El embajador suspiró aliviado. Que nadie le reconociese era algo positivo, significaba que su mala fama solo no se había extendido tanto como le habían hecho creer. Se enderezó con un carraspeo y se inclinó para escuchar mejor.
Al ver al lobo ártico de Lyrio, Abbas arrugó la nariz. Así que se trata de otra de esas "amantes de los animales", ¿eh? Los norteños nunca dejarán de sorprenderme.
—Y el embajador Árabe, que si bien su nación no mantiene bloqueo alguno a Germania, podrá hacer que ambos bandos entren en razón si la cosa sale mal…y de paso, granjearse gran reputación y respeto en su patria por lograr el fin del bloqueo.
Algo brilló en los ojos de Abbas Yahur cuando escuchó las palabras "reputación" y "respeto". Con cierto orgullo, expulsó el humo del tabaco por la nariz mientras esbozaba una sonrisa.
—Estoy de acuerdo con la señorita Fátima, deberíamos partir de inmediato. Mirar demasiado atrás nunca trajo nada bueno.
-Sólo un par de preguntas antes de partir. ¿Alguno de los presentes ha visto alguna vez a Ulrich Siemens?
—He oído antes ese apellido. Imagino que Ulrich será el encargado de la sucursal de Halske-Siemens en Bielefeld, ¿no es así? Quizá algún familiar relacionado con la compañía, por ejemplo.
Yahur conocía bien Bielefeld. Fue la última ciudad que visitó antes de entrar en su puesto como embajador, y donde tomó el tren que le sacó de Germania, tras verse obligado a ocultar su identidad para poder llegar hasta Galia. Su informe sobre la tecnología Tesla y el desarrollo del país durante el bloqueo resultó de gran ayuda para su país, pero no fue lo suficiente para permitirle regresar. Ahora, pese a renegar públicamente de Arabia, jamás se despegaba de lo poco que conservaba de su patria.
Su ceño se frunce visiblemente ante el retintin de las palabras de la dama y las miradas elocuentes de sus compañeros de viaje, cada vez Le gustaba menos ese lugar, sintiéndose extraña y menos preciada por aquellos "caballeros y damas" de mundo. Escucha las presentaciones de todos y saluda con la cabeza al hombre que la saluda, el único que ha mostrado educación de toda esta gente, tal vez no todos fueran iguales. Por otro lado, no quedaba mucho más que hacer allí, estaba deseando entrar en ese tren y volver a casa lejos de toda esa parafernalia estúpida en la que se habia visto envuelta. Cuando escucha ese apellido algo en su memoria pardce querer salir, sin embargo se resiste. Por ello, sin decir más, coge sus cosas y sigue a la cristiana de armadura para coger el tren
De repente parecía ser que todos tenían mucho afán, asunto que para mi era incomodo. Uno a uno de las personas que estaban a mi lado se fueron levantando y marchándose como si en en algún lugar estuvieran regalando dulces. La contestación Mademoiselle Fatima a mi pregunta fue clara, y sin embargo no contestaba otros temas. No me gustaba las cosas que no se dicen, porque son especies de mentiras. Pensé en algún momento si valía la pena seguir con esto, si más bien debía pararme e ir en dirección contraria al tren, pero luego recordé el porqué hacia esto, lo hacia por mi gente, tanto tiempo sufriendo de los ataques del demonio , tantas muertes y tanto dolor. No habrá forma de saber si servirá de algo si no se intenta. Así que luego de que la mayoría se hubo levantado, y tras las explicación breve pero poco satisfactoria de la monja, me levanto con la finalidad de ir al destino. No sabía si mi presencia sería útil.
Elian, aún con aquella inocencia reflejada en el rostro miró a Eugène enarcando una ceja. –Cómo es posible que aún se pregunte que a que tanta prisa?- pensó, respirando hondo, y demudando el semblante en algo más serio, impaciente, al tiempo que le hacía un gesto con la diestra a Dominique, el cual desapareció del quicio de la puerta, volviendo hacia el exterior.
-La premura se debe, Monsieur Delacroix.- Empezó a decir mirando al Galo. –A que hay una hora acordada con los Germanos, y ya sabemos cómo son…- Acompañó esa frase con un aspaviento de la diestra. –Más vale no hacerles esperar, además de lo anteriormente dicho, cuanto más lo retrasemos, mayor será el riesgo de que la inquisición nos descubra.- Explicó de nuevo, desviando la mirada por el rostro de todos los demás, deteniéndose en Fátima, quien también daba las razones obvias a las prisas, a lo que volvió a suspirar. -Attachant…-
Tras esto Fátima reseñó el hecho de su armadura, a lo que se apresuró a contestar. –No debería preocuparse por su indumentaria, madame.- Contestó, posándole una mano en el brazo a la chica. –El secretismo termina en Galia, y una vez en el tren estarán entre amigos.- Terminó, sonriendo y volviéndose rápidamente hacia la arisca Lucía.
