Partida Rol por web

Varios meses han pasado desde que entraseis al servicio de la Inquisición. Más concretamente al servicio del inquisidor que os seleccionó uno por uno como agentes de valor para el Ordo Hereticus. Durante ese tiempo apenas habéis sido movilizados, tan solo os han reclamado para unos asuntos sin importancia y que se resolvieron sin vuestra acción directa.

Sin embargo hace unos días enviaron un mensaje directamente a la nave en la que viajábais en ese momento. El mensaje consistía en una reproducción de video holográfica y reconocísteis de inmediato a vuestro inquisidor. Era su método habitual, no dejaba que se le reconociera el rostro y modulaba su voz siempre de la misma forma, ni siquiera confiaba en vosotros lo suficiente para daros un nombre por el que llamarlo.

Es hora de que demostréis vuestras aptitudes en una misión real, para que podáis servir a la gloria del Imperio.

Ahora os dirigís a Sepheris Secundus. Una reciente sublevación de los trabajadore de la Mina Gorgónida obligó a movilizar a un batallón Guardia Imperial para neutralizarla, éstos cumplieron con su trabajo y aseguraron la zona. Sin embargo los informes son imprecisos y hablan de peligros desconocidos que acabaron con la vida de muchos de sus soldados en el interior de la mina.

Basta decir que el comisario selló la mina y declaró toda la zona en cuarentena. En circunstancias normales la inquisición estudiaría este fenómeno a su debido tiempo, pero el sector no puede permitirse las pérdidas por mantener cerrada esa mina.

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Sóis los acólitos mejor situados para ir al planeta, vuestra misión consiste en descubrir cual es ese peligro del interior de la mina y destruirlo para volver a explotar sus recursos cuanto antes.

El tono de vuestro maestro (a pesar de la distorsión en su voz) ha dejado claro que no os considera los más aptos para esta misión, pero no hay forma posible de negarse a una petición de la Inquisición. Momentos después la nave cambiaba su rumbo para dirigirse al planeta.

Ahora podéis ver con claridad su forma redondeada en la lejanía, y el color blanquecino de sus zonas heladas mientras preparan un transporte ligero para que descendáis hacia el campamento de la Guardia Imperial.

Hieronymus se levantó de su asiento y miró a sus compañeros a los ojos uno por uno, midiéndolos. Un momento después dijo, sin dirijirse a nadie en particular

- Imagino que estamos juntos en esto, soy Hieronymus Homrom, Arbites Senior al servicio del Trono.

Dejó las palabras en el aire, como retando a que alguien rebatiera su afirmación. Después continuó. Si vamos a bajar a una mina, será mejor que llevemos todo aquello que podamos necesitar, es probable que perdamos la comunicación con la nave, con el Inquisidor e incluso entre nosotros si llegamos a separarnos.

Mirando hacia al extremo de la sala donde estaban Stig y Heinrich dijo - Creo que vosotros dos fuisteis guardias - y su tono sonó a una afirmación, no a una pregunta - Vamos a un campamento de la guardia, preguntad a la tropa que ha visto, qué sabe o quién lo sabe - dicho esto se dió cuenta de que no hablaba con nuevos reclutas recién llegados a su distrito, se sentó y no dijo nada más. No obstante siguió mirando a los ojos a aquellos cuatro individuos, sus nuevos compañeros, evaluándolos, calculando sus posibilidades, como hacía con los arbites junior, pues es difícil apagar una costumbre o cambiar a un viejo.

Estaba sentado en la parte oscura del transporte pensando en silencio sobre el mensaje del inquisidor. No estaba acostumbrado a la tecnología que estos hombres usaban tan a la ligera, pero tras tantos meses fuera de mi planeta ya empezaba a habituarme. Unas extrañas varitas de hierba que me había ofrecido el inquisidor me ayudaron mucho, pues me relajaban cuando no tenía nada que hacer, como era el caso.

-Reshi es mi nombre.- Dije serio tras oir hablar al anciano. Tras un tiempo en el transporte había llegado a la conclusión de que debería poner mi vida en las manos de estos extraños hombres que también trabajaban para el Inquisidor, de modo que decidí presentarme. Una vez echo lo propio me puse una de las extrañas varitas en los labios y la encendí, aspirando el humo que emanaba de ella con satisfacción. Tanto mi voz como mi expresión se mostraban relajadas y calmadas mientras mis ojos medían al resto de los componentes del grupo. Me detuve contemplando al extraño ser de la capa roja. Olía a metal y aceite.

