—¿Por qué? —pregunto al tabernero de forma retórica, a la par que contesto—. No estamos haciendo nada malo...
Me quedo observando como mi hermano empieza una pequeña querella con le tabernero.
-Oye, si queréis hago algo para que nos echen fuera. -les susurro-
Saco mi espléndida piedra con disimulo, y observo la estantería de jarras.
Por lo visto mi cara angelical no lo es tanto como yo quisiera y no consigo ninguna respuesta satisfactoria. Frunciendo el ceño y apretando los puños me encaro con el posadero que nos quiere echar con cajas destempladas, parece que tiene miedo aunque no tengo claro que sea por mí.
- Como bien dice mi hermano no estamos haciendo nada malo, así que no tiene por qué ponerse así.
Me giro hacia mis hermanos y les susurro.
- ¿Nos largamos? ¿Buscamos en otro lugar? ¿Seguimos al soldado?
Elocuencia... ja >.<
Guardo otra vez mi magnífica piedra, y les digo:
-Yo del tabernero paso, tiene muy malas pulgas, y un palo guardado bajo el mostrador, pero el soldado, que hasta que no me lo habéis dicho, no me había fijado, puede ser un blanco fácil para mi. Seguidme.
Hago una pequeña carrera, hasta ponerme en frente del guardia, y le hago un gesto para que se quede parado.
-Buenos días, hace una mañana genial para ir ajusticiando gente. -le sonrío, y sigo mi parlanchanería- Nos gustaría saber el sitio donde encontraron a Don Fernando, para poder rezar por su alma. Si nos das esa información, te lo agradeceríamos, si no nos la das, diremos que estás implicado a pleno grito en la taberna, y ya se sabe que aquí ahorcamos antes de que nadie lo investigue si es cierto. Si estás pensando en rehuiros, o algo así, que sepas que soy muy capaz de ello.
Espero su respuesta, y al breve instante, comienzo a señalarle, mientras comienzo a gritar:
-¡A-SE- ¿continuo?
—¡En mi taberna, que es mi propia casa y yo mando sobre ella, no se habla de nobles! —contesta con el evidente menosprecio de quien trata con críos—. Menos aún si se trata de nuestro nuevo señor, que Dios le asista, o de asuntos turbios que le atañen a nadie más que a él. Más os valdría no volver a mencionar a Don Fernando si no queréis acabar azotados.
Las prostitutas piden calma al tabernero alegando que vuestras preguntas han sido sin malicia y por una inocente curiosidad. Tras un breve suspiro, todo el mundo vuelve a lo suyo y os ignoran como si nunca hubieseis entrado ni dicho palabra por aquí. Parece que la gente quiere evitar problemas con las autoridades a toda costa.
Salís tras el soldado y en la calle, al lado de la puerta de la taberna, Teodorico se planta delante de él y comienza a presionarle con sus palabras. El soldado, medio borracho y todo nervios, le propina un fuerte empujón y hace que Teodorico acabe sin remedio en el húmedo suelo.
—¡A mí no me vengas con amenazas, niño de mierda! Bastante tengo ya, que yo mismo fui quien encontró su cuerpo —al decir esto, algún pensamiento suyo, o puede que la propia borrachera, hace que tenga una arcada—. Lo encontré en el linde del bosque, cerca de la Cueva de los Murciélagos. Dejadme ya en paz, malditos.
Dicho esto, continúa su marcha como medio perdido y a paso lento. Realmente sabéis que oculta cosas y no es normal su estado, pero viendo su condición os asusta un poco lo que sea capaz de hacer si le molestáis más.
Conocéis más o menos la ubicación de esa cueva, aunque nunca habéis estado. Se dice que toda esa zona montañosa es refugio de bandidos. A pie estará a algo menos de una hora.
—Venga, vámonos. No vaya a ser que nos metamos en más problemas —digo a mis hermanos, ante de que a Pedro se le vaya la vena diplomática que le ha dado y Teodorico se aburra de su piedra y se la lance al primero que se cruce en su camino.
Mientras salgo de la taberna no digo nada, e intento no llamar más la atención. Cuando salimos, y estamos todos reunidos, les digo— Ya sabemos donde es. ¡Venga, vamos a echar un vistazo! Seguro que nos da tiempo a llegar antes de la comida...
Eh Eyra, si quieres hacer de diplomático te cambio el pj, que a mí hacer de bruto se me da de perlas xD
Maldito guardia, esto no quedará así.-pienso para mis adentros-
-¡Que sepas que algún día estará penado pegar a un pobre chico indefenso! -le grito mientras comienzo a caminar junto amis hermanos- Vámonos a ver esa cueva,igual podemos cazar algún muerciélago, y ya veré que hago luego con el, seguro que a las marranas de la taberna les encantaría uno como mascota.
Al ver el empujón que el soldado le propina a Teo mi cara empieza a enrojecer de rabia.
- Aquí el único que zurra a mi hermano soy yo -le grito mientras me abalanzo sobre él dispuesto a darle un buen puñetazo. Freno en el último segundo al ver el gesto del hombre a punto de echar hasta su primera papilla, y el asco reemplaza a la rabia en mi cara.- ¡Será cerdo! Vete a dormirla y si quieres te ayudo yo con un sopapo.
Me reí con ganas al ver marchar al soldado medio tambaleándose por la calle.
- Jajajajaja... por lo menos el muy imbécil nos ha dicho lo que queríamos.
Caminé detrás de mis hermanos arrepintiéndome de no haberle propinado una buena patada en el culo.