-Reconocerán a Herr Siemens sin problema, además de ser el encargado de Halske-Siemens, como bien indica el embajador.- Empezó a decirle a la Hispana, apartándose el mechón de pelo, recogiéndoselo tras la oreja. –No tiene piernas…más bien tiene seis.- anunció, tapándose la boca y riendo, como si hubiera explicado un chiste. –Algunos Germanos tienen cierta debilidad por las prótesis, y no está claro si Herr Siemens perdió las piernas debido a un accidente o por…mero capricho, si os enteráis de la razón, por favor, decídmelo a la vuelta.- solicitó, descubriendo la boca y mostrando una media sonrisa, como si intentara contener una risotada.
-Respecto a lo otro…- Continuo, encogiéndose de hombros. –Lamento deciros que si sucediera algo del estilo que indica, madame de Velasco, estaréis completamente solos.- anunció, como si de un mazazo se tratase, completamente seria ahora. –El gobierno Galo no podrá protegeros, por lo que si estáis decididos a seguir adelante, os convendría conoceros bien durante el trayecto, ya que si los Germanos preparan una trampa vuestras vidas dependerán de quienes os rodean en estos momentos.- Hizo una pausa, antes de añadir. –Es por eso que Dominique os hará entrega de un mapa de la zona colindante a Bielefeld y algo de dinero a cada uno, por si se diera el caso de tener que tomar salidas alternativas de la ciudad…ya que dudo que os dejaran iros en tranquilamente en tren.- Mientras decía esto se colocaba junto a la puerta y Fátima.
-Esta es la última oportunidad para decidir si seguís adelante o no, la decisión es vuestra, pero recordad todo lo que depende del éxito de vuestra misión para con el futuro de la humanidad.- Dijo en tono solemne, llevándose las manos al regazo, entrecruzando los dedos.
Por la puerta entraba el aire frío, pese a estar aún en el interior del gran edificio de la estación, la temperatura de la sala donde se encontraban era sofocante, por lo que cualquier cambio de temperatura era de notar.
Para los que fueran saliendo, verían que ahora el interior del edificio, la gran sala del reloj, estaba completamente libre del ajetreo de antes, y a excepción de un empleado de la estación no había nadie más a excepción de ellos. En el exterior del edificio, notarían el frío de la madrugada, además del andén lleno del vapor que expulsaba la locomotora y verían a Dominique, esperándolos frente a la entrada de un vagón de pasajeros, que con las manos en los bolsillos les mira sin pasión alguna.
Si bien su mirada se desvió hacia la mujer de la armadura, Fátima, su atención se dividió entre las palabras de Fátima y la espera de que Lady du Beauvoir diera su respuesta. Como hiciera esta última minutos antes, se tomó unos segundos para responder mientras los demás seguían realizando preguntas. Él, versado en las artes de la educación ilustrada, se mantuvo al margen de preguntas no destinadas a su persona, pero cuando Lady Díez de Velasco realizó aquella pregunta al conjunto de los presentes, levantó la diestra ligeramente para enfatizar la única palabra que brotó de sus labios. - Yo. - Si bien no lo conocía en persona, ni había tenido el placer de hablar con él, sí había tenido la suerte tanto de ver un retrato suyo, como de haber escuchado a su profesor en el Engineers Imperial College hablar de él como la araña más humana que exista dada la cantidad de extremidades que tenía.
Por otro lado, no tenía respuesta ante aquellas otras preguntas, por lo que la mejor opción volvía a pasar por guardar silencio, y escuchar. Agradeció que le devolvieran el asludo aquellas mujeres que lo hicieran, tanto con una leve reverencia con la cabeza como con una sonrisa agradecida.
Así, cuando Lady du Beauvoir habló, pivotó ligeramente en su posición para escucharla atentamente. Hubiera preferido tener algo más de tiempo para disfrutar el aire fresco del norte de Europa, así como de conocer la geografía local, pero si la reunión estaba pactada, tenía razón en aquella motivación de moverse lo antes posible. Así, también evitó cualquier mueca divertida por la forma de referirse de la mujer gala al Lord Siemens. Aquello confirmaba que las palabras del Profesor Weir eran ciertas. Lo que si le hizo fruncir ligeramente el ceño, fueron las palabras de que estarían solos tanto si les descubrían como si era una trampa.
La pregunta era... ¿Por qué los Germanos querrían tender una trampa a unos emisarios? ¿Qué ganarían con ello? Según conocía más detalles de lo ocurrido, los peligros crecían de forma exponencial y no lineal, algo sin duda perturbador y problemático. - Por mi parte ya conoce la respuesta, Lady du Beauvoir. - él no tenía dudas sobre ese asunto. Ya no solo era por la importancia que él mismo daba a la misión, también por la importancia que consideraba que le había dado la Corona de Su Majestad para destinarlo allí.
Así, puso sus pies en camino al exterior. Al detenerse junto a la puerta, demandó la mano de Lady du Beauvoir con un gesto de la suya y besó el dorso de la misma en señal de respeto y despedida. - Mi lady, espero un rencuentro temprano con buenas noticias. Hasta entonces, me despido. - acabó por decirle, antes de girarse y salir por la puerta. Una vez fuera, pudo sentir el frío a pesar del abrigo que llevaba encima. La diferencia de temperatura era notoría, y le obligó a cerrar la capa para atenuar la diferencia de temperatura.