El tecnoadepto se ajustó los vocosintetizadores para ofrecer una voz lo más humana posible, pues el toque mecánico suele disgustar a los no-ungidos y no es su intención inicial resultarles tan ajeno, con lo que tras un par de minutos su voz se hizo patente en la cámara respondiendo al Arbitrador que en su emoción había empezado a dar ordenes a un par de acólitos que parecían provenir de la Guardia.

- Disto de creer que sus métodos de mando sean los más apropiados, buen amigo Hieronymus. - Con este nombre se había presentado, así que no le parecía mal usarlo. - Desconozco su rango anterior y funciones, pero aquí todos somos acólitos al servicio de un Inquisidor. ¿Le parecería bien, que, sin ningún motivo previo, requisara toda vuestra tecnología sólo porque soy el único miembro autorizado del Mechanicum entre nosotros? No lo creo.

Sus ojos azules reflejaban dureza e inflexión, y a la vez era curioso ver cómo alguien como él parecía transmitir sentimientos. Volvió a parecer a ir a hablar, esta vez dirigiendose a todos en general.

- Mostrada mi opinión sobre el súbito auto-proclamación a la categoría de líder de la célula de nuestro compañero Hieronymus, creo que lo más apropiado es que me presente. Podéis llamarme como Veriax Toreb, aunque algunas entidades se refieren a mí como el tecnoadepto Toreb, o, simplemente, mi nombre propio, Veriax. Me es indiferente mientras cuando me nombreis sea claro que os dirigís a mí.

Heinrich estaba durmiendo cuando llegó el mensaje, le costaba bastante despertarse, así que aun estaba asimilando la información cuando los demás empezaron a hablar. Dejo hablar mientras observaba a sus compañeros: un arbitres,un salvaje, un adepto mechanicus y otro guardia, como el.

Cuando le recordaron que iban a un campamento de la guardia imperial, un escalofrío le recorrió el cuerpo, recordando su última patrulla antes de ser llamado por el Ordo Hereticus. Agarró con fuerza su medallón.

Sin levantarse, pero echándose un poco hacia delante en su asiento, se pronunció:

-Yo soy Heinrich, y si, anteriormente fui un guardia imperial. Puesto que hemos de poner nuestras vidas unos en manos de los otros al bajar a la mina, sería bueno no empezar con tensiones. Me da igual quien quiera ser el líder de esta misión, siempre y cuando demuestre ser capaz. Por mi parte, preferiría esperar a bajar al campamento de la guardia, buscar cada uno información por separado, juntarnos, compartirla, y luego ya decidiremos.

Y dicho esto, se volvió a recostar en su asiento.

Stig Silvanos miraba desconfiado a todos los presentes. Sobre todo al tecno-sacerdote. Eso de que una persona sea tan máquina como persona no entraba en su cabeza. Era un hombre alto y musculoso, pero tan silencioso como si no hubiera más que una sombra allí. Parecía difícil sacarle una palabra, pero sabía que estaba con ellos. Eran los hombres que combatirían hombro con hombro, y sobre todo con el suyo. No habría otro remedio, y aunque no los conocía, sabía que eso tenía que cambiar y pronto. Los hermanos de armas, se conocen y comparten la vida, ... o tal vez la muerte, y si no se conocían, era complicado ayudarse en momentos .... tensos.

Se decidiría a hablar, pero algún día. Esta ocasión era poco lo que saldría de sus labios, y tal vez tardaría en decir algo más.

- Soldado de primera Stig. 45.553.- Aurora Borealis, Compañía de Fusileros.

Había sonado muy informal, pero era lo que le habían enseñado en la academia. No era un prisionero de guerra y los guerreros se tenían que conocer.

- Me llamo Stig.

El primer impulso de Hieronymus al oír las palabras de Veriax había sido el arrancarse friamente el crono de la muñeca, una de sus pocas piezas de tecnología, y ponerlo en la mesa frente al encapuchado. Pero en su vida apenas había contactado con tecno adeptos y desconocía las costumbres de éstos o que lugar ocupaban claramente en la jerarquía imperial, por lo que en su lugar, permaneció inmóvil en su silla con las mandíbulas apretadas escuchando a los demás presentarse. 

