La iglesia de Saint Mary, gigantesca para lo pequeño que es el pueblo aunque de tamaño medio, está completamente vacía. No se ve ni un alma en el interior, iluminado por unas cuantas velas repartidas aquí y allá. Un par de pequeñas ventanas deja pasar halos de luz, pero la sensación sigue siendo tenebrosa. El eco de tus pasos resuena por todas partes.
¿Dónde podrá estar el párroco?
A pesar de que ser consciente de que no era la hora más indicada para venir, tenía la esperanza de encontrarme con el cura. Realmente quería confesarme... Tendré que hacerlo sin intermediario.
Decidida, me acerco a una fila de bancos, más o menos por la mitad, y me arrodillo para rezar.
Señor, sé que últimamente he faltado a mis obligaciones, y os ofrezco una imagen de absoluta falta de honradez y altruismo. Por esa razón he venido a disculparme ante su gracia, en lugar de actuar como buena cristiana y revelar a todos la verdad. Pero me veo incapaz. No sólo perdería todo lo conseguido hasta ahora, sino que me vería repudiada por todos mis conocidos. El egoísmo, al pensar sólo en mi trabajo, me llevó a cometer tal indecorosa falta, y el miedo a la verdad me impide solucionar lo ocurrido. Pero.. tan sólo os pido un poco de paciencia, ya que sin duda pagaré por mal juicio. Hasta entonces.. sólo usted podrá determinar qué consecuencias conllevará mi mentira, y en perjuicio de quién. Yo.. prometo pagar mi deuda si algún día está en mi mano, pero no en este momento. No hasta que haya hecho su efecto, y el señor Sal obtenga lo que quiere. De nuevo, ruego por su misericordia.
Mis súplicas se detienen mientras mis pensamientos escogen otros caminos, recuerdos de la última vez que me encontré en el mismo lugar, rezando porque los asesinos pagaran su crimen, hace tantos años.. Pero fue en balde.
Permanezco rezando un rato más, mientras intento deducir qué consecuencias reales tendrá mi mentira. No era la primera mentira que decía, pero sí la primera en beneficio propio, y de ese alcance.
Cuando empiezo a notar las rodillas doloridas, me levanto con tranquilidad y me dirijo a la puerta, intentando vislumbrar el exterior a través de la maciza madera para adivinar qué hora será.
Cuando te acercas a la puerta, la voz tronante del Reverendo Shephard retumba por toda la iglesia.
"¿Qué haces aquí, muchacha? No es hora de misa. ¿Tienes algún problema?"
-Estoy bien, no se preocupe-. Señalo con un gesto casi imperceptible al altar-. Sólo quería hablar con Dios. Ahora estoy mucho mejor-. Sonrío ampliamente mientras asiento con la cabeza. Mi primera intención era confesarme ante el párroco, pero mi espíritu se ha calmado igualmente en mi retroconversión.
El Reverendo se acerca desde la puerta de la sacristía, caminando lentamente. Te parece verlo sonriendo. Su voz parece ahora mucho más tranquila y hasta algo dulce.
"Así que con Dios, eh? Dime, pequeña, en qué puedo ayudarte?"
Ya estoy mucho más tranquila, pero, ¿realmente puedo considerar que Dios me ha perdonado?
No quiero volver a contar lo sucedido, no cuando existe la mínima posibilidad de que Sal se entere... Aunque confío en él, prefiero no arriesgarme. La mentira sólo tendrá efecto si todo el mundo desconoce la verdad... ¿Pero acaso no vuelvo a caer en el mismo pecado?
-Muchas gracias, reverendo. Me gustaría hacerle una pregunta.. que espero me pueda resolver-. Hago una ligera pausa mientras pienso cómo puedo formular la cuestión-. ¿Cómo puedo saber, si es posible, que Dios ha perdonado mis actos?
"Los caminos del señor son inescrutables, pequeña. No podemos intentar comprender al Altísimo ni intentar preveer sus actos."
El Reverendo se va acercando a tí a medida que habla, con un tono cálido y amable como un padre que enseña a su niña pequeña
"Sin embargo, sí que podemos intentar hacer todo lo posible por conseguir su perdón." El Reverendo pausa su frase mientras llega a tu altura "Todo lo posible, entiendes?"
A pesar de tener una idea de a qué se está refiriendo el párroco, prefiero confirmar mis sospechas.
-¿A qué se refiere con todo? No siempre está a nuestro alcance reparar nuestros errores, y siempre puede surgir la duda de cuál es el mal menor-. ¿Acaso conoce mis pecados? No es posible...
"Bueno, verás..."
Shephard llega hasta tí y te toca suavemente el codo.
"No está al alcance de todo el mundo, pero sí al mío. Yo soy un sirviente de Dios, y como tal, podría interceder por tí ante Él... A cambio de algo ¿Entiendes a qué me refiero?"
Abro ligeramente la boca, expresando mi desconcierto ante tal.. proposición. O al menos, prefiero pensar que es una proposición.
-Ah.. Creo que no será necesario, después de todo, Dios es piadoso, y seguro sabrá perdonar mis errores. Después de todo, errar es humano-. Mantengo la calma, acostumbrada como estoy a bailar delante de babosos borrachos-. Y ahora que he acabado de hablar con el señor, creo que es el momento de irme.
Hago un gesto de despedida y avanzo hacia la salida, con intención de irme cuanto antes.
Mientras le das la espalda al Reverendo, escuchas su respiración profunda acelerándose de furia. No parece ser un hombre acostumbrado a que le nieguen algo, pero no hace nada por detenerte, y llegando a la puerta escuchas sus pasos apresurados volviendo a la vicaría.
Tú dirás a dónde vas :)