Esperó a que los demás también le acompañaran hasta el tren que les estaba esperando. Aprovechó el trayecto para dirigirse a Fátima en referencia a la armadura. - Lady Fátima, en mi opinión no creo que sea necesario tal medida. Aun así, si desea pasar más desapercibida o siente las garras del frío, puedo hacerle préstamo de mi capa. - le ofreció, mientras avanzaban hacia el tren.
Allí, hizo pausa junto al ayudante de Lady du Beauvoir, realizando una pequeña reverencia a modo de saludo. - Lord Dominique, Lady du Beauvoir mencionó que podría ofrecernos un mapa y recursos para esta empresa, si fuera tan amable. - Era la forma sutil y educada de pedirle tanto el mapa, como el dinero. Dudaba que la moneda Albionesa o Hispana sirviera de mucho en Germania.
Je comprends madame, j'espère revenir avec de bonnes nouvelles. Digo estableciendo que comprendia y que esperaba volver con buenas noticias.
Era claro que era hora de partir y que el futuro era incierto, y sobre la inquisición debia ser claro al determinar que el peligro de que este grupo se enterara era más que un motivo de salir con prisas. Por un momento veo a los demás hablando entre ellos y comentando ciertos temas. Un dejo de inseguridad se vió en mi rostro, reclamar lo que nos iban a dar y luego salir del pais sin que los fanáticos religiosos nos dieran caza. Debo comentar que de tecnología sé lo justo y ahora era claro que vería cosas que posible mis ojos nunca pensaron mirar.
Creo que ha quedado todo claro- no tenia mucho que añadir al respecto- trataremos de darnos la mano en esta complicada circunstancia.
Los pasos me conducen a la salida y espero a una distancia prudencial de Lord Dominique, esperando su respuesta acorde a lo planteado por Monsieur Kane, para luego partir al tren.
Un leve escalofrío es lo que le povoca a Fátima la imagen que se acababa de de formar en su mente, la de un ingeniero Germano con seis piernas metálicas. No comprende la necesidad de un ser humano de convertirse en tal aberración, pero sabe que esta misión la va a obligar a hacer de tripas corazón en no pocas ocasiones. Así que se recompone con la respuesta que esperaba, su armadura no llama la atención en demasía. Bien, igualmente se guardará todo símbolo de su fe de manera discreta, pues esta empresa requerirá discreción y desconoce la disposición de los Germanos a recibir con agrado a personas de fe como ella.
- Sr. Kane, le agradezco el ofrecimiento pese a declinar en primera instancia. Fuí previsora y llevo buen abrigo bajo mi armadura. Si mas adelante considerase necesaria su capa se la pediré, no tenga duda. - Le dedíca una timida caída de ojos y una esquiva mirada que contemplará su movimiento en dirección al tren. Volviendose a girar hacia la sala donde se encontraban anteriormente.- Señora du Beauvoir - Inclina la cabeza en señal de reverencia discreta. - Por mi parte la decisión ya estaba tomada cuando partí de Hispania, mi contacto en Zamora me puso al tanto de los pormenores y no puedo estar mas que en completa sintonía con los objetivos que queremos alcanzar. Hasta más ver, entonces.
Aprobechando que los participantes en la misión se están dirigiendo hacia fuera, Fátima esperará a que todos salgan por la puerta esperando erguida en un lateral, a modo de guardia, representando el papel que cree que va a tener en todo esto.
Se fijará en Lyrio por primera vez y en su majestuoso animal, Fátima siente fascinación por la naturaleza y todas las criaturas que Dios introdujo en ella. Lo que mas le impresionaba de la norteña era aquél vínculo que parecía compartir con el gran perro (¿o es un lobo?). De cualquier forma, arde en deseos de hablar con ella y preguntarle sobre aquella maravillosa criatura y al mismo tiempo desea conocer mas a fondo la historia de aquella mujer salvaje.
Cuando pase el diplomático Yahur por delante de ella tratará de esquivar su mirada por todos los medios, no tiene ningun interés en entablar contacto con él y se notará si tratase de entablar conversación. Será seca y monosilábica. Le defenderá como al resto, pero nada mas, espera que haga lo que ha venido a hacer, como todos, y perderle de vista cuanto antes.
Finalmente, tendrá la oportunidad de fijarse en la Hispana, Lucía Díez de Velasco. Realmente esos apellidos han resonado por muchos rincones del país y no le resultan desconocidos, igual que la cara de aquella hermosa mujer. Al pasar por delante cruzan sus miradas y vera en aquellos ojos un rostro conocido de un pasado no tan lejano. Fátima buscará en su memoria y tratará de encontrar aquellas facciones, pero de momento se le escapan. Lo que más le sorprende es tener la sensacion de conocer a alguien que parece poseer un apellido tan importante como el aquél y no haber sido consciente de ello. Su presencia tambien le transmite un aura de aflicción, Fátima tiene la sensacion de que aquella mujer sufre y ha sufrido sin saber cuánto exactamente. Realizará una discreta pero elegante reverencia digna de la posición de aquél apellido.- A sus pies, señora Díez de Velasco.
Cerrando la comitiva, la guerrera dirigirá un ligero y divertido pensamiento hacia el señor Delacroix, parece ser el más desubicado de todos. Cuando nadie mire, esbozará una sonrisa. - Espero que no se encuentre a los demonios de cara, no se como podría reaccionar ante tales aberraciones. Debería echarle un ojo más a menudo que al resto.
