Motivo: Ataque
Tirada: 9d6
Resultado: 3, 4, 3, 2, 2, 4, 4, 6, 1 (Suma: 29)
Resultados: 1 éxito, 2 dobles éxitos, 2 fracasos, 3 capacidades y 1 crítico.
Antes de narrar (y de repetir dados) y para que me quede claro. Con este resultado yo...
1. Haría 5 heridas a Cho'Gall por éxitos.
2. Haría 6 heridas más a Cho'Gall por capacidades.
3. Me haría a mi mismo 2 heridas por los fracasos, pero como llevo armadura ligera ¿se restaría 1?
4. El crítico, que como hay mayoría de aciertos que fallos, supongo que sería que golpeo mejor.
...Total: ¿me cargaría al ogro mago y me quedaría con 1 vida?
En concreto sucedería lo siguiente (pongo entre corchetes el dado)
- Cho'Gall te golpea (pierdes 1 vida, te queda 1/3) [3]
- Usas tu capacidad (le haces 2 puntos de daño a Cho'Gall); le quedan 6/8 [4]
- Cho'Gall te golpearía de nuevo (perderías 1 vida, te queda 0/3) [3] *Aquí estarías ya incapacitada*
- Le haces un ataque de 2 puntos de daño; le quedan 4/8 [2]
- Le haces un ataque de 2 puntos de daño; le quedan 2/8 [2]
- Usas tu capacidad (le haces 2 puntos de daño a Cho'Gall); le quedarían 0/8 *estaría incapacitado* [4]
- Usas tu capacidad (le haces 2 puntos de daño a Cho'Gall); le quedarían -2/8 *estaría muerto* [4]
- Obtienes un crítico, que no serviría para nada (porque sería multiplicar el daño que has hecho x1) [6]
- Le haces un ataque de 1 punto de daño; le quedarían -3/8 *requetemuerto* [1]
Como ves, puedes quedarte con este resultado, narrar que acabas con Cho'Gall, pero tú caerías también (inconsciente y desangrándote) por las heridas ocasionadas en el combate. Si decides repetir dados ya la historia podría cambiar.
¡Tu decides!
Motivo: Repetir 3.
Tirada: 1d6
Resultado: 1
Pues convierto uno de los 3 en un 1. Es decir, cambio el fracaso por otro éxito. Dejo a Cho'Gall requetemuerto (¿soy libre de narrar lo que le hago, cadáver incluído?) y yo me quedo con 1 vida. Fiuuu.
Luego hago el post. Respóndeme a eso de la narración ;)
Libertad más que merecido ;)
Un simple cabeceo por parte de su maestro fue suficiente para saber que era el momento. En los ojos de Illidan vio la confianza que tenía depositada en ella, el orgullo de que fuera una illidari y la soberbia de quien sabía que tenía bajo su mando a los mejores guerreros de todo Azeroth. Aquello era una prueba que demostraría el poder que tenían, de lo que eran capaces. Las cabezas de aquellos dos servirían para enseñar a la Horda y a la Alianza que ellos eran el único remedio para la enfermedad que suponía la Legión. Solo ellos, de entre todos, podían hacer frente a la Cruzada Ardiente, detenerla y, por último, erradicarla en su propio mundo. Todo empezaba con algo tan simple: la muerte del primero de los magos ogro. El fin del aprendiz del brujo Gul'Dan era ya una realidad, aunque el necio no se hubiera dado cuenta, y con el todo el Martillo Crepuscular se vendría abajo.
No le dio tiempo ni a reaccionar. Sus músculos se tensaron al instante, se agazapó y saltó hacia delante. El primer corte hizo aparecer una fina línea de sangre en el cuello de Gall, que aulló con voz chillona mientras se llevaba una de sus manazas a la herida. El segundo embite, casi de inmediato, fue un doble tajo que resultó en una larga equis en la espalda del bruto.
