Alek avanzó hasta Borgia, posó una mano en su hombro y, sin decir más, se subió a la barca y se sentó en el mismo sitio en el que había viajado hasta alli. Le parecía gracioso el relato de Arthur, y la fanfarronería que le caracterizaba, pero lo cierto era que habían conseguido salir de alli, y ahora tocaba concentrarse para saber qué se encontrarían más adelante.
Arthur a veces es de lo que no hay, no necesito que me lleve, pero no negare que me gusta.
Encontramos lo que buscamos, ahora es tiempo de volver y de descansar un poco. Creo que me duele todo y necesito un masaje, ademas de un buen baño.
Alek creo que esta noche te va a tocar estudiar esto
- Me alegro, que uno empieza a sentir necesidad de tener alguna noticia buena de vez en cuando.- Recoge el último cabo mientras que os acomodáis en la barca:- Aunque por un momento he temido por mi vida, pues he escuchado los gritos de esos bárbaros del desierto demasiado cerca. Espero que le dierais la muerte que merecen...- Empieza a remar dirigiendoos a la figura apenas visible del hogar de Ismael. Parece que finalmente vais a terminar con está maldición, aunque sea a las bravas.
Mientras viajais en la niebla podéis notar como los muertos del agua se alejan de vosotros con cierto miedo reverencial a la guadaña que parece flotar en las manos de su poseedor. Cuando el viento recorre su filo, escuchais un ligero canturreo, ansioso de sangre y de almas...
Fin del capítulo.