Partida Rol por web

Cuando parecía que la derrota de las fuerzas de Azeroth iba a ser inevitable, otro haz de luz provino del cielo, la diferencia estaba en que esta vez la ceguera provenía de un deslumbrante brillo blanco que barrió toda la superficie.

Mientras manteníais los ojos cerrados, escuchasteis un grito, ¡Sargeras rugía con furia!

Cuando abristeis los ojos comprobasteis que vuestro enemigo estaba siendo atacado por un grupo de gigantescos seres, su aspecto os recordó a los titanes que había en Ulduar pero estos tenían un aura más fuerte, un semblante de grandeza e incluso divinidad.

Os quedasteis paralizados ante tanto poder reunido, fue entonces cuando caísteis en la cuenta de que Algalon lo que había profetizado no era la llegada del titán oscuro, si no la llegada de otros seres que hacía más tiempo aún que no aparecían en la tierra, ¡los titanes originales!

En aquel mismo instante las fuerzas titánicas de aquellos seres comenzaron a chocar entre sí, Sargeras iracundo no dudó en abalanzarse contra sus hermanos para defender su triunfal regreso, un regreso que había sido ensombrecido por los verdaderos guardianes de Azeroth que habían estado esperando al momento justo para acabar con el titán caído de una vez por todas.

La batalla se vio reanudada, las fuerzas de Azeroth recogieron sus armas e hicieron frente de nuevo a las nuevas hordas de demonios, ahora la batalla estaba igualada, en un mismo terreno de juego titanes y mortales, la luz y la oscuridad, el orden y el caos blandían sus armas para conseguir la victoria definitiva.

Ahora existía realmente esperanza en vuestros corazones, sobre todo al comprobar que los titanes podían hacer frente al malévolo Sargeras, incluso los demonios parecían ahora temblar ante vuestra fuerza, que no dudasteis en arremeter para aniquilarlos de una vez por todas.

¡Era ahora o nunca!

La llegada del titán oscuro fue el final, sus palabras reverberaban en el cerebro de Garroom, así como en el de todos los héroes de Azeroth. El miedo apareció en el rostro del chamán puesto que era lo último que se esperaba ver. El trono de hueso en el que se sentaba era una imagen desoladora pero verle alzarse de su asiento, así como se erguían de nuevo todos los demonios era el fin de todo.

El cielo se iluminó de nuevo, previamente lo había hecho con la llegada de Sargeras. Esta vez cinco poderosas figuras habían descendido de los cielos:-No puede ser...Guardián son ellos no?.-dijo el orco, refiriendose a las cinco figuras divinas que acababan de descender, y por la reacción de Sargeras, Garroom no estaba equivocado:-Venga Thrall, derribemos a ese montón de hojalata, derrotemos a Sargeras y salvemos Azeroth.-dijo Garroom, cuando tenía de nuevo los ojso con el fulgor del poder de chamán y con los elementos al rededor de sus manos cargando su mejor golpe. Thrall alzó el poderoso Martillo Maldito y una descarga de rayos azotó la gigantesca criatura, al mismo tiempo, Garroom soltó el poderoso ataque. Ambos impactos derribaron al gigante, provocando una humareda considerable. 

El siguiente era Sargeras.

La desesperación heló los corazones de aquellos héroes. Incapaces de hacer nada, sin saber siquiera si hacerlo sería suficiente o cambiaría lo más mínimo el resultado, todos parecieron congelarse en el sitio. Incluso ella, cuya sangre ardía en su interior ante la visión de su enemigo, se vio obligada a quedarse quieta. ¿Qué podía hacer para vencer a aquél ser? ¿Podría siquiera Illidan? Aunque se negara a aceptarlo, la respuesta era tan obvia como que todos morirían allí, sumidos en las sombras, presas de los viles demonios que seguían a aquél oscuro titán. No había salvación posible. La derrota era inevitable.

Sus espadas se aflojaban entre sus dedos, resbalaban lentamente hacia el suelo, justo cuando la se hizo la luz. Un haz rompió la noche que se había adueñado del cielo y de sus almas. Allí, dónde no había esperanza, se erigieron cinco figuras. Los rugidos de furia asolaron el mundo a su alrededor, los gritos de dolor se extendieron por el campo de batalla. Era el momento de retomar la lucha. Era la hora de vencer.

Con furia renovada, gruñendo y brillando con la ira de su estirpe, sostuvo de nuevo las gujas y se lanzó contra los demonios. La sangre vil tiñó de nuevo sus hojas mientras bailaba entre sus enemigos. Y en sus ojos, ardiendo con la rabia de mil años, solo estaba Sargeras.

