A la señal de mi señor, tomo asiento en la robusta mesa. Estoy fatigado por la mala calidad de mi sueño últimamente, pero intento que mi concentración no se distraiga de las palabras que se pronuncian en aquella cena en la que nadie come. Miro a lord Evan, y soy capaz de notar el esfuerzo que está haciendo para simplemente estar allí. Los años han convertido a Evan en mi hermano, y lamento mucho ver cuánto está sufriendo. No puedo evitar sentirme culpable por la desdicha acontecida en esta casa. Mis ojos vuelven a caer sobre el pendón de la casa Hollister. El día que mate a ese malnacido con mis propias manos, arrancaré ese maldito estandarte de la pared y lo daré de comer a los cerdos.
Las palabras de mi señor, que se preocupa por el estado de mi herida, me sacan de mi ofuscación mental.
—Oh, no temáis, mi señor. Soy duro. Aunque mi fe esté con los Siete, no olvidéis que estoy tan hecho del Norte como cualquier otro de los aquí sentados.
Mis palabras parecen provocar algunos asentimientos de aprobación. Tal vez logremos afrontar la cuestión que tenemos delante con algo de claridad y sin dejar que el dolor y la rabia enturbien nuestra mente. La excepcional presencia de lord Eddard Stark entre nosotros envía un mensaje de recia y estoica seguridad, que alienta los corazones de los más reacios.
—Lord Stark, no olvido el juramento que os hice. Mi familia siempre estará en deuda con vos, y eso incluye también a los Allenbrooke de Rocaluna. Podréis contar siempre con nuestra lealtad.
Las palabras que lord Evan pronuncia a continuación no me cogen por sorpresa. Sé desde hace mucho que mi destino era ir a Desembarco del Rey. Si el perro de Hollister, maldito sea su nombre, se esconde allí, por los Siete que lo voy a hacer salir. No obstante, habría una manera más sencilla…
—Mi señor —me dirijo a lord Stark, con gesto severo—, he tenido una idea. Bien es conocida la amistad que os une a nuestro querido rey Robert. Pienso que sería un paso importante que conociera de vuestra mano lo que aquí ha sucedido, el modo tan despreciable y ruin en que se ha quebrantado la Paz del Rey. De ese modo, podría poner a sus fieles sobre aviso del asesino que vive entre los muros de Desembarco del Rey. —Hago una pausa, reflexionando—. Sin embargo, hay un inconveniente: el propio Galbraigh podría enterarse de que le pisamos los talones y de que sabemos que está allí. Por eso, propongo lo siguiente: como bien ha dicho mi señor lord Flaghan, la celebración del torneo no es algo que parezca una coincidencia. Tal vez Hollister pretenda participar con la esperanza de que su posición sea restablecida, aprovechando que las noticias de sus crímenes aún no han llegado a la capital, para poder enfrentarse a nosotros de igual a igual. No podemos permitirlo. Por ello, lord Stark —tomo aliento—, os agradecería que me escribierais una carta para el rey, haciéndole saber quién es ese ser despreciable y lo que ha hecho… Carta que yo le entregaré en mano personalmente después del torneo, en caso de que el evento no haya dado frutos para nuestras pesquisas.
Guardo silencio. Tiene sentido. Galbraigh Hollister siempre ha sido un hombre al que le ha gustado pavonearse en los torneos. Ahora podría conseguir algo más que prestigio… y tal vez me esté enviando un desafío sin palabras. Pocas cosas me gustarían más que matar a ese hijo de puta delante de toda Desembarco del Rey, y él lo sabe.
—Estará allí… Tengo ese presentimiento.
Todo murmullo cesó en cuanto terminaste de exponer tu sugerencia que fue escuchada con atención por todos los presentes. La misma atención fue puesta en los gestos al tiempo que hablabas, pues en ocasiones se decía mucho sin abrir la boca.
- Un cuervo fue enviado con la nefasta noticia antes de partir de Invernalia, ser Jolan. Y aún así faltan detalles que de mi puño y letra harás llegar al rey -Asiente-. Los planes de ese infame nos son desconocidos, pero estoy de acuerdo que hay demasiada coincidencia con el Torneo. Sería apropiado estar atentos a lo que allí suceda, y vos lo conocéis mejor -Dejaba claro que si alguien podía anticiparse a alguno de sus movimientos podrías ser tú-. Tendréis la carta en cuanto partáis a Desembarco.
