Partida Rol por web

—Solo quiero hablar, no hay necesidad de usar la violencia.

A cada paso que daba aquella criatura, Assim daba uno hacia atrás, sin apartarle la vista de encima. Si bien el arcanista no era muy alto, tampoco era muy bajo. Que el espíritu fuera más alto le intimidaba un poco y esperaba poder manejar todo, pero si no había otra manera tendría que luchar, y aunque no fuera fuerte, ni rápido, tenía un par de trucos bajo la manga.

—Fíjate —comentó mientras soltaba las correas que mantenían sujeto el espadón a su espalda y lo dejaba caer junto al estoque en el suelo.

Val sonrió ante la demostración de experiencia. Sí, un hombre precavido vale por cuatro fanfarrones es cierto.

Su tono se volvió más serio y grave al recordar lo sucedido.

Fuiste el único que mostró respeto a nuestra capitana y yo daría mi vida por ella. Sé que ella te dijo que veníamos de las Islas Serpiente y por eso estoy aquí. Traigo un mensaje de su parte, si quieres oírlo.

Pero antes debo decirte que la actitud de la capitana no era un capricho. Perdimos diez hombres en la travesía y el Albor quedó muy dañado. Sufrimos un... ataque y casi no regresamos.

Hizo una pausa para tomar su nueva bebida y darle un largo trago antes de continuar.

Esto solo te lo digo por el respeto que mostraste, nada más. También te digo que me cortaría los huevos con un cuchillo de sal antes que viajar con Dio Szadko. A nivel personal te recomiendo que vigiles bien tus pasos, ese malnacido fue un negrero que traficaba con los Medh antes del tábula in naufragio.

La confusión se adueñó del rostro antes de lanzar un quejido de dolor. Notaba la satisfacción de la lanza pero no un instinto asesino que lo hiciera temblar.

Su labio tembló al pensar que podría haberla pifiado.

¿Tu no eres la Espina? ¿No eres el rey de los duelistas? Oh no...

Se arrancó la lanza del hombro con esfuerzo y soltó sus armas que resonaron contra el suelo. Notaba la tristeza de su hacha a casi un metro de distancia.

A su alrededor, los curiosos transeúntes comenzaban a acercarse ahora que el duelo había terminado. Dos figuras con la máscara de lobo de los ruddä entre ellos.

Te pido disculpas, al ver tu arma y sentir su aura pensé que había dado con mi objetivo. Trató de levantarse con esfuerzo apoyándose contra la pared mientras se aferraba el brazo herido.

Pero me he equivocado, en nombre de la familia Minaas te pido perdón humildemente por mi error. Me postraria ante ti... pero temo desmayarme si lo hago. Mi nombre es Camulh, Camulh Minaas.

Las palabras que demandaba el protocolo se atragantaron en su boca como un fruto espinoso pero se obligó a decirlas.

Acepto... que me... has... vencido.

La criatura frenó su avance al ver la espada flotar y enfrentó su mirada con la del arcanista. Unos ojos verdes antinaturales y chisporroteantes se cruzaron con la primera mirada que no era de terror que veía en siglos.

Tal vez eso lo desconcertó ya que su mirada se desvió hacia la jungla y una lágrima del color de la orina resbaló por su rostro simiesco.

Entonces su forma se agitó y la criatura alzó su monstruoso brazo hacia la descomunal tripa, perdiendo el equilibrio y desplomándose contra el almacén.

las maltrechas paredes no pudieron resistir el embate y la edificación se derrumbó con gran estrépito. En el resto de casas plegarias y cánticos subieron de tono, rogando a la criatura que detuviese su furia y regresase al manto de amor de la diosa.

¿Rey de los duelistas?

¿De qué hablaba este hombre? La verdad es que su explicación hace que mi rostro sea un reflejo del suyo.

- En absoluto, me llamo Camila y es la primera vez que oigo hablar de ese rey.- le explico mientras paro de hacer fuerza con mi arma para que se más fácil sacarla. Durante un momento no puedo evitar que los hombres con máscara llamen mi atención y antes de que me de cuenta el idiota estaba haciendo un esfuerzo estúpido.

- Con la disculpa es más que suficiente, ya has pagado bastante por tu equivocación.- aunque yo misma no me consideraba la mejor guerrera ni mucho menos, así que un "rey" seguramente le habría atravesado el corazón o cortado la cabeza sin problemas.- Y yo acepto tu rendición con honor. Sea como sea vamos a buscar alguien que te atienda y me cuentas con más calma de que va todo esto.- le propongo con calma mientras me acerco a su hacha y me agacho para recogerla.- ¿Te parece?

Assim tenía dos opciones, acababa con aquella criatura ahora o la ayudaba a solucionar su problema. Suspiró y soltó el agarre imaginario de la espada que levitaba.