Había pasado casi una hora desde la llegada de los titanes. El polvo se encontraba aún levantado del suelo convirtiéndose casi en una neblina que ocultaba el resultado de la batalla.

Cuando todo se asentó, cuando las heridas dejaron de sangrar y los alaridos se quedaron enmudecidos, se pudo contemplar lo que sería el resultado final de aquella batalla.

Centenares de demonios yacían aniquilados en el suelo, al igual que el gigantesco cuerpo del titán Sargeras, decapitado por uno de sus hermanos. Vosotros, héroes de Azeroth, presentabais heridas que no ponían en riesgo vuestra vida pero que dejarían una cicatriz en vuestra alma...

Mirasteis al horizonte y notasteis que los titanes que os ayudaron en la batalla se juntaron alrededor del cadáver del que fue su hermano, uno de ellos estaba gravemente herido, sin embargo no parecía padecer ningún sentimiento de agonía.

La imagen que más os impactó fue ver a Lyraeth cargando en sus brazos el cuerpo sin vida de Illidan Tempestira, líder de los illidari.

El sentimiento era agridulce, había sido una magnífica victoria pero se habían perdido a muchas personas: Alextrasza, Illidan... o incluso vuestra compañera Alessia cuyo rastro no aparecía en el campo de batalla... la pregunta es ¿por cuánto tiempo durará esta paz?¿habría sido derrotada finalmente la Legión Ardiente?

Ahora tan solo quedaba que vuestro propio futuro fuese escrito directamente desde vuestras manos, ya que no existía un destino prefijado para cada valiente campeón de Azeroth, si no un sin fin de páginas en blanco dispuestas a relatar hazañas aún más loables, porque esto, esto ha sido el comienzo de un nuevo principio.

Había pasado ya casi un año. Los recuerdos de la cruenta batalla que se había librado en aquél lugar aún eran frescos en la mente de todos. Los últimos Illidari, verdaderos héroes, supervivientes que habían sacrificado absolutamente todo por aquella causa, se habían dispersado en busca de nuevas amenazas. Solo unos pocos se habían quedado allí... Junto a ella.

Tras la muerte de Illidan, el peso de guiarlos había recaído sobre sus hombros. Era una carga que no había pedido y que no quería, pero que había decidido aceptar. No todos habían estado de acuerdo, había algunos que se veían en el derecho de tomar el poder de las huestes de cazadores de demonios, pero sus voces pronto habían sido acalladas. Exiliados los demás posibles candidatos, vencidos en combate singular o menospreciados por su actuación en la guerra pasada, ya no eran más reminiscencias. A veces, se preguntaba si había hecho bien haciéndose con el control; no era más que ninguno de los valerosos guerreros que allí había, no era una líder ni una buena comandante. Nunca se había considerado tal. Sin embargo, la respetaban, veían en ella una digna sucesora, y en ocasiones eso era suficiente. En ocasiones, era lo único que importaba.

Bajo su mando, los suyos habían logrado asentar un campamento en el lugar de la última lucha. Los restos de los demonios y las demás viles criaturas habían sido reclamados por ellos, evitando así que nadie los robara. El poder que albergaban, aunque oscuro, era codiciado por muchos, y esos eran los enemigos a los que ahora se enfrentaban. Brujos, sectarios, bestias provenientes del vacío... A todos ellos les aguardaban los filos siempre cortantes de sus gujas, fueran quienes fueran. Y mientras, ellos estudiaban. El mismo poder que no podía caer en malas manos era para ellos como una droga. La misma sangre vil que les había dotado de poderes se veía ahora potenciada por lo que allí encontraban. Aunque era arriesgado y algunos se corrompían —momento en el que ella debía actuar de manera tajante, literalmente—, todos sabían que era necesario.

Aunque Sargeras había caído y sus capitanes habían sido destruídos, no todos habían sido aniquilados. Con el Titán Oscuro la mayoría de la Cruzada Ardiente había sido diezmada, pero podría resusrgir. Siempre había Señores del Terror dispuestos a alzarse, generales con ansias de recobrar su fuerza. La  aparente paz que reinaba en Azeroth era solo temporal, pronto Horda y Alianza volverían a luchar, las razas se enfrentarían unas con otras, y entonces la amenaza volvería. Cuando eso ocurriera, ellos estarían preparados, ellos estarían allí. Se había acabado el esconderse, el actuar en las sombras. Un nuevo principio se había impuesto sobre los mundos, y él, la estirpe de Illidan moldearía el futuro.

Hubo un estallido y una gran humareda se levanto dejando a Thrall y Garroom cubiertos por ella. Los dos orcos,habian seguido combatiendo a los demonios, derribandolos uno a uno y a mo tones con los estallidos de magia chamanistica. Cuando el polvo se asentó se pudo observar el final de la batalla, Sargeras habia sido decapitado por uno de sus hermanos.

