Partida Rol por web

Rowane se encogió de hombros.

—Eso mismo me estaba preguntando yo, pero aquí la tengo en las manos.

La miró otra vez. La sola idea de que un Celestarum pudiera ser bueno con una elfa oscura se le antojaba absurdamente disparatada. Pero aquella cara... no le daba miedo, aquella expresión era amable. Los celestarum siempre tenían un rostro frío y distante y las estatuas de Celestar parecían perdonar con la mirada.

No sabía qué pensar.

—No entiendo nada. Quizá no tiene nada que ver con los Celestarum pero como aquí todo el mundo cree en Celestar pues... bueno la... la verdad es que también me cuesta pensar en un humano que le desee algo bueno a una elfa oscura—se desinfló hundiendo los hombros, como quien es incapaz de resolver un complicado puzzle—. O que directamente tenga motivos para enviarle galletas...

Torció ligeramente el gesto. ¿Por qué aquél día era distinto? Si fuese una broma de alguien seguro que la habrían envenenado hace tiempo. Por un momento pensó en lo que ella misma había dicho anteriormente de camino a las duchas, permitiéndose soñar que hubiese dioses buenos, ¿podía esperar algo así de los humanos?

—¿Será de alguien que me conoce de antes de que acabase aquí?—murmuró.

—La religión oficial es la de Celestar, pero la gente normal no lleva en los bolsillos estampitas de Celestar con plegarias en el reverso —insistió Lurian—. Y menos aún se las envía a una elfa oscura.

Lurian decidió probar suerte y le pegó un bocado a una.

—¡Hmm! ¡Están realmente buenas! —dijo, con la boca llena—. ¿No recuerdas nada de antes de servir al Amo Hawald? ¿Cuánto llevas aquí?

Rowane se volvió a encoger de hombros, ella estaba igual de perdida que Lurian. Cuando el elfo oscuro le preguntó, negó con la cabeza.

—No, creo que llevo aquí desde que recuerdo—se rascó la cabeza frunciendo el ceño como si intentase recordar algo más—. ¿Dieci... algunos años? Supongo que me compraron al igual que los demás pero era muy pequeña.

Sabía que tenía unos diecisiete o dieciocho años pero no creía que estuviese en la mansión del chevalier Hawald desde que era un bebé.

Cogió otra galleta y la mordió decidiendo en ese instante que guardaría aquella estampa como si fuese un secreto de estado... y lo mejor de todo es que no tenía un motivo para hacerlo. O al menos uno que supiera explicar. Todo aquel asunto siempre había sido un misterio pero ahora por primera vez sentía que necesitaba saber quién estaba detrás de aquel inusual regalo anual.

Lurian terminó de masticar la galleta pensativamente antes de contestar.

—Entonces... ¿no has conocido otra vida que la de matar o morir? Me extraña que no te hayas convertido aún en un monstruo sanguinario. Lo... lo siento mucho por ti. Has tenido muy mala suerte en la vida. La vida como esclavo no es tan mala fuera de la capital.

—No—titubeó Rowane respondiendo a lo primero—. ¿Pero por... qué? A mi no me gusta que me hagan daño, no disfruto cuando me obligan a hacérselo a los míos...

Se sintió de pronto como si le hubiesen hecho un cumplido, y eso que la frase en sí tenía de cumplido lo mismo que ella de pelirroja, pero por así decirlo era el único comentario "no-hiriente" que habían hecho sobre ella desde... desde... bueno, era el único comentario "no-hiriente" que habían hecho sobre ella.

—Oye, ¿cómo... ?—preguntó timidamente—. ¿Cómo es la vida fuera de la capital? ¿Por qué no es tan mala?

—En el campo se trabaja mucho, de sol a sol —admitió Lurian—, pero no te preguntas si morirás en el combate siguiente. Trabajas rodeado de otros elfos oscuros, de tu propia familia. Y cuando la añada era buena y producíamos buen vino te sentías parte de algo más grande. Nadie me ha regalado nunca galletas, pero el amo Galois sabía reconocer el buen trabajo. Le pedía opinión a mi padre sobre lo que pensaba de las cepas y cómo mejorar el vino. Yo... yo era feliz en Deux Riviers. Era un servicio digno.

Rowane parpadeó escuchando con atención. Tras varios segundos de silencio su expresión se tornó algo triste.

—Entonces el que has tenido mala suerte eres tú... —dijo como si el "lo siento" fuera implícito de alguna manera—. Yo nunca conocí eso y nunca conocí a mi padre pero duele más perder algo después de haberlo tenido que directamente no saber lo que es.

Torció el gesto y hundió los hombros mientras cogía otra galleta, se la quedó mirando y entonces parpadeó y la partió quedándose con una mitad y ofreciéndole la otra a Lurian.

—Aunque... al menos lo de las galletas se puede arreglar.

—Es posible que duela más —concedió Lurian—, pero al menos a mi me quedan mis recuerdos. Al menos he conocido un mundo mejor que este. Ése es un paraíso del que nunca podré ser expulsado.

Tu compañero de celda aceptó la segunda galleta y la masticó en silencio.

—¿Nunca has pensado cómo eran tus padres, quiénes serían y a qué se dedicaban?

Rowane se pensó unos segundos la respuesta.

—Pues ahora que lo dices... sí—admitió finalmente—. Pero si después de tantos años no sé nada de ellos lo más probable es que estén muertos o muy lejos de aquí.

Cerró la boca de golpe y abrió mucho los ojos

—Oye espera, ¿y si si las galletas... ?—añadió. Pero entonces se revolvió el pelo con frustración, la estampita le volvía a romper el esquema—. ¡Aaaah, esto es un puzzle! No entiendo nada.

Dejó caer la cabeza con desmayo y tres segundos después volvió a mirar a Lurian.

—Ojalá... ojalá pudiera salir de aquí y averiguarlo—suspiró como quien narra con resignación un sueño imposible—. ¿Te imaginas? Ir al campo y... dejar esta maldita espada que no hace más que daño a otros drow. Sería genial.

A Lurian se le iluminó la mirada unos instantes antes de bajarla.

—Has descrito mi sueño de estos dos últimos años —musitó—, pero si algo he aprendido es que a nuestra edad y con nuestra formación somos muy valiosos. Especialmente tú, que te entrenaron desde niña. Nadie va a pagar tanto por nosotros para ponernos a trabajar en el campo.

La historia de Lurian ha sido actualizada.

 Rowane: +350 px.