«¿Hay algo en la jungla?» pensó dirigiendo una mirada rápida.

—Si te vas en paz, prometo resolver lo que sea que te preocupa ¡Pero debes detenerte! 

Si no lograba convencerlo, siempre tenía la opción de correr. Una lastima que haya soltado su espadón y su estoque.

Zagrán, ante el visible cambio de actitud del marinero, se relajó levemente. Parecía sincero. Lo cual confirmó lo que su intuición le decía de la capitana. No es que en algún momento hubiera dudado de eso, pero ahora tenía una confirmación mucho mayor. Era la mejor opción, y ya no estaba disponible... ¿o sí?

Esperó a que terminara de hablar, tomó un trago de la jarra, y se apoyó sobre el respaldo de la silla, emitiendo ésta un crujido que contaba muchas batallas. Sabía que ese Dio no era de fiar... y ahora estaban llevando a un esclavista medh con ellos. Probablemente Anumi tendría algo que decir al respecto. Ahora bien, ¿sería útil?

-Por supuesto que quiero oír lo que te haya enviado a decirme, si hubo alguien en quien confiaría para guiarme por las Islas, sería ella, porque lo emana con su seguridad, tal vez no tacto, pero sí confianza- respondió el mercenario -Me alegra que hayas venido, quise volver a contactarla, pero fue más complicado de lo que esperaba- se encogió de hombros y se llevó la jarra a la boca una vez más -Agradezco también tu advertencia sobre el capitán, ya que tampoco me da confianza alguna. Es una lástima que haya cautivado a casi todos-

-¿Qué sucedió en las Islas Serpiente?- preguntó más interesado, aunque su voz no lo mostrara -Se podía ver que había un clima tenso en el barco-

Esta vez, como gesto amistoso aunque en su rostro no hubiese cambiado nada, terminó su jarra de un trago largo, y pidió dos jarras.

La especialidad de ese malnacido es el engaño y la cobardía, mantente alerta y no descuides tu espalda. Respondió entornando los ojos con una mueca de desprecio.

Me temo que de eso no puedo hablarte, mi voto a la compañía me lo impide pero te diré que hemos visto bosques enteros encima del caparazón de gigantescas tortugas, hombres de fuego y barro en el fondo de las marismas y serpientes más largas que el Albor. Es un lugar horrible al que no espero regresar jamás y en el que se quedó una parte de mi.

Hizo una pausa y se acercó todavía más al arcanista hasta que estubo seguro que podía oler la cerveza en su boca.

No pierdas tu vida buscando cuentos escritos en espuma de mar.

Un rugido antinatural surgió de la criatura cuando dos brazos adicionales gruesos como troncos incorporaron el cuerpo principal. En el mundo físico, una fuerte ráfaga de viento hizo crujir las paredes de las casas vecinas.

Con un bramido la criatura se preparó para cargar.

Desde un tejado cercano, una figura enjuta portadora de una máscara de lobo observaba la escena en silencio.

El viento agitó la túnica de lana y cuando el tejido recobró su forma original apuntó el arco hacia el espíritu corrupto.

Camulh trató de incorporarse por su propio pie usando los restos de su orgullo para sostenerse. Entonces, vio como aquella duelista novata tomaba su arma.

¡¿Qué?! ¡¿Quiere enfrentar el Ghis?! ¡Está loca!

¡Nooo! gritó tratando de detenerla

Pero fue demasiado lento y la joven empuñó el hacha de madera, puso los ojos en blanco y se desvaneció. Dejando caer su propia lanza.

Una sensación de desplazamiento se adueña de ti, como si un titán enloquecido te arrastrase en una eterna caída. Un descenso sin principio ni final.

El clamor de miles de gargantas llena tus oídos, una arena tan inmensa y decadente que solo puede ser la arena de Kalar se abre ante ti. Más de diez mil miradas y rugientes almas que gritan por un solo hombre. Un hombre que empuña esa pequeña hacha de madera.

¡Kaskhar! ¡Kaskhar! ¡Kaskhar! corean mientras un dragón emblema veinte veces más grande y con escamas de color vermellón se acerca iracundo hacia él.

Uno de los dos está condenado a muerte pero por la confianza del guerrero, te resulta imposible discernir quien.

¡No, no! ¡No tienes derecho! grita a lo lejos una voz que conoces.

Durante una fracción de un segundo, ves un niño llorando aferrado a un hacha de madera quebrada. La gemela de la que sostienes en tu mano. La luz de la marca se filtra por una galería dándole en la cara pero al joven no parece importarle. Las astillas del hacha se clavan en su mano con fuerza, mezclándose con su sangre.

Y de nuevo, en un instante, las concurridas calles de Emedah regresan a ti y la máscara de cordero de un ruddä es lo primero que ves.

