Partida Rol por web

Más relajado y en paz con sus yoes interiores (darles un par de voces psíquicas ayuda), Curt remató al memonio final. Sin embargo, cuando bajó la mirada al suelo desde las tetas de Alma, el mundo se le vino abajo. Eso no significa que se marease o se cayese, sino que vio a Max herido y se preocupó mucho. Al fin y al cabo el idiota que siempre estaba herido era él mismo. Se había pasado toda la misión prácticamente dormido y en Babia (al lado de Teruel, que sigue sin existir).

Curt guardó a Maricarmen y se puso a gritar desaforado:

-¡Sanitariooooooo!

La compañera de batallas de Alma negó con tristeza meneando la cabeza.

-Me temo querida amiga, que mis conocimientos de medicina son los justos para saber qué tomarme para los dolores esos días del mes. Dijo con impotencia ante la situación. ¡Pero si aún respira, todavía hay tiempo de buscar un médico en el campo de fútbol!

-¡Qué médicos, ni qué ochocuartos! Le gritó Patxi. ¡Este lo que nesesita es un buen plato de alubias, pues! ¡Ya vereis con qué rapides le entran energías y es capas de abrir el mismo una buena botila de gaseosa Crus de Gorbea!

El hombretón se acercó a Max, y agarrándolo como un puñetero saco de patatas, se lo echó al hombro sin despeinarse, ni perder la txapela.

-Y ahora a lo que hemos venido. ¿Andestá el naipe ese? ¿No tendrás por casualidas también, los hamarrekos? Le preguntó a Alberto. Con la de cartas que tenemos ya, igual hasta podemos aprovechar y echar un mus mientras este se recupera, la hostia, que lo han dejao más quemao que el puro de Garaikoetxea.

-Muchas gracias por la ayuda, tíos. Les dijo Alberto. No se qué hubieramos hecho sin porros, ni litronas de habernos quedado encerrados un día más.

Al oir mencionar la carta de Krad el Zurdo, el chico arquéo una ceja y le respondió a Alma.

-Ah, la carta de mi tío... Alberto se echó una mano al pecho, bajo cuya camiseta de lycra guardaba la preciada carta, enfundada y atada a una cadena. Así que la quereis y por eso vinisteis aquí... pueeess... es que veréis, le tengo mucho aprecio, es la única cosa que me queda como recuerdo de él... y me sabe mal desprenderme de ella... ¿Para que cojones la quereis?

Para hacer no se qué y no se cuantos... El caso es que yo tampoco lo tengo muy claro, pero cuando las tengamos todas, joderemos a base de bien al barbas y hereje de Alejo... ¿Acaso puede haber algo mejor que eso muchacho? -Contesto a Alberto. No puede haber ninguno uso de nada mejor que molestar al suspuesto Papa.

Una vez digo eso, miro al incosciente y moribundo Max- Bueno, yo puedo intentar curarle... Aunque no sé si una tirita valdrá esta vez... Casi es mejor que lo coja Patxi y lo llevemos a la base para que le atienda alguien mejor capacitado...

Por cierto Patxi... ¿Has dicho jugar al mus? ¡Yo era el campeón de mi barrio de mus! ¡Y eso que vivía en una plaza! -Dicho esto, miro al resto del grupo y les digo- Venga, vamos a la base rebelde, que Max está pa chopped... Y aún puede sernos útil, aunque pase más tiempo durmiendo que despierto... Hala...

¡Andando!

Alberto pareció reconsiderar la petición tras las palabras del Padre P. Piscinas y finálmente se decidió. Se sacó la cadena por encima de la cabeza y le tendió la carta al cura.

-Bueno, no me fío mucho de la palabra de un cura católico apostólico romano, pero ya que nos habeis sacado de aquí, y como parece que esta gente te apoya, os la paso. Dijo. Además, sabiendo que es algo relacionado con meterle el dedo en el ojete al cabronazo del barbas, no me puedo negar, seguro que mi tío habría dicho que sí.