Una sonrisa se extendió por el rostro de Lyareth, que volvió a lanzarse contra Cho, pero ésta vez él fue más rápido. El enorme martillo a punto estuvo de arrancarla la cabeza, y lo habría hecho de no ser por sus felinos reflejos. Pudo esquivar, en una imposible torsión, aquél poderoso arma que irradiaba magia, pero no el puño que se estrelló a continuación desde arriba y que la estampó contra el suelo, dejando un pequeño cráter en la piedra al levantarlo de nuevo.
La cazadora escupió sangre, clavó los ojos en él y sintió como la rabia la embargaba desde el interior. La energía esencia demoníaca que había vinculado a su cuerpo en el pacto que la había convertido en lo que era estalló como una ola desde su pecho, las espadas, imbuídas por la energía fel del ritual, ardieron con furia desatada. Ella misma pareció quemarse a medida que sus tatuajes se volvían profundos, un fuego oscuro que recorría su cuerpo por entero.
Se convirtió en un borrón...
...Y unos segundos más tarde todo había terminado.
Se detuvo frente a su enemigo, que se quedó inmóvil, mirándola incrédulo. Una gota se deslizó por el plateado filo de una de las gujas, pendió unos instantes y cayó al suelo en un lento descenso. Cuando la roca bajo sus pies se tiñó del carmesí color de la sangre, una multitud de sangrantes fisuras apareció en la piel del ogro. Cho'Gall deslizó los ojos por su mutilado ser, volvió a elevarlos hacia la elfa y cayó de rodillas, ya ciego, sin vida.
Lyareth se acercó con pasos lentos hasta el cadáver del ogro, que se había quedado casi como si rezara, o tal vez dormido. Con cautela, avanzó hasta él y, cuando estuvo suficientemente cerca, alzó sus hojas y las dejó caer un instante más tarde. Dos limpios cortes para rebanar ambas cabezas, su premio y un regalo para las dos facciones que se habían unido. Un aviso para que vieran que, cuando aquello acabara, no se dejarían encarcelar de nuevo, que no lo permitirían.
—Se acabó —dijo girándose hacia Illidan aunque mirando más allá, a los cultistas que aún oraban hacia aquél arma fragmentada—. ¿Qué hacemos con eso?
Cho'Gall había caído definitivamente y con él la cabeza visible del retorno de la Legión Ardiente, sin embargo había aún un cabo sin atar, los cultistas.
Con la muerte del Ogro Mago, la barrera mágica que protegía a los cultistas que estaban en mitad del ritual había desaparecido haciendo que aquellos hombres y mujeres ataviados con túnicas oscuras se pusiesen nerviosos; sus palabras se podían escuchar, hablaban entre ellos e incluso alguno se atrevía a hablaros a vosotros.
Oh señor oscuro protégenos
¡Estamos indefensos!
Nuestra hora ha llegado
Señor ¡vuelve!
El ritual se ha completado, aceptaré mi muerte
Comienza la purga de vuestro mundo
Lo más preocupante era comprobar que el fragmento de aquel arma que antes estaba en el centro del ritual, había desaparecido. ¿Significaba eso que habíais llegado demasiado tarde?
Los cultistas son totalmente inofensivos en el sentido que para atacarles no hace falta hacer tiradas.
PD: Fantástico post el anterior.
Los soldados acabaron con la vida de los cultistas mientras otros vitoreaban la victoria sin ser conscientes de que aquella batalla había tenido un resultado agridulce.
Parecía que vuestra misión allí había terminado y en vista de ello uno de los magos abrió un portal que os llevaría hasta las gélidas tierras de Rasganorte.
Avanzo para no estancarnos y por cierto ¡Feliz Navidad!
Señora, no hemos encontrado ninguna pista adicional pero ya podemos confirmar la muerte de Cho'Gall y de los cultistas, procedemos a retirarnos a La Torre del Reposo del Dragón - dijo el soldado esperando vuestra aprobación.
