Partida Rol por web

Nada más llegar a la habitación me desnudo y me doy una larga ducha con agua caliente, dejando que los chorros se lleven la suciedad y la sensación de cansancio. Esto es mucho mejor que los manguerazos de agua fría en Nar Shaddaa o las enervantes duchas sónicas de las naves espaciales.

Al salir de la ducha envuelta en una toalla miro mi sable de luz que he dejado sobre la cama. Si hubiera alcanzado a ese humano... ¿Entonces qué? ¿Qué habría pasado si se hubiera negado a hablar? Las amenazas y el miedo no son el camino de los Jedi. Me gustaría llamar a Skawn y pedirle consejo pero ¿qué conseguiría con eso? Solamente preocuparle cuando no puede ayudarle. Tampoco puedo cargar ese peso sobre mis compañeros a los que acabo de conocer. No, tengo que salir de esto yo sola.

Dejo la toalla en el secador y me siento en la cama con las piernas cruzadas y el sable de luz entre las manos, evocando la serena sabiduría del código Jedi.

No hay emoción, hay paz.

Que los malos recuerdos del pasado no me impidan vivir el presente

No hay ignorancia, hay conocimiento.

Soy consciente de que este sitio se parece a Nar Shaddaa, pero no es Nar Shaddaa. 

No hay pasión, hay serenidad.

Ya no soy aquella esclava que se encogía de miedo ante la cólera de su amo

No hay caos, hay armonía.

Todo ser y todo suceso tiene su propósito en la galaxia. Tengo que aceptar que no siempre seré capaz de verlo.

No hay muerte, existe la Fuerza.

Y sólo a través de la Fuerza encontraré mi camino.

Dejo escapar un largo suspiro. Pongo el comunicador encendido sobre la mesita de noche junto al sable de luz y me pongo ropa fresca. Me gustaría abrir la ventana y dormir sintiendo la brisa marina, pero no hay que ponérselo fácil a un posible intruso que intentase entrar por la ventana. Miro la hora. Tal vez aún pueda llamar a la senadora y preguntarle sobre esos tipos que nos están siguiendo...

as a llamar a la senadora, pero te das cuenta de la hora. No sería prudente. Hay poco de lo que informar y muy poco que contar. Y menos para llamar a altas horas de la noche. Con el comunicador encendido decides recostarte en la cama. Aquella pequeña meditación parece haber calmado un poco tu mente y poco a poco caes rendida, entrando en un ligero sueño...

La gente de aquel tugurio te miraba obscenamente, eras una de las atracciones. Deseada por muchos, intentada comprar por otros y sobada por casi todos. Servías mesas incesantemente en el tugurio de Mardoc....

Estás caminando por las calles de Nar Shadaa, tu túnica oculta tu sable láser, y la capucha tus lekkus. Estás sola, pero no tienes miedo. Estás en paz. Cuando llegas a la puerta de "La jarra rebosante" no puedes evitar recordar tus tiempos en aquel garito de mala muerte. Por suerte ahora has logrado subir al siguiente nivel, tu vida no es lo que pudo ser; es lo que siempre quisiste que fuera, quizá más. 

En cualquier caso algo te llama, una voz en tu interior una fuerza irresistible. Cuando entras ves que todo está como siempre, nada ha cambiado. Incluso alguno de los clientes de su interior están donde siempre, como siempre. No han envejecido ni un ápice. Una joven twi´lek de piel rojiza sirve copas mientras los clientes ríen, la miran y le sueltan improperios. En el fondo, en la mesa principal se encuentra Mardoc el Hutt, escoltado por sus cuatro guardaespaldas como siempre. Está acompañado de dos humanas con poca ropa que lo acarician y le meten comida en la boca...

Vuelves a mirar a la twi´lek... no hay duda de que eres tu.

