Partida Rol por web

──Claro, claro, señor Paraservirles── dijo Morkai. ──Morkai necesita tranca──, añadió con toda la paciencia. No deseaba quitar a un gnomo su Herramienta. Era gente sensible y todavía había maneras en el mundo, pero tenía que ir armado, si no, era como ir desnudo (que iba desnudo, claro, pero esa ya es otra historia).

──¿QUIEEEN ME CORTA LA TRANCAAAA?

Era por completo ignorante del mal efecto que hacía semejante petición teniendo, como tenía, todo colgando. Daba la impresión de que deseaba un cambio de sexo por la vía rápida.

─ Noren, usa tu hacha y prepárale un garrote a Morkai! ─ exclamó Aren al darse cuenta que el semiogro se estaba poniendo nervioso ─ y que alguien le consiga un taparrabos ─ agregó en voz más baja al notar su estado de total y absoluta desnudez. 

Con todo, sus palabras no dejaban de ser la pausa que necesitaba para pensar en lo que estaba oyendo de parte del gnomo ─ Es cierto, deberíamos salir de aquí antes de que los hormigombres decidan venir por nosotros ─ reconoció, dándole crédito a Darniel  por su comentario pese las palabras que el mismo acababa de pronunciar.

─ Quizás deberíamos acercarnos hacia esas montañas y armar allí el campamento ─ comentó mientras señalaba al norte ─ Por lo menos hasta decidir cual será nuestro camino definitivo. Con suerte allí encontraremos algún sitio fácil de defender si nos siguen. O mejor aún, algún sitio en el que no nos encuentren ─ se explicó  ─ Después de todo, se supone que debemos ir hacia... eh... nuestro destino y no dedicarnos a eliminar cada amenaza que encontremos en este sitio ─

Sin ánimo de explicar su verdadera misión al gnomo simplemente esperó las respuestas de sus compañeros respecto al posible destino de sus pasos.

Noren se había puesto nervioso con la aparición repentina del gnomo, pero se había mantenido expectante. Ya Oten y Morkai tenían controlada la situación. Aunque el que se estaba descontrolando era el semiogro.

-¡Aren! ¡Esta es un hacha de batalla, no de carpintero!- dijo entrando en la histeria colectiva -¡Y tú deja de gritar que te corto la tranca que te cuelga!-

De todas formas, enfurruñado y murmurando, se fue acercando a una de las ramas que el semiogro había señalado como las que le gustaban. No estaban precisamente a su altura, así que miró primero a Morkai, y luego la rama, para finalmente mirar a Morkai.

-¿Seguro que no quieres algunas de las armas que tenían los hombre lagarto? Hay lindas lanzas y garrotes- le dijo con amabilidad.

-Mientras tanto- le dijo a Roland -Trae una de las bolsas vacías de sales- hizo un gesto en dirección al semiogro, dejando implícito pero muy claro para qué era la bolsa.

Y desde el árbol, le respondió al explorador.

-Sí, a las montañas, siempre es mejor por las montañas, son más defendibles y hasta nos va a hacer bien el aire-

Oten hizo un nudo doble corredizo sobre las muñecas de Darniel, luego lo agarró por los hombros y lo giró para mirarle a la cara

—No debes preocuparte.— Le dijo en tono tranquilizador

—No te haremos daño.—

—Esto— señaló con la vista los grilletes improvisados

—Es solo como precaución.— Mientras hablaba escuchó como Aren ordenaba a Noren que hiciera un garrote para el semiogro.  No le agradaba la postura que había adoptado su compañero y amigo: ordenaba a los demás como si fuera el líder de la expedición, trazaba planes por su cuenta y se enfadaba si los demás no lo seguían. Oten rumió para sí: Sí, era cierto que en una ocasión Aren le había salvado la vida, que estaba en deuda con él, pero también era cierto que sin contar con los demás, decidió adelantarse para explorar y que fue su torpeza la que provocó el encuentro con los hormigombres y desencadenó la posterior batalla de la que todos había resultado heridos. Eso sin contar que, y a juzgar por las palabras del gnomo, se habían buscado un nuevo enemigo: los largatoides.

Oten se giró y empezó a recoger las cosas para ponerse en marcha de nuevo. En su cabeza una conclusión empezó a tomar forma en su mente:  No. Ya no confiaba en Aren como antes.

Roland se apresuró a cumplir las órdenes de Noren. Los demás recogían sus pertenencias y se preparaban para seguir su camino hacia el norte, hacia las montañas. Tras improvisar un taparrabos con una cuerda y la tela del saco Morkai revisó su nuevo arma¹.

El gnomo pareció relajarse un poco más ante las palabras firmes pero amables de Oten. El enano, por su parte, se puso en camino con un rostro más taciturno de lo habitual. Aquel viaje estaba poniendo a prueba todo aquello que, en la comodidad del hogar, había dado por supuesto. Y eso le preocupaba.

Aren encabezó de nuevo el camino montado en Rakard, esta vez sin separarse del grupo, y así el grupo dejó atrás el resto de la batalla campal para buscar un sitio donde acampar en las montañas.