Partida Rol por web

El tiempo es una cosa muy relativa, ya lo decía el pirao del suéter y los pelos alborotados ese que sabía tanto. Del mismo modo que cuando cortejas a una bella muchacha una hora parece un segundo, cuando no puedes postear en una semana, cada segundo te parece un año. Y sin embargo, en tiempo de juego seguís donde estabais antes. O cerca, porque con poco esfuerzo habéis matado a David Bowie y a su horda de goblins, rompiendo el hechizo del laberinto y encontrando a la vuelta de la esquina una salida. Fíjate, como en una película para niños. Pero con todo, la estrategia utilizada para vencerle a él y a sus tropas ha generado secuelas imborrables en un miembro de vuestro poco selecto grupo. Y es que a Armando Jaleo se le ha llenado la mano de mierda, provocando un daño a su imagen del que difícilmente se va a poder recuperar. Nadie le verá igual después de haber hecho de "Gepeto" con una inocente criatura verde.

Pero si creéis que esto son malas noticias, es porque no he descrito aun la escena en la que os encontráis.

¿Quien en su sano juicio pondría un estadio de Blood Bowl a la salida de un laberinto? Cualquier jugador del Roller Coaster Tycoon, por ejemplo, y tal parece haber sido el caso en la construcción de la ciudadela orca. Una vez estáis todos fuera del lugar de sacrosanto reposo del Rey de los Goblins, la multitud en las gradas enfervorece con gritos guturales pidiéndo sangre. Y en el cesped, los jugadores orcos se ponen en posición embestida, preparados para jugar sucio.

Pero la música de fondo de esta es un rap, y aunque vaya de Blood Bowl, no es casual que este estilo haya sido el escogido. Por que antes de que podáis lanzaros a hacer vuestro cometido como luchadores de los bajos fondos, una temible figura sale de los bestuarios (¿Lo pilláis? Bestia, vestu... Lo se, es malo), y su sombra cae sobre todos vosotros como un manto de muerte, terror, y advenimiento de desgarro anal.

¡EL AFRO-ORCO!

Tras la liberacion de la ciudad estoy en un campo de orco b..nose que mas pero eso no importaba yo el gran huracano el azote de la briska y del strep poker un dios caminando entre mortales lo vi claro si eran grandes y si del bestuario habia salido una vestia y con una tranca como dios manda y un pelo aun mayor lo que me recordo la historia de sanson la porno claro.

si queria evitar ser empalado por eso tenia tres opciones o me ponia un corcho en el culo,o le cortaba la tranca o le cortaba el pelo.

Pero como tengo una cara de loco no se acercaría a mi por lo cual mi objetivo pasaba a ser algun orco alejado que pudiera joder a mis compañeros antes que ami y viendo que ellos eran mas y mas grandes solo me quedaba una opción hacerles pensar que estaba de su lado.

Por lo que cojo el balon y dandome la vuelta se lo lanzo a la cabeza a aquellos que habian sufrido conmigo a aquellos que habian pasado putas y no em habian hablado.

apunte a armando jaleo y queria que le diera ahora era cosa del destino y si ademas rebotaba queria que diera a el buey.

Seria el unico que quedaria empie si todo salia bien luego me podria ir a mi que mas meda que se carguen el mundo mientras me den cerveza por echar un cable y ahi estaba mi rebuscado plan habia salido a la luz yo no tenía bando y jamas lo tuve por lo que no me importaba matar orcos o compañeros para mi eran todos igual de feos.

Lo primero que vino a mi mente fue "Esa tranca no es normal... Ridículamente fosforita. Parece un consolador de un sex-shop de tamaño extragrande. Algo que Armando tendría guardado en el armario."

Ante tanta testosterona y gente sedienta de sangre, sólo había algo capaz de vencer en aquel juego de locos. Saqué un pelo de mi bolsa que había guardado con cuidado todos estos años.

-Liberad a los gatitos.

Invocó a dos adorables gatitos y los lanzó a la oleada de testosterona. Les arañaron un poco, pero son gatitos. Fueron agarrados y mimados hasta la saciedad.

Ojiplático se quedó el Buey  al ver semejante portento de la naturaleza. Aquel  afro-orco rebosaba tal virilidad por cada poro de su piel que era un espécimen digno de ser conservado para la eternidad. Había visto humanoides gigantes, pero normalmente, las sustancias eteroídeas que empleaban para el aumento artificial de la musculatura les producía  micropenismo. 

- ¡Ay!, si tuviera un frasco de formol, no te me ibas a escapar, te lo digo yo, ¡oh dios de la masculinidad!.- Tenía un bote de cristal lo suficientemente grande como para guardar ese enorme falo verde, pero no el líquido donde conservarlo. ¡Pero espera! Rebuscó en su zurrón y encontró el vial que contenía el orín de enano.  Su poder desinfectante al menos podría paralizar la descomposición del miembro al ser brutalmente privado del riesgo sanguíneo, al menos hasta que pudiera salir de estos apuros y encontrar el deseado formol.