-Sierto es, sí. Dijo Patxi. No creo yo que lo de este se arregle con pomadita hemoal de esa, pues, Le dió un par de palmadas al cuerpo inerte de Max para señalarlo, pero una buena jamada y un poco de siesta, y seguro que se nos queda como nuevo. Vamos, que a mí me funsiona cada ves que termino de darle a la aitzurra en la huerta despues de estar toda la mañana. Es mano de santo, como dise el cura de mi pueblo.

Luego Patxi respondió al Padre P. Piscinas sobre lo del jugar al mus.

-¡Ay ene! ¡Haberlo dicho antes! ¡A lo mejor nos podemos montar una buena txapelketa con los errebeldes del campo de futbito!

A Alma se le iluminan los ojillos al ver la ansiada carta por fin en manos del cura. Escuchando el aprecio que el Bobadilla tenía a la carta ya se temía lo peor para poder hacerse con ella... pero por suerte no haría falta, el muchacho fue listo entregándosela al grupo de rebeldes.

- Muy bien, ahora por el amor de Constantin, larguémonos de aquí y llevemos a lugar seguro al pobre conductor de todoterrenos. - dijo Alma señalando a Max, moribundo en brazos del vasco. Y empezando a andar en dirección a lo que siempre había sido la puerta principal del Congreso de los Diputados escupió a lo que debían ser los restos del memonio que le había vomitado el cubata en las alcantarillas.

Eso, luego nos montamos una buena txapela cuando lleguemos al campo de fútbol. Y ya que nos ponemos, hasta una partida. Bueno, vamonos de aquí, no vaya a ser que la "Cólera Divina" haya jodido la estructura del lugar, y esto se nos venga encima...

Hala... ¡Andando! -Diciendo esto, casi saco a empujones a la gente, Patxi con Max a hombros incluidos de la habitación, para dirirgirnos a la puerta* del Congreso. Una vez estamos ya en la calle, miro a mi alrededor, callendo en la cuenta de un pequeño detalle...

Esto... ¿Os habéis dado cuenta de que no tenemos coche? ¿Y que nuestro conductor está K.O.?... A ver ahora que hacemos... -Dicho esto, miro a mi alrededor, por si hubiese algún medio de transporte que nos pudiese ser útil para volver a la base, aunque no sea de nuestra propiedad...

Como todo el mundo sabe, la Biblia dice "No robarás", pero no dice nada de "No tomar prestado"...

-Estese usted tranquilo, padre. Le dijo Lorena. Que yo me conozco una forma infalible de conseguir transporte.

Dicho aquello, la chica se desajustó la coraza y procedió a remangarse las piernas, y a soltarse ligéramente la camisa de malla para mostrar algo más de pechuga.

-¡Oh! ¡Que calor, que calor que tengo! Dijo al aire, tras acercarse a la carretera y contonear su lozano cuerpo. ¡Que guapa soy, que tipo tengo! ¿No habrá nadie cerca para llevarme al campo de fútbol?

A la chica apenas le dió tiempo a terminar su actuación. Dos taxis, y tres turismos particulares hicieron acto de presencia en el lugar en menos que canta un gallo, y como ocurría en la mayoría de ciudades del reino de Dick, los taxistas comenzaron una épica batalla por apropiarse la clienta que duró 20 minutos, y en la que las balas, y los misiles antiaereos cruzaron más que palabras.

Cuando la explosiones cesaron, y los rebeldes y okupas se incorporaron despues echarse al suelo por lo que pudiera pasar, el taxista vencedor estaba situado frente a Lorena, con una amplia sonrisa en su rostro.

-¿Tú qué quieres morena guapa? Le preguntó el taxista de evidente nacionalidad mora (nada que ver con la nacionalidad de las moras silvestres) Yo llevarte a donde sea, y te pongo monumento en la plaza también.*

Tras decir aquello el taxista reparó en la presencia del resto de la gente, concretamente del andoba que colgaba del brazo de Patxi.

