Partida Rol por web

Joder.

El Cathar se sorprendió tanto del disparo que dio un pequeño bote. Ya había esquivado a la muerte una vez más. Y ya la vida de aquel ser del imperio había dejado de importarle. Su culo era lo único que le preocupaba. Aun así, no era de piedra.

Mientras azuzaba al médico y hacía gestos al nautolano para que siguieran, comento la jugada.

Eso era totalmente innecesario. A menos de que haya algún motivo oculto que yo no pueda entender.

Tío, ese humano era un bastardo, de eso no me cabe la menor duda. Pero nuestro enemigo es la maquina del imperio, no las piezas sueltas. O al menos así es mi caso.

Siguió moviéndose. Quedaba poco para llegar a la nave, y no quería que esta se marchara sin ellos. Aun así siguió charlando. Dado que esquivar posibles disparos, y mantenerse a cubierto mientras avanzaban no era precisamente una labor que le quitara el habla.

Sea como sea, recuérdame que nunca te dé la espalda mientras estés empuñando un arma de fuego. Y reza, para que ese disparo no delate que estamos aquí a alguna patrulla de imperiales sedientos de sangre.

De verdad, que le parecía que la muerte del oficial era innecesaria. La gente, toda la gente en general, eran idiotas. Aquel oficial seguro que era un pobre imbécil, que vio en el ejército una buena manera de sobrevivir hasta la muerte, sin pensar que esta le llegaría de manos de un conflicto armado.

La mayoría de los imperiales eran gente sencilla, con problemas sencillos. Pagar las cosas que querían, vivir sin preocupaciones. Y en general el ejército del Imperio, no había tenido conflictos de envergadura desde hacía bastante tiempo.

Lo que se traducía, entre otras cosas, por vidas militares tranquilas, sin necesidad de meterse en medio del fuego de los blaster.

Al menos, esa visión idílica de la realidad era la que tenía el Cathar, que pese a ese canon, seguía pensando que la vida era un monstruo despiadado que hacia lo posible por arrancarte la cabeza. Para él, ambos conceptos eran terriblemente validos.

Isseriol comienza a andar hasta llegar a la altura del Nautolano, sin decir nada le mira con sus insondables ojos blancos, con curiosidad o puede que con enfado, quién sabe. Parece que está a punto de decir algo pero menea la cabeza y emprende la marcha, de camino a su precaria salvación. Mientras se aleja silva una tonadilla pegadiza como aquel que pasea por el campo.

Entonces el tan ansiado momento llegó, el intercambio de disparos bláster fue un problema menos en el momento que tomasteis contacto con la nave de transporte. El sonido metálico provocado por vuestras botas con la nave os hacían ver que existía realmente la posibilidad de que fuerais libres de nuevo, sin embargo quedaban muchas dudas aún en vuestras cabezas.

Un humano era el que se encargaba de haceros señas y os metía prisa para que os adentrarais en la bahía de carga de la nave de transporte, os fue dando la bienvenida uno a uno con mucha velocidad, sin embargo, a la vez que daba un mensaje de "retirada" a los hombres que estaban combatiendo al pié de la nave, os hizo una pregunta que le angustiaba por completo

- ¿y Clev?¿No ha ido a buscaros? - comentó el hombre, de corta edad, claramente preocupado por su compañero.

Por fin habían llegado a la nave, cruzar todo el campo bajo el fuego de los bláster no fue tarea fácil, pero por fin podía estar algo más tranquilo.

-Nos encontramos a Clev -responde al humano que le pregunta- antes de salir de la prisión, pero no recuerdo porqué, pero se volvió hacia el interior de la misma, no lo he vuelto a ver desde entonces.

Tras responder a la pregunta, se siguió adentrando en la nave, hasta llegar a un lugar donde pudiera hablar con sus compañeros de fuga.

-Como dijiste antes -empezó hablando a Frercus- ese humano es una pieza de la gran máquina que es el Imperio. Todos hemos sufrido entre sus garras y si puedo evitar que otros tantos sufran lo mismo, tendré que eliminar todas las piezas posibles para que la máquina se debilite lo suficiente. No hay lugar en ninguna galaxia para gente tan ruin

Lock entro sonriendo, y tendiendo el arma al rebelde que le ofreció asilo. A la pregunta de dónde podía estar Clev respondió con la verdad.