Pero debía darse prisa si quería evitar que Armando se lanzara a por  el jugoso trozo de carne. Debía pillarlo sin la erección que sin duda provocaría su compañero o no cabría en el bote. Sin perder más el tiempo dejó el frasco vacío en el suelo. Vertió el líquido amarillo en él mientras recitaba las palabras espirituosas e ininteligibles. Era un hechizo realmente útil el de la teleportación. Sólo se concentró en la enorme polla del orco, la cual debería aparecer en el bote de cristal. El enorme orco caería desangrado al cortársela de cuajo, pero era un precio que debía pagar.  Ya se imaginaba  en el futuro, del cuello pendiendo el colgante con el enorme pene disecado, tan grande que le haría encorvarse aún más. ¡Lo que le iba a crecer la chepa por tener que soportar ese extra de peso!. Pero a la vez tendría un gran poder, pues en el miembro cercenado, residiría una gran cantidad de poder testosterónico.

Cuando acabó el hechizo de castración por teleportación, un poco desorientado, vio que no había tenido el éxito deseado.  No había conseguido el miembro que deseaba. Por el contrario, en el bote había un pene de uno de los jugadores de Blood Bowl, que yacía en el suelo muerto, y el capullo de otro, que se retorcía de dolor en el suelo. Se guardó el bote con su contenido, algo decepcionado.

El afrozombie y su pixelado miembro (por mucho que esto sea una partida para mayores) hicieron su aparición. Desde el momento en que Seta puso pie en el estadio no pudo apartar la vista de lo que el orco tenía entre las patas. Pero no penséis mal, el hongo no era bujarra (al menos en esta escena)... es solo que el miembro le recordaba a alguien.

-Espera... no es posible, tú eres.... eres mi hermano.

Y es que tras tres cuartos de hora mirando el hercúleo pene del orco Seta por fin reconoció de qué le sonaba. Y es que ambos compartían, al parecer, el mismo padre.

Seta, al contrario, había salido a su madre (de la que sorprendentemente y por suerte no habrá foto). Al verlo el rencor le invadió el cuerpo. Seta estaba convencido de que había una profecía familiar que hablaba de dos hermanos enfrentados entre sí. Uno lideraría un ejército de maldad que intentaría destruir el mundo y el otro no lideraría nunca nada pero tenía buen corazón e intentaría detenerlo. Eso hizo que se lanzara a por él con una, valga la redundancia, lanza (que en este caso sería una lanza +1). Aunque la verdad era más simple, Seta solo le atacó por la misma razón por la que se originaba la mayoría de las guerras... envidia por tenerla más pequeña que su oponente.

Pero el hongo se había quedado mirando tanto el aparato sexual del Afro-Orco que no había reparado en la escolta de su hermano... unos orcos futbolistas. Éstos impidieron su ataque, Seta solo pudo matar épicamente a dos de ellos antes de caer al suelo por el placaje del resto de orcos deportistas.

Terrón estaba harto. No había firmado para ser el Bob Esponja de la comedia. Hubiera preferido coger el papel de JulDieta en la obra de teatro infantil que se celebraba en el campamento para niños obesos. El pobre recordaba su estancia allí cuando era pequeñito, cuando como un simple terrón de azúcar no paraban de decirle que su glucosa estaba demasiado alta.

Recordando aquellos tiempos y encontrándose en un campo de Blood Bowl no pudo hacer otra cosa que gritar: ¡A mí, terrones! ¡Glucosas, escupitajos dulces y posos de café a mí!

Se formó un equipo compuesto por todos los despojos que el campamento había desechado por ser demasiado empalagosos.

¡Vamos, mis sacáridos compañeros! ¡Ésta lucha es el fin! Debemos dar todo, porque... ¡Ésta noche cenamos en casa!

Ordenados como un buen grupo, se abalanzaron sobre un único orco que se derritió al contacto de tanta dulzura.

A Ama siempre le había gustado el fútbol americano. Esos hombres musculosos y sudorosos, esos torsos esculpidos, esos niveles de testosterona y el olor a macho, esa sensación de poder musculoso, esos roncos gritos cual bravos guerreros.

Pero la palma se la llevaba ese orco gigante y tan bien dotado, con una verga del tamaño de un tronco. ¡Lo que daría ella por poder hacer uso de ese miembro!

Entonces, en medio de sus húmedas ensoñaciones, se dio cuenta: era Él, Aquél capaz de soportar la muerte por kiki, el-del-apetito-insaciable, el Dotado. Según cuenta la leyenda, su pene será venerado por las amazonas por su increíble poder. Y ella pasaría a ser una iluminada, Aquélla-que-lo-tocó-por-primera-vez, casi una diosa.

Así que sacó de su mochila un kit de primeros auxilios, donde había un pequeño sobre para hacer escayola. Era preciso actuar rápido si se quería preservar esa maravilla para generaciones venideras.

La masa era dura, pero Ama ya sabía cómo lidiar con cosas duras, y no paró de mover sus manos arriba y abajo hasta conseguir la consistencia adecuada. Tenía que correr para alcanzar su objetivo y conseguir el molde, rápidamente porque la escayola podría espurrear, y ese tipo de manchas luego había que frotarlas.

Pero en ese momento se cruzó un grupo de orcos descarriados. La amazona intentó esquivarlos, pero el cuenco con la mezcla salió volando y aterrizó encima de un de los orcos, que se cayó encima de un astillero lleno de espadas y hachas, llevándose por delante a unos cuantos de sus compañeros.