan de nuevo al interior firmaremos y cerraremos el contrato de la forma más satisfactoria posible. Con pasos lentos y calculados, Reik los llevó de nuevo al interior del camarote del capitán y abrió el primer cajón de los diez que tenía su gran escritorio de madera de fresno. Con cuidado, extrajo varias hojas de papiro pulido y las colocó con cuidado sobre la mesa. Coincido con usted señorita Senatoris, así que sin más dilación aquí tienen mi propia pluma, tinta y toda mi atención para ser testigo de la firma de este documento. En cuanto a su pregunta señor Alric la respuesta es cuando ustedes lo estimen oportuno.

Dice el contrato.

Por la presente acepto mi inclusión como miembro adjunto temporal de la Compañía de Comercio Austral bajo el amparo de la autoridad de la Federación de Comercio Continental, el gobierno de Emedah y la buena voluntad que entiende que poseen todas las partes. Dicho esto, la parte contratante de la primera parte será considerada como la parte contratante de la primera parte y dicha parte será considerada en consecuencia como la pagadora y responsable en última instancia de resolver la validez de este contrato. La parte contratada de la segunda parte se compromete a cumplir los términos de este...

El contrato sigue en letra apretada y pequeña durante toda la página hasta el espacio de la firma. Es un documento que preserva los derechos de ambas partes de forma relativamente justa pero que deja muy claras las responsabilidades de la compañía y las obligaciones de los contratados.

En esencia explicó el secretario con tono afable la compañía se compromete a financiar y costear esta expedición así como a darles asilo y protección junto a un rango de colaboradores adjuntos de la compañía. Por su parte se comprometen a saber que ha sido de Balasz, de su diario y si es posible encontrar a la desaparecida expedición. EL incumplimiento del contrato acarrea, por otra parte, una multa menor y la cancelación de toda recompensa además de la devolución de la nave y los pertrechos de la expedición pertenecientes a la compañía. Si todo está claro, firmen aquí por favor. Reik suspiró de alivio internamente, por el momento todo había salido bien. Una última cuestión es determinar si alguno de los presentes desea firmar como capitán de la expedición o si prefieren que uno de nuestros mejores navegantes asuma el mando de la nave. El hombre de pelo canoso escuchó las desafiantes palabras de la nativa sin abandonar su semblante calmado. Por supuesto, señorita Anumi, en cuanto hayamos resuelto este importante trámite podríamos dar un paseo por los muelles hasta el navío. Si le parece bien.

-Parece que la Decarquía también ha llegado a puerto

Involuntariamente el calmado secretario arrugó el ceño ante el comentario y su expresión se tensó. Sí. Pero ignoro con qué intenciones han venido a Emedah los lacayos de las Decarcas porque aunque vengan con banderas blancas y sonrisas amables sus amas solo buscan conquistar y subyugar lo que todavía no tienen bajo su control. Como he dicho, ignoro por qué la decarquía ha movido ficha pero la compañía no se quedará de brazos cruzados mientras lo hace.

Palabras y más palabras llenan un papel que se me hace infinito. Los espíritus no escriben y la historia de la vida está impresa en cada planta, cada animal, cada ser vivo de las islas, pero estos extranjeros creen que un contrato es más importante. Qué absurdo.

Lo que habla se entiende más, suena razonable. Saber qué ha sido del diario no implica compartir su contenido, si termina en el fondo del mar no habré incumplido el contrato. Me gusta eso. Asiento cuando me ofrece caminar juntos por el muelle.

Me río cuando menciona la posibilidad de poner un Capitán, casi logra sacarme una carcajada. Ni en sus sueños dejaré que un extraño guíe mi camino en el mar. - Soy la hija de las islas y la oidora de los antiguos, seré yo la que guíe nuestro andar - digo sin dejar lugar a dudas - Acaso hay alguien más capaz de calmar a los que habitan bajo el agua? Acaso los espíritus le advertirán a otro los peligros que tendremos delante? Si no es así, seré yo la Capitana - 

Recorro fugazmente los ojos de los demás, casi que disfruto ver rostros de disconformidad entre esos extranjeros - No se preocupen, Khelem conoce el mar como la palma de su mano - el marinero es una buena guía y un fiel compañero, con él y con los antiguos llegaremos lejos.