-¡¿EEEE?! Gritó estupefacto. ¡ESE TÍO MÁS JOPUTA QUE UN MES DE RAMADÁN!*

El taxista asomó una UZI por la ventanilla sin ningún remordimiento de conciencia y disparó contra Max y Patxi, mientras la gente volvía a echar cuerpo a tierra, pero el enorme vasco logró parapetarse a tiempo tras su piedra.

-¡Ni Ramadán! ¡Ni hostias! Gritó Patxi, que ya estaba hasta la txapela de tanta balasera, y en cuanto al taxista pakistaní se le acabaron las balas, se plantó en dos saltos frente a la ventanilla del vehículo, y le arreó tal guantazo, que el condutor salió despedido por la otra ventanilla, perdiéndose entre el humo de los fuegos que polucionaban el cielo de la ciudad.

Patxi se sacudió la mano para despegarse los dientes del tipo de la misma y les dijo a sus compañeros.

-Ya mestoy empesando a mosquear de tanta mala uva, pues, que aquí la gente ya no sabe ni dar los egunones. Al prósimo que me vuelva a disparar, le meto la piedra por donde la espalda pierde su nombre, cawen la leche ya. Dijo en un tono malhumorado y con el rostro coloradete por el enfado. Ala, todos para el auto, que ya va siendo hora.

Antes de que pueda hacer tragar una granada al malvado hereje musulmán-taxita, Patxi se me adelanta- Muy bien hijo mío, así me gusta, que enseñes a los malechores que por esos caminos no se llega a ninguna parte...

Ahora, la pregunta es... ¿Quién sabe conducir? Porque como no sepa nadie, de poco nos va a valer el coche...

Curt estaba alucinado por todo lo ocurrido. Por fin, después de tanto paseo y tanta ostia (y tantas ostias también), habían encontrado la cartita de marras. Y resulta que no había sido tan difícil. Un par de heridas, el propio Curt no se acordaba de la misa la mitad, estaba achurrascado por la pompa memoníaca, Max estaba requetejodido, pero poco más remarcable.

Aunque, ahora que Lorena enseñaba pechuga, un pakistaní le intentaba coser a tiros a su colega Patxi. No, si al final iba a ser peor la vuelta que la ida. Para una vez que podía ver carne...

Y ahora, va el cura y pregunta que si alguien sabe conducir. Pues claro que sabemos. ¿Y si no cómo hemos llegado a aq...? Oh, mierda.

Curtito levantó la mano derecha tímidamente.

-Hombre, Padre, si es un coche sencillito yo sé algo de eso.

Alma se descojonó viva ante la escenita protagonizada por Lorena, sus piernas y sus "lolas" hasta que se percató de que los taxistas congregados por la visión de carne femenina empezaban a liarse a tiros para llevarse la clientela y el mérito de ser el más "macho madrileño". Visto esto se parapetó tras unos contenedores rezando a Mario y Luigi para que aquello no le provocase llegar con más suciedad (más de la que ya tenía en el cuerpo) al estadio.
- Menos mal que no me he sumado al show de streptease... - susurra tapándose la cabeza por si acaso.

Una vez finalizada la pelea entre taxistas Alma asoma la nariz por detrás del maloliente contenedor para ver quién ha ganado justo a tiempo de ver como el susodicho trata de rematar al pobre Max, lo cual la cabrea tanto que saca a Flick y Flack de sus fundas. Pero Patxi se le adelanta y le arrea tal soplamocos que no volverá a poder comer bien con los dientes que le quedan ni siquiera tras el Ramadán ese.

Sale entonces de su escondite para montarse en el taxi en cuestión... aunque al parecer sin taxista profesional tendrán que ver qué tal llegan al campo de fútbol.

