Partida Rol por web

¿Mergal? - Digo algo confundido mientras acepto su ayuda para levantarme.

Parece que me han pasado por encima una docena de orcos, he debido tropezarme en algún lado.

Me muevo unos pasos algo mareado por las circunstancias, pero pronto recupero mi equilibrio. - ¿Hemos encontrado algo?

- No hemos descubierto nada, Ferdi.- Dice Mergal.- Excepto tu torpeza.- Añade con una risa.- Vamos, el señor Bilbo nos está esperando.- Os ponéis en camino.- Cuando llegamos a la hora acordada y no te vimos aparecer, nos sorprendió mucho... Es más, el señor Bilbo dijo que sacaramos las espadas, por si acaso. Pero, ¡cielo santo! ¡Tienes sangre! ¿Qué te ocurrió?- Y es cierto, te notas algo de sangre seca en la oreja, sin duda proveniente de la cabeza, donde te diste el golpe con el árbol. No es mucha cantidad, apenas unas gotas, pero te das cuenta de lo mucho que te duele el cráneo. Mientras andáis, ves a lo lejos el resplandor del fuego.

- No os preocupéis, señor Bilbo. - Digo apesadumbrado. - Me ha dolido más en el orgullo que en la cabeza.

Recupero mi sonrisa unos instantes después mientras paso mi mano por la zona golpeada. - Nada que no arregle una buena comida.

Bilbo sonríe.

- ¡Hobbit bobo! Nos has asustado mucho, a todos. Espero que prestes más atención en adelante. Toma, come esto y duérmete.

Te da un bocadillo, que devoras con voracidad. Duermes, cansado, pues aún estás algo mareado. Al día siguiente, sin embargo, os ponéis en marcha temprano, casi antes de haber salido el sol. Cogéis los ponis y empezáis a cruzar las montañas. Es un paso estrecho, y Bilbo va el primero marcando el camino. Aún con las quejas de toda la compañía, vuestro guía apenas os da veinte minutos para comer.

- ¡Vamos, hobbits perezosos! ¡Comed y avancemos! Si cae la noche, los trasgos nos caerán encima; y entonces seremos el almuerzo seremos nosotros.

Finalmente, al principio de la tarde, ya habéis alcanzado la parte posterior de la montaña, y Rhovanion, las Tierras Brunas se presentan ante tus ojos. Ves montañas, difuminadas, pues las nubes las cubren de arriba a abajo, pero a lo lejos, como una serpiente plateada, el Gran Río corre por una tierra verde y fértil, o eso parece. Más a lo lejos, ves una mancha oscura, entre verde y negro, que identificas como el Bosque Negro de las Tierras Ásperas. Al fin, seguís el camino.

Tardáis tres semanas en bordear el norte del Bosque Negro, para alcanzar finalmente la Ciudad del Lago. Hacéis noche en Esgaroth, y por fin ves una gran ciudad de Gente Grande, pues excepto Bree (que es muy pequeña) y Rivendell (demasiado escondido para que la gente venga y vaya), nunca has estado entre tanta Gente Grande. Bilbo logra que os hospedéis en una taberna muy interesante, llena de gente. Aunque os encontráis fatigados, no pódeis evitar cantar y bailar, para divertimento de los hombres de la taberna. Incluso Bilbo, del que has visto una nueva cara aventurera en este viaje, parece de nuevo el viejo Hobbit que a veces se deja caer por la Taberna del Dragon Verde, a contar historias. 

El viaje ha pasado sin mayores incidentes para mi persona y he podido disfrutar de las sensaciones que me ha ido produciendo el viaje. Recuerdo intensamente cómo mi ánimo se acrecentó al cruzar las montañas y disfrutar de tantos y tan distinguidos paisajes, aunque mi corazón encogió un poco al ver el temido bosque negro, cuna de tantas historias tan extrañas como fascinantes.

Estar rodeado entre tanta gente grande al principio te hacía sentir empequeñecer. No es que los hobbits seamos conocidos por nuestras grandes proezas o hazañas pero allí al principio te sentías mucho más pequeño. Esa sensación por fortuna terminó por desaparecer cuando inundamos con nuestra especial alegría la fiesta de la taberna, no hay nada como un montón de hobbits ante buena comida y bebida para que animemos un lugar.

Incluso terminé por animarme y me arranqué a cantar una de tantas canciones que había aprendido en mi infancia en la Comarca. La canción trataba sobre antiguas aventuras y desventuras que quizás no fueron tan grandes como yo las relataba, pero que lograban inspirar el corazón de hombres y hobbits.

Algunos hobbits te acompañan en tu canción, pero sin duda te conviertes esa noche en el rey de la taberna. Tras tu canto, Bilbo se anima con una canción élfica traducida por él mismo. Al fin, las cervezas, las canciones y las risas se mezclan en un borrón de recuerdos, que recuerdas al día siguiente con una sonrisa en los labios.

Bungo y tu empacáis cuando llega el momento de partir. Bilbo está esperando a toda su compañía en el exterior de la posada, con un par de ponis agarrados, cargando en ellos los paquetes. Sois de los primeros.

- ¿Qué tal esta mañana?- Os pregunta con una sonrisa.- ¿Listos para comer hasta reventar esta tarde? Tenemos que salir rápido. Sin duda, los caminos están mejor ahora que cuando salí de Erebor por primera vez; pero vamos con un poco de retraso. Si no nos apresuramos, los enanos pueden comérselo todo...

Ni hablar de eso, Señor Bilbo. Hemos vivido una gran aventura y merecemos comer suficiente hasta saciar nuestros estómagos. - Digo riéndome. - Aunque con ello pongamos en un aprieto la hospitalidad del pobre Señor Bardo.

Ayudo a Bilbo a empacar lo que queda con ánimo y alegría. Pronto llegaríamos por fin al punto cumbre de nuestra pequeña aventura que, si bien no estuvo llena de tantos peligros como la del Señor Bilbo, sí que ha merecido la pena para ser la primera vez.

¿Crees que tendrán carne asada? ¿Quizás algo de conejo? Me pregunto cuáles serán las especialidades de la gente mayor.

- ¡Oh, sin duda podrás comer ternera asada! Los cocineros de Bardo la realizan con gran habilidad.- Comenta Bilbo, mientras los unen el resto de los hobbits

- No puedo esperar. ¡Seguro que podremos aprender una cosa de ellos o dos!- Dice Bungo, deseoso de llegar y comer. Durante unos minutos, comentáis el plan de comida, hasta que toda la compañía está impaciente por llegar a la fiesta del Rey. Hasta Galbón parece desear llegar a Valle. Así, dejáis Esgaroth.

Trotáis por un camino cuidado y a todas luces muy transitado, si bien apenas cruzáis algún viajero aislado en el camino. Tras un recodo, veis la ciudad de Valle. Enclavada a los pies de la Montaña Solitaria, la ciudad rebulle de vida y color. Al llegar a las puertas, un grupo de guardias (hombres altos y rubios) os guían atravesando la ciudad. Las calles están empedradas con diferentes colores, y al término del casco urbano, llegáis a una pequeña pradera, donde una carpa grande os da la bienvenida. Escucháis música proveniente de esta, y, más importante, oléis rica comida. Al llegar, veis una gran mesa, repleta de manjares. Algunos hombres están sentados a la mesa. Uno de ellos, más alto y majestuoso que los demás, se pone en pie.

- Bienvenido, mi buen Bilbo.

- ¡Salve, Bardo, Rey de Valle!