¿Qué me ha traído de vuelta aquí? - me pregunto mientras miro aquel apestoso antro. Y si es así ¿Cuál de las dos es el sueño? ¿Esa pequeña Nawara, condenada a una vida de servidumbre, o la Nawara adulta que intenta estar a la altura de los legendarios Caballeros Jedi? Siento el impulso de abrazarla, rodearla con los brazos y consolarla diciéndole que todavía hay una esperanza para ella. Me lo impide saber que sólo conseguiré asustarla y que monte una escena por la que luego Mardoc...

Mardoc. Miserable y hediondo gusano.

Ahí está, disfrutando de sus esclavas favoritas de turno que lo atiborran y ríen como si sólo su hedor no fuera suficiente para producir arcadas. Le odio ¡Le odio! ¡LE ODIO!

Me sorprende el dolor en mi brazo derecho. Estoy aferrando el sable de luz con tanta fuerza que mis nudillos tienen un color rosa pálido. Siento ganas de llorar y de gritar de rabia a la vez. Quiero cortar a esa sabandija en dos coger, a mi yo más joven y...

No puedes matar a tus propios demonios, sólo enfrentarte a ellos para superarlos.

No fue Skawn quien me dijo aquello, sino la maestra Wavrix. Como dathomiriana que estuvo a punto de ingresar en las Hermanas Nocturnas, aquella zabrak sabía muchísimo de demonios personales. Y los míos me han traído aquí.

Hago un esfuerzo consciente para soltar el sable láser. Fauces, tengo toda la mano acalambrada. Intentando disimular el miedo que me provoca el gusano me acerco a él y cuando estoy ante su tarima me descubro el rostro y le miro a los ojos. Son amarillos, igual que los míos. Nunca me había dado cuenta hasta ahora.

Me... me voy de este lugar, Mardoc. He terminado para siempre con este antro miserable y con el miserable de su dueño - no, no cojas el sable láser. En vez de eso, cojo el collar de esclava que aún llevo conmigo sin que sepa explicar exactamente por qué ¿Qué hago? ¿Se lo tiro a la cara? Lo sostengo durante una eternidad para finalmente dejarlo caer ante su oronda barriga - Me marcho...

Mardoc te mira y puedes ver en su rostro una expresión entre sorna e incredulidad... Cuando dejas caer tu collar puedes ver como este se deshace como si de polvo se tratara. 

- ¡¡ Insolente !! - Grita empujando a una de las chicas que cae al suelo. - Pagarás cara esta osadía - En ese mismo instante el Hutt levanta una de sus manos y uno de los guardias que lo escoltaban se acercan a la joven twi´lek, que ahora es quien está frente a Mardoc y le propina un fuerte puñetazo en el estómago haciendo que caiga de rodillas. 

Tu estás de nuevo en la entrada, sujetas con fuerza tu sable de luz. Todos los parroquianos de la cantina están quietos, no como si estuvieran observando... están directamente congelados.

El llanto de la twi´lek es el único sonido que se escucha, mientras puedes ver que todo a tu alrededor parece difuminarse, quedando tan solo nítido Mardoc, y lo que le rodea. 

- ¿Quien te crees que eres para hablarme así? - Uno de los hombres agarra de los lekkus a la twi´lek y la levanta. - Desnudadla... y llevadla al foso de Grakkus - 

Odio, odio, odio. Odio a ese gusano por su miserable estilo de vida, por todos aquellos indiferentes al dolor que ese monstruo inflige diariamente, y sobre todo odio contra mí misma por ser tan débil. Pulsando un botón activo la brillante hoja de mi sable de luz, que ahora tiene un brillante color rojo ¿Es roja la sangre de los Hutt? Quiero comprobarlo.

Con un aullido animal me lanzo contra el guardia que sostiene a la Nawara joven, regocijándome en su expresión de horror cuando la hoja de energía le corta limpiamente los dos brazos. Sí, sufre, maldito montón de bosta de bantha. Ni siquiera me molesto en rematarlo. Sus gritos de dolor son un dulce arrullo a mis oídos. Me gustaría quedarme jugando con ese muñeco roto, pero los llantos de la cría me devuelven a lo que estaba haciendo.

