Subi a mi cuerto tras colocar los cadaveres en la camara frigorifica, y ya tenia un terrible presentimiento, tenia el cabello de mi nuca erozado, un terrible presagio me recorria el espinazo; no sabia aun que iba a tener razon...
A media noche el frio helado de una ventana abierta me desperto, me levante reudo de mi cama y vi una sombra, no me dio tiempoa reaccionar, entonces recibi un cabezazo, estaba aturdido, todo estaba sucediendo tan deprisa, entonces note un dolor punzante en el brazo, no tuve tiempo ni de gritar y entonces no senti nada en absoluto.
Me senti ligero como una pluma y comence a ascender, peor no, no queria abandonar el lugar, aun no era mi hora, hubiera ocurrido lo que hubiera ocurrido. Me senti confuso, y tenia mucho frio, estaba desanimado y el desasosiego se aferro ami corazon.
- Extraña forma de morir es esta, y para mi, lo peor de todo,es que dejo un caso sin resolver, el primero de mi carrera...-
Asustado por las palabras de la niña, el político apenas podía parar de castañear su dentadura perfecta, que su dinero le había costado. Estaba casi loco, temblaba, no pensaba con claridad, y entonces se le ocurrió una idea.
"Oh, ya lo sé, el superhéroe es la clave, él es el protector, él debe defendernos... pero claro, alguien le debe refrescar las ideas"
Demasiado atontado como para reflexionar, llevó las cosas de forma literal, la única forma que se le ocurrió de refrescar ideas fue con agua, pura y cristalina... así que fue corriendo con un vaso y llenó un grifo, para echárselo al héroe.
Al parecer, el hombre armadureado podía recibir misiles en su pecho pero el agua no era su amiga, el traje se cortocircuitó y salieron muchas chispas... pero no fueron las únicas, tras la estupidez de Bill Williams la gente empezó a soltar chispas y miraron al candidato a presidente con un odio sobrenatural. Asustado, caminaba hacia atrás mientras decía:
-¿No podemos resolver ésto como personas civilizadas?
No pudieron, porque acabaron con la vida del oriental en 2,3 segundos tras la pregunta.
Laura se había pasado el dia de aquí para allá, preocupada, nerviosa, indecisa. Quería aparentar seguridad, quería resolver qué estaba pasando y quería hacerlo rápido, pero pese a todo lo que había visto a lo largo de su vida, en sus muchos viajes, tenía los nervios alterados. Algo, allí, iba mal. Rematadamente mal.
Paseando arriba y abajo, intentando hacer reaccionar a la señorita Lechuga Verde que seguía en estado catatónico y evitando de algún modo al resto de inquilinos, se le había pasado el día, pero la pesadilla empezó entonces. Williams, que de japones debía tener solo los ojos por que otra explicación no tenía, había hecho lo último que un japones haría con la alta tecnología, logrando que Servo-man se cortocircuitara en su propia armadura. Incluso ella había sentido aquel arranque de ira hacia el mentecato, y para cuando se dio cuenta tenía las manos manchadas de sangre.
-No... yo no quería.. esto no está bien. Esto no está nada bien...
Se retiró de nuevo a la habitación de la señorita Lechuga y se apoltronó en el sofá que ya había converitdo en su cama, exhausta, temerosa, dubitativa y temblorosa. Cuando la puerta se abrió, horas más tarde, ella seguía despierta y pegó un salto involuntario. ¿Qué hacía aquella persona allí, a aquellas horas? ¿Qué quería de ella?
Diez segundos después le pareció evidente, mientras forcejeaban, intentando quitarse de encima a su agresor y el maldito almohadon con el que estaba asfixiandola.
-Te estás... no, no deberias hacerlo. Te estás equivocando, equiv....
Quizá era demasiado fuerte para ella. Quizá ella estaba demasiado cansada, demasiado exhausta como para ser realmente capaz de defenderse. Fuera como fuese... ya era irremediable.
Como todas las noches, Servo-man se retiró para iniciar su secuencia de carga de baterías, el analizador de muestras descargaba rápidamente sus baterías nucleares.
