Partida Rol por web

Lucius se quedo observando a las dos damas, sabiendo que nada de lo que dijera mejoraría la situación.

Recordó una frase que siempre le decía Lya: Para consolar tus penas, mira las ajenas.

Eso era lo que estaba pasando entre las dos primas, y lo mejor sería dejarlas en algún sitio donde pudieran desahogarse. 

Se dirigió a los criados y dijo: Muestrennos nuestros aposentos sin más dilación.

Entonces recordó una frase que siempre decía Syrio: 

La mujer llora antes del matrimonio, el hombre después.

Los sirvientes les acompañaron cruzando el patio hacia la Torre de la Mano, en el segundo piso de ésta había tres habitaciones. Una de ellas estaba ocupada ya, la otra sería para Aryan y Darina, el tiempo que tardase en celebrarse su boda, y la otra sería para Lucius DyValar.

Entró en su habitación sin despedirse de Dyvalar y lamentando, por vez primera, tener que compartirla con su prima. Quería estar sola, encerrarse en su habitación y no salir de ahí. Pero ni siquiera era su habitación y no tendría el lujo de verter las lágrimas en la intimidad. Simplemente, se dejó caer en una de las camas, tumbada, dando la espalda a su prima y mirando la pared con apatía. Siguió llorando, sólo que esta vez en silencio.

Aryan mantenía el cuerpo en tensión durante el trayecto a su cuarto. Ni siquiera pudo mirar a Sir Lucius, le parecía que si le miraba se reiría de ella al ver su rostro enmudecido y lloroso.

Cuando entró y comprobó que lo compartía con Darina, se molestó aún más. Ni siquiera podría estar a solas... mirarla la hacía sentirse miserable por quejarse, pero sentía que era la persona más infeliz del mundo, y que tenía derecho a llorar... aunque ella también lo era pero no podía hacer nada por ayudarla...

Vio como se echaba en la cama, la más alejada a llorar en silencio. Ella sin embargo, a pesar de que le temblaba todo el cuerpo, optó por la ventana.

Se sentó junto a ella, abrazándose las rodillas y lloró también en silencio, amargamente, mirando al cielo y deseando que aquellos tejados que veía, fueran de otro lugar, aunque fuera el mismo cielo, se sentía muy lejos de su hogar... y muy sola. Ni siquiera estaba Nym junto a ella... Pensó en la gatasombra y esperó poder tenerla con ella durante ese tiempo...

Sin haber mediado palabra durante todo el recorrido, Lucius dejó a las damas en sus aposentos y se dirigió a su propia habitación. Sin ser una habitación muy lujosa, tenia todo lo que Lucius pudiera necesitar.

Tras dejar su macuto en la mesita, y comprobar que no hubieran puertas o trampillas ocultas, Lucius se asomó por la ventana y miró los tejados cercanos; planificando inconscientemente una posible ruta de escape.

Ya me comporto como un paranoico, pensó con amargura.

Tras pasar un rato de ocio y divagaciones, decidió ir a dar una vuelta.

Viendo que las dos damas posiblemente pasarían la mañana encerradas en su cuarto llorando, Lucius decidió buscar consuelo, quizá con un par de copas, o con una buena moza... o con ambas.

Al mismo tiempo, había algo que quería preparar para Aryan. Decidió hacerlo de camino a la posada.

Mientras Lucius recorría los pasadizos de la torre de la Mano, encontró a uno de los sirvientes, y se dirigió hacia él:

- Tengo un encargo de parte de Lady Aryan Tilverton. La dama necesitará de los servicios de un buen músico, que esté al servicio de la Mano, sea discreto y goze de la confianza de Lord Arryn. Decidle que me busque, y yo me encargaré de informarle de su cometido. Es todo.  

A medida que avanzaba el día Lucius pensaba que su mensajero se habría extraviado. Con esos pensamientos aún en su cabeza alguien llamó a la puerta.

Cuando abrió la puerta un joven, de pelo rubio y vestido elegantemente con tonos verdes y azules, esperaba al otro lado de la misma.

- Me han dicho que requerís de mis servicios.- dijo haciendo una reverencia muy teatral.

Lucius le dió una mirada de arriba abajo, y prosiguió:

Bien, necesito de vuestros servicios para una clase privada de danza, por decirlo de alguna forma.

Así pues, preparaos vuestro mejor repertorio de canciones folclóricas, de cuantos más estilos mejor, pero sobretodo animadas.

Decidme donde os hospedáis, y mandare un criado a buscaros cuando os necesite. 

El día fue transcurriendo, cenaron en una sala aparte con Lady Elisabeth, Ser Ulric, Ser Hug Llohart, Ser Jon Tilverton y Lucius. Aryan pasó la cena en silencio, asentía a los comentarios de Hug, quién le informó la intención de quedarse a Desembarco del Rey durante la estancia de la joven en la capital. Jon echaba miradas a la mesa buscando a Darina durante el transcurso de la cena pero no abrió la boca, el muchacho parecía consternado por la joven y su ausencia, la chica había dicho que estaba indispuesta y Lady Elisabeth, su tía, no quiso insistir. Lady Elisabeth, por el contrario, no paraba de hablar diciendo el gran honor y la gran responsabilidad que tendría Aryan al quedarse como pupila de Lord Arryn, tal vez de esa manera el nombre de la Casa Tilverton quedaría limpio. Informaron a Aryan que Nym estaba en las caballerizas de la Fortaleza Roja, dónde podría ir a verla.

Acabada la cena, los comensales se despidieron y se retiraron cada uno a sus aposentos. Aryan fue  al suyo acompañada durante el trayecto por Lucius quién parecía un poco más contento que de lo habitual.

Cuando se fueron a dormir empezó a llover intensamente y las dos chicas vieron como la lluvia resbalaba por el cristal como las lágrimas que ellas mismas habían derramado esa misma tarde.

*** Fin del capítulo 8 ***