A partir de ahí el almuerzo/reunión se centró en repasar, entre otros, los diversos ataques de Salvajes y bandidos en los últimos meses, pues con la nueva información sobre el grupo de Hollister podrían deducir cuáles de los ataques podían tener un fin estratégico. Obviamente había mucha suposición en juego, pero era mejor que nada. Lástima que no hubieran más prisioneros a los que interrogar, pero jugabais con la ventaja de la ignorancia de Hollister sobre vuestro hallazgo. Tenerlo localizado en Desembarco podía considerarse un buen avance en su captura.
Terminada la reunión cada cuál fue a atender sus labores. Los Stark se retiraron junto al senescal, el Maestre y Brandon; quedando Evan con aire más circunspecto del normal. Tal vez, y era un suponer, estaba asimilando lo sucedido poco a poco. Muy al contrario de tu hermana, que estaba visiblemente afectada. Puede que Evan estuviera aún en esa franja de incredulidad.
- Quiero su cabeza, Jolan, pero me pregunto si tenemos manzanas podridas en nuestro árbol -¿Las habría? ¿Tendría Hollister espías dentro de aquellos muros?-. Encuentres a quien encuentres de su grupo sácale todo lo que puedas, Jolan. No tendría piedad, espero que tú tampoco.
Poco más cabía decir en aquel momento, y como mañana se celebraría a primera hora el funeral por tu sobrino era normal que su mente estuviera opaca. Intuyendo cómo había sido el almuerzo creías que la cena sería por el estilo: pocos y solemne. Tal vez era momento de hablar con tu hermana y sobrinos, aunque cabía la posibilidad de que quisieran algo de introspección y llorarlo en soledad. Mañana sería el funeral por el alma de Jolan, donde sus huesos serían colocados en una gran pira mientras que todos velaréis por un gran hombre.
Espacio para Brandon.
Pensaba adelantarte hasta el día siguiente con el funeral, pero aún faltan muchas horas y es probable que quisieras hablar con alguien. Si no es el caso deja impresiones y ya prosigo.
Las últimas palabras de lord Evan me dejan anonadado. ¿Manzanas podridas? La mera sugerencia me pilla por sorpresa, dejándome aturdido. Conozco a todos los hombres que moran dentro de las murallas de Garra del Grifo desde hace años. Es imposible que ninguno de ellos sea un espía o un agente de Galbraigh Hollister; lo habríamos desenmascarado en este tiempo. No obstante, la simple suposición me deja anonadado. ¿Hablará Evan desde la comprensible confusión de un padre que ha perdido a su hijo… o hay algo más?
No obstante, contengo mi impulso de hacerle más preguntas, sabedor de que no es el momento. Me limito a asentir. Mañana será el funeral del joven Ionar. Cuando sus huesos descansen en la cripta familiar, todo estará en su lugar, y podremos seguir adelante.
—Os doy mi palabra, mi señor. Esta desgracia será pagada con la sangre de Hollister o con la mía. No cabe otra posibilidad.
Sin más, me retiro del gran salón. Tengo mucho en lo que pensar antes del día de mañana.
Pues en principio, poca cosa más. A ver qué nos depara el día de mañana... :)
Mañana, día 45.
Garra del Grifo, Casa Flaghan.
Sabías que era momento de retirarse, de dejar a un padre asumir en silencio, en soledad, una situación extremadamente dolorosa. Aquello último te dejó pensativo, pero si bien podía ser aludido al dolor y algo de paranoia puede que hubiera algo más. Tal vez simple precaución, pues la expulsión de Hollister fue prácticamente repentina pese a su carácter ligeramente conflictivo durante años. Cabía esperar muchas cosas, pero ahora necesitabas tu propio tiempo para comenzar a sanar las heridas en casa, en el hogar que brillaba menos tras la pérdida de tu sobrino.
Aquí y allá se podía palpar la tristeza e incredulidad, y cuando te acercabas las voces se convertían en susurros y la mirada bajaba como símbolo de respeto y pesar. Puede que no seáis una familia importante, pero si de algo podéis presumir es del bienestar que los hombres al servicio de la Casa Flaghan tienen. Apostarías que prácticamente la totalidad de los soldados, por decir algo, morirían bajo los colores de la Casa a la que sirven.
Apenas sin darte cuenta llegas a tus aposentos. Algún sirviente había encendido la chimenea y depositado sobre la mesa auxiliar vino y algunos aperitivos, y teniendo en cuenta el ambiente que se respiraba posiblemente sería una buena idea cenar en tu estancia. Pero sabías que no sería posible eludirlo con la presencia del Guardián del Norte bajo vuestro techo.