Fátima tratará de ser la última en subir al tren cerrando la comitiva y despidiendose de quien se encuentre cerca y se quede en el andén.
Mantuve la posición durante un momento más, el mismo que Madame Beauvoir tardó en responder a mis preguntas. Escuché en silencio, con el ceño ligeramente fruncido en una expresión de concentración, atesorando bien cada pequeña porción de información de la que nos estaba dando.
Sin embargo, cuando llegó a la parte de la descripción de Herr Siemens, no pude evitar alzar la ceja cuando la mujer aseguró que tenía ni más ni menos que ¿seis piernas?
Mi rostro se desvió inmediatamente a Kane, quien aseguró conocerle, con una expresión de incredulidad, una de esas que en realidad está preguntando "¿en serio?". Sin embargo, saber que él estaba al tanto de quien era el tipo fue, en cierto modo un alivio. Y es que, por mucho que el embajador pudiera suponer a que familia pertenecía el tipo, necesitábamos algún tipo de constatación física.
-Me quedo mucho más tranquila entonces. Gracias a los tres por la información. - dije, cabeceando en dirección al técnico, al embajador y a nuestra anfitriona, con unos modales que dejaban claro en qué tipo de ambiente había sido criada, pese a que mi aspecto distaba mucho de ser el de una señorita de alta cuna. Sin embargo, hubo algo en el discurso del embajador que hizo que me detuviera un instante más en él, lanzandole una fugaz pregunta, mientras caminaba hacia la salida- ¿Ha estado usted ya en Germania? - le pregunté entonces, con aire casual, para escuchar entonces la segunda parte de la explicación de Madame Beauvoir.
-Perfecto. Eso será más que suficiente. - le contesté, con una media sonrisa, cuando dijo que estabamos solos en aquello y que, como mucho nos darían un mapa, unas monedas y poco más. No, para mi aquello no era un problema. Lo que si podía serlo era esperar más de aquello con lo que me iba a encontrar y, en ese sentido, agradecía la claridad de la gala.
Entonces fue la mujer de piel canela quien habló, captando mi atención nuevamente. Zamora. ¿Sería posible que fuera allí donde la hubiera visto? Por alguna razón su mirada también parecía ser más insistente de la cuenta, lo que corroboraba mi teoria de que ya nos habíamos visto antes. Quizás más tarde, en el trayecto, pudiera ahondar un poco más en aquello que parecía unirnos, si es que había algo que lo hiciera.
Por el momento, lo que le dediqué fue un gesto de mi mano, cuando me saludó con aquella pompa- Oh, no se deje engañar por el gusto del señor Kane de llamar a cada uno por su nombre... - dije a la mujer, con una media sonrisa, mientras seguía jugueteando con aquella cajita metálica entre mis dedos- Llámeme Lucía. - añadí, antes de dedicarle un cabeceo educado a nuestra anfitriona.
-Creo que no estaría aquí si tuviera la más mínima intención de rechazar su propuesta. - le contesté, afilando aquella sonrisa hasta conferir un aire mucho más astuto a mi rostro- Gracias por todo, Madame Beauvoir. Dios os guarde. - acabé por despedirme de ella, caminando con el resto hasta detenerme junto al ayudante de la dama, situándome a la izquierda del ingeniero, esbozando una diminuta sonrisa ante su sutil mensaje.
-Veo que hay cosas que no cambian... -comenté, en voz más baja, al ingeniero, y un tono mucho más distendido que el que había empleado ante el resto- Menuda sorpresa... - añadí, con el mismo tono, abriendo ahora sí la cajita que llevaba entre mis manos, observando como el resto también parecía ir deteniéndose para coger lo que se nos había prometido.
Echa un vistazo a la sala cruzando miradas con una de las mujeres que parece fascinada con su compañera a la cual acaricia de forma distraída, notando dando unos pasos fuera, sintiendo como el cambio de espacio alivia su cuerpo, puede escuchar como su anfitriona pregunta si están todos conformes cosa que Le parece una pregunta innecesaria, que no merecía la pena responder por que era evidente la respuesta, se acerco junto a los que habían salido a recoger el mapa y las monedas mirando de reojo a la enorme bestia de metal.... A pesar de que por su ciudad pasaban de forma regular jamás ha subido en una, puesto que los pequeños espacios de su interior son notoriamente diferentes a sus bosques y montañas... Cosa que a ninguna de las dos les haría sentir demasiado cómodas... Pero había dado su palabra de venir y de acompañarles hasta averiguar que estaba pasando y que querían de ella durante el viaje así que no Le quedaría más remedio que subir al tren. Se quito la capa puesto que allí era demasiado gruesa y estaba asada de calor, dejando ver un cuerpo esbelto y curvo pero claramente atlético por la gran cantidad de ejercicio que haci. Echaba de nada el viento helado y el aroma de la naturaleza a su alrededor. Suspiró con suavidad y echo un vistazo de nuevo a sus compañeros de viaje, podía notar como la mayoría la miraba con suspicacia, incluso alguno con soberbia, como si fuera una salvaje en mitad de la ciudad, no sabían lo equivocados que estaban... Pero claro, muchos confundían su forma de hablar y su forma de ser con la falta de civilización y educación. Por otro lado, también había visto algunas miradas de curiosidad y así que, sabiendo que ella estaba pecando también de prejuicios cerró los ojos y se prometió ser abierta con estas personas antes de decidir si Le caían bien o mal. Estaba deseando salir,maldita sea¿cuando iban a ponerse, en marcha?