Entonces desenvaino mi daga de piedra, hago un corte en la palma de mi mano y embebo de sangre una de las plumas del anciano. Tiño de rojo el papel con mi firma, única, inconfundible, más sagrada que cualquier otra cosa que tuviese la Compañía para ofrecer - Tómelo como un gesto de buena fe - le digo cuando le extiendo el contrato.

—Un gusto —saludó el hombre tanto a Vivianne como a Ioanna. Le interesaba la arcanotecnología. Tenía una teoría que implicaba que la ciencia era un facilitador para la magia. Quizá era la explicación sobre porque había más personas capaces de manipular la arcanotecnología... Assim saco su propia pluma de algún bolsillo de su túnica junto a un muy gastado libro de notas y comenzó a garabatear en la mesa haciendo las tazas aun lado.

—Excelente —comentó cuando Anumi se ofreció a ser capitana, mientras dibujaba una esfera con algunas marcas y comenzaba a murmurar en voz baja. —Muchos arcanistas... Sería una fuente inagotable de magia, pero el núcleo requeriría... para estabilizarlo... ¿Quizá con más se rompería...?

Los silenciosos seguían haciendo mutis por el foro, si no iba a decir ni un nombre por mi ya podían irse del barco. Afortunadamente para ellos eso no estaba en mi mano, aunque mi anfitrión perdería mucho  si aceptaba gente así para un trabajo de estas dimensiones. Por otro lado estaba bien empezar a poder poner nombres a los que mentalmente ya empezaba asociar con motes.

- Un placer.- es lo único que añado antes de que nuestro contratante saque su documento. Apenas leo una línea pongo los ojos en blanco. Burocracia retorcida para que solo se puedan aplicar los dobles sentidos que ellos sabían que había, al menos habían tenido el detalle de no escribirlo en Zevic o Lengua de Jade. Ignoro la mayoría del discursito de Anumi mientras me centro en entender bien que es a lo que me estaba comprometiendo. Una cosa era el trato por palabra y otro por escrito, aún estoy un tiempo en ello antes siquiera de coger la pluma y cuando finalmente ya me decido miro a la nativa.

- Yo tengo una lanza de sangre y también un buen compañero marinero, ¿sirve para contramaestre?- digo con voz inocente, para acto seguido pasar a uno más serio- ¿A qué suena tonto? No sé si quieres provocar o insultar pero te lo dejo claro no uses al mar para ello.-vuelvo a relajar el tono y suavizar la mirada.- Dicho esto no tengo problema en que seas la capitana, siempre y cuando contestes afirmativamente estas sencillas preguntas.- sigue sin haber dureza en mi gesto o voz pero si que la miro fijamente a los ojos.- ¿Alguna vez has comandado un galeón en mitad de una tormenta en alta mar? ¿Has sentido como el suelo bajo tus pies tiembla y zozobra ante cada embestida?¿Has visto a tus hombres temblar de miedo y empezar a rezar a cualquiera que sea su patrón y a pesar de ello no te has unido y has mantenido el carácter firme mientras afrontabas la muerte?-y de repente otra vez un tono jovial.- Porque yo sinceramente no y creo que tú tampoco. Si nuestra investigación lleva a tierra de tu gente o a tratar con espíritus estaré encantada de que seas nuestra guía y consejera, pero para un barco prefiero un experto. ¿Alguno de los presentes lo es? Si no es el caso preferiría aprovechar la buena oferta del señor Reik....

Estoy mirando aún al hombre de la Compañía cuando escucho que una mujer me habla. Le sonrío cuando menciona una lanza de sangre, más cuando me ofrece a su marinero como contramaestre y más aún cuando su tono de voz se tensa. Esta si tiene sangre en las venas.