- ¿Padre? -Pasado un tiempo escuchas la suave voz de tu hija tras tocar a la puerta, agradeciendo la interrupción de la cascadas de pensamientos que comienzan a inquietarte. Hablar de dolor y venganza puede consumir a un hombre, así que la presencia de Alessa te es bienvenida.
Aún lleva el vestido de la mañana, con ojeras pronunciadas en su expresivo rostro ahora abatido. Cierra la puerta y en silencio se acerca para abrazarte con más sentimiento que fuerza. Sólo al cabo de un rato hace por separarse aunque mantiene agarrado tus antebrazos como si temiera perderte a ti también.
- ¿Cómo estás, padre? Yo... Pensé que llegar a casa ayudaría, pero no lo hace. Sólo hay recuerdos y la fría sensación al darme cuenta que no aparecerá tras doblar una esquina o llegará tarde a comer. Siempre tan ocupado en sus responsabilidades, demostrándonos que era digno hijo de sus padres...
Exhala un profundo suspiro, casi una llamada de auxilio, que sirve de punto y aparte. Se separa al fin y se dirige hacia la mesita auxiliar.
- No sabía si estabas con ganas para probar bocado. Apenas lo he hecho, así que mandé a traer algo y calentar la estancia -Toquetea ausente la jarra de vino- Marjorie está... -Niega con la cabeza a falta de palabras- No sé exactamente qué hizo ese infame para ser expulsado, pero... Marjorie me habló de algo que sucedió semanas antes, algo que tiene que ver con esa bestia intentando cortejarla -Es ahora cuando se gira y te mira, pero no ves pánico en sus ojos-. Sabes que estaría muerto entonces si le hubiera hecho algo, pero creo que esa rata ansiaba poder y Marjorie era su baza.
Vuelve a suspirar y aprecias el cansancio. No eres el único que necesita curar sus heridas.
- Brennan está desconsolado y ahora mismo necesita de su... hermano mayor -Vuelve a suspirar-. No me despegaré de Marjorie hasta que...
Un encogimiento de hombros parece ser la clave para entender que poco más podía hacer más que acompañarla en el dolor. Y dolor habría al amanecer a raudales cuando la ceremonia tuviera lugar, hecho que en cierta medida deseabas que llegara para honrar de una vez a un gran joven.
Poco después Alessa sale hacia sus aposentos a descansar antes de la cena, que ya te anuncia tomará con su prima en privado si no pones pega. Llegado el momento acuden al Salón Principal los mismos comensales que en el almuerzo, pero como no se tratará asuntos estratégicos se suman una docena más de hombres que consideras dignos de estar allí. Breves comentarios son dichos y la emotividad, aunque norteña, es palpable. Terminada la cena la fría noche invita a dormir y dejar atrás un día más.
Como una triste letanía el toque de trompeta te despierta en lo que es una fría mañana, donde apenas quedan a la vista rescoldos en la chimenea. El sonido es lastimero y avisa al castillo y aledaños de lo que pronto sucederá. Justo cuando salgan los primeros rayos de sol la familia y allegados conducirá los restos del hijo perdido hacia las catacumbas del castillo, donde será depositado en una tumba que no debería estar ocupada tan pronto. Y así sucede.
Un cortejo oscuro con semblante afligido presidido por Lord Evan y tu hermana se dispone en silencio a bajar a las catacumbas. El féretro tras ellos, y seguido sus hermanos y resto de la familia donde te incluyes. Como puesto de honor, junto a vosotros, se halla Lord Stark.
El paso lo marca el silencio, la luz de las antorchas y una fila de hombres con lanzas a los lados honrando al difunto. Llegado un punto, la sala familiar que tarde o temprano ocuparán todos, la intimidad se adueña del momento y pocos son los que entran. El féretro es depositado dentro de un ataúd de sólida piedra gris oscura donde reza dos palabras: Ionar Flaghan.
Aunque intento que no se refleje en mi semblante, las palabras de mi hija Alessa me preocupan sobremanera. No tenía ni la menor idea de que el bastardo de Hollister hubiese intentado cortejar a mi sobrina. En todo caso, no debió de ser mucho antes de su rebelión, puesto que a día de hoy, Marjorie solo tiene catorce años. Lo único que yo sabía era que el entonces ser Galbraigh, mi antiguo camarada, se había alzado en armas no ya contra la casa Flaghan, sino que su enfermiza conspiración alcanzaba incluso a los Stark. Fue una suerte que mi señor, lord Evan, descubriese su conjura a tiempo para enviarme a mí, que habría de detenerlo y así poner fin a sus maquinaciones.