Elian los fue despidiendo conforme pasaban a su lado, ya sea con una inclinación de cabeza o contestando a las palabras que le dedicaban. –Para mí ha sido un auténtico placer conocerles- Dijo, acompañándolos por el edificio de la estación hasta la salida de la misma, saliendo del despacho, sin mostrar el más leve escalofrío. –Espero que esta misión sea provechosa y les deseo la mejor de las suertes.- terminó, despidiéndose con la mano alzada y moviendo únicamente los dedos a modo de despedida.
Una vez todos estuvieran fuera y encaminándose hacia Dominique, Elian le hizo una seña a su compañero, el cual sin mostrar reacción alguna, recibió al primero del grupo.
-Buenas noches, Monsieur Kane- Dijo, en tono neutro, pero un fuerte acento Galo sacándose una mano del bolsillo e indicándole con un ademán la entrada al vagón. –los medios de los que le habló Madame du Beauvoir les esperan dentro…- E hizo hincapié en la palabra “Madame” en respuesta al “Lady” de Bruce, como si le molestara que la llamara así. –No querrá que hagamos esto en plena calle, hacer estas cosas en la calle es tener…- se detuvo un momento, haciendo un gesto cortante con la mano que tenía libre.- Poco decoro- Terminó, con una sonrisa de suficiencia, antes de volver a indicarle la entrada del vagón. Suspiró un momento, cerrando los ojos impaciente, como si recordara algo, antes de añadir. –Dispondrán de de 120 Francos y la misma cantidad en Marko Germanos, es una buena cantidad para todos…o a repartir, pero tengan en cuenta que es lo único de lo que dispondrán una vez arranque el tren.- Advirtió, mirándolos un instante, antes de señalar con insistencia el vagón.
No hacía falta ser un lince para apreciar que Dominique no era ni de lejos tan hospitalario que Elian, dando la sensación incluso de que le importa bien poco lo que os suceda.
Se quedó en la entrada, esperando a que fueran entrando todos. –Bonita bestia- Dijo, mirando a la loba de Lyrio y luego alzando la cabeza para mirar a la mujer. –Algún día podrías contarme que os dan de comer en tu tierra para que crezcáis tanto.- Dijo con sorna, pero apartándose un paso de la loba, por si acaso.
Los que fueran entrando, a mano izquierda verían un vagón decorado con chapado de madera caoba, cortinas en cada ventana, alguna lámpara a intervalos de dos ventanas. Aunque lo más destacable es que a cada lado y mirando hacia el centro del vagón, (el cual está despejado) hay sendas hileras de sofás, que dando la espalda a las ventanas dan la sensación de ser bastante cómodos. Solo en el centro mismo del vagón había una pequeña mesa, con un papel que pese a estar doblado varias veces, hacia dos palmos de largo por uno de ancho. Sobre a este había una bandolera abultada, cargada con el dinero prometido.
A mano derecha tenían un vagón restaurante, con diferentes mesas y una gran barra de bar, aunque nadie atendiéndola. Dominique, tras ellos, entró directamente ahí. –Podrán servirse lo que deseen y particularmente…es donde voy a pasar un rato- Dijo, pasando por la portezuela que separaba la barra del resto del vagón y cogiendo un vaso.
Cuando todos estuvieron a bordo, con un tirón brusco el tren se puso en marcha, sin hacer sonar el silbato ni una vez, y despacio, como si fuera un niño pequeño que intenta llegar al bote de las galletas sin ser descubierto por su madre.
Y ahí estáis, prácticamente solos, con la única compañía de un Dominique que se centra en llenar hasta la mitad el vaso con una botella de Calvados.
Posteo ya, ya que han pasado varios días y la mayoría ya lo habeis hecho, quien falte, le queda adaptarse al turno, (tampoco pierde tanto). En breve creare otras escenas, dependiendo de donde vayáis del tren.
Abbas tragó saliva. La Inquisición podía suponer un problema, especialmente si estaban al tanto de sus antecedentes. Por supuesto, no tendrían por qué saber nada acerca de su pasado, ¿verdad? Los asuntos de Arabia se quedan en Arabia, ¿no?
Suspiró.
—¿Ha estado usted ya en Germania?
—Podría decirse así. Fue un… viaje de trabajo, por decirlo de algún modo. Pero fue hace muchísimo tiempo, señorita Díez.
Gente curiosa los germanos, pensó, dándole vueltas tanto a sus recuerdos del viaje como a las palabras de madame de Beauvoir. No me cabe duda de que las prótesis serán aún más impresionantes que como las recuerdo. Tal vez debería buscar un hígado artificial, ¿tendrán algo de eso?
Mientras cavilaba, se percató del comportamiento de Fátima. ¿Eran imaginaciones suyas o la huérfana estaba esquivándole? Tanto Arabia como Hispania mantenían una relación diplomática, política y comercial estable. ¿Le molestaría algo de su persona? No, imposible. ¡Seguro que sabe algo! ¡Tengo que averiguarlo como sea!