Ha ido a buscar rehenes, o algo así. O puede que en misión de rescate. Sea como sea, se retrasara un poco imagino.

Aunque tampoco puedo garantizar que siga vivo. Nosotros ya habíamos salido de la zona de celdas cuando lo encontramos. Quizás se encontrar con oposición. O quizás no. El caso es que no está con nosotros, ni sabemos exactamente donde esta o cuánto va a tardar.

Sus palabras no ayudaron a tranquilizar a aquel sujeto. Pero al menos tenía una visión igual de clara que ellos de donde podía estar Clev. En cualquier parte, vivo o muerto.

Se fue con sus compañeros hasta un rincón y el nautolano aprovecho para explicarse.

Te doy la razón. Pero yo no soy igual que el imperio. Y sobre todo, yo nunca disparo por la espalda. No voy a enfadarme contigo. No voy a pelearme contigo por un Imperial muerto. No estoy tan loco. Solo digo, que recordare no darte la espalda cuando me apuntes con un arma.

Le dio un toquito amistoso en el hombro.

Como dicen en mi planeta. Todos estamos conectados en el gran ciclo de la vida.

Luego vio que la frase no llego a profundizar. Y continúo.

Bueno, el pasado, pasado es. Así que ahora a disfrutar de la libertad, y a ver dónde puedo volver a poner mi culo, lejos de las zarpas de los Imperiales. Que sinceramente no tengo ni la más remota idea de cuando y donde me capturaron. No soy capaz de recordarlo.

Con una sonrisa, y ese pensamiento, Lock busco un lugar donde sentarse.

Si Isseriol tenía algo que decir del humano que les ayudó o del imperial muerto, no dijo nada. No había disfrutado mucho de aquel paseo bajo fuego enemigo entró por la rampa de la nave como aquel que vuelve a casa. Una vez bajo la protección del blindaje de la nave se sentó con sus compañeros y descansó brevemente. Mientras hablaban se puso en pie y les dijo.

Voy a tratar de ser un poco más útil aquí dentrod e lo que he sido ahí fuera, si me necesitais voy a ofrecer mis servicios a nuestros salvadores para ayudar con los heridos.

El arkaniano se dirigió hasta donde estaba el joven que los había recibido y le dijo con semblante tranquilo:

Hola, soy médico.

Tras esperar unos segundos sin respuesta resopla y hace un gesto de cansancio, como hastiado de tener que explicarlo todo.

Esto es una guerra y yo soy médico, así que si teneis heridos puedo tratar de curarlos. Siempre que tengais algo de equipo médico a mano, por que todo lo que tengo es un blaster.

De repente, mientras estabais terminando vuestra presentación y valorando la situación, escuchasteis al hombre que os recogió en la nave pegar un grito

- ¡No despeguéis, Clev está llegando! - gritó con todas sus fuerzas.

Al parecer, aquel humano que visteis en vuestra huida había aparecido, según las explicaciones que daban estaba cargando a alguien a cuestas y podía ser un blanco fácil.

- ¡Chicos, necesitamos fuego de cobertura, coged un arma y disparar a esos imperiales, no podemos perder a más gente! -

Ante aquella llamada de ayuda, para proteger a Clev bajo el fuego del Imperio, Renko no se resistió a empuñar el bláster, apostarse en algún lugar donde tuviera cobertura y disparar a los soldados imperiales, causa de todos los problemas que había tenido desde el día en que asaltaron la nave donde iba. No sentía piedad ante aquellos humanos, ni siquiera la lástima acudía a su mente cuando apretaba el gatillo.

-¡¿Cuanto le queda para llegar?! -una cosa es que no le importara disparar y acabar con un par de soldados, pero otra muy diferente era jugarse el pellejo y la integridad de la nave por el hacer de Clev-

El soldado que cubría la entrada de la nave de transporte también cogió su pistola y se dedicó a disparar.