El grupo decidió que era el momento para usar las piedras de hogar y así regresar de manera rauda a la Torre del Reposo del Dragón.
Uno de los soldados orcos que estaba al lado tuya comenzó a ejecutar el proceso.
- Sí, será lo mejor, usaremos la piedra hogar para volver a la torre, hemos combatido de manera honorable y ahora nuestras familias deben saber que ha ido todo bien - el orco no tardó en sacar la piedra de una de sus bolsas, pasó la mano por encima y ésta comenzó a brillar, sin embargo ese brillo comenzó a parpadear hasta apagarse por completo.
- ¿Ummm? - El orco, confuso, pasó de nuevo la mano sobre la piedra.
- ¿Qué es lo que ocurre? parece que la piedra ha dejado de funcionar... nunca había pasado algo así... a no ser que... - el rostro de los soldados cambió por completo a uno de preocupación absoluta.
Observó en completo silencio como los soldados irrumpían en escena y acallaban de manera definitiva los murmullos de los cultistas; no importaba si imploraban, oraban, maldecían o les retaban, todas sus palabras se convirtieron en gritos y, pronto, en un silencio que dominó toda la estancia. El olor de la sangre inundaba sus fosas nasales, y ella no apartaba la vista del lugar dónde antes había habido un arma rota, y ya no no quedaba nada.
—¿Qué? —preguntó sin prestar demasiada atención, girándose hacia el humano—. Ah, si. Claro. Adelante.
Un portal acababa de abrirse ante Illidan y ella misma. Maestro y pupila. Victoriosos. O eso parecía. Algo dentro de ella sabía que no podía haber sido tan fácil, que aquella pequeña carnicería no significaba nada para la Legión. La Cruzada Ardiente continuaba... Y sus consecuencias, por supuesto, no iban a esperar.
—Preparad las armas —ordenó con un gruñido.
Que las piedras de hogar no sirvieran solo podía significar una cosa: su conexión se había roto. El lugar al que estaban unidas, ya no existía. La Torre del Reposo del Dragón debía haber caído.
Con fuerza, y tras sujetar con una correa las cabezas de Cho'Gall al cinturón de grueso cuero que cruzaba su espalda, desenvainó las dos gujas gemelas y dio un paso adelante. El brillante y fluctuante contorno de la puerta mágica pareció encogerse y agrandarse de nuevo, esperándola, atrayéndola, y sin perder ni un segundo más lo cruzó.
Perdón la demora. Ya sabes, las fechas. Y hablando de fechas, gracias y a ti también. ¡Felices fiestas! Y a seguir que se pone interesante jaja.
Abandonasteis rápidamente las ruinas sabiendo que ya Cho'Gal no sería una amenaza pero con el pesimismo de no saber qué era lo que estaba pasando en Rasganorte. A falta de la Piedra de Hogar, el portal de un mago os teletransportó a los alrededores.
Illidan no habló durante el trayecto, no porque no quisiera, si no porque estaba meditando sobre lo que había ocurrido. Él temía lo peor y el resto de las expediciones sabían que se estaba convirtiendo todo poco a poco en una pesadilla.
Pero solo acababa de comenzar.
Cuando horas más tarde llegasteis al recinto del cementerio de dragones aquello se convirtió realmente en lo que su nombre indicaba. El cielo estaba nublado y los cadáveres de dragones y demonios estaban esparcidos a más de un kilómetro del perímetro de la torre; una torre que estaba semi derruida y con una guinda en aquel macabro pastel. El cadáver de un gigantesco dragón rojo que os hizo pensar en la peor de las sospechas...
- Mmmph.. Alexstrasza... - gruñó con tono de ira mientras se aferraba a sus gujas. Estabais presenciando el comienzo del fin.