Max seguía inconsciente a merced de los musculosos brazos de su compañero Patxi aunque el continuaba en ese sueño ajeno a lo que pasara en el mundo exterior. Y es que Max comenzó a recordar la agradable vida que tenía antes de venir a esta ciudad en llamas.

Era el verano del 93 cuando el barbas comenzó a comprar hordas y hordas de Tintin Macutes, clones creados a base de células de Franco-Belgas famosos y a rescindir contratos de militares para ahorrarse unos megadicks y atemorizar aún más a la población Barnacitense.

Max militar de las fuerzas papales en aquel momento se quedó sin empleo y con un cabreo de tres pares de huevos. Pero un encuentro fortuito con un taxista le hizo comprender que estaba echo para llevar un coche blindado saltándose las normas de trafico y liándose a tiros con cualquiera que quisiera quitarle un cliente.

La vida era más fácil entonces gozaba de su trabajo y gastaba su salario en prostitutas y alcohol, quien puede pedir más?. Pero un ex-terrorista y taxista la tomó con el y con su preciado taxi e intentaba hacerle la vida imposible. Le robaba a sus clientes, a sus prostitutas y se bebía el alcohol destinado a el, vamos todo un mamón el tío.

Sin taxi no había trabajo lo que le llevo a dejar Barnacity a la espera de que ese tipo muriera pronto, y es que la vida de taxista en Barnacity no era un camino de rosas. Y se dirigió a Madrid en busca de fortuna. Aunque a la vista está que la vida no le a ido por mejor camino...

Muy bien, digo analizando la situación... Pues hala, tú conducirás... Y, dado que soy el más autóctono de la zona, yo iré delante. Ahora, más de vale ir despacito y por la acera... Bueno, mejor por el medio de la carretera... O bueno, por tu carril...

¡Hala, to'l mundo pa' dentro!... Y si alguien no entra, al maletero con él... -Dicho esto, abro la puerta, me monto en el asiento del copiloto, abrochándome el cinturón... Y porque sólo hay uno. Tras esto, me pongo a rezar para llegar a buen puerto...

Curt abrió la puerta del conductor y se sentó en el asiento que antes ocupaba el ahora desdentado taxista pakistaní. Se puso el cinturón y esperó a que toda la compañía se apalancase en los asientos traseros.

Giró la llave en el contacto, pisó el embrague y el freno y se preparó para lo que parecía que iba a ser un suplicio para los demás, que él ya estaba acostumbrado a su horrible forma de conducir.

-Hala Padre, encomiéndenos al Altísimo y dígame por donde hay que tirar, que yo aquí me pierdo.

¡Coño, pues es una calle de recta! ¡Recto, hijo mío, y cuando haya casas, girar y no empotrarse contra ellas! ¡Tú tira que yo te voy indicando!

Mientras el grupo de rebeldes, siguiendo las indicaciones del Padre.P Piscinas, emulaban el número de los payasos del circo de meterse dentro de un minúsculo automóvil, los okupas, con Alberto Bobadilla y su novia como portavoces, se despidieron educádamente deseándoles mucha suerte en su empresa, y excusándose de que no podían ir con ellos por que les iban a cerrar pronto el Champion y tenían muchas litronas por comprar.

De esta forma, y con Curt al volante, el grupo se puso en camino hacia el Santiago Bernabeu con la satisfacción del deber cumplido en ellos y prestos para encontrar la siguiente carta, allá donde se encontrara.

Con la Ancestral Redbull en sus manos, ya eran seis las cartas que habían recuperado para el ritual protomágico que necesitaba de las mismas que el Doctor X-traño debía llevar a cabo con la intención de resucitar a Krad el Zurdo, aquel que volvería a traer el regocijo, la fiesta y el jolgorio en las tropas rebeldes gracias a sus conocimientos del Magik, el mítico juego perdido en los anales de la historia.

CONTINUARÁ