Al oír las palabras de Stig pareció relajarse un poco al oír su tono oficial, al que estaba mucho más acostumbrado - Un placer soldado de primera, será un honor servir juntos al Emperador. Mirando por turno a los demás y haciendo una leve inclinación de cabeza hacia cada uno, saludó: soldado, Reshi, adepto Toreb.

- ¿Alguien sabe si hay algo en la nave que nos pueda resultar útil ahi abajo? ¿Adepto?

Veriax hizo caso omiso de lo alterado que parecía estar el arbitrador. Supuso que su comentario no le había sentado muy bien, aún así poco importaba. No tenía intenciones de que se le elevaran los aires y terminara tratandolos como esclavos. Cada uno era una parte independiente del grupo que componían, y nadie de ellos se situaba por encima de otro.

Cuando Hieronymus hizo una pregunta echó un vistazo alrededor de el dónde estaban y negó con la cabeza. Respondió a la pregunta, pero esta vez con bastante más parsimonia que la anterior vez que había hablado.

- Que yo sepa, igual que todos vosotros, esto es tan solo una nave de transporte que nos llevará al lugar. Más allá de nuestras pertenencias creo que no disponemos de nada más, al menos aquí. Si aún así te ves falto de equipo quizás en tierra podamos conseguir algo en nombre del Inquisidor... o incluso del Mechanicus.

Ladeo la cabeza al ver el intercambio de palabras entre los restantes miembros del grupo. Al parecer no era el único al que el ser encapuchado ponía nervioso.

-Entonces la forma de actuar es simple. Bajar, equiparnos, investigar, asegurar el lugar e informar. ¿Verdad?

Me rasco el cuello con gesto de fastidio mientras sigo fumando.

-No entiendo por qué envía el inquisidor a unos agentes a investigar la desaparición de un batallón en una gruta. Debería haber alguien importante entre los muertos. Siempre es posible que esos soldados fueran unos trusy... Uno deserteros. ¿Se dice así? Soldados que huyen del combate y vuelven a casa...- Me encojo de hombros.

Heinrich escucha atento a sus compañeros, repasa la información dada por estos y la información oficial. Esto se parece mucho a los briefing de su escuadra cuando salían a patrullar, solo que aquí hay un cacao enorme. Tras ordenar sus pensamientos y en un tono formal pero apacible dice:

-Veamos, la forma de actuar es tal cual ha dicho Reshi, salvo que no será tal fácil como parece al decirlo. O no suele serlo.

En cuanto al resto, creo que se ha perdido algo de información por el camino. Disculpad si parezco un mandón en este sentido, nada mas lejos de mi intención, digamos que es deformación profesional el asegurar un buen briefing pre misión.

La historia va así: revuelta provocada por obreros, se manda a la guardia imperial a sofocarla, y de paso entran en la mina. Se encuentran con algo que aún no sabemos lo que es, pero apostaría a que es cualquier tipo de bichoñada, o xenos o ambas cosas al mismo tiempo. Ese algo ofrece mucha resistencia, o el batallón que entró era muy novato, o cayó en una trampa. Muchos de ellos, que no todos, mueren, el resto sale, da reporte algo confuso sobre lo ocurrido y viendo las bajas se decide clausurar la mina.

Tras preguntar a los supervivientes, nadie puede concretar lo ocurrido más allá de que ha pasado algo muy raro. Alguien llega a la conclusión de que puede ser algún tipo de herejía o directamente no le interesa involucrarse y/o arriesgarse y llama a la inquisición. Y así hemos llegado hasta aquí.

Por otro lado, Reshi, se dice desertores, y no creo que fuera el caso, pues no es competencia nuestra, y si hubiese desertores, seguramente nadie hubiese informado de lo ocurrido y no nos hubiesen llamado. De todas maneras, la guardia imperial no deserta amigo, lucha hasta la muerte, pues por el emperador luchamos y el emperador provee

En cuanto al equipo...creo que en esta nave poco más hay de lo que llevamos encima, pero si cuestión de armamento es por lo que preguntáis, habrá de sobra en el campamento de la guardia imperial.

Mientras continuabais con el intercambio de impresiones un miembro de la tripulación encargado del mantenimiento y preparación del equipo apareció anunciándoos que el transporte estaba preparado.

Era grande, aunque casi todo su espacio lo ocupaba la parte trasera, preparada para llevar hasta una docena de personas. Una vez todos ocupasteis un asiento las compuertas exteriores se abrieron, provocando leves temblores sobre el transporte al succionar de golpe todo el aire a su alrededor.