Partida Rol por web

- Pero... pero... -igual que si estuviera viendo a un loco peligroso así estaba mirando a mi hermano.- Yo quiero que me curen la cabeza... me duele. Me quiero ir ya de aquí.

Sujetándome con una mano la cabeza pensando que así me iba a aliviar el dolor, empecé a caminar a trompicones hacia la salida de aquella maldita cueva.

- Venga, vamos... Debemos dar parte a la guardia de todo esto, aunque no sé si nos harán caso. -Me froté la magulladura inconscientemente.- Pero por otro lado aún no hemos descubierto nada que salve a padre y eso de volver a hablar con el enterrador tampoco es mala idea. Quién sabe, igual le damos un buen susto cuando nos vea si piensa que ha conseguido terminar con nosotros ¿no creéis? Pero antes quiero que me curen... ¡ay!

Mientras vamos saliendo, guardo la cabeza en el macuto donde llevamos todo, y se me ocurre una genial idea:

-¿Y por qué no le atamos una cuerda alrededor de la cabeza, y así evitará que le salgan los sesos?

Le doy una palmada en el hombro mientras le sonrío enseñando todos los dientes.

—¡A ti si que vamos a tenerte que atarte una cuerda, pero alrededor del cuello! —contesto a Teo tras escuchar otra tontería más de las suyas.

Después, me centro en lo que tenemos entre manos, por lo que digo—. Pedro, ¿estás seguro de que estás bien? A ver si te vas a caer y cualquiera te levanta...

- Sí, caminar creo que puedo... pero me duele mucho -Estaba haciendo grandes esfuerzos para no ponerme a llorar delante de mis hermanos.- Me mareo un poco... espero no caerme antes de encontrar a alguien que me cure. ¡Ay, ay!

Abandonáis con alivio la cueva a medio explorar por el mismo sitio que entrasteis. Afuera el viento frío y la humedad os golpea por todo el cuerpo de forma nada agradable. El cielo tiene un tinte de un gris muy oscuro y en poco rato el sol se esconderá por completo. De mala manera y con sensación de cansancio echáis a andar camino abajo de vuelta a la villa.

—Venga, dejad de hacer el tonto. Vamos a ver a Madre para que cure la herida de Pedro, que se le van a salir los pocos sesos que tiene —comento a mis hermanos cuando por fin hemos salido de la cueva.

Mientras bajamos, digo a Teo—. ¿Has cogido la cabeza de la cosa esa? Después de que curen al melón este, tenemos que llevarlo a la guardia. ¡Hay que salvar a Padre!

Dicho todo esto, sólo me queda poner rumbo a casa.

Me coloco un rato tras Pedro y le voy soplando en la herida para que no le duela.

-Ya está Pedro, no seas tan niña.

Me situo cerca de Ramiro, y al escucharle, levanto el macuto sobre mi cabeza.

-Aquí la tengo... ¿corremos o no nos arriesgamos a que se le caiga algo?

Luego me arrepiento de lo que le hago normalmente, y le cojo del brazo a Pedro para que no se caiga.

No tenía fuerzas ni para darle el consabido coscorrón a Teo así que, cuando él me cogió del brazo, me dejé arrastrar en dirección al pueblo.

- A casa sí... que me cure madre.