La ira hervía en su interior, convirtiendo aquél frío desolador en algo sin importancia. Fueron varias horas de dura marcha a través de la nieve y el hielo, a través de caminos congelados tiempo atrás y apenas transitados una vez el Rey Exánime había caído. Ya no había ejércitos marchando a través de Rasganorte y los héroes de Horda y Alianza, campeones de todas las razas, hacía mucho que se habían embarcado en nuevas aventuras. El llamamiento de Alexstrasza había sido un punto de inflexión que había convertido aquél lugar de nuevo en algo importante para el devenir del mundo, para el destino de Azeroth, y ahora caminaban en silencio sabiendo que aquello podía haber acabado ya.
Cuando llegaron no quedaba ni rastro de lo que antes había sido aquello. La torre en ruinas no era más que un armazón marchito y ennegrecido, una sombra negra y destrozada de la otrora magnífica fortaleza. El blanco suelo ahora estaba teñido de sangre oscura, allá dónde cadáveres de dragones y demonios yacían sin vida y entrelazados en mortales abrazos. Desperdigados entre tamañas criaturas, los cuerpos destrozados de hombres y mujeres reposaban sin vida también, enfrascados en una carnicería en la que no deberían haberse inmiscuido.
—No estaban preparados —gruñó en voz baja, alzando la mirada hacia la enorme sierpe roja que pendía en lo más alto de la estructura—. Ni siquiera ella...
Y si la Madre de Dragones no había podido sobrevivir, ¿qué posibilidades tenían los demás? La respuesta estaba a su lado. En sí misma. La única forma que existía para derrotar a la Legión era unir a todos bajo su mando. Buscar a los supervivientes y, junto a los Illidari, que atacaran al unísono. Bajo el mando de Illidan.
Con un gesto feroz en el rostro miró hacia su maestro y entrecerró los ojos.
—Otros vendrán aquí, cuando acaben sus misiones, y no encontrarán más que cenizas. No pueden perder la esperanza. Aún no. Debemos avisar a los líderes de la Horda y de la Alianza, deben unir a todas sus tropas, prepararse para una batalla que cambie las tornas de esto. Tienen que estar reuniéndose en algún lado, allí debemos ir.
La rabia destilada en cada una de sus palabras era profunda, nacida de un odio arraigado en lo más profundo de su corazón. Tuvo que girarse de nuevo hacia la torre e inspirar hondo para no gritar. Era Illidan quien daba las órdenes, no ella. Y él sabía lo que hacer. Aún así, no podía quedarse callada.
—Debemos avisarles e ir al portal que traiga de vuelta al Titán Oscuro...
De repente viste que había un dragón volando a gran altura, era bastante corpulento y por desgracia no podías distinguir si era amigo o enemigo. Estaba dando vueltas en círculos alrededor de la zona ¿estaría buscando supervivientes para rescatarlos o por el contrario estaba evitando que escapase alguien de la masacre?.
Poco después comprobaste que el dragón que estaba sobrevolando la zona era un... ¡un dragón azul! ¿sería Kalecgos?¿uno de los aspectos guardianes junto Alexstrasza que estaba buscando supervivientes?
¡definitivamente se trataba de Kalecgos, sino era un traidor significaba que era el mejor aliado que podías encontrar ahora!
Descendió y adoptó su forma humana, bastante más afable al trato.
- ¡No puedo creerlo, por fin una superviviente! - comentó eufórico a la vez que casi de manera instintiva le dio un abrazo a la cazadora mientras el resto de tropas estaban más atrás, aún dudando si se trataba de un aliado o no.
- Sabía que era buena idea mantenerme por los alrededores un poco más, ha sido una catástrofe, las fuerzas de la Legión han destruido la torre, fue un ataque por sorpresa, ni si quiera... ni siquiera Alexstrasza ha podido sobrevivir... - su rostro se notaba apenado, demasiado apenado.