Me mira fijo, noto que tiene lindos ojos. Me aburre con preguntas inútiles pero promete apoyarme si le digo que si. No es difícil decir que sí, acabo de hacerlo con el viejo de la Compañía Azul, con más razón puedo hacerla con ella. Pero no espera respuesta y asume que diré que no. Se ve que no me conoce.

- Si - digo en voz alta y doy un paso hacia ella - Si a todo lo que preguntaste - le sonrío y estiro mi mano con la palma abierta y ensangrentada por la herida de la daga - Entonces cuento con tu apoyo como prometiste, me alegra mucho que nos entendamos - 

Señalo con la mano sana el balcón en el que estábamos hace un instante - Me gusta tu oferta del contramaestre, por qué no tratamos ese tema afuera así no aburrimos al resto ? - vuelvo a sonreír. Al fin sucede algo interesante esta mañana.  

Luego de pensárselo un poco, avanzó y miró al secretario.

-Por lo menos siete arcones, que si no cuento mal tendríamos que dejar uno o una en el camino- dijo con cierto tono burlón -Yo estoy dentro, que con eso creo que andaré bien por un tiempo- agregó sin más -Eso sí, me gustaría tener una pequeña charla con usted secretario, que tengo una duda al respecto- dijo haciendo un gesto ante las idas y vueltas de bravatas entre las mujeres.

...son terribles, siempre... habrá que cuidarse.

-Yo no tengo ni idea de barcos, así que por mí que la Federación ponga su capitán- dijo encogiéndose de hombros, y al ver la mirada torva de la llamada Camila, se dio cuenta que no había dicho su nombre -Mi nombre es Zagrán, mercenario de nacimiento, un gusto para mí compartir esta empresa con ustedes arcanistas a ojos vistas- dijo con una leve reverencia, hasta algo tosca -Hay mucho poder aquí- miró a la embajadora del Gran Caravasar -así que veremos para qué me necesitan entre ustedes... tal vez para sentirse más poderosos- y le guiñó un ojo al secretario -Es broma, que no quiero empezar ofendiendo a nadie... tenemos mucho tiempo juntos por delante-

No era tanto la recompensa lo que lo atraía si no el buscar lugares desconocidos, quizás secretos sin descubrir y si había suerte materiales necesarios para potenciar sus artes.

- Un placer trabajar con todos ustedes, mi nombre es Alric.

Y nada más, sin títulos, sin apellidos, sin procedencia, sin afiliaciones... Solo Alric. Era de notar que la voz era baja, quién se fijaba bien en lo delgado que era, podía entender que aquella voz tan débil provenía de un cuerpo así.

Tras sus palabras, tomo la pluma y firmo en la página.

¡¡Al fin!! ¡Estaba harta de esperar!

Ioanna leyó el contrato, se le tornó ligeramente lioso en su redacción y, finalmente, tomó la pluma y plasmó su rúbrica.

- Encantada de formar parte de esta empresa. - Dijo con tono resolutivo.

Dicho eso, se apartó un poco.

Se quedó por un momento mirando en la lejanía al Diablo Durmiente, si la Decarquía estaba allí para mover sus hilos, era una oportunidad de oro para negociar con ellos, el Gran Caravasar no tiene miramientos con clientes potenciales independientemente de lo que hagan con sus productos. Ya habrá tiempo para eso. Por ahora debía instalarse en los almacenes que le ofrecían y debía tener éxito en esta misión que le encomendaba la Compañía de Comercio Austral. ¡Pan comido!

Entró de nuevo en la habitación dejando atrás el balcón y tomo el contrato que le ofrecía el Secretario, sacó su pluma y se acercó a la mesa donde Assim garabateaba para plasmar su firma. 

-¡Está hecho!- Exclamó una vez hubo firmado y le dedicó una amplia sonrisa a los que de ahora en adelante serían sus acompañantes - Yo soy la forastera, así que no tengo problema en quien sea el capitán, siempre y cuando sea competente...- 

Cuando Assim firmó sin siquiera leer el contrato y se mantenía concentrado en aquellos garabatos, se interesó por un momento. Le dió un repaso superficial a lo que hacía y tuvo que reprimir una carcajada para no sonar grosera.