Tras despedirse con la sobriedad propia de un burócrata, dedicó un saludo igual de emotivo a monsier Dumont. El tren era bastante más lujoso que el que lo había traído a Galia aquella primera y única vez. ¡Tanto tiempo sin salir de aquel país de revolucionarios y huelequesos! Los germanos podían ser unos bichos raros, pero estaba seguro de que debían tener una vida mucho más tranquila.
—Dispondrán de de 120 Francos y la misma cantidad en Marko Germanos, es una buena cantidad para todos…o a repartir, pero tengan en cuenta que es lo único de lo que dispondrán una vez arranque el tren.
—Eso son 20 verinsthaler y 20 francos para cada uno… —dijo, hasta que se percató de que estaba pensando en voz alta—. Vaya, discúlpenme, es la costumbre.
Echó un largo vistazo a los vagones, en especial al restaurante. Pensaba empinar el codo en cuanto tuviese un rato libre para relajar los nervios.
—¿Sabe si sirven bebidas espirituosas?
Al entrar al tren (en último lugar si nadie pretende hacerlo también, en ese caso no insistirá), Fátima buscará la parte trasera del tren y tratará de encontrar visión hacia atrás. Ha decidido cubrir la retaguardia, esta interesada en otear el paisaje pasado y de paso vigilar que no les sigan. Tras los ultimos intercambios de palabras, le ha dejado un cuerpo inquieto. Aprobechará para relajarse ligeramente, apoyará su espada dejándola cerca y murmurará sus oraciones para proteger el tren y la misión.
- A su servicio, mi lady. - cabeceó lentamente en dirección a Fátima cuando declinó su oferta, respetando la decisión de Fátima. Aquella mujer había acertado (posiblemente sin saberlo) en la célebre cita tantas veces repetida en los pasillos del Imperial College: "Hombre (o en este caso, mujer) previsor(a) vale por dos". Encaminandose al tren, no ocultó ni evitó mostrar una sonrisa que mostraba que las palabras de Lucía por para Fátima en la cual se le mencionaba, le habían hecho gracia.
Pero una vez hubo llegado ante Dominique y escuchar su respuesta, torció el gesto de la boca a la par que negaba ligeramente con la cabeza. - Lamento escuchar eso, Lord Dominique. - Volvió la vista hacia la entrada del despacho, donde se encontraba Lady du Beauvoir. Tras unos segundos, su vista volvió a cruzarse con la del hombre que tenía delante. - Esperaba que una persona de su disposición no faltara a la palabra de Lady du Beauvoir. - Sí, él también remarcó el Lady en esta ocasión. - Pues mencionó que sería usted quien nos haría entrega de tales... recursos. - Negó con la cabeza lentamente, mientras desviaba la vista a la puerta del tren, y después a Dominique una segunda vez. - Yo mismo repartiré los recursos, gracias de todos modos. - se despidió así, encogiendose de hombros ante las palabras de Lucía. - El continente puede cambiar, Lady Díez de Velasco. Pero el contenido nunca. - respondió, retomando aquella compostura amable al tratar con ella, en contraposición del tono frío y tenso de tratar con Dominique.
Ofreció paso a Lucía antes que a él para subir al tren, cuando se acercó la mujer del norte, Lyrio, y Dominique hizo una vez más virtud de lo que podría llamarse diplomacia negligente. - Lady Lyrio. - le llamó mientras se giraba hacia ella. - Por favor, disculpe las palabras de Lord Dominique. Son propias de quien tiene que compensar ciertas carencias, con una larga lengua. - En ocasiones como aquella, eran las que lamentaba no poder faltarle el respeto apelando simplemente a una falta de hombría. Dicho esto, lanzó una mirada bastante inquisitiva a Dominique. Una de las que invitan a no seguir con el tema por el bien del grupo. Tras unos segundos de cierta calma tensa, su mirada fue una vez más a la hija del hielo. Un gesto más suave, educado y amable sin palabras para invitarle a subir al tren junto a los demás sin mayor percance.
Él mismo ingresó en el vehículo, haciendose a un lado para investigar el lugar, peinandolo con la mirada. A su modo de ver las cosas, aquello estaba lleno de elementos útiles a utilizar para futuras contrucciones, elementos interesantes a estudiar y por último, elemntos estropeados que necesitarían un remiendo para que evitar fallos en un futuro lejano. Tras aquella observación, se acercó al mapa y la bolsa de monedas. Observó como tanto el árabe como Fátima ignoraban tales recursos, y guardó el mapa en su propia bolsa, así como se dispuso a sacar el dinero justo y proporcional que le correspondía.
Después, contó y separó las monedas. - Lady Díez de Velasco. - le llamó, ofreciendole la parte correspondiente del dinero. Repitió el gesto de contar las monedas, y en esta ocasión se acercó a Eugène. - Lord Eugène. - y una segunda vez, le ofreció el dinero. Por último llamó a la norteña. - Lady Lyrio. - y le ofeció la parte proporcional del fondo monetario. Abandonó las cuarenta monedas del árabe sobre la mesa donde estaba el mapa inicialmente -no quiso molestar a quien a su parecer estaba más interesado en beber que en la misión-, y se acercó a Fátima para hacer entrega de su parte. Al ver que estaba rezando, y sin ánimo de molestarla, dejó el dinero junto a la espada, con un cabeceo educado en su dirección para que pudiera proseguir sin incomodarla por su parte.