- INICIANDO RUTINA DE CARGA DE BATERIAS
- DESACTIVANDO CAMPO DE FUERTA AT
- RENDIMIENTO: 20%
Mientras permanecía en ese estado de éstasis Servo-man revisaba la información contenida en sus bancos de memoria y analizaba las muestras de ADN y las fotografías tomadas por el analizador. Cada vez era más evidente que se estaba gestando un complot para eliminar personas importantes en el planeta Tierra, y aunque él procedía de otro mundo era también un pensonaje importante de este planeta. Cuando repasaba los datos relativos a la muerte de Arthur Braveheart, calculó que era probable un intento de asesinato hacia él, al fin y al cabo el detective había muerto por intentar desenmascarar al criminal y Servo-man estaba haciendo lo mismo. En ese preciso instante algo empezó a ir mal:
- ALERTA! ALERTA! SITEMAS DE SEGURIDAD VIOLADOS, SISTEMA...S DEEEEE SEGUUUUIRRIDDASDDD.....
- ERROR 4004: CORCIRRRRCUITOOOO DELL SISTEMMMM...
- NOOOOO... PUEDDDOOOO.... NOOOOOO.... LA... HUMMMMANNNIDDAAAD... ESSSTAAAAA... PERDIDDAAAAAAA...
Y con un gran estruendo y un bonito espectáculo de fuegos artificiales (al menos eso pensó Bill Williams) las luces del visor de Servo-man se apagaron para siempre. Pero, por desgracia para los que aun quedaban con vida en la Tierra, antes de morir el androide envió un mensaje de emergencia que recibió el Comandante Jefe en algún lugar de Plutón:
- CODIGO ROJO, REPITO, CODIGO ROJO, ESTO ES UN MENSAJE DE EMERGENCIA DEL SOLDADO S3RV0 HE SIDO ATACADO POR HABITANTES DE LA TIERRA DURANTE MI PERIODO DE RECARGA DE BATERIAS. MI MISION HA FRACASADO. BOMBARDEEN EL PLANETA TIERRA, REPITO, BOMBARDEEN EL PLANETA TIERRA. FUERZA Y HONOR
-Maxwell, yo. El segurata da la lata // y la gente lo delata.
-¡Maxwell, por el Bosón de Higgs!
-Maxwell. Lo siento amico mio.
-Qué sea Maxwell, ¿no? ¡Hicks! Tengo que dejar de beber...
-Si, Maxwell. Esto se acaba ahora
No saben lo que están haciendo. ¿Acaso creen que esta acción acabará con sus desgracias? Al borde de mi visión vi una forma en un rincón. Giré la cabeza y la vi: una niña, pálida y vestida con ropas anticuadas. Sus ojos, inexpresivos, no dejaban de mirarme fijamente. ¿De donde había salido? Repasé rápidamente la lista que había hecho para la fiesta, y sin lugar a dudas una niña de su edad no había sido invitada.
Empezó a moverse, lentamente. Primer levantó la mano derecha, con el índice extendido, y me señaló. Después, volvió a moverse y cruzó su dedo horizontalmente sobre su cuello. Al pasar, dejó un surco de sangre que empezó a sangrar, manchando sus delicadas ropas. Sólo entonces comprendí quien era aquella niña. No podía ser otra que Anabella Brown, la hija del anterior propietario del castillo. Y allí estaba, tal y como la encontré la última vez que la había visto. Solo que aquella vez estaba tendida en el suelo, junto a su familia, y el charco de sangre se formaba a su alrededor. En mi mano, un cuchillo, largo, cubierto en aquel líquido viscoso. A mi alrededor, el resto de mi grupo de combate, todos armados y acabando con los ingleses allí reunidos. El primero de los muchos actos en los que participé como miembro del IRA.
El olor a sangre etérea parecía despertar la sed en aquellos que me acusaban, a los que prácticamente había olvidado. Se miraron uno a uno a los ojos, y parecía como si una terrible idea hubiera cruzado por sus mentes. Uno a uno sacaron diversos utensilios de sus bolsillos. Tijeras de nanicura y palos de naranja. Destornilladores y tenazas. Una zapatilla y un gancho para arrastras pesos. Un cuchillos y un tenedor del comedor. Un micrófono de la pista de baile. Y así empezó la danza mortal.
El rapero empezó a cantar, aunque juraría que de su garganta no salían palabras sino sonidos guturales. Otros reían y chillaban. La actriz se acercó por mi derecha mientras el niño rico hacía lo propio por la izquierda, ambos con una sonrisa en los labios. Dejé escapar un gruñido entre mis labios. Parecía que el olor a sangre también me estaba afectando. El odio, la rabia, se estaban adueñando de mi. La chica intentó agarrarme un brazo mientras su compañero me sujetaba el otro. Lancé un empujó con la mano izquierda, y la modelo cayó, desequilibrada por el alcohol. Giré en redondo y salté sobre el joven, dispuesto a llevarme conmigo a cualquiera, si hoy era el día de morir. ¿Desarmado? ¡Ja! Un soldado nunca está desarmado. Abrí la boca, mas de lo que nunca había pensado, mas de lo que era humanamente posible, y mordí. Mordí y mordí hasta que mi cara acabó empapada y viscosa. Los demás se lanzaron sobre mi, pero ya era demasiado tarde. El joven niño rico había fallecido.