Abrir en canal a esa bestia repugnante...

Sin pensarlo, y con el sonido de los gritos desgarradores de dolor de fondo lanzas tu sable de luz contra Mardoc. Cuando la punta de la hoja atraviesa su carnoso y desagradable estómago algo en tu interior surge. Puedes notar como el dolor que siente el Hutt es compartido, el en su estómago, tu en tu pecho. Cierras los ojos y dejas de escuchar los gritos de fondo.

Puedes notar como una mano agarra tu muñeca.

- Abre los ojos Nawara - 

La voz es familiar, cercana... aterradora sin duda en estos momentos. Cuando levantas tus párpados puedes ver como la mano no es de un Hutt, es de un twi´lek. Levantas la mirada y siguiendo la hoja de tu espada puedes contemplar como ensartado en ella se encuentra tu maestro Skawn, que te mira con unos ojos vacíos, tristes...

- ¿Que estas haciendo?, ¿Nawara? - 

Con un grito de terror suelto el mango del sable de luz que se desactiva al momento. Sé que la herida es mortal. Lancé la estocada con todo mi odio para asegurarme de que lo fuera. Ayudo a Skawn a tumbarse en el suelo y apoyo su cabeza en mis rodillas

¡AYUDA! - Grito a quien pueda oírme - ¡SOCORRO, POR FAVOR! ¡MAESTRA WAVRIX! ¡HAMMA! ¡ABEAMAF! ¡GALEN! - Pero la fuerza personal que te da el odio te la quita aislándote de aquellos que querrían ayudarte. No hay nadie cerca para ayudar a la Nawara que disfrutó ajustando cuentas con sangre.

Lo siento, maestro - le digo con la voz quebrada. Le acaricio la cabeza y le limpio el sudor con la manga de la túnica - Arriesgaste tu vida para sacarme de La jarra rebosante pero mi espíritu sigue atrapado allí. Lo siento, perdóname. No te vayas. No me dejes... por favor...

La sangre brota del cuerpo de Skawn, manchando tus ropas y el suelo... Cierras los ojos mientras las lagrimas caen por tus mejillas; puedes sentir como un impacto en tu estómago, una arcada y un dolor de cabeza, te mareas y vuelves a abrir los ojos. Tu respiración es agitada. 

Las paredes de piedra roja que te rodean te dejan claro que la taberna ha quedado atrás. Estás en una especie de caverna, pero no encuentras entrada o salida alguna. Frente a ti una especie de sarcófago, de tumba abierta. Te acercas temblorosa para ver a tu maestro en su interior; pero en su lugar te ves a ti misma. Con los ojos cerrados, sin vida.

Una mano se posa en tu hombro.

- Todavía estás a tiempo, Nawara - 

La voz de tu maestro entre en tu cerebro. Cuando te giras ves que está perfectamente, sin rastro de sangre en su túnica. Sin dolor en su rostro.

- No dejes que la ira controle tus pensamientos, o estos serán los que gobiernen tus actos. Mantenla controlada, domínala, antes de que ella lo haga. - 

Skawn da un paso hacia el sarcófago y lo toca. Te mira y asiente.

- Todavía estás a tiempo. - 

Cuando vuelves a mirar en el interior del sarcófago está vacío...

Todavía estás a tiempo.

No puedes matar a tus propios demonios.

Todavía estás a tiempo.

No puedes matar a tus propios demonios.

Le doy vueltas a las palabras de Skawn y Wavrix mientras miro el ataúd vacío. No es así como quiero terminar: enterrada en una cueva aislada, olvidada... y sola ¿Por qué elegí una senda de espada en lugar de otra más pacífica? Quería ser fuerte. Quería ser poderosa. Aún lo quiero ¿Por qué? ¿Controlar mi destino? No, borra eso. Sólo los necios intentan controlar el destino.

Quiero ser lo bastante fuerte... - digo a la cámara vacía - para perdonar...