- ¿Tan solo habéis sobrevivido ustedes? sé que erais un grupo variado de héroes... maldita la hora en la que no supimos prepararnos para defendernos de algo así, ¿cómo has logrado salvarte? -
—Mmm —la aparición de Kalecgos interrumpió su conversación, o monólogo, pero trajo consigo noticias acerca de lo que había pasado. De lo que podía estar a punto de pasar. En aquél instante, el dragón era seguramente la mejor oportunidad que tenían, y por ello se controló de no decir nada, especialmente nada que pudiera herir el orgullo de la sierpe. O lo intentó, pues había algo que no terminaba de gustarla en todo aquello—. Nosotros estábamos en una misión. Acabamos de llegar —sentenció entrecerrando los ojos y encarándose al aspecto azul—. La pregunta es como has sobrevivido tú a todo esto. Y qué sabes de los demás que habían partido a otras misiones.
Dejó que la frase, cuya acusación estaba implícita en el aire, flotara unos instantes. Sus manos permanecían cerradas en torno a las gujas en todo momentos, y sus ojos observaban todo con nerviosa agitación.
El rostro de Kalec era esperanzador, saber que valerosas heroínas como tu seguían con vida era un punto a favor.
- Haces bien en dudar, pero no te dejes engañar. Desde la muerte de Malygos he llevado bajo mis espaldas la responsabilidad de liderar el vuelo azul - suspiró.
- Sobreviví porque no estaba en la Torre, debía transportar a un grupo de campeones a las Tierras Inhospitas, y siento que mi debes es quedarme aquí por si aparecen más supervivientes - te miró con determinación.
- Por desgracia ahora hay preocupaciones más importantes que eso... el portal oscuro está trayendo cada vez más y más hordas de demonios y los dragones negros están ocupando casi todos los cielos de Azeroth... todo eso sin contar que los sabios presagian la llegada del Titán Oscuro - se quedó en silencio.
- Si realmente ese presagio es cierto, Sargeras podría regresar a Azeroth y culminar con la destrucción de toda la vida... - lentamente comenzó a transformarse en dragón.
- Otros líderes se han reagrupado en el pantano de las penas, pretenden dar un golpe final antes de que completen la llegada, tu ayuda será definitiva para un combate así... seguramente sea nuestra última oportunidad para asestar la estocada que incline la balanza a nuestro favor, ¿puedo contar contigo? -
Gruñó por lo bajo pero no dijo nada sobre aquello. No tenía sentido dudar, no en esos críticos momentos. Tan solo había una cosa por hacer: luchar. Y parecía que ya se habían reunido para ello. No dudaba de que todos los allí presentes estarían dispuestos a plantar cara a lo que estaba por llegar, pero sobre todo sabía que Illidan estaba más que preparado para ello. Y ella, por tanto, también. Si el momento había llegado, era mejor no postergarlo.
—Cuentas con nosotros —siseó casi como si la misma duda ofendiera. Después miró a los ojos al dragón y, con gesto duro y decidido, asintió—. Iremos al Pantano de las Penas.
El rostro del dragón era de asombro y a la vez alegría al comprobar que Lyareth estaba acompañada de más soldados de los que creyó al principio.
Casi sin demora el dragón alzó el vuelo con los héroes que pudo a su lomo.
- Daré todas las vueltas que sean necesarias mientras tanto - faltaban todavía bastante soldados por ir
- Alexstrasza depositó su confianza en vosotros amigos míos, sin lugar a dudas no habéis fallado a lo que ella esperaba; pase lo que pase a partir de ahora podéis estar orgullosos de la elección que habéis tomado, juntos tenemos una oportunidad - dicho aquello su forma de volar se tornó más agresiva y veloz, si no os agarrabais con fuerza podríais caer al vacío.
Aún quedaba un largo vuelo hasta llegar al Pantano de las Penas, quien sabe si alguna vez más volveríais a visitar las gélidas tierras de Rasganorte o ni si quiera contemplar el mar desde tanta altura...
Has sido el primero en acabar tu parte del capítulo. Cuando acaben tus dos compañeros procederemos al:
capítulo final
:D
¡Perfecto! Pues espero pacientemente a que se pongan al día ;)