Evidentemente, Hollister no se rindió sin luchar, y la cantidad de gentes que había logrado reunir para su causa era mayor de lo previsto. Sufrí muchas bajas aquel aciago día. Cuando al fin logré reducirlo, hubiera debido poner fin a su miserable existencia de inmediato. No obstante, mis ideales y mi orgullo, o tal vez mi compasión por quien hubo sido un amigo, me superaron, y decidí permitir que Galbraigh tuviese un juicio justo. La familia Hollister, aunque vasalla de los Flaghan, disponía de una posición privilegiada en la frontera entre el Norte y las Tierras de los Ríos, y por ello no nos convenía granjearnos su odio ejecutando a uno de sus hijos más prominentes. Esa fue la razón por la que Galbraigh Hollister solo perdió sus títulos y fue condenado al exilio.
No fue suficiente. Nada lo habría sido. Sin embargo, la confidencia que Alessa me ha hecho acerca de la cuestión no hace sino arrojar sombras largas y amenazadoras. ¿Hollister deseaba desposar a mi sobrina Marjorie? Tal vez la negativa de mi señor fue un agravio para el entonces caballero, y alimentó su plan de sedición… Son demasiadas cosas en las que pensar ahora mismo. Ver la consternación en el rostro de mi hija me llena de pesar.
—Alessa. Alessa, hija mía… —le digo, mientras acaricio sus cabellos—. Prometí salvar a tu madre y a tu hermano, y fracasé. Quise traer a Ionar con vida, y fracasé también. Son tiempos terribles, hija, como bien sabes, y lamento que hayas tenido que ser testigo de ello. Tanto, que no puedo prometerte que todo saldrá bien, porque nada está bien ni volverá a estarlo. No soy un hombre de muchas palabras, y tal vez algunas de las cosas que digo no tienen mucho sentido… —La miro a los ojos—. Pero lo que sí puedo asegurarte, Alessa, es que te quiero. Te quiero muchísimo, hija mía.
Abrazo el delgado cuerpo de mi hija con toda mi fuerza. Trataré de recordar este abrazo para los días que están por venir.
— o —
El funeral de mi sobrino es el cierre definitivo de este capítulo oscuro y funesto. Esta será la última página de este dolor cruel y sin sentido. A partir de hoy, los cálamos escribirán palabras de sangrienta y justa venganza. Destruiré a Hollister, cueste lo que cueste, no solo porque lo merezca por su atroz crimen, sino porque dejarlo con vida es un peligro terrible para mi familia. El sonido que hace el féretro al ser colocado en su lugar de descanso final es la rúbrica de mi decisión. Ya no hay más tiempo que perder, más planes tras los que escudarse. Mañana mismo partiré hacia Desembarco del Rey con mis mejores hombres y con la carta de lord Eddard Stark. Hay un torneo en el que debo participar, que será testigo de la muerte del monstruo que es Galbraigh Hollister.
«Hollister, dondequiera que estés… Voy a matarte».
Es bien sabido que mantener la compostura es un arte para la nobleza, incluso cuando la muerte se lleva a un ser tan especial y querido. ¿Pero qué clase de familia seríais si lágrimas silenciosas no recorrieran vuestras mejillas? Lleváis el luto por dentro y por fuera, ahora y en el futuro. Una promesa de venganza aviva tu alma para aguantar el dolor que inunda tu ser, otra vez. Pero el culpable está ahí, lejos, en Desembarco, pero tangible como el acero que piensas ensartar en su vil carne.
Ya es media mañana cuando miembros del Septón, por petición de una madre desolada y aceptada por un marido devoto, terminan la peculiar ceremonia. Qué menos que los Antiguos y los Siete acojan en su seno a tan noble muchacho, y qué menos que sea llorado y añorado por todos aquellos que lo conocían y amaban, o como poco respetaban.
Apenas hay un refrigerio privado para los invitados ya que el resto, si puede, prefiere comer en privado. Y así el resto del lánguido día llega a su fin, con frío y oscuridad que amenaza con acoplarse en la piedra y la piel. Y pese al dolor es la justicia y la venganza la que te mantiene en pie pensativo hasta el último momento, pendiente de los detalles que mañana pondrás en marcha cuando salgas por la puerta del castillo hacia la incertidumbre. Desembarco es tu destino, y la muerte de Hollister tu meta.
Pero hay mucho que sopesar en el último momento, como exponer a Alessa a un peligro despiadado o la forma de encontrar a tu némesis; y tal vez el sueño logre aclarar los flecos que aún quedan en el aire. Pues aunque una gran responsabilidad ha recaído en tus manos puedes prometer a los que esperan justicia que serás implacable en tu contienda, en tu determinación.
Fin de escena.
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