Esa imagen fue acompañada por gritos de jubilo de parte de los héroes de Azeroth que habian sobrevivido. Garroom oteo el horizonte para buscar a sus amigas. La primera que encontró fue a Lyareth pero no de la forma que le hubiera gustado. Cargaba el cuerpo sin vida de Illidan Tempestira, señor de los Illidari. El resto de miembros de su orden se arrodillaron ante la elfa y ella se puso al frente de la orden, Garroom sabia que lo conseguiría.

Siguió buscando , esta vwez a Alessia pero sin éxito. Garroom le tendió la mano a Thrall para ayudarle a caminar y volver al campamento para curar las heridas.

Los festejos comenzaron y como Garroom habia prometido invito a Lyareth a la primera ronda, le dio el pesar por la perdida de su señor, en el que creia firmemente y la enhorabuena por el ascenso, se lo merecia. Las horas pasaban y los festejos comenzaron a cesar. Garroom realizó se ofreció voluntario para realizar un ritual por los caidos, un ultimo recuerdo y el inicio del siguiente viaje. Uno a uno fue convocando a los espiritus de Azeroth y a los ancentros para que aquellos que habian perecido en la defensa de su mundo los guiaran hacia la otra vida.

Dias despues de la batalla, las despedidas y demás, Garroom habia vuelto al poblado Lobo Gelido para ofrecer una ofrenda a Drek'Tar y agradecerle que fuera el el que le diera la advertencia. Poco despues recibio una carta de Thrall en la que le pedia que se reuniera con el en Orgrimmar, tenia algo muy importante que comunicarle. Mediante el uso de la magia, Garroom acudió de immediato ante la llamada de su amigo:-Me alegro de volver a verte amigo.-dijo Thrall cuando vió al chamán. Él respondió con un saludo inclinando la cabeza:-Así es viejo amigo. Bien qué querías decirme?.-preguntó curioso Garroom. Thrall le pidió que caminara con él mientras hablaban. 

Desde el Valle de la Fuerza, caminaron hasta el Valle de los Espíritus, donde estaban reunidos los miembros del Anillo de la Tierra:-Esa es Yrsa. Él es Bath'rah. Jalara. Mylra. Qué hacen aquí?-preguntó estupefacto el orco ante la mirada de sus hermanos:-Verás Garroom, he hablado con todos ellos y estan de acuerdo con lo que voy a pedirte. Y sería un honor si aceptas.-Garroom seguía alucinando ante aquella situación pero mantuvo un poco la compostura y siguió escuchando a Thrall:-Estuviste conmigo en los últimos momentos de Sargeras y viste de primera mano cuáles fueron sus artimañas para corromper a algunos miembros de los Aspectos y eso es algo que mi corazón no puede tolerar.-explicó Thrall algunos de los hechos que precedieron al combate final:-He aquí mi petición viejo amigo. Quiero que te conviertas en mi mano derecha, como lo fue Khadgar con Medivh.-le dijo apoyando sus grandes manos verdes en los hombros de Garroom:-Instruye a los que nos seguirán en el poder de la hermandad y en cómo enfrentarse a un enemigo común. Sé el punto de conexión de todas las raza de Azeroth y cuando llegue el momento conviértete en el Guardián de Tirisfal.-Thrall quedó en silencio después de exponer los motivos y la petición a Garroom. 

En su interior, Garroom no sabía que hacer. Cómo chamán ya había jurado proteger a la Madre Tierra y a todos aquellos que lo necesitaran. Durante la misión de Alexztrasza encontró el propósito de proteger, no sólo a la Madre Tierra, sino a todo Azeroth y lo lograron. Sargeras fue derrotado y la legión Ardiente destruida pero el mal siempre encuentra el modo de volver a resurgir. el siempre acudiría en auxilio de aquellos que lo necesitaran pero lo que le pedía Thrall era ir más allá. Garroom miró a los miembros de su orden. Tanto Yrsa como Mylra se cogían de las manos esperando la respuesta de Garroom, Jalara con su figura draenei esbelta observaba a Garroom con una sonrisa y con tono de aceptación. Bath'rah, sentado sobre sus pies observaba la situación y cuando posó sus ojos sobre Garroom le dedicó un saludo con la cabeza a modo de aprobación. Por último miró a Thrall, el Guardián de Tirisfal, antes chamán y Jefe de Guerra, su vida había sido todo altibajos, al igual que Garroom, en cierto modo ambos orcos eran iguales. Y ahora su amigo le necesitaba otra vez. 

Se arrodilló en el suelo y levantó la mirada hacia Thrall:-Será todo un honor, Guardián.-