- Con vuestro permiso, iré a la parte de atrás. Me gustaría hacer unas comprobaciones. - anunció al conjunto del grupo, despidiendose con un gesto de la mano y abandonando el vagón en dirección a los vagones posteriores.
El moro respondió a mi pregunta, justo antes de que me acercara a Kane y a Dominique. Y he de reconocer que, para mi sorpresa, su respuesta no era exactamente la que yo había imaginado.
-Oh, entiendo. Quién lo diría... daba la sensación con su discurso de haber pasado muchísimo más tiempo en aquellas tierras... - dije, sencillamente, acabando por centrarme en la conversación entre Dominique y Kane, reprimiendo una carcajada cuando el ingeniero le buscó las cosquillas al galo, para después dirigirse de nuevo a mí, en respuesta a mi primera afirmación.
-Y que siga así muchos años, ingeniero. - le contesté, aún con la sonrisa en los labios. Al menos Kane haría que el viaje fuera mucho más entretenido y, sin duda, profesional. Y eso era un punto bastante positivo.
Y me disponía a salir de allí y encaminarme hacia el tren cuando, de repente, escuché el comentario que el ayudante de Madame Beauvoir dedicaba a la norteña, uno de esos comentarios, sin duda, carentes de cualquier tipo de gusto y que dibujó en mi rostro una expresión de profundo rechazo.
-Sea lo que sea, monsieur Dominique, está claro que está muy lejos de ser lo que les dan de comer en la suya, para desdicha de algunos... - dije, dedicándole una mirada de arriba a abajo cargada de desdén y reproche, para acabar mirando a la tal Lyrio durante un instante, dedicándole un breve guiño cómplice antes de seguir hasta el tren murmurando por lo bajo algo sólo comprensible para mi.
Una vez en el tren, Fátima se marchó enseguida a rezar. Ni siquiera esperó a que Kane repartiera lo acordado, al igual que el diplomático, que rápidamente preguntó sobre qué servirían allí, lo que hizo que aquel tufo a alcohol terminara de cobrar sentido para mi.
No respondí a su pregunta, al menos de momento. "Cállate si lo que tienes que decir no es mejor que el silencio", había escuchado decir a alguien una vez. Y, en aquel momento, aquella frase era, sin duda, la más cierta de todas. Lo que sí hice fue coger los objetos que Kane me tendió, correspondiendo su gesto con un leve cabeceo agradecido- Gracias, señor Kane. - dije, utilizando mi hispano natal para pronunciar aquella respuesta, que acompañé de una media sonrisa agradecida.
Y, una vez se hubo hecho el reparto, asentí, cuando el ingeniero indicó que iba a hacer algunas comprobaciones- Aquí le estaremos esperando. - dije, sencillamente, mientras acababa de volverme hacia el resto de los presentes en la sala- ¿Alguno de ustedes, aparte de él, ha estado ya en Germania? - pregunté entonces tras cabecear en dirección al moro, esperando aprovechar el viaje para saber quién me acompañaba.
Siempre era una buena idea saber a quién tenías al lado en una misión y, sobre todo, a quién podrías o no confiar tu vida.
Frunce el ceño cuando Delacroix hace ese comentario, de nuevo notando esa hostilidad hacia su persona que al parecer abunda entre los galos. Es por ello que cuando escucha la respuesta del ingeniero al cual sonríe cuando se dirige a ella
-OS lo agradezco, maese Kane, ciertamente.... Viendo sus artes diplomaticas, no me extraña que hayan buscado unos mediadores para hacer algo así... Es más, empiezo a preguntarme si de verdad quieren hacer las paces con los germanos....
Tras ello sonríe también a la mujer que viene tras ellos entrando en el tren y sentándose en el vagón viendo como todos se dispersan cada uno por su lado como si la cosa fuera con ellos, eso la hace fruncir el ceño acariciando a su compañera,al parecer tienen mucho trabajo si desean conseguir algo como grupo, como bien Le enseñaron los lobos unidos son fuertes separados están muertos... Ignora a los hombres que beben aceptando las monedas que Le ofrece el ingeniero, al cual detiene cuando avisa de que se va a marchar
-Maese Kane, podríais prestarme el mapa? Me gustaría poder hacer un repaso del mismo...
Cuando preguntaron sobre quién había estado en Germania ella se giró hacia la mujer que había preguntado, era mejor empezando por dar ejemplo de confianza mostrándoles ella misma
-Yo... Mi pueblo tiene alianzas con los germanos
Tras escuchar el tintineo de las monedas dejadas por el sr. Kane cerca de mi espada, le dedico una mirada de agradecimiento con un leve gesto con la cabeza. La oracion me relaja, pero no me abstrae del mundo cuando necesito estar alerta, y pretendo permanecer alerta todo el viaje. Mientras mi voz susurrante me va guiando por los tortuosos senderos de la introspección y mi conexión con Dios, escucho al albionés anunciar que se retira a realizar reparaciones:
- Sr. Kane, si necesita un brazo fuerte que le ayude en algun momento no dude en avisarme.