Sonreí, babeando sangre y espuma blanca, con una boca llena de dientes mientras me ataban a una silla. No estaba dispuesto a demostrarles temor ni sentimiento alguno. Apreté los dientes mientras unas pequeñas tijeras se cebaban con mis dedos de los pies. Me mordí el labio mientras un destornillador perforaba mis entrañas. Apreté el puño mientras recibía golpes con una zapatilla en la cara, cambiando continuamente de mejilla. Y mientras tanto, un sonido infernal en la voz del rapero.
Horas pasé así y no dejaba de sonreír, aun cuando mi cara estaba cubierta por mi propia sangre y mis dientes reposaban, colocados metódicamente en el suelo. Escupí por última vez sobre el doctor, desafiante, antes de que mi vista se perdiera en la oscuridad del pasillo. Allí, la niña volvió a aparecerse. Pero había algo raro en su cara: esta vez sonreía. Y tenía razón, no hay plato mas dulce que la venganza. Cerré los ojos y esperé. Por fin todo acabaría. Aunque aun tuve tiempo para que un pensamiento cruzara mi cerebro:
-Te veré en el infierno, niña. Y entonces acabaremos lo que empezamos hace tantos años.
Todos los huéspedes tenían claro que había un asesino entre ellos, y todos unos mas convencidos que otro decidieron que el culpable era el jefe de seguridad y que esta noche debería pagar por todo lo que había hecho.
Carlota cogío a O'Connor por el lado derecho y Billy por el izquierdo iban a atarlo y luego acabarian con su vida, pero lo subestimaron, sin saber muy bien como O'Connor lanzo a Carlota hacia un lato y se lanzo hacia el cuello de Billy sin que este pudiera defenderse.
-¡Cabrón sueltame!
El jefe de seguridad estaba agarrado con la boca en el cuello de Billy, este intentaba que O'Connor lo soltara pero no habia manera, estaba lleno de furia y si esta noche tenia que morir queria hacerlo acompañado.
Los alli presentes tardaron mucho en apartar a O'Connor, cuando lo consiguieron Billy cayo al suelo encima de un charco de su propia sangre, ya no se pudo hacer nada por la vida de Billy.
Parecía que estaba todo hecho. Era el último paso. Todos estaban convencidos, y yo ya me creía triunfador. Con una amplia sonrisa me dirigí hacia Carlota. En la mano llevaba el gancho para colgar cerdos con el que había tirado por la ventana a los otros. Carlota me miraba con odio, y con ira, pero no había atisvo de la incomprensión que reflejan los inocentes cuando van a morir. Era culpable, y lo sabía.
Tras de mí, sedientos de sangre me seguían el chiflado y el rapero. Parecía una danza macabra, al unísono todos avanzamos un paso, y el círculo se estrechaba cada vez más. A través de una ventana rota entraba el sol del atardecer dando a la luz de la habitación el color rojo de la venganza. Retrocediendo trémulamente, Carlota dio con su espalda en la pared. En un presiagio de lo que estaba por suceder nuestras sombras se proyectaron junto a la suya sobre el papel pintado de la suite del cuarto piso.
Ella levantó la mirada, y vi un fulgor de esperanza en ella. No miraba hacia mí ni hacia la punta afilada y amenazante de mi gancho. Miraba por encima de mi hombro, directamente a los ojos del rapero. Giré en el tiempo preciso en qué éste levantaba su mano y me asestaba un fuerte golpe en la cabeza. Aturdido intenté revolverme y blandir el gancho. Pero unos brazos enclenques se enredaron a mi. No pude desembarazarme antes de que otro golpe cayera sobre mí.
Inconsciencia.
Unos segundos después sentí cómo me arrastraban. En mi espalda se clavaron los cristales rotos de una ventana. Veía el cielo gris de Dublin sobre mí y la fachada al revés del hotel. Estaba bocarriba, con medio torso fuera de la ventana. Noté la brisa fría allí donde la sangre corría por mi cara. Mis pies subieron empujados por seis manos hasta que pude verlos contra el cielo. De repente el horizonte apareció al revés y subió rápido hasta que todo el jardín estuvo en mi campo visual. Todo parecía ir sumamente despacio. El viento abrió mi bata, perdí una zapatilla en la caída. Peldaños grises de granito y todo negro.