-No, no, no... Si haces eso la energía será inestable, tienes que agregar un catalizador aquí- Puso su dedo sobre el plano interrumpiendo lo que hacía el Arcanista sin siquiera preguntarle -​​​​​​-Eso hará que al menos la energía se mantenga condensada y no se disperse en todas direcciones... Si necesitas ayuda con eso, no dudes en decírmelo. ¡Soy la mejor!- Puso su mano sobre el hombro de Assim, era interesante lo que quería hacer. Pero todo el planteamiento está realmente mal. ¿Que clase de novato hace eso? 

El balcón me agrada, huele a mar y nos da privacidad y una buena vista. Salgo y espero a la joven a que se acerque, si es que quiere hacerlo.

- Me caes bien Camila - digo mirando las aguas, sin voltearme, apenas escucho sus pasos detrás de mi - Tienes carácter, mucho más que el resto de los muertos que nos acompañan - 

- No suelo derrochar palabras, tal vez lo has notado. Pero contigo intuyo no sería un desperdicio - entonces me volteo hacia ella y le concedo una explicación que a ningún otro pienso darle.

-Has pensado en qué es un Capitán? No es el que iza las velas, ni el que rema, ni el que maneja el timón, sino el que toma las decisiones. Por qué te resistes a que un nativo que pasó su vida en del archipiélago guíe nuestra expedición y confías más en estos comerciantes ventajeros que hace apenas un par de años que navegan aquí, y sólo para saquear cuanto puedan y enriquecer sus arcas? - no la entiendo, si realmente tiene una lanza de sangre, por qué elige desde lo cómodo en lugar de tomar riesgos?

- No he asumido esa responsabilidad por provocar, mucho menos por insultar, no te haría eso. De los presentes soy la que mejor conoce las islas y el agua que las rodea, y el cielo que nos cubre y el mundo que hay debajo del agua. Un extranjero no tomaría las decisiones acertadas, qué utilidad tendría como capitán? Acaso la incompetencia de los capitanes de la Compañía Azul no quedó demostrada con la desaparición de su barco y su incapacidad para rastrearlo? - si fuesen competentes no estaríamos aquí - Además, no quiero que alguien de la Compañía decida por nosotros en los momentos críticos, y mucho menos tener a bordo a un espía de esta facción. Jamás. Si quieren saber lo que descubrimos que esperen a que regresemos con vida y nos paguen, sería ingenuo viajar con un miembro de su facción y darle el mando, bien podría pasarnos a todos a cuchillo apenas tenga lo que buscaba  y ahorrarse la paga, no te olvides que el dinero es lo único que les importa - niego con firmeza, tal vez ella ignore lo feroces que eran estos extranjeros y lo lejos que podían llegar, pero yo veo como someten a mi pueblo a diario, jamás confiaré en ellos.

- Si te preocupa altamar, tranquila, nuestro viaje no es allí, sino alrededor de las islas y las he recorrido más que cualquiera de sus capitanes. Si te preocupa la tormenta, soy una Augur, los espíritus de la naturaleza me oyen y yo a ellos, si hay alguien capaz de calmarla soy yo. Cosas peores que el mar y la tormenta hay en las aguas, Camila, capaces de hacer desaparecer galeones en un instante, y con esas fuerzas he aprendido a lidiar. Créeme, un capitán se mearía los pantalones ante su presencia y yo permanecería imperturbable - lo digo por experiencia, los extranjeros están llenos de miedo.

- No busco poder alguno, me da igual estar al mando o no, lo que quiero es que la Compañía no se entrometa en nuestro viaje más de la cuenta y que regresemos con vida. Por eso firmé con mi sangre, no desprecies ese gesto - la miro fijo, lo que hice es sagrado en nuestras tribus, que se lo piense dos veces antes de menospreciarlo en público. Luego me relajo y le sonrío -  Pero me gustaría compartir el puesto contigo, como te dije me caes bien - Tiene potencial, si hubiese nacido en las islas sería una Augur como yo.