La sensación de desapego por la causa de Monseur Dominique Dumont me parece incomoda, y su casi insensibilidad me confunde, ciertamente a pesar de ser galo, debo establecer que no entiendo la forma cómo se esta llevando esto. Posiblemente luego me arrepienta de seguir una vocación que entes no tenía, posiblemente también soy demasiado paranoide frente a este aspecto. Comencé a pensar en las cosas que dejaba en mi país pero tambión las nuevas experiencias.
Me sentía incomodo pues veía a los demás hablar y poco tener en cuenta mi presencia, posiblemente no llamaba mucho la atención como la mujer con la loba enorme y Monseur Kane que parece ser hasta el momento “el preferido de las damas” y el hombre embajador creo que deseaba emborracharse.
Entonces escucho la mujer hablar
¿Alguno de ustedes, aparte de él, ha estado ya en Germania?
Yo mademoiselle, excuse moi , no escuche bien su nombre antes,
Digo esto sabiendo que no se presentó, pero no iba a ser grosero solo quería ser educado..
Yo he estado en un par de oportunidades como periodista, pero mis viajes han sido cortos, he cubierto algunas noticias, pero no solía viajar mucho, solo en pocas oportunidades…. Pero de eso ya hace mucho tiempo.
Entonces escucho la ironica frase de la mujer ¿Solaren?, quien tampoco se habia presentado, así que frente a su comentario solo digo.
No le falta razones para pensar eso..
Sabia la historia sobre esta mala relación, y conocía como el odio podía nublar la razón de muchos, me sorprendía que quisieran hacer una alianza luego de años de pugna.
Bueno, entonces supongo que subir al tren es lo más sensato.
Digo mientras hago un silencio repentino.
Frente a mi viaje inminente pensé un poco en lo que dejaba, no quería pensar en esto como un reto personal, muchos de los acá presente no me conocen y es posible nunca se enteren de mi vida, pero ahora que estoy a punto de marcharme de mi patria no puedo dejar de no pensar en las cosas que dejo en este mi país. Mi familia esta desconcertada conmigo, mi viejo padre director del periódico sólo me habla lo justo y me ha expresado en privado ser una vergüenza para él, luego de toda la confianza que puso en mi como su elegido para seguir el legado siente que soy su mayor vergüenza, es más, ha inventado un problema para estar disgustado conmigo, pero yo sé la razón, es un hombre viejo pero no es débil, que pensó que seria su espejo en su caminar Litterarii , y luego de que me han dado la espalda desde la organización mi padre también me la ha dado, no entiende el don que tengo y se molesta con cualquier cosa que hablo. Mi madre, santa mujer, no entiende el problema, y es que ni siquiera sabe que su esposo es parte de un grupo secreto. En la familia le tienen miedo a mi don, y si bien en teoría sigo en el periódico, en lo practico me han quitado mi oficina y le han dicho a los empleados que me trasladaré a otro sitio como emisor del conflicto.
Mi don me ha quitado cosas y dado otras tantas.
Viaje sí a Germania hace varios años, cubrí otras noticias pero también me interne en una biblioteca por horas, no conseguí lo que buscaba. Eran otros tiempos. Leer me ha abierto puertas maravillosas, pero de repente comencé a sentirme incomodo con la idea de buscar un poder solo para mi y los otros sin que eso ayudara al bien común, no era un mensaje fraternal sino de exclusividad.
Ahora soy un hombre manchado por los Litterarii, ya no haré ninguna búsqueda ni seguiré ordenes de nadie que no sea Dios.
Este viaje me provoca algo de miedo, antes sentía el apoyo de la organización ahora estoy solo, y sé que para la inquisición soy un hereje. La libertad de pensamiento es algo que algunos no se pueden permitir, y mi condición como ex Litterarii es mejor que ninguno de mis compañeros la conozca. Pueden conocer quien soy en realidad y mis ideas, pero no quien fui antes de que el Señor Supremo me eligiera para ser un ungido.
Mensaje sólo director. Lo iba hacer despues del mio pero se coló el de Abbas. Muchas veces hare estos post solo para el director sobre temas que los demás jugadores no deberian saber.
- Por supuesto. - confirmó así la petición de la mujer norteña, mientras rebuscaba en la bolsa el mapa. Dado el tintineo al remover, era evidente que debía llevar muchas cosas guardadas. Bruce creía en la preparación, la previsión y la planificación. Aquel tontineo era una confirmación de estas creencias. - Aqui tiene, Lady Lyrio. - Así, ofreció el mapa a Lyrio con una sonrisa amable.
Ahora dispuesto a cruzar las puertas, confirmó las palabras de Fátima con un gesto de la cabeza. - Lo haré. - y tras unos segundos, negó con la cabeza dándose cuenta que aquella respuesta tenía una doble interpretación, por un lado que la avisará o que lo dudará. - Quiero decir que le avisaré, gracias Lady Fátima. - Tras esto, se despidió con un gesto de la mano y confirmó las palabras de Lucía. - No tardaré demasiado. - Se despidió así, atravesando las puertas entre los diferentes vagones.
Estaré en otro vagón, no me marqueis xD