Ante el grito del duelista me giro extrañada justo cuando agarro su arma y de repente todo se desvanece. Siento nauseas y desconcierto por partes iguales y si no me caigo es porque simplemente no hay suelo en el que hacerlo, cuando parece que al fin voy a recuperar la compostura una impresionante escena se muestra ante mí. Nunca había visto un dragón emblema tan grande... Por el eterno semblante de la Reina, ni siquiera había visto uno vivo en mi vida y ese hombre pensaba enfrentarse a tal bestia armado solo con esa hacha. Entre el salmo escucho una voz que parece hablarme.

¿Derecho? ¿Derecho para que?

Por otro lado los salmos gritan lo que quiero pensar que es el nombre del guerrero, o quizás la bestia, y sin que sea consciente yo también lo hago como arrastrada por la situación. Sin embargo esto dura poco y el resultado que debería haber adivinado ocurre. Un crío llorando ante lo que probablemente era lo único que quedaba de su padre.

- AHH, Kaskhar.- digo sin pensar arrastrándome hacia atrás sobrepuesta por la máscara rudda tan cercana.- ¿Qué... que ha pasado?- miro a mi alrededor buscando tanto mi lanza como el hacha y a su dueño.- No he hecho nada de lo que tenga que disculparme, ¿verdad?- termino por preguntar en general bastante nerviosa, hasta tal punto que ni siquiera me he levantado aún del suelo.

Assim observó de reojo a la misteriosa figura que parecía dispuesta a ayudarlo. Era raro que alguien lo ayudara, pero tampoco un acto unico.

Apuntó las palmas de sus manos a la criatura y comenzó a gesticular. Frente a cada una comenzó a flotar un aro de luz dorado que desprendia polvo. Los ojos marrones del arcanista brillaban con una antinatural luz azul, y pronto, unos grilletes amarillo palido ataron a la criatura entre este plano y el suyo.

—¡No podré retenerla mucho tiempo!

Maldito...  pensó el mercenario, buscando la forma en su cabeza de elaborar una estrategia para despertar a los demás al respecto.

-¿Qué ataque sufrieron?- preguntó, ignorando la última frase del marinero. No era la primera vez que le decían, con otras palabras, "no continúes, es una locura lo que vas a hacer".

-Y por supuesto, aún tengo intriga de cuál es el mensaje de la capitana, ¿o era que no pierda mi vida?- dijo con una sonrisa leve -¿No crees que podría verla personalmente?-

Aún no le había dado el mensaje, y cuando se dilataba tanto una información es porque era importante, o era un tema delicado. Podía ser ambos también.

Un estremecimiento recorrió su espalda al recordar al karb y lo que había sucedido con el barco.

Todavía es reciente, como el dolor. Pero puedo decirte que los relatos de los marineros y los nativos no son solo fantasías. Hay auténticos horrores bajo las aguas de las islas...

Su rostro se ensombreció aún más justo antes de soltar una risotada.

Pero ahora estamos en tierra y mis únicas penas son que mi jarra está vacía. ¡Habrá que remediarlo! bramó reclamando más bebida a una camarera que pasaba por allí.

No pierdas tu vida buscando cuentos escritos en espuma de mar. Ese es el mensaje. Y sobre la capitana... me temo que no. No quiere ver a nadie y además, no es seguro para ninguno de vosotros.

Los aros aprisionaron a la criatura, que se vio obligada a alzar los brazos como si unas gigantescas cadenas invisibles tiraran de ellos. Un rugido sobrenatural y solo oído por unos pocos recorrió la calle cuando el espíritu corrupto trató de librarse de su prisión pero la magia de Assim, antigua e hilada con maestría, resistió los esfuerzos de la criatura.

La figura abandonó el tejado y se movió con una agilidad pasmosa entre los techos de hojas manteniendo el arco tensado.

¡¿Disculparte?! ¡¿Afrontas un Legado Vinculado y no tienes nada por lo que disculparte?! ¡No te atrevas a pronunciar ese nombre! ¡jhorish! bramó con furia mientras trataba de incorporarse.

Cada fibra de su ser se rebelaba contra sus heridas para vengar el crimen que aquella mujer había cometido. Sin embargo los dos ruddä lo tenían bien sujeto y el picor ardiente del seliro en la punta de sus flechas era una advertencia de que su vida y sus aspiraciones pendían de un hilo.

Reteniendo su furia, alzó las manos en señal de rendición y los ruddä lo soltaron. Comenzaba a estar mareado por la pérdida de sangre pero no le importaba. Lo que debía hacer ahora era salir de aquel aprieto y recuperar su arma.

Los gritos del enfurecido Camulh cesaron por algún motivo y al sentir una intensa picazón por todo su cuerpo Camila supo por qué.

Solo hay una cosa que podría causar esa reacción en un arcanista; seliro, el mineral matamagia.

Y de pronto, la máscara de lobo le pareció mucho más aterradora.