- Aún le faltan uno 150-200 metros, puede lograrlo, sé que puede lograrlo, ¡no desistáis! -

El Cathar no se lo pensó mucho. Se tumbo en el suelo de la nave, y con aquel apoyo y ofreciendo lo mínimo de sí mismo de blanco abrió fuego.

No sabía muy bien como había llegado a aquella extraña situación. No recordaba donde le habían capturado. Porque aquella cárcel estaba bajo ataque, y sobre todo, que podía querer el imperio de alguien como él.

Si le hubieran dicho que estaba en las mazmorras del castillo de Jabba el Hutt, pues no le hubiera resultado nada raro.

Había estafado gente aquí y allí, y alguien podría haberlo querido quitar de en medio. Pero el imperio era otra cosa.

Fuera cual fuera la respuesta a sus preguntas y dudas, tendría que esperar, pues ahora era importante hacer lo posible para largarse de allí.

Bien era cierto que lo más rápido seria meter un tiro a Clev, así la nave no tendría ninguna excusa para quedarse. Pero, que cojones, fijo que lo tiraban fuera como a basura espacial.

Así, que su única opción viable, y sana, era disparar a concierto para dar cobertura a aquel extraño rebelde que había pretendido rescatarlos, y que había vuelto luego a por un soldado imperial, que por otro lado era su enemigo.

Aquella idea, le hizo preguntarse por que el Nautolano no había disparado en aquel pasillo contra el soldado. Podría ser que tenia más rabia acumulada contra los oficiales, que contra los soldados rasos.

Una duda interesante sin duda. Pero que también tendría que esperar.

Isseriol duda unbos instantes, al parecer no había heridos o ya estaban atendidos. Tan sólo querían que disparase, eso podía hacerlo, aunque no muy bien. El médico cogió el blaster que irónicamente le había dado el tal Clev al que ahora había que salvar y formando una línea con los otros que disparaban, hizo lo propio alterando ráfagas cuidadosas para no dar a los suyos.

Gracias a toda la cobertura que estabais ofreciendo y como no, con bastante suerte, Clev estuvo al alcance la rampa. Claramente visteis que no se encontraba herido, pero si bastante agotado, el sudor que corría por su frente era exagerado, sin embargo no se le podía borrar la sonrisa de la cara.

- Lo... lo... lo conseguí - gritó mientras tomaba la mano del hombre que os ayudó a vosotros a subir y dejaba dentro del la nave el cuerpo del soldado imperial al que le brindasteis una segunda oportunidad.

Clev se arrodilló en el suelo, comenzaba a respirar con grandes bocanadas.

- Aquí... os traigo un regalo, no me... tsk, no me gusta abandonar a nadie - tras aquellas palabras cayó abatido al suelo, presa absoluta del cansancio, o quién sabe si fue una insolación, aquel planeta recibía bastante energía solar.

El soldado de la rebelión estaba confuso, no sabía que era lo que había pasado y por su mirada parecía que os pedía una aclaración a ustedes sobre la aparición de un soldado imperial y el retraso de Clev.

Cuando Clev llega con el soldado imperial, miró a sus compañeros un momento, no pensaba que el humano fuera a cargar con el soldado y traerlo a la nave. No le veía el sentido a aquella acción, aunque quizás era algo que los rebeldes hacían, era el primer contacto que tenía con ellos y le resultaba extraño.

-Le dejamos vivo durante la fuga, a la espera de que desapareciera o se marchara de aquí, aunque yo no estaba muy de acuerdo en dejar vivir a escoria como esta -lo dice sin ningún tapujo, habla claro y contundente-, ellos no harían lo mismo con nosotros. No sé que se le metió a la cabeza al vuestro para ir en su busca y traerlo.

Mira al resto por si quieren añadir algo más.

Lock asintió antes las primeras palabras del Nautolano. Y luego añadió.

En verdad se porto muy bien con nosotros, colaboro mucho y no intento matarnos. Claro que eso fue porque lo noqueamos antes de que nos viera. Pero parece que la vida para Clev es algo sagrado, así que cuando se lo contamos volvió a por él.

Sus motivos tendrá. Sera algo así como una especie de salva vidas intergaláctico.

Luego, y ya con tiroteo acabado busco un sitio donde sentarse. En cuanto estuvieran fuera del sistema empezaría a moverse y averiguar cosas que para el eran más importantes que los motivos de unos para matar y los motivos de otros para salvar vidas.

La pregunta clave era. Como había ido a parar a una prisión del Imperio. El porqué era irrelevante. Al menos por el momento.

Isseriol movió la cabeza de lado a lado, negando con incredulidad.

A mi no me pregunten, la raza humana tiene comportamientos poco predecibles. Es como una variable aleatoria que oscila entre la estupidez y la genialidad sin baremo aparente. Incomprensible...

Luego se acerca al soldado desertor y le examina de cerca con la mirada.

Mmmm... interesante, parece que la inconsciencia no ha sido muy traumática. ¿Algún efecto secundario reseñable?

El soldado parecía algo atontado, como si no supiera qué estaba pasando realmente, apenas era capaz de articular algunas palabras que no fueran balbuceos.

El hombre que os recibió mandó rápidamente a los servicios sanitarios a que llevasen a Clev y su "invitado" a un lugar donde reposar, después os miró a vosotros y os dio la bienvenida que os merecíais.

- Perdonad que todo haya sido tan rápido, llevamos intentando llevar a cabo este golpe a la prisión imperial desde hace días y hemos podido ver que ha sido casi un éxito rotundo, lo lamento por el pobre que no pudo regresar con vosotros - posiblemente se referiría al hombre que encontrasteis aplastado por los escombros en las celdas.

- Os llevaremos a nuestra nave nodriza, es nuestra pequeña base de operaciones contra el imperio, allí nuestro comandante os dará todas las explicaciones pertinentes, es un buen hombre -

Renko asintió ante las palabras del humano, quería una explicación. Sobre todo de porqué les quería el Imperio, a sus ojos, no había hecho nada para terminar en una prisión, pero tampoco sabía porqué los rebeldes le querían, aunque probablemente, fuera por dar una patada al imperio.

-En ese caso, espero que el viaje sea tranquilo, aunque con lo que ha pasado aquí... algo me dice que no será del todo tranquilo -dice mirando al tipo y a sus compañeros-.

Poco después busca algún sitio donde sentarse y disfrutar, en la medida de lo posible, del viaje.

El Cathar no dijo una palabra más. Levanto un pulgar con el puño cerrado. Una clara señal de estar de acuerdo. Y luego se movió por la nave.

Estaba seguro de que habría muchas cosas interesantes que ver. Y sobre todo, quería escuchar que clase de gente había allí. Quienes eran los Rebeldes que se enfrentaban al imperio.

Porque le habían salvado el culo sin duda. Pero eso no significaba que fuera a correr a darles un beso y comprarles unas flores de Onderon de regalo.

Y además, necesitaba tiempo para pensar, donde estaba antes de despertar en la celda.

El rebelde lo había dejado claro, con palabras sutiles, pero muy claramente. No habría nada de información hasta llegar a la nave nodriza y hablar con el comandante.

El arkaniano paseó sus vacuos ojos por la nave estudiando la tecnología de la que disponía la fuerza rebelde. Se sentó y recogió su melena blanca en una coleta, usando una tira de tela para fijar la cola de caballo. Reparó en el rifle blaster que aun descansaba a su lado e inconscientemente lo apartó un poco, como rechazando su frío tacto. Echaba de menos su instrumental médico y no tener a mano ni siquiera una triste tabla de datos en la que apuntar información. La adrenalina se iba disipando y el cansancio hacía mella en su dolorido cuerpo. Eran muchas tensiones en un solo día para un científico y si no fuera por que su cabeza hervía con suposiciones y elucubraciones, se habría dormido de inmediato. Pensó en buscar a sus compañeros de fuga para compartir sus inquietudes, pero el Cathar parecía no poder estarse quieto cinco minutos en el mismo sitio y el Nautolano era como un trozo de hielo, no podía olvidar como había disparado al oficial por la espalda. A sabiendas de que había salvado la vida a Clev, era un comportamiento reprochable.

Tantos recursos gastados para liberarnos... ¿qué es lo que podemos ofrecer a estos humanos para que tanto esfuerzo haya merecido la pena?